miércoles, 24 de marzo de 2021

Solo la Verdad de Jesús nos da la libertad. La mentira y el mal nos hacen esclavos

 La verdad os hará libres» – Reporte Católico Laico

Libertad y Verdad se implican mutuamente. No pueden nunca ir separadas. Quien es libre asume la Verdad como forma de vida. Y quien acepta la Verdad en su vida es un hombre auténticamente libre. La libertad no consiste, nunca ha sido así, en hacer lo que nos viene en gana, sino en la conjugación del discernimiento justo de lo que se tiene al frente, y en la decisión de optar por lo mejor. Es libre quien no se deje influenciar por solo lo del mundo, sino quien busque adaptar su vida a la Verdad que conozca, que lo conduce al bien y al amor, al acercamiento a Dios, al cumplimiento de su voluntad y al acercamiento amoroso en la solidaridad para vivir una fraternidad correctamente entendida. No se es libre para hacer el mal. Quien lo entiende así está viviendo en el umbral de la esclavitud, y lo más probable en que termine con las cadenas ahogando en su vida. El mal mayor es el del pecado, que nos conduce a la muerte eterna. El bien mayor es huir del mal, para recibir el premio de la felicidad eterna, y el de la libertad en todo lo cotidiano. Cuando nos dejamos atrapar por el mal y por el pecado, perdemos ese regalo amoroso que nos ha donado nuestro Padre al crearnos, cuando nos hizo a su imagen y semejanza, haciéndonos así similares a Él. La libertad, por lo tanto, nos diviniza, mientras que la esclavitud nos demoniza. El artífice de todos los males nos gana para sí cuando servimos al mal y nos entregamos a la mentira. Nuestro mundo paulatinamente se ha hecho cada vez más servidor de la mentira y del pecado. Por lo tanto se ha hecho cada vez más hogar de los esclavos. Lo malo del mundo se ha ido enseñoreando y ganando terreno, haciendo de los hombres un enjambre de esclavos, aun cuando también hay muchos que no se han dejado ganar del mal y luchan denodadamente por mantener su libertad a tope. Ciertamente la lucha es cruenta, y jamás llegaremos a vivir la plenitud de la libertad en esta vida, pero nos corresponde, a quienes queremos ser sujetos de libertad, dar la batalla, asentándonos cada vez más en la Verdad y en el bien.

Ser fieles a la Verdad y al bien es exigente. Marca una pauta que requiere el esfuerzo y el compromiso real de quien quiere avanzar por esa ruta. No se trata de buscar contemporizar con el mal y llegar a ciertos convenios o arreglos que faciliten el camine y suavicen la exigencia. No es posible hace esto en el camino de la fidelidad. Quien asume el deseo de ser fiel a la Verdad y al bien, debe entender que no sirven las medias tintas para poder estar satisfechos. Desde el inicio de nuestra historia humana las posiciones del bien y del mal son totalmente contrarias e incompatibles. No se puede buscar estar bien con Dios y con el diablo. O se está con Dios o se está contra Él. Quien quiera estar con Dios no puede pretender estar a la vez con el demonio. Mal y bien, mentira y Verdad, son incompatibles. Lo entendieron muy bien los tres jóvenes condenados a la muerte por Nabucodonosor por su decisión irrevocable de ser fieles a Dios: "El rey Nabucodonosor dijo: '¿Es cierto, Sidrac, Misac y Abdénago, que ustedes no temen a mis dioses ni adoran la estatua de oro que he erigido? Miren: si al oír tocar la trompa, la flauta, la cítara, el laúd, el arpa, la vihuela y todos los demás instrumentos, están dispuestos a postrarse adorando la estatua que he hecho, háganlo; pero, si no la adoran, serán arrojados inmediatamente al horno encendido, y ¿qué dios los librará de mis manos?' Sidrac, Misac y Abdénago contestaron al rey Nabucodonosor: 'A eso no tenemos por qué responderte. Si nuestro Dios a quien veneramos puede librarnos del horno encendido, nos librará, oh rey, de tus manos. Y aunque no lo hiciera, que te conste, majestad, que no veneramos a tus dioses ni adoramos la estatua de oro que has erigido'". La verdad, la fidelidad, el seguir al bien, era su motivación. Y ni siquiera la amenaza de muerte fue suficiente para hacerlos debilitarse en su fidelidad a Dios, a su Verdad y al bien. Tremendo ejemplo para nosotros, hombres de hoy, que preferimos contemporizar con los males del mundo y nos hacemos así sus cómplices.

También Jesús fue un hombre absolutamente libre que quiso servir a la Verdad y asumió todas las consecuencias de su decisión. Destruir el mal implica dejarse tocar por él para enfrentarlo y vencerlo. La mentira se combate con la Verdad y el mal se combate con el bien. Y es eso, una batalla, en la que habrá embates duros, crueles y dolorosos. A la Virgen María se le pronosticó en su batalla que "una espada atravesará tu corazón". Lo mismo sucederá con todos nosotros, los que queramos ser fieles a la Verdad y al bien y mantener nuestra libertad incólume. Se nos querrá hacer esclavos de la mentira y servidores del mal. Y tendremos que asumir nuestra batalla, para ser verdaderamente libres en la Verdad. Así lo dijo Jesús a los judíos conversos: "Si ustedes permanecen en mi palabra, serán de verdad discípulos míos; conocerán la Verdad, y la Verdad los hará libres". Solo vivir en la Verdad y en la búsqueda del bien, asegura una libertad que no la da ninguna de las realidades puramente humanas y horizontales. Solo la Verdad que es Jesús nos dará la libertad: "En verdad, en verdad les digo: todo el que comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo los hace libres, serán realmente libres. Ya sé que son linaje de Abrahán; sin embargo, tratan de matarme, porque mi palabra no cala en ustedes. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero ustedes hacen lo que le han oído a su padre". Jesús, hombre plenamente libre, quiere donarnos el rescate de nuestra libertad. Y lo hace poniéndonos a la vista la Verdad de su amor, de su entrega, de su salvación. Somos invitados a abandonar la mentira, el mal, el pecado. Aceptar esta invitación implica asumir que habrá una lucha de la esclavitud y del mal contra nosotros. Pero implica también avanzar por el camino correcto, que es de la libertad en la Verdad, que desemboca en la plenitud del gozo de sabernos verdaderos hijos de Dios, rescatados por su amor y conducidos a la meta de la plenitud en la libertad y la Verdad que se dará en la eternidad feliz junto al Padre.

3 comentarios:

  1. Señor, llévanos a conocer la verdad, porque sin la Fe no podemos amarte a ti ni a los demás. La única verdad es que soy amado por Jesús☺️

    ResponderBorrar
  2. Si avanzamos por el camino correcto de acoger la verdad y practicar la justicia, disfrutamos el gozo de sabernos verdaderos hijos de Dios.

    ResponderBorrar
  3. Si avanzamos por el camino correcto de acoger la verdad y practicar la justicia, disfrutamos el gozo de sabernos verdaderos hijos de Dios.

    ResponderBorrar