lunes, 1 de marzo de 2021

Si Dios no niega su perdón, tampoco nosotros podemos negarlo

 Con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros - ReL

La verdad fundamental de nuestra fe y la noticia más feliz que podremos escuchar jamás es que Dios nos ama. Y la teología más básica afirma que Dios es inmutable, es decir, que nunca cambia. Su esencia es la del amor y por lo tanto, esa esencia será la suya eternamente. Dios es amor ahora, y lo será siempre. Ese amor de Dios ha demostrado ser muy versátil. Tan pronto es infinito hacia dentro de sí, viviendo plenamente la satisfacción de amarse a sí mismo, sin necesidad de más nada, no en el sentido narcisista en el que podemos entenderlo erróneamente según los criterios humanos, sino en el sentido de vivencia mutua en el amor eterno autosatisfactoria, pues la Santísima Trinidad vive la experiencia del amor perfecto que no necesita ser complementado con nada. Tan pronto se hace activo hacia fuera cuando decide hacer que todo lo que no es Él exista y sea también objeto de su amor, sin tener necesidad de nada de eso, pues podríamos decir que es un amor distinto que no tiene final en sí, sino en el hombre, la criatura para la cual lo creó todo y al que quería favorecer con los dones de su amor. Ese amor, así como el de la propia intimidad, es un amor eterno, que nunca cambiará, pues en él se sostiene la cualidad de inmutabilidad de Dios. Si Dios amó desde el principio, amará eternamente. Además, a esto es necesario agregar que los dones de Dios son irrevocables, es decir, nunca se decidirá a dejar de donarlos. Todos los regalos que Dios nos ha dado, los mantiene eternamente. Nunca dejará de darlos. Por lo tanto, el amor que nos ha dado jamás dejará de ser nuestro. Desde el corazón de Dios brotará eternamente para el hombre el amor que tuvo desde el principio, por el cual nos creó y nos sostiene en la vida.

Ese amor de Dios, en sus diversas facetas, se transforma en amor creador, amor sustentador, amor defensor, amor misericordioso, amor justo. El mismo amor de Dios, que surge de esa fuente inagotable que Él es, toma la faceta que es necesaria en el momento para el hombre. Se transformó en compasión cuando vio que el hombre decidía transitar el camino del error y del pecado, poniéndose en contra del mismo amor, haciéndose el mayor daño y ganando el mayor perjuicio para sí mismo, pues se desconectaba de la fuente de su propia vida y de su amor, encaminándose a su condenación y a su muerte. No es eso lo que Dios quería desde su amor para el hombre. Por eso se transforma en amor que tiende la mano y da la oportunidad del arrepentimiento, haciendo claro que el único camino para la felicidad auténtica es la unión con Él y unirse con fidelidad a su voluntad de salvación. La clave de la felicidad del hombre creado para el amor es percatarse de que otro camino distinto al del amor es autodestrucción absurda. De ahí que venga el arrepentimiento, la conversión que invita a retomar la ruta justa, el acercamiento confiado e ilusionado a la fuente del amor y del perdón: "¡Ay, mi Señor, Dios grande y terrible, que guarda la alianza y es leal con los que lo aman y cumplen sus mandamientos! Hemos pecado, hemos cometido crímenes y delitos, nos hemos rebelado apartándonos de tus mandatos y preceptos. No hicimos caso a tus siervos los profetas, que hablaban en tu nombre a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra. Tú, mi Señor, tienes razón y a nosotros nos abruma la vergüenza, tal como sucede hoy a los hombres de Judá, a los habitantes de Jerusalén y a todo Israel, a los de cerca y a los de lejos, en todos los países por donde los dispersaste a causa de los delitos que cometieron contra ti. Señor, nos abruma la vergüenza: a nuestros reyes, príncipes y padres, porque hemos pecado contra ti. Pero, mi Señor, nuestro Dios, es compasivo y perdona, aunque nos hemos rebelado contra Él. No obedecimos la voz del Señor, nuestro Dios, siguiendo las normas que nos daba por medio de sus siervos, los profetas". El mal que se procura el hombre a sí mismo con el pecado, puede ser curado por el Dios misericordioso que es inmutable en su amor y nunca dejará de derramarlo sobre el hombre, en este caso, transformado en misericordia y perdón.

En este camino de la convicción del amor misericordioso de Dios debe existir la certeza de que ese amor es para todos. No hay exclusividad. Nadie recibe más o menos, pues el amor es siempre infinito. Hay a quien se le perdona más y a quien se le perdona menos, pero ese perdón surge todo del mismo amor infinito del Señor. Basta que haya la determinación del cambio, de la conversión, del arrepentimiento y del acercamiento al único que puede dar solución a la desgracia que se vive en el pecado, lejos de Dios. Y, por supuesto, es necesario ser luego testimonios de haber sido receptores de esa misericordia infinita. El que recibe el perdón de Dios debe ser signo para todos los demás hermanos, no solo en el sentido de proclamar la verdad del amor misericordioso de Dios, sino de hacerse también instrumento de ese amor para que llegue a más hermanos, y a todos los que lo necesitan. El perdón no es una posesión exclusiva, pues todos necesitamos de él. Por ello, quien lo recibe debe también transmitirlo, convertirse en instrumento de perdón. Así como Dios no niega el perdón al que está arrepentido, tampoco puede hacerlo el que ha recibido el perdón. La forma de actuar de Dios debe ser la forma de actuar del que ha recibido el perdón, pues somos imagen y semejanza divina: "En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 'Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso; no juzguen, y no serán juzgados; no condenen, y no serán condenados; perdonen, y serán perdonados; den, y se les dará: les verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midieren se les medirá a ustedes'". No podemos negar el beneficio que hemos recibido para nuestra riqueza a nuestros hermanos. No podemos ser egoístas del perdón, cuando sabemos que Dios no se lo niega a nadie. Tampoco nosotros podemos negarlo a nuestros hermanos.

4 comentarios:

  1. Ven Espíritu Santo inflama de Amor nuestro corazón para poder transformarnos a ser disipulo de tú Amor. Haznos crecer en Misericordia😌

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  2. Señor, dame un corazón Misericordioso como el tuyo...🙏🛐❤️

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  3. Perdonar, no condenar, darse es amar con el mismo deseo y el mismo respeto conque somos queridos por Dios.

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    1. Gracias Padre por su exhortación de gran sabiduría. 🙏

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