jueves, 4 de marzo de 2021

Alcancemos la bendición de Dios confiando en Él y sirviéndole en nuestros hermanos

 Bautizados en Mision: 26to. Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C TEXTO  BIBLICO: Lucas 16, 19-31

Maldecir se encuentra entre las cosas más desagradables y disonantes que podemos escuchar. "Decir mal" es reconocer que esa persona vive en la maldad, desprecia el bien, sirve al mal para perjudicar a los demás. Entre nuestro pueblo cae tan mal cuando se llama a alguien maldito, que se considera incluso pecado, y se hace solo en casos muy extremos en los que se considera que ya no queda otra opción para una maldad mayor. Maldecir a alguien es afirmar que esa persona ha caído en lo más bajo posible y que ya no hay opción para seguir rebajándose. En las Sagradas Escrituras se utiliza en varias ocasiones la expresión, cuando se refiere sobre todo a quien ha decidido seguir al mal y servir al pecado, en detrimento de la unión con Dios y de la experiencia de fraternidad. Sería maldito quien voluntariamente elige el mal como estilo de vida, quien se aleja de Dios y no lo reconoce como el autor de su vida, quien se aleja del amor a Dios y a los hermanos prefiriendo amarse y servirse a sí mismo en la errada conciencia de que su vida así será mejor, procurándose a sí mismo fraudulentamente los bienes que necesita para subsistir, en un autoengaño absurdo que lo hará encaminarse al abismo del dolor y de la tristeza. No es maldito por decreto, sino por decisión personal. Es una maldición que alcanza para sí mismo, al alejarse de la voluntad divina y de su amor, poniendo como base para el desarrollo de su vida su propio ser, confiando exclusivamente en sí mismo, en un egoísmo enfermizo que es su principal destrucción. La soberbia lo ha carcomido y ha cancelado en él todo resquicio de bondad. A menos que se convierta y se arrepienta de esta decisión que ha tomado, se encamina hacia su perdición para toda la eternidad.

El profeta Jeremías, uno de los grandes profetas del Antiguo Testamento, siendo voz de Dios para el pueblo, lo pone sobre aviso acerca de lo que es la maldición y la bendición. El profeta coloca la maldición y la bendición en el orden de la confianza y de la entrega o no a Dios. Será maldito quien abandona a Dios y coloca su confianza en el hombre, en la criatura, en lo creado. Quien confía en sí mismo o en las cosas más que en Dios, creyendo que lo que ha surgido de las manos del Creador es más que el mismo Creador. El pecado no está en confiar en ello, pues al fin y al cabo Dios lo ha puesto en las manos de los hombres para que se sirvan de ello y para hacer su vida mejor. El pecado está en haberlos convertido en ídolos a quien servir, en vez de a Dios, dejando al autor de todo lo creado a un lado. La maldición se la atrae el mismo hombre cuando prefiere rebajar el objeto de su entrega a lo que ha surgido de Dios: "Esto dice el Señor: 'Maldito quien confía en el hombre, y busca el apoyo de las criaturas, apartando su corazón del Señor. Será como cardo en la estepa, que nunca recibe la lluvia; habitará en un árido desierto, tierra salobre e inhóspita. Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza. Será un árbol plantado junto al agua, que alarga a la corriente sus raíces; no teme la llegada del estío, su follaje siempre está verde; en año de sequía no se inquieta, ni dejará por eso de dar fruto. Nada hay más falso y enfermo que el corazón: ¿quién lo conoce? Yo, el Señor, examino el corazón, sondeo el corazón de los hombres para pagar a cada cual su conducta según el fruto de sus acciones'". En contraposición, la bendición será siempre para quien confía radicalmente en el Señor y ha puesto su vida en las manos del Creador, sabiendo que en el servicio a Él y en el cumplimiento de su voluntad está el camino para la auténtica promoción personal y para la verdadera fraternidad enriquecedora. Ser bendecidos o ser maldecidos está en las manos del mismo hombre. Dependerá de su elección sobre a quién servir y entregarse.

La meta para todos nosotros, la que quiere Dios para cada una de sus criaturas, es la de la bendición eterna. Es fundamental para lograr la bendición colocar la confianza exclusivamente en Dios y servirle a Él y a los hermanos. Está claro que será una bendición por la fe y por las obras. La fe nos hará entregarnos confiadamente en las manos de Aquel que solo quiere nuestro bien. Y las obras dirán a todos esa convicción que vivimos y será la demostración de que avanzamos por ese camino de la bendición. La parábola que relata Jesús del rico que banqueteaba a sus anchas y el pobre Lázaro que estaba en la puerta de su casa y solo pasaba hambre y necesidad, es un claro ejemplo de la maldición que había elegido el rico, viviendo solo para sí sin tener en cuenta la situación terrible del pobre que estaba a sus puertas. Suponemos que el pobre confiaba en Dios y esperaba la mano tendida de los que sí tenían. El resultado para ambos es diametralmente opuesto. Lázaro obtuvo la bendición eterna. El rico obtuvo la maldición eterna: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado". Está en nuestras manos obtener la bendición o la maldición. En nuestros tiempos tomar esta decisión es quizás más urgente. Nuestro mundo necesita con urgencia la acción de los bendecidos de Dios, de los que confían en Él y en su amor, de los que se saben hermanos de todos y están obligados a procurar bienes para ellos, siendo solidarios y caritativos con los más necesitados, como aquel pobre a las puertas de la casa del rico. ¡Cuántos hermanos hoy son como Lázaro, que están a las puertas de nuestras casas y necesitan con urgencia el auxilio de los que pueden! Alcancemos la bendición confiando en Dios y haciéndonos solidarios con los hermanos más necesitados de nuestro mundo.

7 comentarios:

  1. Sólo despojándonos de nosotros mismos y de todo capricho egoísta, daremos cabida al Amor que potencia nuestra salida a amar... Maravillosa meditación. Gracias por ser y estar... Bendigamos a Dios!

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  2. Amado Señor, cambia nuestro corazón de piedra y ayudanos a ser consientes de que nuestra misión es el Amor☺️

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  3. Ayudame a tener un corazón limpio como el tuyo señor...un corazón que sepa amar y no se canse nunca de hacerlo 🙏❤

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  4. Dame Señor un corazón Misericordioso como el tuyo...🙏🛐

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  5. Dice el Señor: "Misericordia quiero, no sacrificios". Hazme misericordioso de corazón y que la caridad sea el norte de toda persona, para lograr el mundo deseado. Amén 🙏.

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  6. Es así, ser bendecidos o ser maldecidos está en las manos del mismo hombre, de a quién elija servir y a quién entregarse.

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  7. Es así, ser bendecidos o ser maldecidos está en las manos del mismo hombre, de a quién elija servir y a quién entregarse.

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