lunes, 8 de marzo de 2021

Nadie tiene la exclusividad de la salvación

 Naaman. | Conforme a Dios

El anuncio y la obra del amor de Jesús para la salvación de los hombres es totalizante. Cada una de las palabras y las obras que realiza van dejando claro que la intención del Padre es lograr que todos los hombres alcancen la salvación. Para ello, el Padre ha estado dispuesto a entregar a su Hijo, asumiendo éste la humanidad a la que tenía que rescatar como segunda naturaleza y corriendo a su vez voluntariamente con todas las consecuencias que acarreaba este paso. La historia de la salvación nos coloca en la comprensión del compromiso que asume el Padre con la humanidad desde el principio -"Un descendiente de la mujer te pisará la cabeza"-, envía a su Hijo para que desde dentro mismo de la humanidad realice la obra salvadora -"Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros"-, y el mismo Hijo de Dios acepta el encargo en favor de sus hermanos -"Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad"-. No hay paso que dé Dios que no vaya en función de lograr el rescate de aquel al que ha creado y que ha sostenido en su amor, pues su meta es que el hombre esté con Él, aceptando ser suyo, dejándose amar y respondiendo con el mismo amor, viviendo comunitaria y solidariamente en el amor con los otros hombres, hasta llegar a la plenitud total en una eternidad en la que solo se viva el amor y la felicidad junto a Él. En función de este plan diseñado por Dios, que se puede explicar solo desde el amor, Él emprende toda esta historia nuestra para impulsarnos a llegar a esa meta que ha establecido para todos los hombres. Es un plan que engloba todo lo que toca al hombre: El sentido espiritual de su existencia, tratando de disuadirlo de su amor al crearlo y sostenerlo en el mundo, al poner en sus manos todo lo necesario para su existencia, haciendo que todo confluya para su bien, colocándolo en medio de una familia de hermanos que solidariamente buscará avanzar en el logro de metas para una vida mejor; y el sentido material de ella, haciendo que los bienes que procura sean siempre para todos, evitando el egoísmo malsano que atenta contra la fraternidad, avanzando en logros técnicos y científicos que faciliten la vida, respetando el medio ambiente de su casa que es el mundo. Y esto, lo quiere para todos los hombres. No hay exclusión de nadie. Dios lo quiere para todo el hombre y para todos los hombres.

Para Israel esta idea de la salvación de toda la humanidad no estaba muy clara. Yahvé era el Dios de Israel, e Israel era el pueblo de Dios. Para muchos esto significaba que los únicos beneficiarios de las acciones de Dios iban a ser ellos, su pueblo elegido. Al punto de que llegaron a confundir el favor de Dios como la procura de una superioridad hegemónica sobre todos los demás pueblos. El Dios de los israelitas haría que todos los pueblos de alrededor, particularmente sus pueblos enemigos, fueran subyugados y quedaran bajo el dominio del pueblo de Dios. Israel sería el primero de todos los pueblos y todos los demás quedarían bajo su dominio y a su servicio. Aun así, nos encontramos en el Antiguo Testamento algunas insinuaciones con las que el Señor desmentía esta idea de los israelitas. En los salmos y en los profetas existen expresiones que afirman la universalidad de la salvación de Dios. Y algunos acontecimientos también destacan la no exclusividad del favor de Dios con el pueblo de Israel. El caso de Naamán el sirio es emblemático de esto. Un servidor de un país extranjero recibe la curación de su lepra por la obra del Dios de Israel. A pesar de que no está convencido de aquello que le invita a realizar el profeta Eliseo, a instancias de sus acompañantes obedece y logra la sanación que solicitaba: "'Padre mío, si el profeta te hubiese mandado una cosa difícil, ¿no lo habrías hecho? ¡Cuánto más si te ha dicho: Lávate y quedarás limpio!' Bajó, pues, y se bañó en el Jordán siete veces, conforme a la palabra del hombre de Dios. Y su carne volvió a ser como la de un niño pequeño: quedó limpio". No era un israelita el que recibía la salud. Era un pagano, perteneciente a otro pueblo el que la recibía. El favor de Dios no está limitado. Su poder y su amor son infinitos y no están restringidos para nadie.

Esta idea de la universalidad de salvación fue tomando cuerpo cada vez más importante en la fe de los judíos. Aun cuando en el tiempo de Jesús todavía quedaban algunos ultranacionalistas reticentes, Él se encargó de echar por tierra esa idea. Él mismo hizo maravillas delante de todos en favor de extranjeros que se le acercaban implorando alguna gracia. Se atrevió a poner como ejemplo de bondad a algún extranjero, que llegaba a comportarse incluso mejor que muchos miembros del pueblo, como es el caso del buen samaritano de la parábola. Y en sus diatribas con los judíos los enfrentaba haciéndoles caer en la cuenta de que no había exclusividad para ellos en la intención salvífica de Dios. Su deseo era ser aceptado como el Salvador de todos, incluso de aquellos que no pertenecían a Israel. Se dolía Jesús de no ser aceptado por los suyos y mostraba su frustración poniendo a su vista los testimonios de aquellos extranjeros que sí se acercaron a Dios convencidos de que Él pondría su amor y su poder a su favor, cosa que sus paisanos no eran capaces de hacer. Estos enfrentamientos en los cuales Jesús dejaba en evidencia la reticencia de los suyos, fueron causa de que se sintieran señalados y frustrados, no pensando otra cosa que quitarlo de en medio: "'En verdad les digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo asegurarles que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio'. Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino". En vez de hacer revisión de su conducta, buscan eliminar a Jesús, eliminando así aquello que los ponía en evidencia. Los hombres, en vez de mirarnos hacia dentro, miramos a los lados, buscando culpables inexistentes de nuestras conductas que nos alejan de Dios y de su amor. Ojalá seamos capaces de dirigir nuestra mirada hacia dentro, hacia nuestro corazón, aceptando que Dios nos quiere salvar a todos, procurando nuestra conversión, y aceptando que nos quiere salvar integral y universalmente, porque nos ama a todos por igual.

2 comentarios:

  1. Señor Jesús, gracias por tu inmenso amor por nosotros, abre nuestro corazón a tú palabra. La palabra de Dios es viva y activa☺️

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  2. Dios quiere un nuevo mundo para el hombre y para todos los hombres sin excluir a nadie.

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