miércoles, 17 de marzo de 2021

Dios es un Padre de amor y de ternura que nos salva en su Hijo Jesús

 Evangelio de hoy Lectura del santo... - Parroquia San Rafael Arcángel,  Heredia | Facebook

La alegría es señal constitutiva del cristiano. La convicción profunda que vive de ser criatura de Dios, de haber surgido de sus manos amorosas solo por un movimiento de ese amor que es su esencia, de su ser hijo y no simple criatura, de su ser hermano de todos los demás hombres, de haber sido colocado en el centro de todo lo creado como señor, de estar en sus manos sostenido por su providencia que procurará siempre llenarlo de todos los beneficios que le sean necesarios, todo eso, ya es suficiente para sentir un gozo máximo. Por encima incluso de las ocasiones, que pueden ser muchas, en las que venga el dolor o el sufrimiento, pues desde esa conciencia de ser amado, está también la de no estar nunca solo y de ser aliviado, consolado y fortalecido en medio de la tribulación. El hecho de tener a quién recurrir en el desasosiego para sentir consuelo, es una razón para vivir lejos de la tristeza y de la soledad en el dolor. Esa figura paterna de Dios es parte de la esencia que siempre quiere mostrar al hombre. No es un Dios "ejecutivo" que se queda en la frontera contemplando la vida del hombre, sino que es un Dios que ama y que se involucra personalmente en el acompañamiento de la humanidad que ha surgido de su mano. Es un Dios comprometido con su creación, y particularmente, con su criatura predilecta. La Escritura nos pone en la ruta de la comprensión de esa figura cercana. Nos habla incluso de la ternura de Dios, equiparándola a la figura de la madre que ama a su niño de pecho, y que por lo tanto nunca se atreverá a abandonar a quien sabe es desvalido y depende totalmente de su cuidado: "¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta, no tener compasión del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré". Es la imagen más entrañable del Dios que es tierno con sus hijos, con nosotros, con lo cual se nos asegura que jamás podremos sentir el abandono de quien nos ha creado y nos asegura que su amor siempre estará a nuestro favor.

Es por ello que nuestra actitud debe ser siempre la de la alegría. Por eso tiene sentido que en medio de un tiempo penitencial, de arrepentimiento y conversión, surja espontáneo el sentido del gozo cristiano. Nada, ninguna circunstancia negativa, ningún dolor, ningún sufrimiento, cancela la ternura de Dios con nosotros. Incluso podemos afirmar que es en los momentos más álgidos de dolor y de tristeza, en los que se hace más presente. Recordemos las palabras de Jesús, cuando se ofrece como alivio: "Vengan a mí los que están cansados y agobiados, que yo los aliviaré". Quizá nosotros esperemos una actuación más contundente de Dios contra el mal que nos circunda y que nos abate. Y a veces no entenderemos cómo es posible que Dios no actúe más decididamente contra el mal y contra quienes lo producen. Debemos decir que sí actúa, en primer lugar, intentando convencer al malo de no actuar bajo el signo del mal, pero respetando la libertad que Él mismo otorgó a todos; en segundo lugar, haciendo que ese sufrimiento sirva como retribución del mal y del pecado que hemos cometido nosotros mismos, y nos purifique el alma para prepararla para la recepción de la mayor gracia del perdón y de la salvación eterna; en tercer lugar, haciendo surgir hombres y mujeres que valientemente asuman su tarea de enfrentar al mal, buscando sembrar semillas de bien que se antepongan a la maldad en el mundo; en cuarto lugar, dejándose encontrar por quienes sufren para que puedan cobijarse bajo sus alas amorosas y sientan el alivio y el consuelo de su amor. La compensación muchas veces no será material, pues Dios, Señor de la historia, respeta la historia que Él ha decidido que pueda escribir el hombre como historia propia. Estas razones son suficientes para sentir que ciertamente no estamos solos, que tenemos los brazos amorosos de nuestro Padre de amor y de ternura tendidos hacia nosotros, y por ello debemos sentirnos los hombres más felices, aun en medio de las tribulaciones.

Es impresionante cómo Jesús quiere que esto quede meridianamente claro en la mente y el corazón de sus discípulos. En una de las ocasiones en las que deja más clara su identidad divina delante de sus oyentes, afirma contundentemente que el Padre y Él siguen actuando al unísono, pues son un solo Dios: "Jesús dijo a los judíos: 'Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo'. Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no solo quebrantaba el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios. Jesús tomó la palabra y les dijo: 'En verdad, en verdad les digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que viere hacer al Padre. Lo que hace Este, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que Él hace, y le mostrará obras mayores que esta, para asombro de ustedes. Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo todo el juicio, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió'". Es tan cierto que Dios no abandona jamás a su criatura, que ha enviado a su propio Hijo para que actúe en su nombre y realice las mismas obras que Él realiza. La redención de la humanidad no es una obra solitaria, sino trinitaria. Es todo Dios el que actúa en favor de la humanidad, que se pone de su lado y no lo deja a su arbitrio dominado por el pecado. Lo rescata y lo coloca a su lado, por la obra de entrega de su Hijo, que asume su tarea con el mayor amor por el hombre, como lo ama el Padre. La obra de rescate es la mayor obra que hace Dios, y el amor que derrama es el mayor amor que tiene Dios. La meta final de esta obra del Hijo es la salvación, la plenitud eterna de la felicidad, que no negará a ninguno de los que hayan vivido el gozo de una vida junto a Él, y que será negada solo a quienes la rechacen, empeñándose en seguir sirviendo al mal: "Los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio. Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió". Nuestra vida debe estar siempre marcada, entonces, por la esperanza de la salvación. Por ello, debe ser una vida vivida en la alegría de saber que nuestro futuro es un futuro de amor y de felicidad eternos, que debemos empezar a sembrar ahora, con nuestros hermanos, para que también ellos comiencen a vivir el gozo eterno de la salvación de los hijos de Dios.

2 comentarios:

  1. Señor, se que debemos ser dóciles y vivir de acuerdo al mandamiento del Amor, entre tantas pluralidad de religiones y credos es fácil que confundamos a nuestro Cristo😌

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  2. La comunión Padre- hijo es total, eso nos enseño Jesús con su presencia, además nos hizo ver que el mundo daría un giro total si los cristianos en unión con Dios, viviéramos en permanente comunión.

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