sábado, 6 de marzo de 2021

Nuestro Padre de amor jamás dejará de ser misericordioso

 La Parábola del Hijo Pródigo - Historia de la Biblia - Historias Bíblicas

Dios respeta reverentemente la libertad del hombre. Siendo un regalo que le dio al crearlo a su imagen y semejanza, no puede arrebatársela, pues sus dones son irrevocables. Cuando da algo, nunca lo echará atrás. Queda, en cierta manera, atado a su decisión. En primer lugar, la condición de que el hombre existiera "a nuestra imagen, según nuestra semejanza", implicaba que tuviera cualidades divinas que lo harían participar analógicamente de su naturaleza divina. Sin ser Dios, el hombre llegó, por voluntad divina, a poseer cualidades divinas. Estas cualidades son la capacidad de amar como ama Dios; la capacidad de pensar, de discernir, de tomar decisiones; la capacidad de vivir en comunidad al igual que lo hace la Santísima Trinidad; la libertad por la cual el hombre es capaz de escoger su camino y de decidir según su criterio lo que es mejor para él. Son los tesoros que Dios ha dado a aquel que ha puesto en el centro de todo lo creado, haciendo gala de su amor por él, por cuanto ninguna obligación tenía con su criatura. Lo lanza a ello solo el amor infinito que vive en su intimidad y que dejó que se transmitiera en el gesto grandioso de la creación. Y en segundo lugar, la donación de todas estas prerrogativas divinas no puede ser revocada, pues Dios es inmutable y no puede, o no desea, cambiar su decisión de favorecer en todo al hombre. Aun a sabiendas de que el hombre puede hacer un uso errado de esa libertad y de todas las cualidades divinas que ha colocado en su ser, su decisión sigue siendo que el hombre las siga poseyendo. El mismo camino de la historia humana será el mejor pedagogo, pues el hombre, en su propia experiencia vital, irá viviendo el inmenso abanico de posibilidades que se le presentan, y al experimentarlas, tendrá siempre la opción de discernir el camino mejor que lo sustentará sólidamente en la auténtica libertad, y al fin, lo hará más hombre, más consciente de su condición de hijo de Dios y de hermano de los demás hombres. En este sentido, Dios no busca imponer una conducta a su criatura, sino que desea, amorosamente, que el mismo hombre vaya descubriendo cuál es la mejor. De ahí el respeto a su libertad y su determinación de nunca impedirla.

A todo esto es necesario añadir una condición divina que nunca dejará de estar presente. Dios es un Dios de amor. Esa es su identidad más profunda. Teniendo, por supuesto, todas las cualidades divinas a tope, como su poder, su sabiduría, su infinitud, su omnipresencia, todas ellas infinitas y naturales en Él, en referencia a la humanidad, la que más brilla y más nos compensa es su amor. Somos beneficiarios de todas esas cualidades, pero la que vivimos con mayor intensidad es la de su amor. Dependemos en todo absolutamente de Él, por cuanto es nuestro origen, ha previsto cargarnos de todos los beneficios, pone en nuestras manos todo lo que necesitamos, ha hecho que el mundo funcione para nosotros, todos los demás seres de la creación existen en función de lo que sirven al hombre. No hay nada en nuestra historia que no esté conectado a la voluntad divina que nos hace existir y que nos sostiene. Pero lo que más toca nuestra intimidad es el amor que derrama sobre nosotros. Y es un amor que se transforma siempre en lo que necesitamos más, que es en misericordia. A pesar del mal uso de la libertad que en ocasiones mostramos, Él está siempre a la espera de que caigamos en cuenta del perjuicio que nos producimos nosotros mismos, que nos arrepintamos de aquello que nos ha alejado de Él, y que volvamos con humildad y confianza a retomar el camino correcto y nos acerquemos con la cabeza gacha a su presencia para solicitar su perdón y ser admitidos de nuevo como hijos amados: "¿Qué Dios hay como tú, capaz de perdonar el pecado, de pasar por alto la falta del resto de tu heredad? No conserva para siempre su cólera, pues le gusta la misericordia. Volverá a compadecerse de nosotros, destrozará nuestras culpas, arrojará nuestros pecados a lo hondo del mar. Concederás a Jacob tu fidelidad y a Abrahán tu bondad, como antaño prometiste a nuestros padres". Es un Dios de amor que no puede negar su misericordia al corazón arrepentido de su pecado, el que lo ha alejado de su amor, y añora de nuevo la cercanía.

El cuadro perfecto de esa figura del Dios misericordioso, que es el Padre amoroso que añora el regreso de su hijo que se ha alejado y ha elegido el camino de la lejanía del amor y el que lo lleva cada vez más al abismo y a la oscuridad de la vida sin Dios, nos lo ha pintado Jesús en la parábola del Hijo Pródigo. Este es el verdadero Dios. El que se conduele de la desgracia que sus propios hijos se procuran. No es el Dios que está esperando para reprender ni castigar, sino el Padre de amor que espera el retorno de su hijo, que habiendo comprobado la tristeza y el dolor de estar lejos de su Padre amoroso, vuelve arrepentido y humilde a solicitar ser de nuevo admitido en el hogar paterno, donde se vive solo el amor. Lejos de ese hogar solo ha experimentado la debacle personal, en un primer momento haciéndose todos los regalos imaginables que caían en el vacío de la idolatría a sí mismo, a la riqueza, al placer y al prestigio, produciendo las ansias de más, lo cual demostraba que nada de eso era satisfactorio para darle alegría ni esperanza, sino que lo dejaban en la insatisfacción y el desasosiego. Y en un segundo momento, en la oscuridad total cuando perdió ya todo el dinero, con lo cual todos aquellos que lo acompañaban en sus juergas desaparecen, pues ya no podrían sacar más provecho de su prodigalidad. Su humanidad estaba herida mortalmente. Lo único que le queda es acudir de nuevo a Aquel del que está seguro que no le fallará, como en efecto fue. Arrepentido y reconociendo su debacle humana vuelve a la casa del Padre que lo recibe de nuevo amorosamente, sin siquiera reprocharle su conducta. Lo importante es que ha vuelto, y por ello es recibido de nuevo, como el hijo que era, recuperando su total dignidad. Así es la actuación del Padre que se duele más por la lejanía que por el pecado, y por eso no duda jamás en aplicar su misericordia al que vuelve humilde y arrepentido, reconociendo su torpeza: "El padre dijo a sus criados: 'Saquen enseguida la mejor túnica y vístansela; pónganle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traigan el ternero cebado y sacrifíquenlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado'. Y empezaron a celebrar el banquete". La alegría del Padre es la vuelta de su hijo amado, tener a sus hijos con Él, incluso aquel que se negaba, porque había sido supuestamente "fiel". El Hijo Pródigo había decidido. Y había decidido mal. Pero el Padre esperó siempre su regreso al notar su tragedia. El amor convertido en misericordia es el que vence. Y así será siempre si somos humildes y nos acercamos de nuevo a nuestro Padre, Dios de amor, que nunca dejará de ser misericordioso y jamás nos negará su perdón.

4 comentarios:

  1. Buenos días:

    Al Señor le damos gracias por su inmensa e infinita misericordia, que nos permite la esperanza de recuperarnos en y del pecado, cuando el enemigo nos captura y nos hace caer en su terreno.

    Señor por esa misma misericordia, líbranos de todo mal y peligro, permitiéndonos, que estemos eternamente contigo, teniendo la conciencia siempre clara que es mejor tú oferta siempre.

    En el nombre de Jesús.

    Amén 🙏.

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  2. Padre, conduce nuestra oración para que nuestro corazón no se endurezca. Seamos dóciles y no permitas que abusemos de tanto Amor☺️

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  3. Fue decisión de Dios por su misericordia divina de privilegiar al hombre con la capacidad de amar,pensar, discernir y decidir con libertad, aunque cuando fallamos nos recibe igual, si nuestro arrepentimiento es verdadero,con el mismo amor misericordioso y no nos negará nunca su perdón..

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  4. Fue decisión de Dios por su misericordia divina de privilegiar al hombre con la capacidad de amar,pensar, discernir y decidir con libertad, aunque cuando fallamos nos recibe igual, si nuestro arrepentimiento es verdadero,con el mismo amor misericordioso y no nos negará nunca su perdón..

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