martes, 2 de marzo de 2021

Existimos para servir a Dios y a los hermanos por amor

 Balbuceos de un Eremita .: ¡Qué fuerte, Maestro!

El seguimiento de Dios es un seguimiento comprometido. Quien se decida a hacerlo sabe que está asumiendo una responsabilidad seria de hacer lo que es su voluntad. De alguna manera está renunciando a sus privilegios personales, a sus pensamientos puramente humanos, a sus conductas desordenadas, a su egoísmo individualista y aislante. No se puede ser discípulo de Cristo y pretender seguir viviendo una misma vida que conduce al alejamiento de Dios y de los hermanos. No se puede ser dos cosas a la vez, por un lado, alguien que quiere ser fiel a Dios, y por el otro, alguien que quiere seguir llevando adelante acciones y pensamientos que lo alejen de Dios y de los demás. No se puede servir a la vez al bien y al mal, pretendiendo que la cosa no tiene mayor trascendencia. Quien es de Dios no tiene licencia para ser de otro. Esta dicotomía es letal para el espíritu de quien quiera mantenerse en el camino de la felicidad y de la salvación. La asunción del compromiso de seguimiento del Señor es totalizante. Jamás puede ser parcial. Dios no quiere medias tintas entre sus seguidores. Precisamente por creer, al contrario, que sí es posible, nuestro mundo sufre mucho. Los cristianos no terminan de asumir con profundidad su compromiso de ser testimonio de entrega a Dios y a su amor, del amor y de la fraternidad entre hermanos, y por ello llegan a pensar en que no hay problema en querer ser pertenencia del Dios de la vida y ponerse al servicio de lo que hiere la vida, como el aborto y la eutanasia; en querer ser seguidor del Dios Justo y cometer injusticias contra los más débiles y desprotegidos; en querer ser del Dios Providente y querer aprovecharse egoístamente de los bienes buscando obtenerlos de cualquier manera sin que importe ni siquiera la honestidad. La llamada de atención de Dios es acuciante, pues nos pone delante de nuestra propia incongruencia y nos conmina a retomar el camino auténtico.

La llegada del Reino de Dios que nos ha traído Jesús nos ha puesto ante una realidad totalmente nueva. La novedad de la vida de quien quiere pertenecer a ese Reino debe hacerse patente en la transformación personal, adquiriendo un estilo de vida nuevo en el que se deseche todo lo que apunta a egoísmo, a vanidad, a hedonismo, a idolatría. El hombre nuevo, el que pertenece a ese nuevo Reino que surge, deja atrás todo lo que es de la conducta del hombre viejo. De allí que la comparación que hace Dios de la conducta antigua se base en el estilo de vida de Sodoma y Gomorra, símbolos de la perdición de la humanidad: "Lávense, purifíquense, aparten de mi vista sus malas acciones. Dejen de hacer el mal, aprendan a hacer el bien. Busquen la justicia, socorran al oprimido, protejan el derecho del huérfano, defiendan a la viuda. Vengan entonces, y discutiremos —dice el Señor—. Aunque los pecados de ustedes sean como escarlata, quedarán blancos como nieve; aunque sean rojos como la púrpura, quedarán como lana. Si saben obedecer, comerán de los frutos de la tierra; si rehúsan y se rebelan, los devorará la espada —ha hablado la boca del Señor—". La llamada es a un cambio radical, a ser de una sola faceta, a no ser como veletas que dependan de la dirección del viento. Entra en juego, entonces, una actitud fundamental en el discípulo, que es la humildad. Quien no es humilde, es decir, quien no reconoce que lo que Dios ofrece es, con mucho, mejor de lo que se posee, nunca estará bien dispuesto a dar ese paso hacia adelante en la conversión personal, para la transformación de su entorno. Si se quiere avanzar en el camino hacia la plenitud personal, hacia esa meta de felicidad absoluta, esta deberá ser la actitud que habrá que asumir.

Esa humildad necesaria para el reconocimiento de lo urgente del cambio que debe dar el que quiera ser auténtico discípulo, debe tener luego también consecuencias en la experiencia de la vida comunitaria de los fieles como familia de Dios. La humildad llama al servicio por amor a los hermanos, el estar siempre a la disposición para actuar según lo requiera el amor mutuo, para atender en primer lugar a las necesidades de los más desposeídos y los desplazados, para estar atento a las necesidades de los hermanos, sobre todo de aquellos que son más desfavorecidos. No se puede pretender sacar provecho ilegítimo del ser discípulo, menos aún cuando se tiene una responsabilidad mayor en la comunidad. Si es así, debe darse justamente la situación contraria: quien está al frente debe entenderse como el primer servidor, el primer llamado a dar testimonio de amor y de solidaridad con los más pequeños y necesitados. Se trata de seguir el ejemplo que dejó Jesús que, siendo el Redentor del mundo, Dios hecho hombre, por lo tanto, quien tendría más derecho de sentirse por encima de todos, al contrario, con la máxima humildad asumió su condición de servidor, al extremo de cumplir su mejor servicio en la entrega de su propia vida. Por ello, su invitación no es de memoria, sino que está basada en su propia experiencia vital: "En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: hagan y cumplan todo lo que les digan; pero no hagan lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen. Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame 'rabbí'. Ustedes, en cambio, no se dejen llamar 'rabbí', porque uno solo es su maestro y todos ustedes son hermanos. Y no llamen padre de ustedes a nadie en la tierra, porque uno solo es su Padre, el del cielo. No se dejen llamar maestros, porque uno solo es su maestro, el Mesías. El primero entre ustedes será su servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido". La transformación a la que nos llama el ser discípulo de Jesús es verdaderamente comprometedora. Y es tremendamente exigente. Pero es a la vez muy compensadora, pues nos asegura el avanzar por el camino de nuestra felicidad al estar haciendo lo que Dios quiere de nosotros, para lo cual nos ha creado, y que tendrá como consecuencia final nuestra plenitud ahora y en la vida eterna.

5 comentarios:

  1. Padre Nuestro, ilumina nuestra oración que lo que oremos y decimos sea coherente y lo pongamos en práctica😌

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  2. Tomar la enseñanza de Jesús de las relaciones basadas en el servicio,la fraternidad y la igualdad o sea aprender de otros a ser humildes y presentarnos como somos a merced del hermano.

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  3. Tomar la enseñanza de Jesús de las relaciones basadas en el servicio,la fraternidad y la igualdad o sea aprender de otros a ser humildes y presentarnos como somos a merced del hermano.

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  4. Alabado seas mi Dios y mi Señor porque conoces nuestra miseria y nuestra debiidad, y siempre estas alli, para darnos fuerzas para seguir en esta lucha sin cuartel, de dar testimonio en este mundo que esta verdaderamente loco. Te amo Señor, no nos abandones nunca.

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  5. Buenas noches:

    Quien no vive para servir, no sirve para vivir.

    Amén 🙏.

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