San Andrés es un apóstol interesante. Aparece en las primeras líneas del Evangelio, cuando junto a Juan se van detrás de Jesús al ser presentado por Juan Bautista como "el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo"... Jesús mismo les pregunta a ambos qué querían, y ellos le responden, quizá con cierto temor reverencial, que querían simplemente saber dónde vivía... Reciben la invitación de Jesús: "Vengan y verán"... Posteiormente Andrés se convierte prácticamente en el primer anunciador de Jesús, cuando le dice a Simón, su hermano, que habían encontrado al Mesías, al "Salvador del mundo", haciéndose así, apóstol antes incluso de haber sido convocado efectivamente por Jesús... Luego, se verifica la llamada definitiva a pertenecer al grupo apostólico cuando Jesús convoca a las dos parejas de hermanos, Simón y Andrés y Juan y Santiago... La historia de Andrés cambia radicalmente de tercio con el encuentro con el Redentor...
Andrés, además, es protagonista en la atención de Jesús a algunos extranjeros que querían hablar con Él... De alguna manera, se adelanta a la apertura universalista de la salvación que echa adelante en la práctica Jesús, y que se hace totalmente clara en el apostolado posterior de San Pablo. Andrés es el portavoz de los extranjeros que quieren recibir también la palabra de Cristo, y con ella, la salvación y la entrada al grupo de los elegidos de Yahvé...
Con una pregunta, Andrés posibilita que Jesús anuncie el fin de los tiempos, hablando de la destrucción del Templo y de la Ciudad Santa, Jerusalén, con lo cual ya hace presente el vaticinio de Jesús sobre el fin de los tiempos, y la llegada del reino definitivo, cuando ya todas las cosas pasen a ser parte del escabel de los pies del Redentor, y se dé así la definitiva realidad de la Nueva Creación, en la cual "Dios será todo en todos"... Es Andrés el que abre la perspectiva a estas cosas eternas, haciéndole la pregunta clave a Jesús.
Luego, demuestra su accionar práctico cuando es causa eficiente en el milagro de la multiplicación de los panes, cuando le presenta a Jesús al chico que lleva los cinco panes y los dos peces sobre los cuales Jesús hará el milagro portentoso... Andrés no se andaba por las ramas... Debe ser algo de familia, pues Pedro es también inmediatista en muchas de sus reacciones. Recordemos las veces que tuvo que ser incluso reconvenido por Jesús al hacer y decir las primeras cosas que le venían a la mente... Se ve que había algo genético que marcaba a los dos hermanos...
Efectivamente Andrés, con no haber destacado casi para nada en el tiempo del aprendizaje a los pies de Jesús, presenciando sus portentos, escuchando sus palabras, aceptando sus invitaciones, es uno de los apóstoles que echó muy buenas bases para que la labor de Jesús fuera eficiente. Por él se integra Simón al grupo. Y luego éste será el primero de todos, nombrado por el mismo Jesús: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia". Buen ojo tuvo Andrés al escoger a Pedro para presentarlo a Jesús. Lo conocía bien, pues era su hermano. Y Jesús confió plenamente en esta recomendación de Andrés, nombrándolo el primero de todos...
Además, como hemos visto, al haber hecho a Jesús el centro de su vida, se convierte para Él en el que abre puertas: al milagro, a los extranjeros, al anuncio del fin... Es la tarea eficiente de un buen apóstol... Como se dice en argot popular: "De casta le viene al gato"... Cristo sabía que debía contar con hombres decididos, entregados, audaces, valientes. Y Andrés, sin duda, fue uno de ellos. Demostró una gran personalidad al tomar iniciativas que cualquier otro más bien hubiera rehuido... Para Andrés fue suficiente el sentido común y la confianza en el Salvador para dar sus pasos adelante, haciéndose incluso hasta innovador...
Sobre el fin de Andrés no se tiene certeza ninguna. Sólo podemos afirmar que, como todos los apóstoles murió mártir de la fe, entregando su vida por Jesús... Se dice que murió en un Cruz griega, en X, crucificado como Jesús, siguiendo los pasos del Maestro... Y que predicó el Evangelio en regiones tan dispares como la actual Rusia, India, Grecia... No hay detalles históricos que confirmen absolutamente nada. La historia posterior relatado por algunos apócrifos dejan mucho lugar a las fantasías épicas propias de la súper exaltación que se pretendía con los personajes bíblicos...
Lo único cierto es que Andrés fue apóstol, apóstol de apóstoles al anunciar a Jesús a su hermano Pedro, innovador en la atención a los extranjeros, facilitador del milagro de la multiplicación de los panes y los peces... Y anunciador a ciencia cierta y por encima de todo temor, con la mayor valentía, de Jesús, que le había conquistado el corazón desde el momento en que se lo presentó Juan Bautista... Y lo siguió para ver dónde vivía... Y le gustó tanto la casa de Cristo, la de su salvación, la de su entrega, que se quedó para siempre con Él.
Que esta figura de Andrés sea para nosotros la de quien nos anime a seguir a Jesús con fidelidad. Que nos sirva para ser también nosotros apóstoles de Cristo, haciendo las cosas por Él sin ningún temor, con alegría y valentía. Que seamos capaces de ser razonables siempre, haciendo uso lícito de nuestra capacidad intelectual para proponer las cosas de nuestra fe, sin temor a que el Señor nos reconvenga. Que asumamos incluso el riesgo de equivocarnos, con tal de que siempre estemos motivados por el amor y por llevar a los hermanos al camino de la salvación. Que no tengamos miedo a que otros nos sobrepasen. Como sucedió con Andrés, que era el hermano del Jefe de los Apóstoles, habiendo él sido primero en el orden de los encuentros con Jesús. Lo importante es que seamos buenos instrumentos de Jesús, de su Reino, de su mensaje de amor y de salvación a los demás...
Ramón Viloria. Operario Diocesano. Ocupado en el anuncio del Amor de Dios y en la Promoción de la Verdad y la Justicia
sábado, 30 de noviembre de 2013
viernes, 29 de noviembre de 2013
Todo pasará... Menos Dios
Al finalizar el apocalipsis de San Lucas, las palabras de Jesús son tajantes: "El cielo y la tierra pasarán... Mis palabras no pasarán"... Es la declaración definitiva de la única realidad absoluta que permanecerá... Quiere decir que todo lo demás, hasta el hombre mismo, es relativo. Vale la pena tomar en cuenta, muy en serio, estas palabras, por cuanto tendemos fácilmente a colocar el acento en las cosas que creemos esenciales, cuando no lo son. A lo sumo, pueden ser importantes, pero jamás llegarán a tener la condición de "necesarias", como sí la tiene Dios. El único ser plenamente necesario es Dios. Nada más. Sólo Dios puede ser colocado como fundamento de los deseos, de las añoranzas, de las seguridades, del hombre. De ser colocado otro fundamento siempre se correrá el riesgo de recibir grandes frustraciones, pues lo no absoluto tiende naturalmente a su desaparición...
No se trata de que vivamos como si esta vida no fuera importante. Todo lo contrario... De la actitud con la que asumamos nuestra vida cotidiana, dependerá el que el futuro absoluto sea bueno o malo para nosotros. Es en esta vida donde echaremos las semillas que nos servirán para la cosecha de eternidad que tendremos. Y esa eternidad tendrá signo bueno, si hemos sembrado semillas buenas. Y tendrá signo malo, si la semilla sembrada ha sido mala... Lo importante, por lo tanto, no será lo que hayamos obtenido, sino la actitud con la que lo hemos hecho... Es posible que nuestra vida haya sido de holgura material por las cosas que hayamos obtenido con nuestro propio esfuerzo... No puede Dios estar en desacuerdo con que los hombres apliquemos al máximo nuestra inteligencia y voluntad para alcanzarnos un bienestar material que es siempre lícito. Quien lo haya hecho honestamente, haciendo siempre su mejor esfuerzo, con conciencia de servicio a los demás, viviendo la solidaridad con el que menos tiene y está impedido de acceder a los bienes que se deben disfrutar, jamás podrá ser reconvenido por Dios. Por el contrario, esa actitud será convenientemente premiada. Una persona así ha intentado con su esfuerzo personal hacer un mundo mejor, más fraterno y más solidario... No vale la pena que se eleven contra ella las lanzas de la discordia "porque es rico". Si su logro se debe a su esfuerzo honesto y solidario, nada tiene de reprochable...
Hay quienes simplemente buscan el conflicto social contra los que han avanzado en la calidad de su vida con esfuerzo loable, solo porque la han alcanzado. Presuponen que todo el que alcanza una buena posición lo hace de manera fraudulenta y aprovechándose de los "débiles", y crean un clima de retaliación contra ellos que no es nada sano. No es falso que algunas de esas riquezas dejan un sabor extraño en la boca, pues a veces son súbitas y se han construido sobre el sudor y el sufrimiento de humildes y sencillos... A esos sí hay que reclamarles socialmente una responsabilidad. Pero hay quienes lo han hecho con actitudes totalmente distintas. Exacerbar los ánimos contra quien con esfuerzo propio y su trabajo denodado ha logrado lo que es absolutamente lícito y deseable, es una injusticia de marca mayor. No se puede reclamar una supuesta injusticia con otra injusticia. Quien es injusto en un reclamo, ya hace su reclamo ilícito...
La llamada de Jesús, en todo caso, es a la solidaridad, al servicio, a la justicia y al amor... Y en eso no debe darse el brazo a torcer... Todos, más o menos favorecidos, pobres y ricos, de cualquier clase o cualquier condición, debemos poner nuestro granito de arena en construir una sociedad más justa, más humana, más fraterna... Es una gran herida que infligen a la sociedad y a la vida en armonía alimentar la zozobra social, sembrando el odio entre clases que no hace sino fracturar más una situación que puede ser de por sí ya frágilmente equilibrada... Alimentar el resentimiento levantando los ánimos contra quienes más tienen no es el camino. El camino es el de promover de tal manera al que menos tiene para que también, por sus propios medios, con la ayuda que necesite, se encamine a su promoción humana, a la par que la vigilancia sobre las grandes riquezas para asegurar que siempre vengan por caminos de esfuerzo y de honestidad. El paternalismo interesado que quiera proveer de absolutamente todo y que promueva el "saqueo" de los bienes para obtener, bajo cualquier circunstancia, sin importar las formas legales y honestas es, por decir lo mínimo, destructor de la sociedad... No pasa jamás de moda la palabra de Jesús en la que, por un lado, invita a la solidaridad con los más pequeños: "Cada vez que lo hicieron con uno de estos más pequeños, a mí me lo hicieron", pero que también por el otro, invita a la superación, como cuando alaba al que ha multiplicado sus talentos: "Siervo bueno y fiel. Has sido fiel en lo poco... Pasa a gozar de la dicha de tu Señor"...
Está claro que en esta vida sembraremos lo que cosecharemos... Es por ello que es tan importante. Que nadie piense que lo que hace acá no tendrá repercusión en su eternidad... La invitación que hace Jesús es a poner el acento en lo que realmente importa. Es en la vivencia continua del amor, de la solidaridad, de la fidelidad a Él y a su amor, en el progreso honesto y responsable, en el dominio y mejoramiento de lo creado con sentido de compromiso real y social, donde está el acento... Todo pasará... Pero dependiendo de cómo hemos actuado ante esa realidad pasajera, será nuestra eternidad. Será de felicidad y de amor si lo hemos vivido con sentido de añoranza de la eternidad... Será triste si lo hemos vivido como realidad absoluta, sin apuntar a la trascendencia.... En nuestras manos está construir ese futuro...
No se trata de que vivamos como si esta vida no fuera importante. Todo lo contrario... De la actitud con la que asumamos nuestra vida cotidiana, dependerá el que el futuro absoluto sea bueno o malo para nosotros. Es en esta vida donde echaremos las semillas que nos servirán para la cosecha de eternidad que tendremos. Y esa eternidad tendrá signo bueno, si hemos sembrado semillas buenas. Y tendrá signo malo, si la semilla sembrada ha sido mala... Lo importante, por lo tanto, no será lo que hayamos obtenido, sino la actitud con la que lo hemos hecho... Es posible que nuestra vida haya sido de holgura material por las cosas que hayamos obtenido con nuestro propio esfuerzo... No puede Dios estar en desacuerdo con que los hombres apliquemos al máximo nuestra inteligencia y voluntad para alcanzarnos un bienestar material que es siempre lícito. Quien lo haya hecho honestamente, haciendo siempre su mejor esfuerzo, con conciencia de servicio a los demás, viviendo la solidaridad con el que menos tiene y está impedido de acceder a los bienes que se deben disfrutar, jamás podrá ser reconvenido por Dios. Por el contrario, esa actitud será convenientemente premiada. Una persona así ha intentado con su esfuerzo personal hacer un mundo mejor, más fraterno y más solidario... No vale la pena que se eleven contra ella las lanzas de la discordia "porque es rico". Si su logro se debe a su esfuerzo honesto y solidario, nada tiene de reprochable...
Hay quienes simplemente buscan el conflicto social contra los que han avanzado en la calidad de su vida con esfuerzo loable, solo porque la han alcanzado. Presuponen que todo el que alcanza una buena posición lo hace de manera fraudulenta y aprovechándose de los "débiles", y crean un clima de retaliación contra ellos que no es nada sano. No es falso que algunas de esas riquezas dejan un sabor extraño en la boca, pues a veces son súbitas y se han construido sobre el sudor y el sufrimiento de humildes y sencillos... A esos sí hay que reclamarles socialmente una responsabilidad. Pero hay quienes lo han hecho con actitudes totalmente distintas. Exacerbar los ánimos contra quien con esfuerzo propio y su trabajo denodado ha logrado lo que es absolutamente lícito y deseable, es una injusticia de marca mayor. No se puede reclamar una supuesta injusticia con otra injusticia. Quien es injusto en un reclamo, ya hace su reclamo ilícito...
La llamada de Jesús, en todo caso, es a la solidaridad, al servicio, a la justicia y al amor... Y en eso no debe darse el brazo a torcer... Todos, más o menos favorecidos, pobres y ricos, de cualquier clase o cualquier condición, debemos poner nuestro granito de arena en construir una sociedad más justa, más humana, más fraterna... Es una gran herida que infligen a la sociedad y a la vida en armonía alimentar la zozobra social, sembrando el odio entre clases que no hace sino fracturar más una situación que puede ser de por sí ya frágilmente equilibrada... Alimentar el resentimiento levantando los ánimos contra quienes más tienen no es el camino. El camino es el de promover de tal manera al que menos tiene para que también, por sus propios medios, con la ayuda que necesite, se encamine a su promoción humana, a la par que la vigilancia sobre las grandes riquezas para asegurar que siempre vengan por caminos de esfuerzo y de honestidad. El paternalismo interesado que quiera proveer de absolutamente todo y que promueva el "saqueo" de los bienes para obtener, bajo cualquier circunstancia, sin importar las formas legales y honestas es, por decir lo mínimo, destructor de la sociedad... No pasa jamás de moda la palabra de Jesús en la que, por un lado, invita a la solidaridad con los más pequeños: "Cada vez que lo hicieron con uno de estos más pequeños, a mí me lo hicieron", pero que también por el otro, invita a la superación, como cuando alaba al que ha multiplicado sus talentos: "Siervo bueno y fiel. Has sido fiel en lo poco... Pasa a gozar de la dicha de tu Señor"...
Está claro que en esta vida sembraremos lo que cosecharemos... Es por ello que es tan importante. Que nadie piense que lo que hace acá no tendrá repercusión en su eternidad... La invitación que hace Jesús es a poner el acento en lo que realmente importa. Es en la vivencia continua del amor, de la solidaridad, de la fidelidad a Él y a su amor, en el progreso honesto y responsable, en el dominio y mejoramiento de lo creado con sentido de compromiso real y social, donde está el acento... Todo pasará... Pero dependiendo de cómo hemos actuado ante esa realidad pasajera, será nuestra eternidad. Será de felicidad y de amor si lo hemos vivido con sentido de añoranza de la eternidad... Será triste si lo hemos vivido como realidad absoluta, sin apuntar a la trascendencia.... En nuestras manos está construir ese futuro...
jueves, 28 de noviembre de 2013
Seremos lo que somos
En la literatura apocalíptica tendemos siempre a poner el acento en el miedo que hay que tener por la cantidad de desastres que sucederán... Ciertamente las cosas que Jesús anuncia no son nada agradables. Es natural que ante estas cosas que están por venir, cualquiera sienta aprehensión... Seria preferible que no sucedieran. Pero lo cierto es que sucederán, por cuanto Jesús no puede estar engañándonos. Por otro lado, el anuncio del fin, por necesidad, tiene que causar siempre ese cierto temor, pues se trata de la desaparición de todo lo que existe, tal como lo conocemos actualmente... Para nosotros, quizás, sería mucho mejor que todo se mantuviera tal como está...
La consecuencia del final, en todo caso, será absolutamente superior. Como la madre que la pasa mal en los trabajos del parto, que sufre dolores indescriptibles en el momento de dar a luz, pero cuyos malestares no son más que el preludio de la nueva vida que está regalando al mundo. El malestar, el dolor, los momentos de sufrimiento, son la puerta de entrada para una nueva vida. Es la "crisis" que se necesita para que lo que viene, que es infinitamente mejor, entre victoriosamente. Se trata, en este caso, del momento más glorioso que vivirá la humanidad, después de las inmensas glorias que ha vivido en la Creación y en la Redención. Es la Nueva Creación en su estado más puro y más definitivo. Después de ese momento ya no habrá absolutamente nada que se le oponga, pues todo será puesto como "escabel" a los pies de Jesús, el Rey del Universo. Ya todo estará bajo su mando, su amor será la norma única, la armonía será la regidora de las relaciones humanas, la felicidad plena será el sentimiento que embargará a todos...
Por eso tiene mucho sentido que Jesús nos diga: "Cuando empiece a suceder todo esto, levántense, alcen la cabeza: se acerca su liberación"... Nuestro sentimiento natural de rechazo a lo que está por suceder debe ser trocado por el de la esperanza... Es el "sonido de la trompeta" que anunciará que ya todo será restituido en Jesús. Y bajo su mando, que es un yugo suave y ligero, todo será mucho mejor. Todas las cadenas que oprimen al hombre, las tentaciones de alejarse de Dios, los intentos de separación entre hermanos, todo eso, quedará dominado. Ya no existirá absolutamente nada que pondrá en entredicho el reinado absoluto de Dios sobre todas las cosas...
El temor en los que han sido fieles, en los que han luchado contra las cadenas que pretendían esclavizarlos, no tiene, en este sentido, cabida. Los que sí deben temer son los que se han dejado dominar por sentimientos que los alejaban de Dios. Los que sustituyeron a Dios por ídolos pasajeros y mortales. Los que prefirieron servirse a sí mismo o servir a las criaturas antes que a Dios. Todos esos ídolos con pies de barro desaparecerán y de ellos no quedará absolutamente nada. El apoyo en el que tenían los idólatras puestos sus pies, desaparecerá. Y quedarán totalmente frustrados... Perdieron la oportunidad de "renacer" en aquel momento glorioso de la Nueva Creación que se impone como nueva realidad plena...
Quien haya sido dominado por su ego, no tendrá ya la posibilidad de adorarse, pues la adoración será exclusiva para Dios. Quien haya vivido en el odio y en los rencores, ya no tendrá la posibilidad de dar rienda suelta a esos sentimientos, pues no tendrá espacio en el nuevo reino en el que dominará sólo el amor. Quien haya vivido en el egoísmo y la ausencia total de solidaridad no tendrá lugar en la nueva realidad existente, pues allí existirá sólo la fraternidad y la solidaridad plena... Por eso, quienes hayan vivido en esos sentimientos no podrán ser parte de la Nueva Creación, sino que serán echados fuera, para que sigan dando rienda suelta a su egolatría, a su odio, a su egoísmo, a su falta de solidaridad. Es la actitud que se vivirá en el infierno, donde la única posibilidad será la de retorcerse furiosamente en los propios sentimientos negativos, sin conseguir jamás una compensación que no se buscó y que por eso jamás se tendrá... Es lo que se conoce como la "resurrección para la muerte", pues el hombre que se encuentre en esa situación eterna, jamás podrá ver plenamente satisfechas sus necesidades. La esperanza la ha perdido del todo...
Por el contrario, para quien haya luchado por mantener su fidelidad a Dios, al amor, a la fraternidad, al servicio y a la entrega por amor a los demás, aquella Nueva Creación será la plenitud de esa misma vivencia... Quien haya vivido el amor, será amor pleno. Quien haya vivido fidelidad devendrá en fidelidad absoluta. Quien haya sido solidario, vivirá la solidaridad del mismísimo Dios con él... Todo lo que haya vivido como actitud previa en su andar cotidiano, se hará vivencia permanente, inmutable.. Quien vivió el amor, será en sí mismo amor, pues entrará a ser parte del que es el Amor, de Dios. Quien haya alimentado siempre la esperanza, será en sí mismo esperanza cumplida. Quien haya intentado profundizar en su vivencia de fe, será confianza plena y certeza absoluta en Dios Creador, Sustentador y Compensador... Por eso, seremos lo que actualmente somos...
No habrá cambios radicales, sino sólo cumplimiento radical... Quien ha vivido condenado, será condenado eternamente. Quien ha vivido como salvado, será eternamente salvado... Quien tuvo a Dios a su lado, eternamente lo tendrá y nada se lo arrebatará jamás... Será la vivencia plena de la felicidad. Será la felicidad suprema en la que se dará el premio a la fidelidad y será la tristeza absoluta donde se dará el escarmiento al alejamiento de Dios... Quienes esperen con esperanza firme ese momento, aunque de momento será trágico por todo lo que pasará, deberán verlo como la llegada de todo lo que han esperado. Será el momento del cumplimiento de todas las expectativas, por las cuales siempre se suspiró y se estuvo incluso dispuesto a asumir cualquier riesgo que implicara, pues el premio final lo justifica... Seremos lo que somos ya, no nada distinto... Y se multiplicará, pues se estará junto al que es Eterno, al que es Infinito, al que ha prometido la compensación total...
La consecuencia del final, en todo caso, será absolutamente superior. Como la madre que la pasa mal en los trabajos del parto, que sufre dolores indescriptibles en el momento de dar a luz, pero cuyos malestares no son más que el preludio de la nueva vida que está regalando al mundo. El malestar, el dolor, los momentos de sufrimiento, son la puerta de entrada para una nueva vida. Es la "crisis" que se necesita para que lo que viene, que es infinitamente mejor, entre victoriosamente. Se trata, en este caso, del momento más glorioso que vivirá la humanidad, después de las inmensas glorias que ha vivido en la Creación y en la Redención. Es la Nueva Creación en su estado más puro y más definitivo. Después de ese momento ya no habrá absolutamente nada que se le oponga, pues todo será puesto como "escabel" a los pies de Jesús, el Rey del Universo. Ya todo estará bajo su mando, su amor será la norma única, la armonía será la regidora de las relaciones humanas, la felicidad plena será el sentimiento que embargará a todos...
Por eso tiene mucho sentido que Jesús nos diga: "Cuando empiece a suceder todo esto, levántense, alcen la cabeza: se acerca su liberación"... Nuestro sentimiento natural de rechazo a lo que está por suceder debe ser trocado por el de la esperanza... Es el "sonido de la trompeta" que anunciará que ya todo será restituido en Jesús. Y bajo su mando, que es un yugo suave y ligero, todo será mucho mejor. Todas las cadenas que oprimen al hombre, las tentaciones de alejarse de Dios, los intentos de separación entre hermanos, todo eso, quedará dominado. Ya no existirá absolutamente nada que pondrá en entredicho el reinado absoluto de Dios sobre todas las cosas...
El temor en los que han sido fieles, en los que han luchado contra las cadenas que pretendían esclavizarlos, no tiene, en este sentido, cabida. Los que sí deben temer son los que se han dejado dominar por sentimientos que los alejaban de Dios. Los que sustituyeron a Dios por ídolos pasajeros y mortales. Los que prefirieron servirse a sí mismo o servir a las criaturas antes que a Dios. Todos esos ídolos con pies de barro desaparecerán y de ellos no quedará absolutamente nada. El apoyo en el que tenían los idólatras puestos sus pies, desaparecerá. Y quedarán totalmente frustrados... Perdieron la oportunidad de "renacer" en aquel momento glorioso de la Nueva Creación que se impone como nueva realidad plena...
Quien haya sido dominado por su ego, no tendrá ya la posibilidad de adorarse, pues la adoración será exclusiva para Dios. Quien haya vivido en el odio y en los rencores, ya no tendrá la posibilidad de dar rienda suelta a esos sentimientos, pues no tendrá espacio en el nuevo reino en el que dominará sólo el amor. Quien haya vivido en el egoísmo y la ausencia total de solidaridad no tendrá lugar en la nueva realidad existente, pues allí existirá sólo la fraternidad y la solidaridad plena... Por eso, quienes hayan vivido en esos sentimientos no podrán ser parte de la Nueva Creación, sino que serán echados fuera, para que sigan dando rienda suelta a su egolatría, a su odio, a su egoísmo, a su falta de solidaridad. Es la actitud que se vivirá en el infierno, donde la única posibilidad será la de retorcerse furiosamente en los propios sentimientos negativos, sin conseguir jamás una compensación que no se buscó y que por eso jamás se tendrá... Es lo que se conoce como la "resurrección para la muerte", pues el hombre que se encuentre en esa situación eterna, jamás podrá ver plenamente satisfechas sus necesidades. La esperanza la ha perdido del todo...
Por el contrario, para quien haya luchado por mantener su fidelidad a Dios, al amor, a la fraternidad, al servicio y a la entrega por amor a los demás, aquella Nueva Creación será la plenitud de esa misma vivencia... Quien haya vivido el amor, será amor pleno. Quien haya vivido fidelidad devendrá en fidelidad absoluta. Quien haya sido solidario, vivirá la solidaridad del mismísimo Dios con él... Todo lo que haya vivido como actitud previa en su andar cotidiano, se hará vivencia permanente, inmutable.. Quien vivió el amor, será en sí mismo amor, pues entrará a ser parte del que es el Amor, de Dios. Quien haya alimentado siempre la esperanza, será en sí mismo esperanza cumplida. Quien haya intentado profundizar en su vivencia de fe, será confianza plena y certeza absoluta en Dios Creador, Sustentador y Compensador... Por eso, seremos lo que actualmente somos...
No habrá cambios radicales, sino sólo cumplimiento radical... Quien ha vivido condenado, será condenado eternamente. Quien ha vivido como salvado, será eternamente salvado... Quien tuvo a Dios a su lado, eternamente lo tendrá y nada se lo arrebatará jamás... Será la vivencia plena de la felicidad. Será la felicidad suprema en la que se dará el premio a la fidelidad y será la tristeza absoluta donde se dará el escarmiento al alejamiento de Dios... Quienes esperen con esperanza firme ese momento, aunque de momento será trágico por todo lo que pasará, deberán verlo como la llegada de todo lo que han esperado. Será el momento del cumplimiento de todas las expectativas, por las cuales siempre se suspiró y se estuvo incluso dispuesto a asumir cualquier riesgo que implicara, pues el premio final lo justifica... Seremos lo que somos ya, no nada distinto... Y se multiplicará, pues se estará junto al que es Eterno, al que es Infinito, al que ha prometido la compensación total...
miércoles, 27 de noviembre de 2013
Mejor solo que mal acompañado...
Los anuncios del fin de los tiempos que hace Jesús son realmente terroríficos. Imaginarse sólo la destrucción y la desaparición de todo lo que conocemos, es impresionante... Terremotos, guerras, inundaciones, grandes debacles, señales en el cielo... Los que nunca hemos pasado por cosas tan terribles, nos imaginamos realmente lo peor... Y es que, en realidad, lo será... De todas maneras, los que sí han vivido cosas similares, ya no vivirán una absoluta novedad... Pensemos en los sobrevivientes de las guerras, por ejemplo. Conozco gente que sobrevivió a la segunda guerra mundial o a la guerra civil española. Ellos ya han vivido lo que anunciaba Jesús. Igualmente los que han sobrevivido a los terribles terremotos, tornados y tsunamis que hemos tenido en los últimos años: Japón, Indonesia, Sumatra, Filipinas, Haití... Pensar en eso es automáticamente preguntarse si esta gente vivirá alguna novedad cuando suceda lo que Jesús anuncia al final de los tiempos. Ya para ellos ha sucedido lo peor: Han perdido sus propiedades, han perdido familiares, han perdido sus medios de subsistencia...
Jesús nos dice de no tener pánico cuando todas estas cosas sucedan... Más aún, nos dice que lo vivamos con gallardía: "Levántense... Alcen sus cabezas... ¡Se acerca su liberación!"... Y es que para quien ha sido fiel a Jesús, esos momentos finales no serán sino el preludio de la eternidad de felicidad junto a Dios que se inicia portentosamente. Toda la realidad circundante desaparece para dar paso a una realidad infinitamente superior, que tendrá el pleno sentido, que dará la felicidad absoluta, que será tiempo de iluminación plena... Es como la crisálida que da paso a la belleza superior de la mariposa... No deja de tener sentido la crisálida, pues fue necesaria y fue el preludio de la mariposa... Pero si ese ser se hubiera quedado en crisálida, jamás hubiera llegado a la majestuosidad de lo que es ser mariposa, y jamás hubiera prestado la elegancia de su vuelo, la belleza de sus colores, el adorno de su ambiente... Así será... Para quien ha luchado por su fidelidad a Dios, esos momentos no serán sino la confirmación absoluta de la fidelidad de Dios con él... Es Dios el que da el paso ahora... Es como si el mismísimo Dios dijera: "Como has luchado por ser fiel a mí siempre, ahora yo doy el paso hacia ti, para manifestarte de ahora en adelante, y para toda la eternidad, la fidelidad eterna de mi amor por ti..." Es el sello definitivo de lo que ya jamás cambiará. Y por eso, será la realidad de felicidad absolutamente compensadora. No será ya necesario nada más...
En todo caso, algo sí tiene que ser totalmente novedoso en lo que Jesús vaticina... Y deben ser las dos cosas que dice respecto a lo personal... Una buena y otra mala... La mala, que es el anuncio de que los cercanos se pondrán en contra... Padre, hermanos, parientes, amigos, traicionarán al que pretenda ser fiel. Evidentemente, sólo si ellos mismos no serán fieles en esos momentos... No es una afirmación rotunda, sino una posibilidad... Para quien quiera ser fiel, lo mejor será estar lejos de quien quiera hacerlo desistir de su fidelidad a Dios. La posibilidad de ganar la felicidad plena junto a Dios, pesará mucho más que el dolor que se podrá sentir por la traición de los propios. Es más una cuestión de elección que de renuncia. La elección de lo bueno le da sentido a la renuncia dolorosa a la cercanía de los propios, si ellos llegaran a pretender alejarlo de Dios... La luz que atrae es más poderosa que la oscuridad que se quiera imponer... Y compensará plenamente el dolor que se pueda sentir por dejarla, si esa oscuridad viene de los más cercanos...
Y la buena, la promesa que hace Jesús sobre la compañía que sí tendremos con plena seguridad: La del Espíritu que pondrá en nuestros labios lo que deberemos decir en su momento. "Hagan propósito de no preparar su defensa, porque yo les daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ninguno de sus adversarios"... Es decir, en ese momento, quien se mantenga en la decisión firme de su fidelidad, se llenará de fortaleza y de sabiduría inusitadas, y no podrá ser vencido por ninguno de los adversarios. Ni siquiera en el sufrimiento físico que podría llegar a darse, habrá ninguna debilidad. La fortaleza de Jesús será la fortaleza del fiel. "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece", dijo San Pablo. Y con convicción total, afirmó: "Muy a gusto presumo de mis debilidades, pues entonces, residirá en mí la fuerza de Cristo... Cuando soy débil, soy fuerte". Es la paradoja maravillosa de quien se deja invadir de Jesús, de su palabra, de su fuerza, de su sabiduría, y se hace fuerte, no por sí mismo, sino por el Cristo que viene a ser bastión de su humanidad... "Vivo yo; pero ya no soy, es Cristo quien vive en mí"...
Por eso, ante la alternativa que pone Cristo, hay que decidirse... O los propios o Él. Si los propios se oponen a tu fidelidad, debes decidir. No es que así vaya a ser fatalmente, pero en el caso en que lo sea, mejor quedarse solo con Jesús que con ellos. Jesús como la otra alternativa, ofrece el sentido pleno, la compensación absoluta, la felicidad sin fin... Los propios ofrecerían un cariño o una cercanía momentánea, que a la larga puede ser fatal... Si ellos quieren ser fieles también a Dios y luchan por esa fidelidad hasta el fin, fabuloso... Iremos con ellos hasta la felicidad absoluta... Pero si no, no hay que cometer el absurdo de preferir una felicidad pasajera, que se acaba, frágil, en vez de la que ofrece Jesús junto al Padre, que es felicidad de sentir y vivir para toda la eternidad el amor más puro, el que nunca pasa, el que compensa plenamente...
Jesús nos dice de no tener pánico cuando todas estas cosas sucedan... Más aún, nos dice que lo vivamos con gallardía: "Levántense... Alcen sus cabezas... ¡Se acerca su liberación!"... Y es que para quien ha sido fiel a Jesús, esos momentos finales no serán sino el preludio de la eternidad de felicidad junto a Dios que se inicia portentosamente. Toda la realidad circundante desaparece para dar paso a una realidad infinitamente superior, que tendrá el pleno sentido, que dará la felicidad absoluta, que será tiempo de iluminación plena... Es como la crisálida que da paso a la belleza superior de la mariposa... No deja de tener sentido la crisálida, pues fue necesaria y fue el preludio de la mariposa... Pero si ese ser se hubiera quedado en crisálida, jamás hubiera llegado a la majestuosidad de lo que es ser mariposa, y jamás hubiera prestado la elegancia de su vuelo, la belleza de sus colores, el adorno de su ambiente... Así será... Para quien ha luchado por su fidelidad a Dios, esos momentos no serán sino la confirmación absoluta de la fidelidad de Dios con él... Es Dios el que da el paso ahora... Es como si el mismísimo Dios dijera: "Como has luchado por ser fiel a mí siempre, ahora yo doy el paso hacia ti, para manifestarte de ahora en adelante, y para toda la eternidad, la fidelidad eterna de mi amor por ti..." Es el sello definitivo de lo que ya jamás cambiará. Y por eso, será la realidad de felicidad absolutamente compensadora. No será ya necesario nada más...
En todo caso, algo sí tiene que ser totalmente novedoso en lo que Jesús vaticina... Y deben ser las dos cosas que dice respecto a lo personal... Una buena y otra mala... La mala, que es el anuncio de que los cercanos se pondrán en contra... Padre, hermanos, parientes, amigos, traicionarán al que pretenda ser fiel. Evidentemente, sólo si ellos mismos no serán fieles en esos momentos... No es una afirmación rotunda, sino una posibilidad... Para quien quiera ser fiel, lo mejor será estar lejos de quien quiera hacerlo desistir de su fidelidad a Dios. La posibilidad de ganar la felicidad plena junto a Dios, pesará mucho más que el dolor que se podrá sentir por la traición de los propios. Es más una cuestión de elección que de renuncia. La elección de lo bueno le da sentido a la renuncia dolorosa a la cercanía de los propios, si ellos llegaran a pretender alejarlo de Dios... La luz que atrae es más poderosa que la oscuridad que se quiera imponer... Y compensará plenamente el dolor que se pueda sentir por dejarla, si esa oscuridad viene de los más cercanos...
Y la buena, la promesa que hace Jesús sobre la compañía que sí tendremos con plena seguridad: La del Espíritu que pondrá en nuestros labios lo que deberemos decir en su momento. "Hagan propósito de no preparar su defensa, porque yo les daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ninguno de sus adversarios"... Es decir, en ese momento, quien se mantenga en la decisión firme de su fidelidad, se llenará de fortaleza y de sabiduría inusitadas, y no podrá ser vencido por ninguno de los adversarios. Ni siquiera en el sufrimiento físico que podría llegar a darse, habrá ninguna debilidad. La fortaleza de Jesús será la fortaleza del fiel. "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece", dijo San Pablo. Y con convicción total, afirmó: "Muy a gusto presumo de mis debilidades, pues entonces, residirá en mí la fuerza de Cristo... Cuando soy débil, soy fuerte". Es la paradoja maravillosa de quien se deja invadir de Jesús, de su palabra, de su fuerza, de su sabiduría, y se hace fuerte, no por sí mismo, sino por el Cristo que viene a ser bastión de su humanidad... "Vivo yo; pero ya no soy, es Cristo quien vive en mí"...
Por eso, ante la alternativa que pone Cristo, hay que decidirse... O los propios o Él. Si los propios se oponen a tu fidelidad, debes decidir. No es que así vaya a ser fatalmente, pero en el caso en que lo sea, mejor quedarse solo con Jesús que con ellos. Jesús como la otra alternativa, ofrece el sentido pleno, la compensación absoluta, la felicidad sin fin... Los propios ofrecerían un cariño o una cercanía momentánea, que a la larga puede ser fatal... Si ellos quieren ser fieles también a Dios y luchan por esa fidelidad hasta el fin, fabuloso... Iremos con ellos hasta la felicidad absoluta... Pero si no, no hay que cometer el absurdo de preferir una felicidad pasajera, que se acaba, frágil, en vez de la que ofrece Jesús junto al Padre, que es felicidad de sentir y vivir para toda la eternidad el amor más puro, el que nunca pasa, el que compensa plenamente...
martes, 26 de noviembre de 2013
Las apariencias no te hacen más hombre
Una de las cosas en las que Jesús fue siempre contundente fue en la necesidad de fundar la vida sobre realidades sólidas, concretas, estables... Tanto dentro de uno mismo como hacia fuera. Basta recordar las diatribas contra los fariseos, a los que echaba en cara su falsedad, su hipocresía, su "doble cara". Estos querían aparentar algo que en realidad no eran. Se querían presentar como los "perfectos", cuando en realidad por dentro no eran más que mentiras y más mentiras, al punto que Jesús los llamó "sepulcros blanqueados", es decir, sólo belleza exterior pero podredumbre interior. Si algo molestaba a Jesús era ese empeño en querer aparentar lo que no se era, tratando de engañar a los cautivos, principalmente a los más sencillos, con el objetivo de mantener sobre ellos un "dominio espiritual", el más detestable que existe, por cuanto apunta a la manipulación de lo más entrañable del hombre, como es su relación con Dios. Lo peor de esto es que lo hacían con pleno conocimiento de causa, pues eran perfectos conocedores de la doctrina, del celo de Yahvé sobre su pueblo fiel, del rechazo de Dios a los que pretendan subyugar a los suyos... Y aún así, el poder los había embriagado de tal manera, que por servirse de él, habían hipotecado hasta su propia salvación...
Pero Jesús, después de dejar clara su posición frente a esta falsedad interior del hombre, ante la cual se necesita siempre estar muy vigilantes, apunta a otra que también hace mucho daño y alimenta esa primera, por cuanto significa de "caricias" para el ego humano, llenándolo de soberbia y haciéndolo creerse insuperable: La de la admiración exagerada de los logros conseguidos por el genio humano... Es el pensar que es el hombre la fuente de todo lo que logra, sin dar el crédito al Dios que lo ha enriquecido con su inteligencia y con su voluntad, siendo en realidad Él quien debe llevarse el último reconocimiento. Es cierto que Dios, además de esos dones, le ha dado al hombre también la libertad y la capacidad de "perfeccionar" la creación. Cuando Dios vio que todo "era muy bueno", al haber colocado al hombre en medio de todo lo creado, y haber puesto en sus manos el dominio de lo que existía, sin duda, le dio la libertad para que hiciera con ello lo que necesitara a fin de alcanzar un mejor nivel de vida, transformando, construyendo, haciendo mejor... Y aun cuando la capacidad del hombre no es infinita, si es "imagen y semejanza" de la capacidad divina, por cuanto a través de su genio inventivo puede alcanzar cada vez metas más insospechadas.. Por ello, no es extraño que el hombre alcance cada vez mayores alturas en sus avances.
Sin embargo, el "vio que todo era muy bueno" no se refiere sólo al hombre en medio de todo lo creado y su capacidad infinita de ingenio, sino también, y principalmente, a la sociedad que pretendía establecer Dios con el hombre para hacer que el mundo se dirigiera cada vez más hacia Él. La tarea del hombre no es sólo la de mejorar, transformar, perfeccionar, sino de hacerlo con la finalidad de encaminarlo todo hacia el mismo que es su origen. Todo lo creado, surgiendo de Dios y manteniéndose en Él, debe dirigirse hacia Él, pues sólo esa será su plenitud. La perfección del mundo no será jamás tal si no es en Dios mismo... Por eso, la observación que hace Jesús a los que admiraban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y de los exvotos, apuntaba a que se pusiera el acento en lo que de verdad es duradero. Esa belleza no es tal si se queda en sí misma. La admiración debe darse legítimamente en cuanto esa belleza sea una referencia a la belleza eterna, la que verdaderamente queda, la absolutamente estable...Es absurdo quedarse, por lo tanto, en la admiración de lo pasajero, de lo que desaparecerá, si eso no hace que el espíritu se eleve y apunte a lo que es absoluto.
La belleza de lo pasajero la describe Jesús trágicamente: "Esto que contemplan ustedes, llegará un día que no quedará piedra sobre piedra... Todo será destruido"... Si es así, ¿dónde se debe colocar, entonces, el fundamento de todo? ¿No estamos los hombres de hoy cometiendo el mismo absurdo, quedándonos en la admiración de los avances tecnológicos y científicos, sin dar el crédito a quien verdaderamente lo tiene? ¿Es lícito admirar esos avances, pretendiendo que allí termina todo, siendo una supuesta demostración del lugar primario del hombre, de su inteligencia y voluntad, sin que haya referencia a nada superior a él? Al parecer, la misma admiración que tuvieron aquellos que veían el templo, la tienen hoy quienes se rinden ante los avances que ha logrado el hombre en el campo de las comunicaciones, de la medicina, de la investigación, de la navegación del espacio exterior... Se cree el hombre que porque cada vez obtiene mayores y mejores triunfos en esos campos, es cada vez más autosuficiente y hace cada vez menos necesario a Dios...
La misma soberbia, que fue la tentación en la que hizo caer el enemigo a Adán y Eva en el origen, es la que domina a este hombre de hoy. Ella hace caer al hombre en el abismo de su deshumanización, pues sacando a Dios de su propia existencia, se hace cada vez menos hombre. Si algo asegura la humanización cada vez más alta del mismo hombre, es la presencia de Dios en su vida... Nunca el hombre es más hombre que cuando está esencialmente unido a su origen, a Dios. Y nunca se humaniza más que cuando apunta su caminar a la meta que le da la plenitud, que es la participación de la naturaleza divina que Dios le regala. Si el hombre se queda en la adoración de sí mismo, se queda en eso, en sólo hombre. En cambio, si el hombre se admira de lo que alcanza y da el crédito a quien lo ha hecho posible con los dones con los que lo ha enriquecido, apunta a su destino mejor: Un hombre pleno que, además de su humanidad, se enriquecerá con la participación en la naturaleza divina que será una realidad en la plenitud de los tiempos...
No está mal que el hombre avance más. Eso lo quiere Dios. Está mal que avanzando, se aleje de quien hace posible ese avance y se crea todopoderoso. Para evitarlo, el hombre debe avanzar también en su conciencia de ser socio de Dios en el perfeccionamiento de lo creado, poniéndolo todo a su servicio, haciendo que el mundo avance hacia Él y dándole el crédito a quien ha puesto en él todas las capacidades y sin el cual no sería nada... A Dios...
Pero Jesús, después de dejar clara su posición frente a esta falsedad interior del hombre, ante la cual se necesita siempre estar muy vigilantes, apunta a otra que también hace mucho daño y alimenta esa primera, por cuanto significa de "caricias" para el ego humano, llenándolo de soberbia y haciéndolo creerse insuperable: La de la admiración exagerada de los logros conseguidos por el genio humano... Es el pensar que es el hombre la fuente de todo lo que logra, sin dar el crédito al Dios que lo ha enriquecido con su inteligencia y con su voluntad, siendo en realidad Él quien debe llevarse el último reconocimiento. Es cierto que Dios, además de esos dones, le ha dado al hombre también la libertad y la capacidad de "perfeccionar" la creación. Cuando Dios vio que todo "era muy bueno", al haber colocado al hombre en medio de todo lo creado, y haber puesto en sus manos el dominio de lo que existía, sin duda, le dio la libertad para que hiciera con ello lo que necesitara a fin de alcanzar un mejor nivel de vida, transformando, construyendo, haciendo mejor... Y aun cuando la capacidad del hombre no es infinita, si es "imagen y semejanza" de la capacidad divina, por cuanto a través de su genio inventivo puede alcanzar cada vez metas más insospechadas.. Por ello, no es extraño que el hombre alcance cada vez mayores alturas en sus avances.
Sin embargo, el "vio que todo era muy bueno" no se refiere sólo al hombre en medio de todo lo creado y su capacidad infinita de ingenio, sino también, y principalmente, a la sociedad que pretendía establecer Dios con el hombre para hacer que el mundo se dirigiera cada vez más hacia Él. La tarea del hombre no es sólo la de mejorar, transformar, perfeccionar, sino de hacerlo con la finalidad de encaminarlo todo hacia el mismo que es su origen. Todo lo creado, surgiendo de Dios y manteniéndose en Él, debe dirigirse hacia Él, pues sólo esa será su plenitud. La perfección del mundo no será jamás tal si no es en Dios mismo... Por eso, la observación que hace Jesús a los que admiraban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y de los exvotos, apuntaba a que se pusiera el acento en lo que de verdad es duradero. Esa belleza no es tal si se queda en sí misma. La admiración debe darse legítimamente en cuanto esa belleza sea una referencia a la belleza eterna, la que verdaderamente queda, la absolutamente estable...Es absurdo quedarse, por lo tanto, en la admiración de lo pasajero, de lo que desaparecerá, si eso no hace que el espíritu se eleve y apunte a lo que es absoluto.
La belleza de lo pasajero la describe Jesús trágicamente: "Esto que contemplan ustedes, llegará un día que no quedará piedra sobre piedra... Todo será destruido"... Si es así, ¿dónde se debe colocar, entonces, el fundamento de todo? ¿No estamos los hombres de hoy cometiendo el mismo absurdo, quedándonos en la admiración de los avances tecnológicos y científicos, sin dar el crédito a quien verdaderamente lo tiene? ¿Es lícito admirar esos avances, pretendiendo que allí termina todo, siendo una supuesta demostración del lugar primario del hombre, de su inteligencia y voluntad, sin que haya referencia a nada superior a él? Al parecer, la misma admiración que tuvieron aquellos que veían el templo, la tienen hoy quienes se rinden ante los avances que ha logrado el hombre en el campo de las comunicaciones, de la medicina, de la investigación, de la navegación del espacio exterior... Se cree el hombre que porque cada vez obtiene mayores y mejores triunfos en esos campos, es cada vez más autosuficiente y hace cada vez menos necesario a Dios...
La misma soberbia, que fue la tentación en la que hizo caer el enemigo a Adán y Eva en el origen, es la que domina a este hombre de hoy. Ella hace caer al hombre en el abismo de su deshumanización, pues sacando a Dios de su propia existencia, se hace cada vez menos hombre. Si algo asegura la humanización cada vez más alta del mismo hombre, es la presencia de Dios en su vida... Nunca el hombre es más hombre que cuando está esencialmente unido a su origen, a Dios. Y nunca se humaniza más que cuando apunta su caminar a la meta que le da la plenitud, que es la participación de la naturaleza divina que Dios le regala. Si el hombre se queda en la adoración de sí mismo, se queda en eso, en sólo hombre. En cambio, si el hombre se admira de lo que alcanza y da el crédito a quien lo ha hecho posible con los dones con los que lo ha enriquecido, apunta a su destino mejor: Un hombre pleno que, además de su humanidad, se enriquecerá con la participación en la naturaleza divina que será una realidad en la plenitud de los tiempos...
No está mal que el hombre avance más. Eso lo quiere Dios. Está mal que avanzando, se aleje de quien hace posible ese avance y se crea todopoderoso. Para evitarlo, el hombre debe avanzar también en su conciencia de ser socio de Dios en el perfeccionamiento de lo creado, poniéndolo todo a su servicio, haciendo que el mundo avance hacia Él y dándole el crédito a quien ha puesto en él todas las capacidades y sin el cual no sería nada... A Dios...
lunes, 25 de noviembre de 2013
Como quiero tener todo, lo doy todo
En el orden de la Gracia las cosas van con una lógica que es contraria a lo normal. Los hombres pensamos que acumular es la manera de enriquecerse. A mayor cantidad de cosas, mayor riqueza. Si tengo muchas cosas, el tamaño de donde las guardo dice la cantidad de riqueza que tengo. Si los depósitos que necesito son cada vez mayores, quiere decir que cada vez soy más rico... Es lo que relata Jesús en el Evangelio sobre aquel rico que mandó tumbar sus silos para hacer unos más grandes donde pudiera guardar la abundante cosecha que había obtenido ese año... Al tenerlos llenos, ya no tendría que preocuparse más, pues era muy rico... Sólo le quedaba descansar y disfrutar de sus riquezas... Para él, lamentablemente, todo quedó en un sueño sin realizar, pues en seguida murió... Su riqueza quedó en nada, pues nada de eso se lo podía llevar a donde iba después de muerto...
Es la mentalidad dominante que nos esclaviza a casi todos los hombres. Creemos que la vida se nos debe ir en acumular riquezas, en tener cada vez más cosas, en engordar nuestras cuentas bancarias... Y en esa absurda carrera consumista, no sólo no nos contentamos con lo que ya tenemos y queremos tener en mayor cantidad, sino que a fuerza de las innovaciones tecnológicas que nos obligan a añorar las cosas nuevas, dejamos a un lado algo que es aún perfectamente funcional, por algo que ni siquiera conocemos, pero que suponemos debe ser mejor, pues es el último grito de la moda... Y asumimos deudas impensables solo para estar "al día"... Es la ley del mercado y del consumismo, en la que el objetivo es crear una necesidad donde realmente no existe... Esta mentalidad consumista se ha convertido, paradójicamente, en la que "consume" al que se convierte en "consumidor"...
Acumular cosas materiales es, de esa manera, la obsesión del siglo XXI. Hemos llegado a considerar a la persona más por lo que tiene que por lo que realmente es. No nos importa aquello que no se puede ver, sino lo que resalta a la vista... Lo que viste la persona, el carro que tiene, la casa donde vive, las cantidades en su cuenta bancaria, cuántos pares de zapatos tiene, la colonia que usa... Nos quedamos sólo en lo exterior. Y pensamos que una persona será más feliz en la medida en que posee más cosas, en que tiene más poder, en que recibe más honores, en que disfruta de más placeres... Es cierto que tenemos el derecho de buscar la manera cómo nuestra vida se haga más llevadera. Las cosas han sido puestas en nuestras manos para que las disfrutemos, para hacernos más fácil la vida. Dios nos enriqueció con nuestra inteligencia y nuestra voluntad para que planificáramos las mejores formas de resolver nuestras dificultades incluso materiales y pusiéramos todo el empeño en hacerlo... Pero de allí a creer que la vida se va en eso, existe un gran trecho... También el mismo Dios que nos creó seres materiales, nos creó seres espirituales. Somos cuerpos espirituales, o espíritus corporales, que deben buscar también la satisfacción de lo espiritual. Por no hacerlo, se viven las más grandes frustraciones y tristezas en el hombre.
Quien coloca su vida y su felicidad sólo sobre las satisfacciones materiales, corre el riesgo de vivir los más duros golpes. El que es rico, puede de un momento a otro perderlo todo por un robo, por un desfalco, por una mala jugada en la bolsa... El que tiene grandes propiedades puede perderlo todo en cualquier desgracia natural, en un incendio... El que tiene poder puede perderlo todo en un golpe del destino que ponga el poder sobre otro... El que se ceba en los honores que recibe puede perder todo cuando ya no sea más el centro de admiración de la gente... Y al no tener aquello sobre lo cual había fundado su vida, todo se viene abajo... Si no se ha cultivado también al espíritu, la debacle es total. Su vida desaparece y ya ha perdido todo su sentido... Curiosamente, en las sociedades del "excesivo bienestar", es donde se dan el mayor número de suicidios... Allí, la vida se ha fundado en ese mismo bienestar que sólo deja un vacío existencial, cuando ya no se siente más la plena satisfacción...
Ya lo decíamos... En el orden de la Gracia la lógica es totalmente otra. El que quiere tener mucho no debe tener en absoluto ninguna tendencia a acumular. Su tendencia debe ser a la de darlo todo para tenerlo todo... Como quiero tener mucho, debo darlo todo... Y son las riquezas que subsisten por encima de cualquier debacle económica, o política, o de poder, o de honor, o de placer... No son los tesoros que "roe la polilla", pues no están a su alcance, sino los que perduran eternamente, pues son los que se extraen de la misma mano de Dios. Es el mismo Dios la fuente de esos tesoros, y por eso son los eternamente valiosos... Doy amor y recibo más amor... Infundo esperanza y vivo más sólidamente la esperanza... Comparto mi fe y la fortalezco... Siembro justicia y recibo más justicia... No me preocupa más lo que tengo, sino lo que doy... Decía la Madre Teresa de Calcuta: "No me interesa que me den lo que les sobra, sino lo que les duele". Eso que duele se multiplica. Es "el ciento por uno" que decía Jesús. Es el recibir compensación absoluta por dejarlo todo por Él. Y Él, que no se dejará ganar jamás en generosidad, nunca dejará de dar la compensación eterna y plenamente gratificante...
Es aprender de la viuda pobre del Evangelio, que dio todo lo que tenía para vivir, y por eso recibió todo lo que necesitaba para seguir viviendo. Puso en las manos de Dios toda su vida. Y la recibió multiplicada y bendecida. Darlo todo a Dios es seguir recibiendo todo de Él. Dios es excelente pagador. Apenas damos uno, Él nos da cien... Dios suma mal, pues siempre suma a nuestro favor... Si ponemos en sus manos nuestras vidas, nunca la perderemos. Al contrario, la poseemos más, pues en esas manos amorosas nunca nos perderemos y nos recibiremos a nosotros mismos fortificados, sólidos, apuntando a la eternidad...
Es la mentalidad dominante que nos esclaviza a casi todos los hombres. Creemos que la vida se nos debe ir en acumular riquezas, en tener cada vez más cosas, en engordar nuestras cuentas bancarias... Y en esa absurda carrera consumista, no sólo no nos contentamos con lo que ya tenemos y queremos tener en mayor cantidad, sino que a fuerza de las innovaciones tecnológicas que nos obligan a añorar las cosas nuevas, dejamos a un lado algo que es aún perfectamente funcional, por algo que ni siquiera conocemos, pero que suponemos debe ser mejor, pues es el último grito de la moda... Y asumimos deudas impensables solo para estar "al día"... Es la ley del mercado y del consumismo, en la que el objetivo es crear una necesidad donde realmente no existe... Esta mentalidad consumista se ha convertido, paradójicamente, en la que "consume" al que se convierte en "consumidor"...
Acumular cosas materiales es, de esa manera, la obsesión del siglo XXI. Hemos llegado a considerar a la persona más por lo que tiene que por lo que realmente es. No nos importa aquello que no se puede ver, sino lo que resalta a la vista... Lo que viste la persona, el carro que tiene, la casa donde vive, las cantidades en su cuenta bancaria, cuántos pares de zapatos tiene, la colonia que usa... Nos quedamos sólo en lo exterior. Y pensamos que una persona será más feliz en la medida en que posee más cosas, en que tiene más poder, en que recibe más honores, en que disfruta de más placeres... Es cierto que tenemos el derecho de buscar la manera cómo nuestra vida se haga más llevadera. Las cosas han sido puestas en nuestras manos para que las disfrutemos, para hacernos más fácil la vida. Dios nos enriqueció con nuestra inteligencia y nuestra voluntad para que planificáramos las mejores formas de resolver nuestras dificultades incluso materiales y pusiéramos todo el empeño en hacerlo... Pero de allí a creer que la vida se va en eso, existe un gran trecho... También el mismo Dios que nos creó seres materiales, nos creó seres espirituales. Somos cuerpos espirituales, o espíritus corporales, que deben buscar también la satisfacción de lo espiritual. Por no hacerlo, se viven las más grandes frustraciones y tristezas en el hombre.
Quien coloca su vida y su felicidad sólo sobre las satisfacciones materiales, corre el riesgo de vivir los más duros golpes. El que es rico, puede de un momento a otro perderlo todo por un robo, por un desfalco, por una mala jugada en la bolsa... El que tiene grandes propiedades puede perderlo todo en cualquier desgracia natural, en un incendio... El que tiene poder puede perderlo todo en un golpe del destino que ponga el poder sobre otro... El que se ceba en los honores que recibe puede perder todo cuando ya no sea más el centro de admiración de la gente... Y al no tener aquello sobre lo cual había fundado su vida, todo se viene abajo... Si no se ha cultivado también al espíritu, la debacle es total. Su vida desaparece y ya ha perdido todo su sentido... Curiosamente, en las sociedades del "excesivo bienestar", es donde se dan el mayor número de suicidios... Allí, la vida se ha fundado en ese mismo bienestar que sólo deja un vacío existencial, cuando ya no se siente más la plena satisfacción...
Ya lo decíamos... En el orden de la Gracia la lógica es totalmente otra. El que quiere tener mucho no debe tener en absoluto ninguna tendencia a acumular. Su tendencia debe ser a la de darlo todo para tenerlo todo... Como quiero tener mucho, debo darlo todo... Y son las riquezas que subsisten por encima de cualquier debacle económica, o política, o de poder, o de honor, o de placer... No son los tesoros que "roe la polilla", pues no están a su alcance, sino los que perduran eternamente, pues son los que se extraen de la misma mano de Dios. Es el mismo Dios la fuente de esos tesoros, y por eso son los eternamente valiosos... Doy amor y recibo más amor... Infundo esperanza y vivo más sólidamente la esperanza... Comparto mi fe y la fortalezco... Siembro justicia y recibo más justicia... No me preocupa más lo que tengo, sino lo que doy... Decía la Madre Teresa de Calcuta: "No me interesa que me den lo que les sobra, sino lo que les duele". Eso que duele se multiplica. Es "el ciento por uno" que decía Jesús. Es el recibir compensación absoluta por dejarlo todo por Él. Y Él, que no se dejará ganar jamás en generosidad, nunca dejará de dar la compensación eterna y plenamente gratificante...
Es aprender de la viuda pobre del Evangelio, que dio todo lo que tenía para vivir, y por eso recibió todo lo que necesitaba para seguir viviendo. Puso en las manos de Dios toda su vida. Y la recibió multiplicada y bendecida. Darlo todo a Dios es seguir recibiendo todo de Él. Dios es excelente pagador. Apenas damos uno, Él nos da cien... Dios suma mal, pues siempre suma a nuestro favor... Si ponemos en sus manos nuestras vidas, nunca la perderemos. Al contrario, la poseemos más, pues en esas manos amorosas nunca nos perderemos y nos recibiremos a nosotros mismos fortificados, sólidos, apuntando a la eternidad...
domingo, 24 de noviembre de 2013
Cristo no es Rey si no es tu Rey
El Rey es el personaje central de un pueblo. Es el que lo sostiene, el que lo aglutina, el que lo defiende, el que lo guía, el que lo ordena. Aplicar a Jesús esta categoría absolutamente humana responde a una necesidad de comprensión en categorías propias de la figura y el desarrollo de su función entre nosotros. No es extraña a los hombres en general, esta figura del Rey. Aunque son muchos los pueblos que nunca han tenido un Rey, se entiende que es la figura de quien está al servicio de todos en las funciones de gobierno. En el momento en que adquirió más fuerza esta celebración fue en el que se pretendía quitar la primacía de Cristo sobre todo, y en el que los cristianos defendían con orgullo y valentía esa misma primacía...
Es una categoría que se conecta directamente con la figura del Rey de Israel desde el Antiguo Testamento. La figura del Rey David es prefiguración perfecta del Rey Jesús. Él es uno más del pueblo: "Hueso tuyo y carne tuya somos". No es un personaje extraño o advenedizo, sino que surge de entre las mismas filas del pueblo, lo llena de orgullo y a él se confía absolutamente todo su futuro. Haciéndose eco de lo que el mismo Yahvé ha dicho a David, el pueblo lo reconoce: "Tú serás el pastor de mi pueblo Israel, tú serás el jefe de Israel". Son palabras que anuncian lo que será la figura futura de Jesús como Rey de Israel y del Universo entero...
En efecto, el reinado de Jesús no será un reinado como el de aquellos que vinieron como invasores, subyugando al pueblo con poder militar, político o económico. Uno del mismo pueblo jamás hará eso. Quien viene a destruir, sin pertenecer al pueblo, nunca será reconocido como verdadero rey, sino simplemente como un invasor, un esclavista, un emperador írrito. Jesús es uno más, de la misma carne y sangre del pueblo al que viene a conducir y a salvar. Y no lo hará jamás con la violencia de las armas sino que usará una fuerza muchísimo más poderosa e invencible: La del amor que rescata, que salva, que provee y que conduce suavemente bajo sus alas protectoras...
La más absoluta claridad sobre cómo es la figura del reinado de Jesús la tiene, paradójicamente, quien por las condiciones en que se encuentra él y el Jesús al que reconoce como Rey, debería haberla tenido más oscura... El Buen Ladrón en la Cruz, en medio de los tormentos y siendo testigo de la muerte inminente suya y de la de Jesús, tiene los arrestos de decir a Aquél que es el verdadero Rey: "Acuérdate de mí, cuando estés en tu Reino". ¿Qué reinado puede tener quien está muriendo a mi lado, vilmente asesinado? Hace falta tener mucha fe para poder deslastrarse de la sola mirada de la carne, arrancarse casi de cuajo los ojos de la cara, para poder percibir en Aquél que está muriendo al lado mío a quien es el Rey del Universo... La fe del Buen Ladrón no tiene parangón, a menos que la comparemos con la de los grandes personajes bíblicos: Abraham, María, el Centurión, Pedro... Yo diría que incluso podría llegar a aventajarlos, pues nunca antes había tenido experiencias directas de la obra de Dios, pues había estado muy lejos de Él, en el ejercicio de su ser delincuencial... San Dimas -el Buen Ladrón- entendió mejor que muchos que el Trono real de Jesús era la Cruz. Que el ejercicio de su Reinado estaba muy lejos del que se entendía normalmente como el ejercicio del poder físico, militar, político, económico... Jesús mismo lo dijo: "Mi Reino no es de este mundo"... Sobre la Cruz estaba escrito: "Este es el Rey de los judíos"... No existía para Jesús un trono diferente. Es redimiendo, es decir, prestando el mejor servicio por amor a los hombres a través de su Muerte y Resurrección, como Jesús ejerce su Reinado. Es eso lo que lo hace Rey de los hombres y de todo el Universo... No existe otra forma para Él... De esa manera, por haberlo reconocido como Rey, es el Buen Ladrón el primer ser humano que entra en el Paraíso, junto a Jesús, según la misma promesa de Jesús: "Hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso"...
Ese es el Reinado que quiere ejercer Jesús. Poco le importa a Cristo ser el Rey del Universo, si no es el Rey del corazón del hombre... Ese reinado universal no tiene sentido si no lo ejerce en primer lugar en tu corazón y en el mío... ¿De qué le vale a Jesús ser el Rey del Sol, de la Luna, de las Estrellas, de las Constelaciones, si no está reinando en corazón de los hombres? ¿Acaso el Sol es capaz de reconocer a Jesús como Rey? ¿Acaso las criaturas irracionales, un león, un tigre, un elefante, un gato, un árbol, podrán jamás reconocer a Jesús como Rey? ¡Nunca! Sólo los hombres somos capaces de reconocerlo como tal. Y sólo eso nos hará estar en la plenitud. Reconocer a Jesús como mi Rey es decirle que dejo que ejerza su reinado en mi corazón, redimiéndome, sirviéndome por amor, conduciéndome a su Reino, llevándome a formar parte de sus súbditos. Que quiero hacerme como Él, servidor de todos y ser rey como Él en el amor a los demás... No existe mejor manera de hacer a Cristo mi Rey, que haciéndome yo mismo rey como Él, sirviendo por amor, entregándome para rescatar a los hermanos, siendo un buen miembro del pueblo al que Él dirige haciéndome hermano de todos... Es la forma como Él entendió su ser Rey: "Yo estoy entre ustedes como el que sirve... No he venido a ser servido sino a servir...". Cristo es Rey porque sirve de la mejor manera a los hombres en el amor. Así debo hacerme yo también rey como Él...
sábado, 23 de noviembre de 2013
Todo lo que hacemos tiene consecuencias
En la historia de Israel, el ciclo de loa Macabeos es impresionante. El Rey Antíoco Epífanes había pretendido subyugar a la fuerza a los israelitas, mediante el derramamiento de la sangre de los que no se rindieran ante él, y abdicaran de su fe en el único Dios de Israel. Fueron muchos los prevaricadores que acabaron sacrificando a los dioses "enemigos" de Yahvé. Pero, naturalmente, no fueron estos los que pasaron a la historia, sini los que se opusieron a la pretensión de Antíoco y llegaron al extremo de morir por su fe. Así recordamos al anciano Eleazar, que se negó, a sus 90 años, a ser un mal ejemplo para todos los que eran testigos de su martirio, incluso con la estratagema que le proponían para engañar a los torturadores -comer carne preparada por él mismo haciendo creer que comía carne de los sacrificios a los dioses-, o a los 7 hermanos macabeos que, a pesar de su juventud y azuzados por su propia madre, jamás tuvieron ni siquiera la tentación de ser infieles al Dios de Israel... Antíoco se creyó, por ello, casi un Dios. Su sobrenombre "Epífanes" -"El Magnífico"-, le calzó muy bien, al creerse invencible y todopoderoso...
Nunca pensó Antíoco que algunos de ese pueblo subyugado se atrevieran a oponerse con la fuerza a la invasión y a la esclavitud con la que quería someterlos. Pero surgieron las figuras de Matatías y de Judas, tremendos guerreros, que organizaron una especie de "guerrilla" contra las fuerzas de los ejércitos del Rey invasor. Este "resto", conformado por hombres apertrechados más en la fe, en la confianza en el Dios único, en la voluntad firme de no serle infieles, más que en las armas o en el poder físico, le hizo sufrir su derrota más humillante. Vencido, habiendo sido desmontado de esa "magnificencia" que le daa sólo su sobrenombre, habitando en tierra extranjera, cae en una tremenda depresión, al verse como lo que realmente era, un cobarde parapetado en fuerza bruta, sin más... No tenía otro valor... Tiene que reconocer: "¡A qué tribulación he llegado, en qué violento oleaje estoy metido, yo, feliz y querido cuando era poderoso! Pero ahora me viene a la memoria el daño que hice en Jerusalén, robando el ajuar de plata y oro que había allí, y enviando gente que exterminase a los habitantes de Judá, sin motivo. Reconozco que por eso me han venido estas desgracias. Ya ven, muero de tristeza en tierra extranjera." Al desaparecer la magnificencia, desparece el fundamento de su vida. Aquél que había colocado su ser, su esencia, en lo pasajero, sufre la debacle, pues aquello efectivamente pasó, desapareció. Su vida cayó en el vacío absoluto... Habiéndose querido enseñorear posándose sobre sí mismo, sobre su poder, sobre su ejército, probó lo amargo que es tener el fundamento más endeble sobre el cual se puede edificar una vida y verlo desaparecer...
Antíoco, en cierto modo, somos todos... En algún momento de nuestras vidas nos hemos creído "magníficos". Es el pecado que marca a la humanidad entera desde Adán y Eva. La misma tendencia que tuvieron nuestros padres la tenemos todos los hombres. Es el pecado de la soberbia, que nos hacer creernos capaces de "sustituir" al único Dios, colocándonos nosotros mismos en su lugar, o colocando allí nuestras cosas. Todas, absolutamente pasajeras... Quitar a Dios de nuestro fundamento, como lo hizo Antíoco y pretendiuó que lo hiciera Israel, es caer en la provocación más absurda en la que podemos estar. Dios es el único Absoluto, y por encima de Él no hay nada, ni siquiera nosotros mismos. Mucho menos las "cosas" a las que pretendemos servir como ídolos... Cometemos el absurdo más grande cuando quitamos a Dios del fundamento y colocamos las cosas banales, temporales, pasajeras. Todas ellas, en su momento desaparecerán. Y al desaparecer, desaparecerá el fundamento, y nos quedaremos en el aire...
No se puede hablar de "castigo de Dios". Es, más bien, el escarmiento que es sólo consecuencia de los propios actos. Antíoco sufrió el escarmiento que significó lo que él mismo hizo. No fue Dios el que le mandó un "castigo", sino que él mismo se ganó la situación de desgracia en la que cayó por haberlo retado. Nadie delante de Dios podrá ser victorioso contra Él. Es absurdo querer oponerse a Dios, pues Él es el único Todopoderoso. Toda batalla "contra Dios" es derrota segura. Cuando los hombres nos oponemos a que Él sea el fundamento, correremos la peor de la suerte. Y repito, no es por castigo de Dios, sino consecuenia de los propios actos, que nos colocan al margen de la felicidad que sólo Dios mismo puede darnos...
Todo acto humano tiene una consecuencia. Los Macabeos vivieron la alegría indescriptible de la reconstrucción del Templo y de la reconsagración del altar que había sido mancillado por Antíoco y sus sacrificios a los dioses. Y lo celebraron por ocho días seguidos. Y fue decretado que cada año, por las mismas fechas, se repitieran las fiestas del recuerdo de esta gesta heroica de Israel... Y por su parte, Antíoco, moría de tristeza al darse cuenta de las barbaridades que había cometido contra Israel y su Dios... Pagaba las consecuencias de sus actos... Es exactamente lo que sucede a quien se atreve a oponerse a que Dios sea el fundamento de su vida. Pagará las consecuencias de quedarse con las criaturas, que desaparecen y dejan la vida en el aire... Todo lo que hacemos tiene consecuencias... Y hay que asumirlas responsablemente, sean alegres o tristes...
Por eso, Jesús nos invita a colocar en nuestro fundamento al único Dios, al Dios de vivos, no de muertos..Al único que puede ser fundamento sólido, pues es el único Absoluto, el único que trasciende, el único que no desaparecerá jamás y no dejará nunca ninguna frustración... Colocar otro fundamento distinto es equivocarse fatalmente. Es el "Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob", que están vivos eternamente en su presencia, porque nunca permitieron que otro dios fuera el fundamento de sus vidas... Lo mismo podremos vivir nosotros por toda la eternidad...
Nunca pensó Antíoco que algunos de ese pueblo subyugado se atrevieran a oponerse con la fuerza a la invasión y a la esclavitud con la que quería someterlos. Pero surgieron las figuras de Matatías y de Judas, tremendos guerreros, que organizaron una especie de "guerrilla" contra las fuerzas de los ejércitos del Rey invasor. Este "resto", conformado por hombres apertrechados más en la fe, en la confianza en el Dios único, en la voluntad firme de no serle infieles, más que en las armas o en el poder físico, le hizo sufrir su derrota más humillante. Vencido, habiendo sido desmontado de esa "magnificencia" que le daa sólo su sobrenombre, habitando en tierra extranjera, cae en una tremenda depresión, al verse como lo que realmente era, un cobarde parapetado en fuerza bruta, sin más... No tenía otro valor... Tiene que reconocer: "¡A qué tribulación he llegado, en qué violento oleaje estoy metido, yo, feliz y querido cuando era poderoso! Pero ahora me viene a la memoria el daño que hice en Jerusalén, robando el ajuar de plata y oro que había allí, y enviando gente que exterminase a los habitantes de Judá, sin motivo. Reconozco que por eso me han venido estas desgracias. Ya ven, muero de tristeza en tierra extranjera." Al desaparecer la magnificencia, desparece el fundamento de su vida. Aquél que había colocado su ser, su esencia, en lo pasajero, sufre la debacle, pues aquello efectivamente pasó, desapareció. Su vida cayó en el vacío absoluto... Habiéndose querido enseñorear posándose sobre sí mismo, sobre su poder, sobre su ejército, probó lo amargo que es tener el fundamento más endeble sobre el cual se puede edificar una vida y verlo desaparecer...
Antíoco, en cierto modo, somos todos... En algún momento de nuestras vidas nos hemos creído "magníficos". Es el pecado que marca a la humanidad entera desde Adán y Eva. La misma tendencia que tuvieron nuestros padres la tenemos todos los hombres. Es el pecado de la soberbia, que nos hacer creernos capaces de "sustituir" al único Dios, colocándonos nosotros mismos en su lugar, o colocando allí nuestras cosas. Todas, absolutamente pasajeras... Quitar a Dios de nuestro fundamento, como lo hizo Antíoco y pretendiuó que lo hiciera Israel, es caer en la provocación más absurda en la que podemos estar. Dios es el único Absoluto, y por encima de Él no hay nada, ni siquiera nosotros mismos. Mucho menos las "cosas" a las que pretendemos servir como ídolos... Cometemos el absurdo más grande cuando quitamos a Dios del fundamento y colocamos las cosas banales, temporales, pasajeras. Todas ellas, en su momento desaparecerán. Y al desaparecer, desaparecerá el fundamento, y nos quedaremos en el aire...
No se puede hablar de "castigo de Dios". Es, más bien, el escarmiento que es sólo consecuencia de los propios actos. Antíoco sufrió el escarmiento que significó lo que él mismo hizo. No fue Dios el que le mandó un "castigo", sino que él mismo se ganó la situación de desgracia en la que cayó por haberlo retado. Nadie delante de Dios podrá ser victorioso contra Él. Es absurdo querer oponerse a Dios, pues Él es el único Todopoderoso. Toda batalla "contra Dios" es derrota segura. Cuando los hombres nos oponemos a que Él sea el fundamento, correremos la peor de la suerte. Y repito, no es por castigo de Dios, sino consecuenia de los propios actos, que nos colocan al margen de la felicidad que sólo Dios mismo puede darnos...
Todo acto humano tiene una consecuencia. Los Macabeos vivieron la alegría indescriptible de la reconstrucción del Templo y de la reconsagración del altar que había sido mancillado por Antíoco y sus sacrificios a los dioses. Y lo celebraron por ocho días seguidos. Y fue decretado que cada año, por las mismas fechas, se repitieran las fiestas del recuerdo de esta gesta heroica de Israel... Y por su parte, Antíoco, moría de tristeza al darse cuenta de las barbaridades que había cometido contra Israel y su Dios... Pagaba las consecuencias de sus actos... Es exactamente lo que sucede a quien se atreve a oponerse a que Dios sea el fundamento de su vida. Pagará las consecuencias de quedarse con las criaturas, que desaparecen y dejan la vida en el aire... Todo lo que hacemos tiene consecuencias... Y hay que asumirlas responsablemente, sean alegres o tristes...
Por eso, Jesús nos invita a colocar en nuestro fundamento al único Dios, al Dios de vivos, no de muertos..Al único que puede ser fundamento sólido, pues es el único Absoluto, el único que trasciende, el único que no desaparecerá jamás y no dejará nunca ninguna frustración... Colocar otro fundamento distinto es equivocarse fatalmente. Es el "Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob", que están vivos eternamente en su presencia, porque nunca permitieron que otro dios fuera el fundamento de sus vidas... Lo mismo podremos vivir nosotros por toda la eternidad...
viernes, 22 de noviembre de 2013
El viejo Viloria
Hoy, hace exactamente 80 años, nació el viejo Viloria, mi papá. Ramón José Viloria nació en una familia extraordinariamente humilde, de ocho hermanos. Sólo una hembra, mi tía Ana, entre 8 varones. Juan, Hermógenes, Rafael, Ramón, Jesús (Chui), José (Longo) y Nelson. Siempre nos contaba historia hermosas de su abuelito, que lo trataba con mucho cariño y le enseñaba muchas cosas para la vida. Mi abuelita Angélica vivió muchos años con nosotros. Es un personaje esencial en mis recuerdos de infancia. Graciosa como buena maracucha, en sus buenos tiempos, pues tenía ciclos de enajenación (supongo que una especie de demencia senil), que la hacía ser otra persona, aunque no representaba ningún peligro, pues estaba muy bien medicada para eso... En esos tiempos raros se ponía más graciosa de lo que era normalmente. Recuerdo a mi papá y a mi mamá siempre pendientes de ella. De niños, mi abuelita iba a la escuela a buscarnos para traernos a casa. Toda un fiesta...
Pues bien, mi papá nació y creció en medio de la humildad más extrema. Para una mujer que estaba prácticamente sola, sin medios económicos para poder echar cómodamente una familia numerosa adelante, me imagino a mi abuelita haciendo malabares para echar adelante a ocho niños... Gracias a Dios, pudo hacerlo, con la ayuda de mi bisabuelo... El viejo Viloria trató desde niño de ser responsable. Estudió, con la conciencia clara de que era la manera como iba a salir de la pobreza. Y lo hizo de verdad muy bien...
Recuerdo que nos contaba que mi tío Juan, el mayor, que tuvo que empezar a trabajar desde muy temprano en la petrolera, fue su principal apoyo para que pudiera seguir sus estudios. En aquel tiempo, uno de los trabajos más apetecibles por representar ingresos inmediatos, era el de chofer. Al terminar su educación básica, mi tío Juan le puso a mi papá una elección: "O te pago el título de manejar, y podéis ser chofer, o te pago los estudios en la Normal de Rubio, para que seáis maestro... Vos decidís..." Mi papá pensó en el futuro. La propuesta del título era realmente muy atractiva, pero don Ramón se decidió por seguir sus estudios... Decisión providencial...
Y así, se fue a estudiar a la Normal de Rubio. Y allí conoció al amor de su vida -y de nuestra vida-, a doña Ligia Esperanza Pinzón Chacón, estudiante como él en la Normal. Dos jovencitos que estaban forjando su futuro docente. Se enamoraron y decidieron casarse. Mi mamá influyó extraordinariamente en la espiritualidad de mi papá. Él ya era un hombre religioso, por la formación cristiana que había recibido en su casa. Pero mi mamá fue la que pulió esa piedra bruta y la convirtió en piedra preciosa... La formación cristiana de mi mamá era muy buena. Su espiritualidad muy profunda. Era, sin lugar a dudas, una mujer santa. En algunos momentos de su vida de niña y de joven, pensó seriamente si su vocación no sería la de religiosa. Particularmente pienso que hubiera servido para eso, pues su vida de intimidad con Dios era de verdad sorprendente. Mi mamá se levantaba a medianoche sólo para rezar al menos una hora. Y lo hacía como sacrificio que agradaba a Dios... El estar en contacto con esa mujer santa, lo hizo también a él santo...
Mi papá, unos tres años después de casados, en el mes de octubre del año 1959, hizo el Cursillo de Cristiandad -el 2do. de Venezuela-, y encontró su tesoro escondido, su perla preciosa... La vida apostólica lo conquistó absolutamente.Conjugó perfectamente su carrera de docente con sus ocupaciones apostólicas. Su turno como Supervisor del Ministerio de Educación era el nocturno, lo cual le dejaba las mañanas "libres". Y se decidió a trabajar "ad honorem" en el MCC, como Secretario. Y era realmente la mano derecha del P. Cesáreo Gil, otro santo del cual bebió más aún para forjar su propia santidad... El viejo Viloria fue uno de los dirigentes más destacados del MCC de Venezuela. Confieso que, como muchos, admiré su entrega, su disponibilidad, su espiritualidad, su conocimiento de la fe y del magisterio de la Iglesia... Era de maravillarse como citaba frases de documentos del magisterio textualmente, apuntando incluso los números, sólo de memoria... Su facilidad de palabra y sus conocimientos de la doctrina eran tremendos, lo cual lo hacía un charlista excepcional...
Todo eso lo conjugó perfectamente con su vida familiar.. El buen profesional y el gran apóstol, era un esposo dedicado y un padre ejemplar... A pesar de su carácter fuerte, del cual hacía gala no pocas veces, su afabilidad y sus detalles con la vieja era realmente tiernos. Recuerdo sus lágrimas cuando le diagnosticaron a mi mamá el cáncer de seno que le fue extirpado... Se le vino el mundo abajo. Y luego, en todas las penurias de salud que tuvo mi mamá, parecía "un pollito mojado". Ya al final, cuando ambos estaban malitos, su gran preocupación era sobre quién se iba a ser cargo de cuidar a mi mamá, cuando él ya no pudiera. Estaba pendiente de cada pastilla que tenía que tomar ella, de los horarios, de la dieta... Lo que menos le preocupaba era su condición, pues estaba más pendiente de la de ella... Con nosotros, los tres hijos, era sumamente exigente. No se contentaba con que fuéramos unos más del montón. Nos exigía ser los primeros. Y no se paraba en formas para exigirlo. Tenía que ser así, y punto... La verdad es que no le dio mal resultado. No es que seamos excepcionales, pero sí nos inculcó la necesidad de hacer buenos esfuerzos en todo. Nos lo dejó como marca de fábrica...
Mi papá en la familia era excelente... Con mi mamá decidieron que cada dos años iríamos a un país distinto a conocer... Así conocimos Colombia, México, Estados Unidos, Guatemala... En esos viajes los viejos eran únicamente nuestros y los aprovechábamos exprimiendo el gozo de cada segundo con ellos... Recuerdo siempre en Bogotá, jugando un billarín -billar enano- que compró para regalárnoslo, con los dientes morados por unas remolachas que se había comido -con unos palitos encima, que lo hacían simpatiquísimo-... Cuando estaba de buenas, gracias a Dios, la mayoría de las veces, era sabroso sentarse con él a hablar, estando pendientes de que lo que dijera tuviera sentido, porque nos gastaba bromas a cada rato y nos hacía quedar como tontos... En las fiestas de la familia, aunque no era un experto bailarín, las sobrinas se peleaban por bailar con él, pues no sólo bailaba, sino que hacía una fiesta particular con la que bailara...
Y nuestra formación y vivencia religiosa fue por las mismas rutas... Desde niños, nos integró a la vida de la Iglesia. Pertenecimos a grupos juveniles de la parroquia, cantábamos en las misas, hacíamos las lecturas... Hicimos el Cursillo de Cristiandad... Todo, por el testimonio que nos daban los viejos continuamente.. Somos, mientras ellos estuvieron y ahora, una familia de fe. Es el tesoro que nos dejaron. Tengo en mi mente una imagen imborrable: Antes de dormir, los dos viejos -mi mamá acostada y mi papá sentado en el borde de la cama-, rezando el rosario -invariablemente, todos los días-, después de la inmensa lista de intenciones que leía mi mamá, pues las tenía escritas en uno de sus innumerables cuadernitos de oraciones... Quizás en ocasiones, yo no he respondido a lo que ellos sembraron en nosotros, pero en todo caso, las veces que he fallado ha sido por elección personal, yendo en contra de lo que ellos nos enseñaron, nunca por responsabilidad de ellos... Ese testimonio se mantiene fresco, vivo, comprometedor, exigente, cuestionador... Es altísima la meta que nos dejaron los dos. Y particularmente él...
Una semana antes de cumplir los 75, hace ya cinco años, el viejo Viloria murió... Cuando subí las escaleras para darle la noticia a mi mamá, le dije: "Mamá, el viejo acaba de triunfar". En un primer momento, mi mamá no entendía... Y le repetí: "Mi papá ya triunfó"... Y estoy convencido de que es así. La muerte para el viejo Ramón fue su triunfo... Todo lo que sembró, había llegado la hora de cosecharlo... Y estoy convencido que ha sido una cosecha abundantísima... En su familia, en su trabajo, en su apostolado, regó infinidad de semillas... Y hace casi tres años, se completó con la vieja llegando al cielo... Se les acabó su ciclo terreno. Y empezaron el ciclo más bello, el más esperado, por el cual ambos suspiraban, y al que anhelamos llegar sus hijos: al cielo de la eternidad, para ver la belleza sin velos del Dios del amor, el que les dio el sentido pleno a toda la existencia de ambos...
Pues bien, mi papá nació y creció en medio de la humildad más extrema. Para una mujer que estaba prácticamente sola, sin medios económicos para poder echar cómodamente una familia numerosa adelante, me imagino a mi abuelita haciendo malabares para echar adelante a ocho niños... Gracias a Dios, pudo hacerlo, con la ayuda de mi bisabuelo... El viejo Viloria trató desde niño de ser responsable. Estudió, con la conciencia clara de que era la manera como iba a salir de la pobreza. Y lo hizo de verdad muy bien...
Recuerdo que nos contaba que mi tío Juan, el mayor, que tuvo que empezar a trabajar desde muy temprano en la petrolera, fue su principal apoyo para que pudiera seguir sus estudios. En aquel tiempo, uno de los trabajos más apetecibles por representar ingresos inmediatos, era el de chofer. Al terminar su educación básica, mi tío Juan le puso a mi papá una elección: "O te pago el título de manejar, y podéis ser chofer, o te pago los estudios en la Normal de Rubio, para que seáis maestro... Vos decidís..." Mi papá pensó en el futuro. La propuesta del título era realmente muy atractiva, pero don Ramón se decidió por seguir sus estudios... Decisión providencial...
Y así, se fue a estudiar a la Normal de Rubio. Y allí conoció al amor de su vida -y de nuestra vida-, a doña Ligia Esperanza Pinzón Chacón, estudiante como él en la Normal. Dos jovencitos que estaban forjando su futuro docente. Se enamoraron y decidieron casarse. Mi mamá influyó extraordinariamente en la espiritualidad de mi papá. Él ya era un hombre religioso, por la formación cristiana que había recibido en su casa. Pero mi mamá fue la que pulió esa piedra bruta y la convirtió en piedra preciosa... La formación cristiana de mi mamá era muy buena. Su espiritualidad muy profunda. Era, sin lugar a dudas, una mujer santa. En algunos momentos de su vida de niña y de joven, pensó seriamente si su vocación no sería la de religiosa. Particularmente pienso que hubiera servido para eso, pues su vida de intimidad con Dios era de verdad sorprendente. Mi mamá se levantaba a medianoche sólo para rezar al menos una hora. Y lo hacía como sacrificio que agradaba a Dios... El estar en contacto con esa mujer santa, lo hizo también a él santo...
Mi papá, unos tres años después de casados, en el mes de octubre del año 1959, hizo el Cursillo de Cristiandad -el 2do. de Venezuela-, y encontró su tesoro escondido, su perla preciosa... La vida apostólica lo conquistó absolutamente.Conjugó perfectamente su carrera de docente con sus ocupaciones apostólicas. Su turno como Supervisor del Ministerio de Educación era el nocturno, lo cual le dejaba las mañanas "libres". Y se decidió a trabajar "ad honorem" en el MCC, como Secretario. Y era realmente la mano derecha del P. Cesáreo Gil, otro santo del cual bebió más aún para forjar su propia santidad... El viejo Viloria fue uno de los dirigentes más destacados del MCC de Venezuela. Confieso que, como muchos, admiré su entrega, su disponibilidad, su espiritualidad, su conocimiento de la fe y del magisterio de la Iglesia... Era de maravillarse como citaba frases de documentos del magisterio textualmente, apuntando incluso los números, sólo de memoria... Su facilidad de palabra y sus conocimientos de la doctrina eran tremendos, lo cual lo hacía un charlista excepcional...
Todo eso lo conjugó perfectamente con su vida familiar.. El buen profesional y el gran apóstol, era un esposo dedicado y un padre ejemplar... A pesar de su carácter fuerte, del cual hacía gala no pocas veces, su afabilidad y sus detalles con la vieja era realmente tiernos. Recuerdo sus lágrimas cuando le diagnosticaron a mi mamá el cáncer de seno que le fue extirpado... Se le vino el mundo abajo. Y luego, en todas las penurias de salud que tuvo mi mamá, parecía "un pollito mojado". Ya al final, cuando ambos estaban malitos, su gran preocupación era sobre quién se iba a ser cargo de cuidar a mi mamá, cuando él ya no pudiera. Estaba pendiente de cada pastilla que tenía que tomar ella, de los horarios, de la dieta... Lo que menos le preocupaba era su condición, pues estaba más pendiente de la de ella... Con nosotros, los tres hijos, era sumamente exigente. No se contentaba con que fuéramos unos más del montón. Nos exigía ser los primeros. Y no se paraba en formas para exigirlo. Tenía que ser así, y punto... La verdad es que no le dio mal resultado. No es que seamos excepcionales, pero sí nos inculcó la necesidad de hacer buenos esfuerzos en todo. Nos lo dejó como marca de fábrica...
Mi papá en la familia era excelente... Con mi mamá decidieron que cada dos años iríamos a un país distinto a conocer... Así conocimos Colombia, México, Estados Unidos, Guatemala... En esos viajes los viejos eran únicamente nuestros y los aprovechábamos exprimiendo el gozo de cada segundo con ellos... Recuerdo siempre en Bogotá, jugando un billarín -billar enano- que compró para regalárnoslo, con los dientes morados por unas remolachas que se había comido -con unos palitos encima, que lo hacían simpatiquísimo-... Cuando estaba de buenas, gracias a Dios, la mayoría de las veces, era sabroso sentarse con él a hablar, estando pendientes de que lo que dijera tuviera sentido, porque nos gastaba bromas a cada rato y nos hacía quedar como tontos... En las fiestas de la familia, aunque no era un experto bailarín, las sobrinas se peleaban por bailar con él, pues no sólo bailaba, sino que hacía una fiesta particular con la que bailara...
Y nuestra formación y vivencia religiosa fue por las mismas rutas... Desde niños, nos integró a la vida de la Iglesia. Pertenecimos a grupos juveniles de la parroquia, cantábamos en las misas, hacíamos las lecturas... Hicimos el Cursillo de Cristiandad... Todo, por el testimonio que nos daban los viejos continuamente.. Somos, mientras ellos estuvieron y ahora, una familia de fe. Es el tesoro que nos dejaron. Tengo en mi mente una imagen imborrable: Antes de dormir, los dos viejos -mi mamá acostada y mi papá sentado en el borde de la cama-, rezando el rosario -invariablemente, todos los días-, después de la inmensa lista de intenciones que leía mi mamá, pues las tenía escritas en uno de sus innumerables cuadernitos de oraciones... Quizás en ocasiones, yo no he respondido a lo que ellos sembraron en nosotros, pero en todo caso, las veces que he fallado ha sido por elección personal, yendo en contra de lo que ellos nos enseñaron, nunca por responsabilidad de ellos... Ese testimonio se mantiene fresco, vivo, comprometedor, exigente, cuestionador... Es altísima la meta que nos dejaron los dos. Y particularmente él...
Una semana antes de cumplir los 75, hace ya cinco años, el viejo Viloria murió... Cuando subí las escaleras para darle la noticia a mi mamá, le dije: "Mamá, el viejo acaba de triunfar". En un primer momento, mi mamá no entendía... Y le repetí: "Mi papá ya triunfó"... Y estoy convencido de que es así. La muerte para el viejo Ramón fue su triunfo... Todo lo que sembró, había llegado la hora de cosecharlo... Y estoy convencido que ha sido una cosecha abundantísima... En su familia, en su trabajo, en su apostolado, regó infinidad de semillas... Y hace casi tres años, se completó con la vieja llegando al cielo... Se les acabó su ciclo terreno. Y empezaron el ciclo más bello, el más esperado, por el cual ambos suspiraban, y al que anhelamos llegar sus hijos: al cielo de la eternidad, para ver la belleza sin velos del Dios del amor, el que les dio el sentido pleno a toda la existencia de ambos...
jueves, 21 de noviembre de 2013
Tú eres el orgullo de la humanidad
La celebración de la Presentación de María se basa en una antigua tradición que comienza con el Protoevangelio de Santiago, en la cual se dice que la niña María, de apenas tres años, fue llevada por sus padres, Joaquín y Ana, al templo para ser presentada. Se quiere destacar, principalmente, el estricto cumplimiento de la ley de parte de los abuelos de Jesús. Es cierto que la ley mosaica obligaba a la presentación a Yahvé únicamente a los primogénitos varones. Las niñas no tenían que ser presentadas. Pero Joaquín y Ana buscaban, según esta tradición, agradar siempre a Dios, y por eso llevan a María ante Yahvé...
Y es que en María todo es búsqueda de agradar a Dios... Así fue seguramente enseñada por sus padres, y así fue el desarrollo de toda su vida. El ser completo de María estaba a la disposición de Dios. Por eso, en los momentos culminantes de su vida, como son los de la relación directa con su elección como la Madre del Dios Redentor y su posterior cotidianidad con Él en su vida y en sus obras, se le ve siempre con plena disponibilidad delante de Dios. Fue presentada por sus padres a Yahvé para nunca más estar separada de Él... María ha colocado su vida en dependencia absoluta de lo que Dios quiere de ella, y esa es su felicidad...
En esta presentación en el templo se da una especie de confirmación de lo que ya había sucedido en María. Ella era de Dios. Joaquín y Ana no hacen más que confirmar a Dios con ese gesto, lo que ya había sucedido. María había sido elegida desde la eternidad por el Dios del Amor, para ser la mujer por la cual entrara la salvación al mundo. No es sólo su vientre el que se presta para ser "invadido" por el Dios que venía a redimir a la humanidad, sino que es todo su ser, su persona entera, su corazón y todos sus sentimientos, su mente y todos sus pensamientos, su cuerpo y todas sus sensaciones, lo que es de Dios... Es entrañable imaginarse a esta criatura de Dios tratada con la especial ternura por Él, pues va a ser la Madre de quien dará al hombre como regalo amoroso, su salvación, el rescate del abismo en el que se encontraba, la iluminación que necesitaba en medio de la más cerrada oscuridad...
María es, así, el ejemplar más alto de la raza humana... Nos llena del más legítimo orgullo, pues en Ella la humanidad entera alcanza su escalón más alto... Es la redimida anticipadamente en atención a los méritos de su Hijo Jesús, el Verbo que se hace carne para los hombres. Su lugar preeminente no lo podrá ocupar absolutamente nadie más, a pesar de que sean tantas las voces que quieran desvirtuarlo, queriendo quitar la importancia de haber sido instrumento principalísimo en la obra de redención que emprende Dios en favor de los hombres. No es Ella causa eficiente de la Redención, pero sí es causa instrumental. Ella es la Puerta del cielo, pues por Ella entra el cielo en la tierra, y a través de Ella la tierra avanza hacia el cielo. Es puerta de doble batiente...
La instrumentalidad de María es tan clara, que Ella misma se coloca en el puesto que le corresponde con toda la humildad que se necesita: "Aquí está la esclava del Señor". No es Ella protagonista de la obra, sino un actor muy importante del libreto que escribe Dios para la salvación del hombre. No quiere Ella otro lugar en la historia. No pretende jamás "enmendar la plana a Dios". Muy lejos de Ella tal pretensión. Por eso, a los que están pasándola mal en las Bodas de Caná, los remite al que sabe que puede resolver el problema: "Hagan lo que Él les diga". Jamás pretende resolver el problema, sino que recurre a quien es el único, reconocido por Ella, que tiene el poder para hacerlo... María sabe muy bien cuál es el lugar que le corresponde en la historia de la salvación. Con ser tan importante, y habiendo podido "reclamar derechos" por ser la Madre del Redentor, del Dios que se hace hombre, no lo hace, sino que se ocupa ñólo de ponerse en las manos de Dios, acompañando a su Hijo como buena Madre, estando con Él en las alegrías y en los dolores, a los pies de la Cruz cuando está muriendo, recogiendo su cuerpo inerme y destruido, presente en el sepulcro, y alegrándose con alegría indescriptible al verlo resurgir triunfante de la muerte y de la soledad absoluta del sepulcro...
María fue de Dios. María sigue siendo de Dios... Ella nos llama a hacer lo mismo. Nuestra Presentación en el Templo fue cuando fuimos bautizados. Dios "tomó posesión" de nosotros, cuando nuestros padres nos presentaron ante Él para ser también nosotros morada suya. Nuestro cuerpo, nuestro corazón, nuestra mente, todo, pertenece a Dios. No somos de más nadie. Por eso no debemos ser de más nadie. Nadie le da más sentido a nuestra vida que el mismísimo Dios... Pensemos... María, sin la referencia directa a su disponibilidad para ser únicamente de Dios, hubiera pasado en la historia como una más... Su entrega total a Dios, a su amor, a su voluntad, la hizo elevarse al máximo. No fue Ella la que se elevó. Fue Dios mismo el que la elevó. Por eso, por lo que Dios hace en su favor, es el orgullo de nuestra raza. Ella nos dice hasta dónde podremos llegar cada uno de nosotros, siguiendo su mismo itinerario. Si nosotros no nos ponemos a la disposición de Dios, como lo hizo María, seremos lamentablemente los seres más anónimos, nuestra existencia será la más absurda de la de todos los hombres... Sólo nuestra disponibilidad ante Dios, como lo entendió María, hará que seamos reconocidos: "Muy feliz me llamarán todas las generaciones". No por Ella, sino por Dios, por el lugar que le dio en la obra de salvación. Así mismo sucederá con cada uno de nosotros. María, además de orgullo de nuestra raza, es nuestra pionera. Nos abre camino. Nos anima a seguirla. Nos ilusiona con el amor infinito de Dios y nos señala con dedo maternal y amorosos, la meta a la que todos podremos llegar junto a Ella...
Y es que en María todo es búsqueda de agradar a Dios... Así fue seguramente enseñada por sus padres, y así fue el desarrollo de toda su vida. El ser completo de María estaba a la disposición de Dios. Por eso, en los momentos culminantes de su vida, como son los de la relación directa con su elección como la Madre del Dios Redentor y su posterior cotidianidad con Él en su vida y en sus obras, se le ve siempre con plena disponibilidad delante de Dios. Fue presentada por sus padres a Yahvé para nunca más estar separada de Él... María ha colocado su vida en dependencia absoluta de lo que Dios quiere de ella, y esa es su felicidad...
En esta presentación en el templo se da una especie de confirmación de lo que ya había sucedido en María. Ella era de Dios. Joaquín y Ana no hacen más que confirmar a Dios con ese gesto, lo que ya había sucedido. María había sido elegida desde la eternidad por el Dios del Amor, para ser la mujer por la cual entrara la salvación al mundo. No es sólo su vientre el que se presta para ser "invadido" por el Dios que venía a redimir a la humanidad, sino que es todo su ser, su persona entera, su corazón y todos sus sentimientos, su mente y todos sus pensamientos, su cuerpo y todas sus sensaciones, lo que es de Dios... Es entrañable imaginarse a esta criatura de Dios tratada con la especial ternura por Él, pues va a ser la Madre de quien dará al hombre como regalo amoroso, su salvación, el rescate del abismo en el que se encontraba, la iluminación que necesitaba en medio de la más cerrada oscuridad...
María es, así, el ejemplar más alto de la raza humana... Nos llena del más legítimo orgullo, pues en Ella la humanidad entera alcanza su escalón más alto... Es la redimida anticipadamente en atención a los méritos de su Hijo Jesús, el Verbo que se hace carne para los hombres. Su lugar preeminente no lo podrá ocupar absolutamente nadie más, a pesar de que sean tantas las voces que quieran desvirtuarlo, queriendo quitar la importancia de haber sido instrumento principalísimo en la obra de redención que emprende Dios en favor de los hombres. No es Ella causa eficiente de la Redención, pero sí es causa instrumental. Ella es la Puerta del cielo, pues por Ella entra el cielo en la tierra, y a través de Ella la tierra avanza hacia el cielo. Es puerta de doble batiente...
La instrumentalidad de María es tan clara, que Ella misma se coloca en el puesto que le corresponde con toda la humildad que se necesita: "Aquí está la esclava del Señor". No es Ella protagonista de la obra, sino un actor muy importante del libreto que escribe Dios para la salvación del hombre. No quiere Ella otro lugar en la historia. No pretende jamás "enmendar la plana a Dios". Muy lejos de Ella tal pretensión. Por eso, a los que están pasándola mal en las Bodas de Caná, los remite al que sabe que puede resolver el problema: "Hagan lo que Él les diga". Jamás pretende resolver el problema, sino que recurre a quien es el único, reconocido por Ella, que tiene el poder para hacerlo... María sabe muy bien cuál es el lugar que le corresponde en la historia de la salvación. Con ser tan importante, y habiendo podido "reclamar derechos" por ser la Madre del Redentor, del Dios que se hace hombre, no lo hace, sino que se ocupa ñólo de ponerse en las manos de Dios, acompañando a su Hijo como buena Madre, estando con Él en las alegrías y en los dolores, a los pies de la Cruz cuando está muriendo, recogiendo su cuerpo inerme y destruido, presente en el sepulcro, y alegrándose con alegría indescriptible al verlo resurgir triunfante de la muerte y de la soledad absoluta del sepulcro...
María fue de Dios. María sigue siendo de Dios... Ella nos llama a hacer lo mismo. Nuestra Presentación en el Templo fue cuando fuimos bautizados. Dios "tomó posesión" de nosotros, cuando nuestros padres nos presentaron ante Él para ser también nosotros morada suya. Nuestro cuerpo, nuestro corazón, nuestra mente, todo, pertenece a Dios. No somos de más nadie. Por eso no debemos ser de más nadie. Nadie le da más sentido a nuestra vida que el mismísimo Dios... Pensemos... María, sin la referencia directa a su disponibilidad para ser únicamente de Dios, hubiera pasado en la historia como una más... Su entrega total a Dios, a su amor, a su voluntad, la hizo elevarse al máximo. No fue Ella la que se elevó. Fue Dios mismo el que la elevó. Por eso, por lo que Dios hace en su favor, es el orgullo de nuestra raza. Ella nos dice hasta dónde podremos llegar cada uno de nosotros, siguiendo su mismo itinerario. Si nosotros no nos ponemos a la disposición de Dios, como lo hizo María, seremos lamentablemente los seres más anónimos, nuestra existencia será la más absurda de la de todos los hombres... Sólo nuestra disponibilidad ante Dios, como lo entendió María, hará que seamos reconocidos: "Muy feliz me llamarán todas las generaciones". No por Ella, sino por Dios, por el lugar que le dio en la obra de salvación. Así mismo sucederá con cada uno de nosotros. María, además de orgullo de nuestra raza, es nuestra pionera. Nos abre camino. Nos anima a seguirla. Nos ilusiona con el amor infinito de Dios y nos señala con dedo maternal y amorosos, la meta a la que todos podremos llegar junto a Ella...
miércoles, 20 de noviembre de 2013
Ni sumar, ni conservar... ¡Multiplicar!
Dios es el Dador de todos los bienes del hombre. Desde su creación, lo colocó en medio de todas las cosas para que le sirvieran de apoyo, de sustento, de herramienta para su desarrollo y promoción personal y comunitaria. Todas las cosas Dios las hizo pasar en frente del hombre para que les fuera poniendo su nombre, con lo cual, en la mentalidad del escritor sagrado, era como un paso del dominio a las manos del hombre. Colocar el nombre a todo lo que existe hacía del hombre el "propietario", el "administrador" de todo lo creado. El Creador eterno ponía en las manos del creado predilecto todo lo que había surgido de sus manos. El hombre, así, tenía todo el control de la creación. Y podía usar de ella a su placer... En ese uso absolutamente libre, el hombre podía avanzar correctamente o equivocar el camino. El avance correcto sería adelantar en el camino de la perfección, de la plenitud, hacia la meta de la felicidad eterna... Equivocar el camino significaría el pecado, el apartarse de la voluntad de Dios, es decir, de Dios mismo, y atrasar cada vez más la llegada a esa meta final de la felicidad...
Ese Dios sigue siendo siempre providente. No hay un solo momento en el cual Dios no esté proveyendo para el hombre lo que necesita. En la parábola de las aves del cielo y los lirios del campo, Jesús lo explica perfectamente. Si Dios se ocupa de ellas, que son criaturas simples, que ha puesto en las manos del hombre para su disfrute, ¿cómo no se va a ocupar del hombre, que es su criatura predilecta, la más amada, la que ha llamado al compartir final y eternamente su amor para ser plenamente feliz? El Dios providente provee para el hombre todo lo que necesita para vivir bien, y el hombre debe reconocer que el origen de todos los bienes que recibe es el Dios del Amor que lo ha creado...
En ese doble reconocimiento, en el del origen de todos los bienes y el para qué son donados cada uno de ellos, está, podríamos decir, la lógica para poder llegar a vivir en la satisfacción plena, en lo razonable del ser las criaturas predilectas de Dios, en la añoranza de llegar a la meta feliz y eterna de vivir en el amor junto a Él...Cuando el hombre hace así, puede decirse que ha comprendido perfectamente cómo desarrollar su vida en concordancia con lo que Dios quiere... Es el reconocimiento de lo grandioso de Dios, que merece un agradecimiento continuo y un compromiso de respuesta de fidelidad a lo que Él quiere que hagamos para ser verdaderamente felices...
En esa lógica de providencia de Dios, Él se preocupa, por lo tanto, de que cada uno tenga lo necesario para adelantar. En ocasiones, da todo lo que se necesita, cuando sabe que los hombres por nosotros mismos no podemos alcanzar la plenitud en aquello que se dona. Pero en otras ocasiones, nos da lo que necesitamos para "arrancar" y seguir adelante, haciendo crecer los dones que pone en nuestras manos, de manera que sea nuestro esfuerzo el que finalmente haga que todo llegue a donde debe llegar... Es lo que se conoce en el Evangelio como "talentos"... Son las riquezas, las capacidades, que Dios pone en nuestras manos para que podamos usar de ellas para nuestro bien y el de los demás. La felicidad consiste en hacer que los talentos crezcan, produzcan, procuren el bien para uno mismo y para los demás... Y serán mejor usados en cuanto los hagamos funcionar y multiplicar según las mismas capacidades que tenemos... Un talento es un don de Dios que debe ser puesto al servicio, pues será la única manera de hacerlo crecer. No es para esconderlo o para ponerlo a funcionar a lo mínimo, de manera que "no se pierda". Eso sería su muerte... Si el talento tuviera vida por sí mismo, quisiera siempre ser donado para mantenerse vivo y multiplicarse...
En esa lógica, los grandes talentos se multiplicarían dándolos: El amor crece cuando se ama, la fe crece cuando se da, la esperanza crece cuando se infunde en los demás, la valentía crece cuando se comporta uno valientemente... Los talentos no "se gastan", no "disminuyen" cuando se dan. Al contrario, se solidifican y crecen, y hacen que quien los vive y los dona. los multiplique en sí mismo... En contraposición, quien tiene amor y no ama asesina ese amor, quien tiene fe y no la transmite la pierde, quien tiene esperanza y no la infunde se frustra, quien es valiente y no se comporta valientemente se vuelve cobarde...
Esa misma lógica se vive en las demás cualidades con las que Dios nos ha enriquecido: inteligencia, voluntad, don de gentes, simpatía, facilidad de palabra, poder de convencimiento, solidaridad, caridad, consejo, piedad, justicia, prudencia, templanza... Cada una es un talento que es necesario fortalecer y multiplicar, practicándolo. No basta con sólo "querer mantenerlo", sino que es necesario por todos los medios practicarlos y darlos a los demás. Es la única manera como las haremos más y que se hagan beneficio para todos. Los talentos no nos han sido dados para un disfrute egoísta... Es absurdo, por ejemplo, tener facilidad de palabra para usarla en el espejo... Es absurdo haber recibido el sentido de la justicia para no aplicarlo en la búsqueda de la justicia para todos... No tiene sentido un talento escondido, enterrado, envuelto en un pañuelo... Ni se aprovecha, ni se permite que otros se aprovechen...
En la lógica de las capacidades no se puede un contentar con sólo sumar, aunque ya eso es bueno. ¡Qué extraordinario cuando uno pone sus talentos junto a los de los demás para que se sumen y hagan bien! Pero Jesús quiere que no sea sólo el resultado de una suma, sino que se multipliquen. Ponerlo junto al de los demás, de modo que no resulte una simple sumatoria, sino un inusitada multiplicación. No será un dos, como resultado de uno más uno... Será miles, cuando sumo mi talento al del otro, y al del otro, y al del otro...
No hacerlo producir nada es ya trágico... Y no hacerlo multiplicarse también... Debemos apuntar siempre a lo máximo. A la multiplicación... Nuestro talento debe unirse a los de los miles que también los han recibido.Resultará en una extraordinaria multiplicación... Y si unimos nuestros talentos, los que nos ha regalado Dios, a las mismas capacidades divinas, ya no será una simple multiplicación, sino que se irán al infinito, pues lo de Dios es siempre infinito. Unirse a Dios es la mejor multiplicación de los talentos que podemos hacer... No nos quedemos en los mínimos que significaría una terrible mediocridad. Vayamos a los máximos, a los niveles del mismo Dios, multiplicando nuestros talentos uniéndolos a los de los hermanos, y más, uniéndolos a las capacidades infinitas que Dios mismo tiene...
Ese Dios sigue siendo siempre providente. No hay un solo momento en el cual Dios no esté proveyendo para el hombre lo que necesita. En la parábola de las aves del cielo y los lirios del campo, Jesús lo explica perfectamente. Si Dios se ocupa de ellas, que son criaturas simples, que ha puesto en las manos del hombre para su disfrute, ¿cómo no se va a ocupar del hombre, que es su criatura predilecta, la más amada, la que ha llamado al compartir final y eternamente su amor para ser plenamente feliz? El Dios providente provee para el hombre todo lo que necesita para vivir bien, y el hombre debe reconocer que el origen de todos los bienes que recibe es el Dios del Amor que lo ha creado...
En ese doble reconocimiento, en el del origen de todos los bienes y el para qué son donados cada uno de ellos, está, podríamos decir, la lógica para poder llegar a vivir en la satisfacción plena, en lo razonable del ser las criaturas predilectas de Dios, en la añoranza de llegar a la meta feliz y eterna de vivir en el amor junto a Él...Cuando el hombre hace así, puede decirse que ha comprendido perfectamente cómo desarrollar su vida en concordancia con lo que Dios quiere... Es el reconocimiento de lo grandioso de Dios, que merece un agradecimiento continuo y un compromiso de respuesta de fidelidad a lo que Él quiere que hagamos para ser verdaderamente felices...
En esa lógica de providencia de Dios, Él se preocupa, por lo tanto, de que cada uno tenga lo necesario para adelantar. En ocasiones, da todo lo que se necesita, cuando sabe que los hombres por nosotros mismos no podemos alcanzar la plenitud en aquello que se dona. Pero en otras ocasiones, nos da lo que necesitamos para "arrancar" y seguir adelante, haciendo crecer los dones que pone en nuestras manos, de manera que sea nuestro esfuerzo el que finalmente haga que todo llegue a donde debe llegar... Es lo que se conoce en el Evangelio como "talentos"... Son las riquezas, las capacidades, que Dios pone en nuestras manos para que podamos usar de ellas para nuestro bien y el de los demás. La felicidad consiste en hacer que los talentos crezcan, produzcan, procuren el bien para uno mismo y para los demás... Y serán mejor usados en cuanto los hagamos funcionar y multiplicar según las mismas capacidades que tenemos... Un talento es un don de Dios que debe ser puesto al servicio, pues será la única manera de hacerlo crecer. No es para esconderlo o para ponerlo a funcionar a lo mínimo, de manera que "no se pierda". Eso sería su muerte... Si el talento tuviera vida por sí mismo, quisiera siempre ser donado para mantenerse vivo y multiplicarse...
En esa lógica, los grandes talentos se multiplicarían dándolos: El amor crece cuando se ama, la fe crece cuando se da, la esperanza crece cuando se infunde en los demás, la valentía crece cuando se comporta uno valientemente... Los talentos no "se gastan", no "disminuyen" cuando se dan. Al contrario, se solidifican y crecen, y hacen que quien los vive y los dona. los multiplique en sí mismo... En contraposición, quien tiene amor y no ama asesina ese amor, quien tiene fe y no la transmite la pierde, quien tiene esperanza y no la infunde se frustra, quien es valiente y no se comporta valientemente se vuelve cobarde...
Esa misma lógica se vive en las demás cualidades con las que Dios nos ha enriquecido: inteligencia, voluntad, don de gentes, simpatía, facilidad de palabra, poder de convencimiento, solidaridad, caridad, consejo, piedad, justicia, prudencia, templanza... Cada una es un talento que es necesario fortalecer y multiplicar, practicándolo. No basta con sólo "querer mantenerlo", sino que es necesario por todos los medios practicarlos y darlos a los demás. Es la única manera como las haremos más y que se hagan beneficio para todos. Los talentos no nos han sido dados para un disfrute egoísta... Es absurdo, por ejemplo, tener facilidad de palabra para usarla en el espejo... Es absurdo haber recibido el sentido de la justicia para no aplicarlo en la búsqueda de la justicia para todos... No tiene sentido un talento escondido, enterrado, envuelto en un pañuelo... Ni se aprovecha, ni se permite que otros se aprovechen...
En la lógica de las capacidades no se puede un contentar con sólo sumar, aunque ya eso es bueno. ¡Qué extraordinario cuando uno pone sus talentos junto a los de los demás para que se sumen y hagan bien! Pero Jesús quiere que no sea sólo el resultado de una suma, sino que se multipliquen. Ponerlo junto al de los demás, de modo que no resulte una simple sumatoria, sino un inusitada multiplicación. No será un dos, como resultado de uno más uno... Será miles, cuando sumo mi talento al del otro, y al del otro, y al del otro...
No hacerlo producir nada es ya trágico... Y no hacerlo multiplicarse también... Debemos apuntar siempre a lo máximo. A la multiplicación... Nuestro talento debe unirse a los de los miles que también los han recibido.Resultará en una extraordinaria multiplicación... Y si unimos nuestros talentos, los que nos ha regalado Dios, a las mismas capacidades divinas, ya no será una simple multiplicación, sino que se irán al infinito, pues lo de Dios es siempre infinito. Unirse a Dios es la mejor multiplicación de los talentos que podemos hacer... No nos quedemos en los mínimos que significaría una terrible mediocridad. Vayamos a los máximos, a los niveles del mismo Dios, multiplicando nuestros talentos uniéndolos a los de los hermanos, y más, uniéndolos a las capacidades infinitas que Dios mismo tiene...
martes, 19 de noviembre de 2013
Hora Santa para la Clausura del Año de la Fe
HORA SANTA
PARA LA
CLAUSURA DEL
AÑO DE LA FE
(Exposición del Santísimo. Se hace un Canto de
Adoración Eucarística u otro equivalente)
En la apertura del Año de la
Fe, el Papa Benedicto XVI nos dijo: “«La puerta
de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y
permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza
ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar
por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino
que dura toda la vida”.
Clausurar el
Año de la Fe es, por lo tanto, realmente, iniciar una andadura más consciente
en ella… Los cristianos jamás lograremos profundizar lo suficiente en la Fe,
que es el conocimiento de Dios, la confianza extrema en Él y en su amor, y el
escuchar y cumplir lo que nos pide amorosamente… Por eso, este es un camino que
no se acaba, y que tendrá su plenitud sólo en la presencia eterna y amorosa
delante de nuestro Dios.
Este Año de
la Fe ha sido para todos la oportunidad que nos ha dado la Iglesia para hacer
del nuestro, un caminar más consciente, más discernido, mejor vivido, del amor
que Dios nos ha tenido desde toda la eternidad y para siempre. Ha sido una
ocasión para responder más fielmente a ese amor con nuestro amor más maduro,
probado, sosegado, sereno, sólido…
A la luz de
los instrumentos que ha puesto en nuestras manos la Iglesia, hemos podido ir
avanzando en esas rutas de profundidad. La Sagrada Escritura, los Documentos
del Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica, han sido para
todos excelentes apoyos para alcanzar la solidez deseada. Con su Palabra, el
mismo Dios nos da la mejor iluminación posible. Y con el Vaticano II y el
Catecismo es la misma Iglesia la que pone en nuestras manos, como Madre, el
mejor discernimiento posible, pues ha sido hecho por Ella misma en su condición
de Maestra de todos.
Demos
gracias a Dios por llegar a este momento. Sepamos que este camino se abre para
todos, de modo que debemos seguir andándolo con la esperanza de crecer cada vez
más, siendo fieles a lo que nos convoca nuestro Padre, que es a su amor, a la
fraternidad y a vivir la ilusión de la eternidad feliz junto a Él.
Iniciemos esta Hora Santa en ese espíritu
filial. Abriendo el corazón a nuestro Padre, dejémonos abrazar por nuestra
Madre, la Iglesia, para que ambos nos sigan haciendo sentir su amor y nos hagan
desear más intensamente caminar siempre hacia nuestra meta, que es la plenitud
del amor y de la felicidad.
(Silencio interior y exterior, para entrar en el clima
de adoración ante el Santísimo)
EL TESORO
DE LA FE
“Abraham creyó contra toda
esperanza, para llegar a ser padre de muchos pueblos, conforme a lo que se le
había dicho: Así será tu descendencia. Y no se debilitó en la fe al considerar
su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la
esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa
de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido
de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual
también su fe le fue contada por justicia. Y no solamente con respecto a
él se escribió que le fue contada, sino también con respecto a nosotros a
quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los
muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras
transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Rm 4,18-25).
(Silencio de escucha interior de la palabra proclamada.
Luego, se pueden decir las siguientes u otras palabras)
Abraham es el modelo de
nuestra fe, nuestro padre y nuestro maestro. Su gesto de abandono radical en el
Señor, siendo casi totalmente desconocido para él, es la mejor demostración de
lo que debemos hacer todos, que sí lo conocemos y hemos probado su dulzura
entrañable. A pesar de ser Abraham nuestro maestro, nosotros lo aventajamos,
pues tenemos más evidencias de la actuación del Dios Todopoderoso y Amor en
nuestras vidas. Tenemos más evidencias y más razones para guardar sólidas
esperanzas… En medio de todos los avatares de la vida, sabemos bien que hay un
Dios que nos auxilia y nos consuela, que le da plenitud a nuestras alegrías y a
las metas que alcanzamos. Dios da, sin duda, un fundamento sólido a todo lo que
somos y vivimos…
(Minutos en silencio de contemplación)
MODELOS DE FE PARA LOS
HOMBRES DE HOY
MARÍA: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del
Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que va a nacer será santo y se
llamará Hijo de Dios… -Aquí está la esclava del Señor, que se cumpla en mí
según tu palabra…” (Lc 1,35.38).
PEDRO: “Jesús
preguntó a los doce: -¿También ustedes quieren marcharse? Simón Pedro le
respondió: -Señor, ¿a quién iríamos? Sólo tú tienes palabras de vida eterna.
Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios” (Jn 6,67-68). “Tú eres
el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,16).
CENTURIÓN: “-Señor,
no te molestes. Yo no soy digno de que entres en mi casa, por eso no me he
atrevido a presentarme personalmente a ti; pero basta una palabra tuya, para
que mi criado quede curado. Porque yo, que no soy más que un subalterno, tengo
soldados a mis órdenes, y digo a uno: “Vete”, y va; y a otro: “Ven”, y viene; y
a mi criado: “Haz esto”, y lo hace” (Lc 7,6-8).
CIEGO DE NACIMIENTO: “-Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí… -¿Qué
quieres que haga por ti? –Señor, que recobre la vista. –Recóbrala, tu fe te ha
salvado…” (Lc 18,38.41.42).
LADRÓN BUENO: “-¿Ni
siquiera temes a Dios tú, que estás en el mismo suplicio? Lo nuestro es justo,
pues estamos recibiendo lo que merecen nuestros actos, pero éste no ha hecho
nada malo… Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu reino… -Te aseguro que hoy
mismo estarás conmigo en el paraíso…” (Lc 23,40-43).
(Silencio de escucha interior, colocándonos en los
mismos casos de los personajes presentados, pensando sobre todo que muchos
hemos pasado por circunstancias similares y pruebas a nuestra fe… Luego, se
pueden decir las siguientes u otras palabras)
Cada uno de estos personajes es
modelo para nosotros. En momentos felices, o dolorosos, o de expectativas
firmes, nos hemos colocado también delante del Señor para decirle que sabemos
que Él tiene el poder, que nos ama infinitamente, y que puede ser el remedio
para nuestro mal, o la plenitud de nuestra felicidad, o quien llene
absolutamente todas nuestras expectativas. Nuestra fe se ha sentido probada en
muchas ocasiones, y en ellas la hemos podido acrisolar cada vez más para
hacerla más sólida y más madura. En nuestro caminar, jamás estamos solos. Dios
“pasa” continuamente a nuestro lado, más aún, camina con nosotros, se hace el
encontradizo, para que lo veamos y lo llamemos, clamando por su poder y por su
amor para que sea nuestro alivio y nuestro consuelo. No existe apoyo mejor que
el mismo Jesús. A Él debemos reconocerlo como nuestro Salvador, como el Mesías,
como el Hijo de Dios, quien puede mirarnos con amor, consolarnos de la mejor
manera, limpiar nuestras impurezas, hacernos recuperar la vista… Su mano
poderosa y amorosa está extendida hacia nosotros para que lo hagamos nuestro
compañero de camino, tomándonos firmemente de ella y no soltándonos jamás…
(Minutos de silencio
de contemplación)
CANTO: Por la Fe… http://www.youtube.com/watch?v=eFuh97FaBS4
UNA FE, UNA FAMILIA, UN DIOS
QUE NOS UNE EN FRATERNIDAD
“Muéstrense solícitos en
conservar, mediante el vínculo de la paz, la unidad que es fruto del Espíritu.
Uno solo es el cuerpo y uno solo el Espíritu, como también es una la esperanza
que encierra la vocación a la que ustedes han sido llamados; un solo Señor, una
fe, un bautismo; un Dios que es Padre de todos, que está sobre todos, actúa en
todos y habita en todos” (Ef 4,3-6).
(Silencio de escucha interior, tratando de asumir el
llamado de nuestra fe a vivir como hermanos, con un solo corazón. Luego, se
pueden decir las siguientes u otras palabras)
Nuestra fe no nos ha sido
dada para vivirla individualmente. Aunque es una experiencia personal, un don
que Dios nos da a cada uno y que debemos hacer crecer en nuestros corazones, su
plenitud se logrará sólo en la medida que la vivamos con los demás. Ellos,
nuestros hermanos, han recibido también la misma fe, y con ellos nos hacemos
más sólidos en la confesión y la vivencia de ella… Más aún, en cristiano,
aunque la fe sea un regalo personal de Dios a cada uno, se entiende su vivencia
únicamente en la medida en que se trate de hacerlo en común y de llevarla a
quien no la tiene. Si hemos recibido ese regalo de Dios no es para que nos lo
quedemos en un disfrute egoísta, casi narcisista. Eso sería asesinarla. La fe
es para los demás, saliendo desde nosotros, desde nuestros corazones
convencidos de que es lo mejor. Llevar la fe a los demás es una cuestión de
amor. Por amarlos, queremos que vivan ellos también nuestra solidez, la
realidad profunda que nos sustenta. No queremos que tengan el vacío existencial
de quien no tiene una referencia a lo Absoluto, a lo fraterno, a lo eterno… Más
aún, el aumento de nuestra fe está en la misma proporción en que nos
preocupemos por hacerla llegar a los demás, como dijo el Beato Juan Pablo II:
“La Fe se fortalece dándola”… Y es en esos actos en los que se sustentará la
credibilidad de lo que creemos y confesamos, cuando la hagamos común con todos,
los humildes, los sencillos, los menos favorecidos… “Muéstrame tu fe sin obras,
que yo por mis obras, te mostraré mi fe”, decía el Apóstol Santiago…
(Minutos de silencio de contemplación)
CANTO: Un solo Señor http://www.youtube.com/watch?v=lwW0F2prSLM
CONFESIÓN DE LA FE
Unámonos todos, con una sola
voz, en la confesión de nuestra fe, la misma que motivó a tantos en toda la
historia, desde los Apóstoles hasta nuestros días, pasando por los santos
confesores, los santos mártires, los santos consagrados, los santos laicos, los
santos anónimos… La que nos enseñaron nuestro padres y han vivido tantos y
tantos en todos los momentos grandes y pequeños de la historia de la Iglesia…
Creo en un solo
Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de
todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor,
Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los
siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios
verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por
quien todo fue hecho; que por nosotros lo hombres, y por nuestra
salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se
encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa
fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y
está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con
gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu
Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del
Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y
gloria, y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia, que
es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo
bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los
muertos y la vida del mundo futuro. Amén.
PRECES DEL PUEBLO
Al finalizar este Año de la Fe, recurramos con
confianza al Padre de todos, Dador de todos los bienes, particularmente del Don
de nuestra Fe, y supliquémosle:
-Por el Santo Padre, el Papa
Francisco, que tiene la misión de confirmarnos en la Fe, para que crezca
siempre en su solidez, y nos pueda transmitir con convicción suprema la
doctrina y nos anime a la vivencia de la alegría cristiana de nuestra fe.
Roguemos al Señor
-Por los Obispos, los
Presbíteros y los Diáconos, Maestros y Pastores en la fe del pueblo de Dios,
para que siendo fieles al mandato supremo que han recibido, puedan siempre
conducir a la grey de Jesús hacia los pastos buenos que la mantengan saludable
y fuerte. Roguemos al Señor
-Por los Consagrados, para
que sean siempre signo vivo de la fe que todo el Pueblo de Dios está llamado a
vivir, en la profesión de los Consejos Evangélicos. Roguemos al Señor
-Por los Padres y las Madres
de Familia, para que sean el primer manantial del cual beban los hijos las
aguas puras de la fe cristiana, y para que sean testimonio para ellos de una
vivencia esperanzada y firme de las realidades cristianas. Roguemos al Señor
-Por todo el Pueblo de Dios
que termina hoy la celebración de este Año de la Fe, para que madurando cada
vez más en el compromiso cristiano, asuma su responsabilidad de ser fermento en
la masa y grano de mostaza en medio de toda su realidad, y haga llegar el
mensaje de salvación, de amor y de misericordia de Dios a todos los hombres. Roguemos
al Señor
Dios Padre Todopoderosos, Fuente, Sustento y Fin de
todas nuestras vidas, escucha amoroso la plegaria que te dirigimos, y haznos
caminar siempre hacia ti para que lleguemos alegres a la vivencia plena del
Amor, que nos anima a vivir creciendo en la Fe hoy y siempre. Te lo pedimos a
tí, que eres el Amor, y que vives y reinas por siempre, con Jesús y en la
unidad del Espíritu Santo, tu amor eterno, por los siglos de los siglos. Amén
PADRE NUESTRO, AVEMARÍA Y
GLORIA
Uniéndonos como hermanos,
sabiendo que es nuestro Padre Dios el que nos convoca y nos integra en la
familia de la Iglesia, junto a nuestro Hermano Mayor, que nos ha regalado
amorosamente a nuestra Madre María, nos unimos en una sola voz:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea
tu Nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras
ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes
caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén
Dios te salve, María. Llena eres de gracia, el Señor
es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu
vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros
pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre, por los
siglos de los siglos. Amén
SIGNOS DEL AÑO DE LA FE
(Para finalizar, tres personas distintas se colocan al
frente, cada una con la Biblia, los Documentos del Concilio Vaticano II y el
Catecismo de la Iglesia Católica, respectivamente. Y en su momento, cada uno
dice)
BIBLIA: Tu
Palabra, Señor, nos ha iluminado el camino durante este Año de la Fe. Haz,
Señor, que ella siga siendo el faro que nos guía, la voz que nos fortalece, el
alimento que nos hace avanzar firmes. Nos comprometemos a seguir haciendo de tu
Palabra nuestro apoyo más sólido en la Fe…
Todos: ¡NOS COMPROMETEMOS ANTE TI, PADRE AMOROSO!
CONCILIO VATICANO II: El Magisterio de la Iglesia, Padre, nos ha acompañado
fielmente durante todo este Año de la Fe. Como buenos Pastores, nuestros guías
nos han recordado lo que la Iglesia y el mundo necesitan para hacerte presente
cada vez más en ellos. Nos comprometemos, Señor, a ser fieles a lo que la
Iglesia nos enseña a través de la palabra de nuestros Pastores y a hacer
presente su enseñanza en todas nuestras realidades…
Todos: ¡NOS COMPROMETEMOS ANTE TI, PADRE AMOROSO!
CATECISMO: Hemos
profundizado, Padre, durante este Año de la Fe, en las verdades fundamentales
de nuestra fe. Las conocemos mejor y procuramos vivirlas más conscientemente.
Nos comprometemos, Señor, a seguir discerniendo bien los contenidos doctrinales
de nuestra fe y a seguir siempre tratando de vivirlos con la mayor fidelidad en
todos los momentos de nuestra vida…
Todos: ¡NOS COMPROMETEMOS ANTE TI, PADRE AMOROSO!
(El Presidente dice)
Padre amoroso y dador de
todos los bienes, acepta nuestros compromisos, bendícelos y haz que los
cumplamos con la mayor fidelidad. En su cumplimiento está nuestra plenitud y
nuestra felicidad. Mira nuestros corazones y descubre en ellos la sinceridad
con la que los asumimos… Confiamos en que tu Gracia nos acompañará siempre y
nos hará ser firmes en ellos. Los colocamos ante ti, que eres el Amor y la
Gracia, y que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén
BENDICIÓN FINAL CON EL SANTÍSIMO
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