viernes, 15 de noviembre de 2013

Mucho gusto... Soy Dios...

Entre las cosas más evidentes que tenemos en nuestra historia personal, está la de la presencia de Dios en nuestras vidas. Desde el mismo principio de nuestra existencia Dios mismo se encargó de que esta fuera una de las convicciones más sólidas que pudiéramos tener. El relato que nos hace el autor sagrado del libro del Génesis nos deja bien clara esta intencionalidad divina. Dios no simplemente creó al hombre, dejándolo abandonado a su suerte, sino que se quiso hacer íntimo de él. Es entrañable la forma como se nos presenta a Yahvé bajando todas las tardes al Edén para tener un encuentro amistoso con el hombre, criatura predilecta suya y charlar "largo y tendido". Es precisamente en una de esas veces que Dios bajaba a encontrarse con el hombre que Él "descubre" que el hombre ha sido infiel a su amistad, pues no lo encuentra, al estar éste escondido para que no lo descubriera desnudo...

Esa historia Dios ha querido mantenerla siempre. Él es inmutable y fiel. Por lo tanto, jamás cambiará su forma de ser y buscará con empeño al hombre para tener esos encuentros de intimidad continuos. Y las vías serán innumerables. Muchas serán las formas en las cuales Dios se nos hará el encontradizo para que nos enriquezcamos con su presencia. La primera y más básica, siendo la que tenemos todos más a la mano, es la que se nos presenta con solo vivir con la conciencia de estar rodeados por esa presencia suya que "todo lo llena". Como dice la bella frase: "Donde quiera que extiendo los brazos, nado en el esplendor de Dios". Es la capacidad que Dios ha colocado en cada uno de nosotros para que podamos descubrirlo en todo lo que está a nuestro alrededor. En la línea de San Pablo, que nos dice que "Desde la creación del mundo, lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad, se ha hecho visible",e coloca el autor del Libro de la Sabiduría: "Por la magnitud y belleza de las criaturas, se descubre por analogía el que les dio el ser..." Es el conocimiento natural de Dios, al que podemos llegar descubriéndolo como superior de aquello que ha salido de sus manos creadoras...

Lamentablemente, muchos se han quedado en la belleza y magnificencia de lo creado, y no han usado esto como trampolín para saltar a lo superior. Se quedan en la admiración de lo creado, llegando incluso a adorarlo, rindiéndole el culto que sólo se debe a la Causa final de todo lo que existe, que es Dios. Es la lamentación que hace el escritor de la Sabiduría: "Fascinados por su hermosura, los creyeron dioses..." Es la historia que se repite una  y otra vez... Los hombres quedan fascinados de las cosas, de lo que él mismo ha logrado, de lo que es él mismo, de la tecnología, de las ciencias, de sus construcciones maravillosas..., y detienen allí sus ansias de infinito, quedándose con la criatura. El camino queda truncado y las ansias de más se detienen allí, dejando una sensación continua de insatisfacción. Por eso, como el hombre queda con hambre, busca más y más por el mismo camino, con la consecuencia de alejarse más y más de la meta añorada...

Ante esta realidad, habiendo querido Dios darse a conocer por lo que salió de sus manos, y no habiéndolo logrado del todo, ya no deja las cosas así, sino que emprende un camino inédito en todas las religiones. Si en cualquiera de las rutas por las cuales el hombre puede ponerse en contacto con Dios, es decir, en cualquiera de las religiones, el camino lo emprende el hombre para poder llegar lo más alto posible pretendiendo llegar hasta Dios, en el cristianismo la ruta se hace inversa. Ya no es el hombre el que va en busca de Dios -con el consecuente y comprobado peligro de equivocar la ruta-, sino que es Dios el que sale al encuentro del hombre. "Y el Verbo de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros". La ruta del encuentro con Dios la abre Él mismo en Jesús, que es el Dios que se hace hombre, para traernos todo lo infinito ya no de forma sugerida en las criaturas, sino invadiendo con su misma presencia la historia de la humanidad. Oculto en el Niño de Belén está ese Dios que se ha hecho infinitamente solidario con el hombre, asumiendo nuestra condición indigente... La historia humana se enriquece con el personaje más maravilloso que la ocupa. El hombre Jesús, en el cual está Dios. Dios se ha hecho de un cuerpo para ocupar un espacio físico entre nosotros, caminando junto a nosotros en nuestra historia cotidiana, sufriendo nuestros mismos dolores, compartiendo nuestras mismas alegrías. Nos ha traído su amor y lo ha hecho carne para que no quede sólo en idea, sino en realidad absolutamente tangible...

Ese Jesús nos ha dicho quién es Dios, cómo es Él con nosotros, hasta dónde es capaz de llegar. Nos ha revelado su misterio más profundo y escondido, aun cuando queda todavía en la penumbra hasta que no haya plenitud en la eternidad junto a Él, cuando vivamos esa condición del amor sublime y sin velos... Jesús nos ha dicho a cada uno: "Mucho gusto... Yo soy Dios. Soy el que te ha creado, el que ha querido revelarse a través de todo lo creado. Pero como he visto que no has sido capaz de descubrirme del todo y algunas veces te has equivocado de ruta, he querido hacerme presente para que ya no tengas necesidad de más nada para conocerme. Mucho gusto... Te doy mi amor entero. Estoy dispuesto a lo que sea con tal de que me conozcas en mi más profunda intimidad. Ya verás de lo que soy capaz de hacer por ti, porque te amo infinitamente, más de lo que tú te puedes imaginar, más de lo que tú mismo te puedes amar, más de lo que te podrá amar nadie sobre la tierra... Quiero hacerme el camino para que llegues a Dios. Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Sin mí no podrás hacer nada... Pero precisamente como te amo, te digo que así como sin mí no puedes hacer nada, conmigo lo puedes hacer todo... Mi amor, mi presencia en ti, te hará invencible en el camino hacia el Padre... Yo soy el Pontífice, el que hace el puente, entre la humanidad y la divinidad... Úsame para que puedas llegar a Él. No me eches a un lado, pues me he hecho hombre para ser tu puente... Te amo infinitamente y doy mi vida por ti..."

Ese Dios tiene la mano tendida hacia nosotros. Se presenta y quiere que nosotros tomemos su mano y nos presentemos también. "Hola Dios... Soy fulanito de tal... Y estoy profundamente necesitado de Ti. Lléname de tu amor"

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