Hoy, hace exactamente 80 años, nació el viejo Viloria, mi papá. Ramón José Viloria nació en una familia extraordinariamente humilde, de ocho hermanos. Sólo una hembra, mi tía Ana, entre 8 varones. Juan, Hermógenes, Rafael, Ramón, Jesús (Chui), José (Longo) y Nelson. Siempre nos contaba historia hermosas de su abuelito, que lo trataba con mucho cariño y le enseñaba muchas cosas para la vida. Mi abuelita Angélica vivió muchos años con nosotros. Es un personaje esencial en mis recuerdos de infancia. Graciosa como buena maracucha, en sus buenos tiempos, pues tenía ciclos de enajenación (supongo que una especie de demencia senil), que la hacía ser otra persona, aunque no representaba ningún peligro, pues estaba muy bien medicada para eso... En esos tiempos raros se ponía más graciosa de lo que era normalmente. Recuerdo a mi papá y a mi mamá siempre pendientes de ella. De niños, mi abuelita iba a la escuela a buscarnos para traernos a casa. Toda un fiesta...
Pues bien, mi papá nació y creció en medio de la humildad más extrema. Para una mujer que estaba prácticamente sola, sin medios económicos para poder echar cómodamente una familia numerosa adelante, me imagino a mi abuelita haciendo malabares para echar adelante a ocho niños... Gracias a Dios, pudo hacerlo, con la ayuda de mi bisabuelo... El viejo Viloria trató desde niño de ser responsable. Estudió, con la conciencia clara de que era la manera como iba a salir de la pobreza. Y lo hizo de verdad muy bien...
Recuerdo que nos contaba que mi tío Juan, el mayor, que tuvo que empezar a trabajar desde muy temprano en la petrolera, fue su principal apoyo para que pudiera seguir sus estudios. En aquel tiempo, uno de los trabajos más apetecibles por representar ingresos inmediatos, era el de chofer. Al terminar su educación básica, mi tío Juan le puso a mi papá una elección: "O te pago el título de manejar, y podéis ser chofer, o te pago los estudios en la Normal de Rubio, para que seáis maestro... Vos decidís..." Mi papá pensó en el futuro. La propuesta del título era realmente muy atractiva, pero don Ramón se decidió por seguir sus estudios... Decisión providencial...
Y así, se fue a estudiar a la Normal de Rubio. Y allí conoció al amor de su vida -y de nuestra vida-, a doña Ligia Esperanza Pinzón Chacón, estudiante como él en la Normal. Dos jovencitos que estaban forjando su futuro docente. Se enamoraron y decidieron casarse. Mi mamá influyó extraordinariamente en la espiritualidad de mi papá. Él ya era un hombre religioso, por la formación cristiana que había recibido en su casa. Pero mi mamá fue la que pulió esa piedra bruta y la convirtió en piedra preciosa... La formación cristiana de mi mamá era muy buena. Su espiritualidad muy profunda. Era, sin lugar a dudas, una mujer santa. En algunos momentos de su vida de niña y de joven, pensó seriamente si su vocación no sería la de religiosa. Particularmente pienso que hubiera servido para eso, pues su vida de intimidad con Dios era de verdad sorprendente. Mi mamá se levantaba a medianoche sólo para rezar al menos una hora. Y lo hacía como sacrificio que agradaba a Dios... El estar en contacto con esa mujer santa, lo hizo también a él santo...
Mi papá, unos tres años después de casados, en el mes de octubre del año 1959, hizo el Cursillo de Cristiandad -el 2do. de Venezuela-, y encontró su tesoro escondido, su perla preciosa... La vida apostólica lo conquistó absolutamente.Conjugó perfectamente su carrera de docente con sus ocupaciones apostólicas. Su turno como Supervisor del Ministerio de Educación era el nocturno, lo cual le dejaba las mañanas "libres". Y se decidió a trabajar "ad honorem" en el MCC, como Secretario. Y era realmente la mano derecha del P. Cesáreo Gil, otro santo del cual bebió más aún para forjar su propia santidad... El viejo Viloria fue uno de los dirigentes más destacados del MCC de Venezuela. Confieso que, como muchos, admiré su entrega, su disponibilidad, su espiritualidad, su conocimiento de la fe y del magisterio de la Iglesia... Era de maravillarse como citaba frases de documentos del magisterio textualmente, apuntando incluso los números, sólo de memoria... Su facilidad de palabra y sus conocimientos de la doctrina eran tremendos, lo cual lo hacía un charlista excepcional...
Todo eso lo conjugó perfectamente con su vida familiar.. El buen profesional y el gran apóstol, era un esposo dedicado y un padre ejemplar... A pesar de su carácter fuerte, del cual hacía gala no pocas veces, su afabilidad y sus detalles con la vieja era realmente tiernos. Recuerdo sus lágrimas cuando le diagnosticaron a mi mamá el cáncer de seno que le fue extirpado... Se le vino el mundo abajo. Y luego, en todas las penurias de salud que tuvo mi mamá, parecía "un pollito mojado". Ya al final, cuando ambos estaban malitos, su gran preocupación era sobre quién se iba a ser cargo de cuidar a mi mamá, cuando él ya no pudiera. Estaba pendiente de cada pastilla que tenía que tomar ella, de los horarios, de la dieta... Lo que menos le preocupaba era su condición, pues estaba más pendiente de la de ella... Con nosotros, los tres hijos, era sumamente exigente. No se contentaba con que fuéramos unos más del montón. Nos exigía ser los primeros. Y no se paraba en formas para exigirlo. Tenía que ser así, y punto... La verdad es que no le dio mal resultado. No es que seamos excepcionales, pero sí nos inculcó la necesidad de hacer buenos esfuerzos en todo. Nos lo dejó como marca de fábrica...
Mi papá en la familia era excelente... Con mi mamá decidieron que cada dos años iríamos a un país distinto a conocer... Así conocimos Colombia, México, Estados Unidos, Guatemala... En esos viajes los viejos eran únicamente nuestros y los aprovechábamos exprimiendo el gozo de cada segundo con ellos... Recuerdo siempre en Bogotá, jugando un billarín -billar enano- que compró para regalárnoslo, con los dientes morados por unas remolachas que se había comido -con unos palitos encima, que lo hacían simpatiquísimo-... Cuando estaba de buenas, gracias a Dios, la mayoría de las veces, era sabroso sentarse con él a hablar, estando pendientes de que lo que dijera tuviera sentido, porque nos gastaba bromas a cada rato y nos hacía quedar como tontos... En las fiestas de la familia, aunque no era un experto bailarín, las sobrinas se peleaban por bailar con él, pues no sólo bailaba, sino que hacía una fiesta particular con la que bailara...
Y nuestra formación y vivencia religiosa fue por las mismas rutas... Desde niños, nos integró a la vida de la Iglesia. Pertenecimos a grupos juveniles de la parroquia, cantábamos en las misas, hacíamos las lecturas... Hicimos el Cursillo de Cristiandad... Todo, por el testimonio que nos daban los viejos continuamente.. Somos, mientras ellos estuvieron y ahora, una familia de fe. Es el tesoro que nos dejaron. Tengo en mi mente una imagen imborrable: Antes de dormir, los dos viejos -mi mamá acostada y mi papá sentado en el borde de la cama-, rezando el rosario -invariablemente, todos los días-, después de la inmensa lista de intenciones que leía mi mamá, pues las tenía escritas en uno de sus innumerables cuadernitos de oraciones... Quizás en ocasiones, yo no he respondido a lo que ellos sembraron en nosotros, pero en todo caso, las veces que he fallado ha sido por elección personal, yendo en contra de lo que ellos nos enseñaron, nunca por responsabilidad de ellos... Ese testimonio se mantiene fresco, vivo, comprometedor, exigente, cuestionador... Es altísima la meta que nos dejaron los dos. Y particularmente él...
Una semana antes de cumplir los 75, hace ya cinco años, el viejo Viloria murió... Cuando subí las escaleras para darle la noticia a mi mamá, le dije: "Mamá, el viejo acaba de triunfar". En un primer momento, mi mamá no entendía... Y le repetí: "Mi papá ya triunfó"... Y estoy convencido de que es así. La muerte para el viejo Ramón fue su triunfo... Todo lo que sembró, había llegado la hora de cosecharlo... Y estoy convencido que ha sido una cosecha abundantísima... En su familia, en su trabajo, en su apostolado, regó infinidad de semillas... Y hace casi tres años, se completó con la vieja llegando al cielo... Se les acabó su ciclo terreno. Y empezaron el ciclo más bello, el más esperado, por el cual ambos suspiraban, y al que anhelamos llegar sus hijos: al cielo de la eternidad, para ver la belleza sin velos del Dios del amor, el que les dio el sentido pleno a toda la existencia de ambos...
Ciertamente esos viejos dejaron una herencia de FE AUTENTICA, de una disposición inagotable al servicio, imposible olvidar sus oraciones constantes por vocaciones sacerdotales y religiosas, por matrimonios llenos de Cristo... IMPOSIBLE mi Monsem olvidarme de ellos... Yo tuve el gusto y el placer de bailar con mi viejo y fue realmente un BONCHE jejeje lo disfruté demasiado, pero disfruté mucha más verlo bailar con LIGIA, ya los dos viejitos y tan enamorados, los ojos con un brillo precioso y esa sonrisa preciosa de amor de los dos. Experiencias con los Viloria Pinzón no son muuuuchas, pero todas y cada una preciosas. Ramón y Ligia sé que ustedes ya gozan de la felicidad plena, así pues, sigan Bendiciéndonos desde lo alto.
ResponderBorrarAsí es Yohana... Los viejos dejaron una impronta impresionante... Siento un legítimo orgullo de haber tenido unos padres tan excepcionales... Agradezco a Dios infinitamente eso... Un besote. Saludos a Angelo y a Agapito Eustaquio. Dios te bendiga
BorrarQue Dios nos dé la suficiente fortaleza, fe y celo apostólico del viejo Ramón, para por lo menos llegarle por los tobillos!!! Que Dios lo tenga en su Gloria!!!
ResponderBorrarAmén!!! La medida es alta, Gerson... Nos la dejó bien difícil el viejo... Pero a pesar de los fallos, hay que seguir intentándolo, con la gracia de Dios... Un besote. Saludos a Helenita y a los chamos. Dios te bendiga
BorrarBravo por "el viejo Viloria", de quien puedo decir con orgullo, fuimos AMIGOS. Un gran abrazo para el "joven" Viloria
ResponderBorrarQuerido Eugenio, mi papá se consideró también buen amigo tuyo. Te tenía en alta consideración... Y seguramente desde el cielo tienes un tremendo intercesor en él. Gracias por tus saludos. Saludos los tuyos. Dios te bendiga
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ResponderBorrarSolo doy gracias a Dios por haber conocido a la familia Viloria (padre e HIjos) todos y cada uno son y fueron un testimonio del amor de Dios. La entrega de la que habla Monseñor de su madre y su padre la pude compartir en reflexiones, en cursillos de dirigentes etc.y de verdad la fe y entrega de esos dos eran contagiosas. Solo pido por Monseñor y el resto de la familia para que Dios le conceda fortaleza, constancia y perseverancia para que sigan dando ese TESTIMONIO HEREDADO de sus santos padres. Dios les bendiga
ResponderBorrar¡Gracias Nancy! La verdad es que no me canso de dar gracias a Dios por esos dos regalos que puso en nuestro camino... Contamos con esas oraciones, para llegarles aunque sea a los tobillos... Saludos a los tuyos. Dios te bendiga
BorrarBendito sea Dios!... Gracias Ramón por "complacerme" y no hacerme buscar yo... Lo hiciste tu y lo hiciste muy bien...! Te felicito, es exactamente lo que cualquier hijo puede decir de sus padres, pero además, escribiste a la altura de hijo no de cura ni mucho menos, solo como un hijo que quiere expresar ese bello recuerdo vivido entre la familia.... Solo te faltó ( y fue lo que te pedí cuando te hice leer mi biografía familiar matrimonial hace ya tres años, no se si lo recuerdas) agregar fechas, esas fechas tan importantes de la familia, matrimonio, nombre de la prole (aunque muchos las conocemos) y alguna que otra anécdota de el en cursillos.... Igual repito te felicito, escribiste con el corazón, con el amor de hijo citando ese recuerdo publicable y de inmediato.... Gracias, ahora te pido que me dejes enviarlo a la pagina aquella que también te he citado cual es "SERVIDORES DEL SEÑOR" O A LA "GALERIA", son muy dignos de estar allí, Dios quiera que muchos hijos se atrevan a poner estas breves líneas de esos hombres y mujeres que fueron "los pilares" del MCC en Venezuela.... hoy te digo: QUE DIOS TE BENDIGA Y QUE MARIA TE SIGA LLEVANDO DE SU MANO!....
ResponderBorrar¡Gracias Mono! La verdad es que es muy poco lo que he puesto del viejo y de la vieja... Podrían relatarse miles de anécdotas, como te podrás imaginar... Pero bueno... Ya habrá tiempo de decir otras cosas... Por supuesto que puedes publicarlo donde quieras. Vale la pena dar a conocer la vida de quienes nos antecedieron -el viejo Viloria y miles más-, para que nadie piense que es imposible avanzar en al santidad en medio de la cotidianidad... Un abrazo. Saludos a Gloria y a todos. Dios te bendiga
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