jueves, 19 de noviembre de 2020

También el llanto de Jesús nos salva

 Catholic.net - Jesús llora sobre Jerusalén

Entre los relatos del Evangelio, ricos y significativos, nos encontramos con algunos que nos conmueven profundamente, pues habiendo entendido bien hasta ahora las maravillas que han sucedido con Jesús, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo de Dios, el gran Verbo Eterno del Padre, que se hace hombre para asumir desde la misma condición humana, que no era natural en Él, la gran obra de rescate que había sido diseñada por el Padre para reconquistar al hombre que le había dado al espalda, y que necesariamente tenía que contar con su concurso fundamental y esencial, pues "lo que no es asumido no es redimido", hemos asistido a todos esos pasos que nos ha dejado claro quién es Él y hasta dónde está dispuesto a llegar. Se ha hecho niño, ha crecido en una familia humana, se ha desarrollado bajo su amor y su protección, se ha sometido a la autoridad humana de sus padres con toda obediencia, ha vivido la misma humanidad de cualquiera de sus conciudadanos. Ha hecho las maravillas más extraordinarias en favor de todos, en especial de los más necesitados y débiles, demostrando que su amor humano y divino van al unísono pues su interés definitivo no es otro que el bien del hombre. Así lo vemos satisfecho al convocar a los discípulos para que sean sus compañeros de camino, abandonando una posible soledad que seguramente no iba a ser nada atractiva para Él, pues Él se sintió bien y disfrutó siendo hombre, y repartiendo ese amor que el Padre le había enviado a llevar. Lo vemos acercándose a los pobres, a los lisiados, a la viuda sola, a los leprosos, a los ciegos, a la mujer rechazada y condenada, al pecador público que sentía la soledad que experimentaba a causa de quienes lo rechazaban y despreciaban. Todo forma parte de esa maravilla que representó su vida para la humanidad y de la que todos somos beneficiarios. Aunque no hayamos estado en el momento histórico que correspondió a Jesús, sí es nuestra historia, la que también nos toca y nos enriquece y nos llena del gozo de vivir ese mismo amor, exactamente el mismo, que vivieron cada uno de esos personajes. Y se da en la circunstancia vital de Jesús este acontecimiento que nos habla de una perfecta humanidad, nada distinta a la nuestra, en la que vive con la máxima intensidad la experiencia del dolor y del desasosiego ante la posible dureza de quienes no terminaban de entender su mensaje y su llamada, que era el empeño de lograr lo mejor para todos, a pesar de que en los corazones de los hombres se diera alguna reticencia empecinada por querer mantener una circunstancia personal que los hacía perder la mejor perspectiva que se les presentaba. Un dolor previo había vivido Jesús con la muerte de su amigo Lázaro, a quien como a toda la familia, amada con delicadeza. Pero fue una muerte que, aunque dolorosa, se redujo más a lo circunstancial de la amistad cercana y sabrosa: "Miren cuánto lo amaba". Hoy, nos encontramos con un dolor distinto, profundo, desgarrador: "En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, lloró sobre ella, mientras decía: '¡Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos'".

La situación de Jesús, al acercarse a Jerusalén, es la de quien ha hecho todo lo posible por mover el corazón de aquellos por los que ha venido a entregarse. Su amistad con Lázaro, Marta y María, era la amistad de quien ama bien, con cariño humano y cercano, de quien se sentía su familia, cercano, y de quienes recibía las manifestaciones humanas de amor que cualquiera de nosotros querría recibir. Pero en ese caso hay algo mucho más intenso, mucho más profundo. La presencia de Jesús en Jerusalén es la presencia en la ciudad santa, la que representa el centro de la fe de Israel, la que debe ser la primera en escuchar, ver, vivir, la noticia más grandiosa de la salvación, para la que Jesús desde el principio había comunicado al Padre una intensión superior e insuperable: "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad". Y su voluntad era la del rescate del hombro, por encima de cualquier otra motivación. Todo lo había hecho de modo que cada hombre entendiera esa finalidad. Pero, aparentemente, no le estaba saliendo bien. Las lágrimas de Jesús pueden ser entendidas equivocadamente, creyendo que son como una especie de fracaso en la que se declaraba impotente. Pero no es así. Son lágrimas que más bien buscan que se dé una reacción. Hasta ahora el entusiasmo general ha sido la tónica de todos. Pero aún aquellos que se ciñen a lo suyo son capaces de no dar su brazo a torcer, y empeñados en mantener sus pequeñas conveniencias y prerrogativas, dejando a un lado la obra que marcará definitivamente su vida, aun a costa de la entrega de la vida de quien los ama más que ellos mismos se aman: "Vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco de todos lados, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el tiempo de tu visita". Jesús anuncia lo que sucederá a quienes se nieguen a su amor o a dejarse conquistar por su obra de rescate, a quienes prefieran mantenerse en su egoísmo y en su vanidad, poniendo en lisa todo lo que puede ser de beneficio no solo momentáneo, sino eterno. El beneficio de Jesús apunta sobre todo a lo que vendrá en la eternidad de gozo y alegría plena del futuro, pero no se reduce a eso. Tiene que ver con la fraternidad mutua, con el establecimiento de la justicia actual, con la solidaridad que nos hace verdaderamente uno a todos. La eternidad será consecuencia de lo que alcancemos ya desde ahora en lo que hagamos. No tiene solo que ver con una eternidad en la que hay desentenderse total de lo actual. Así no actúa Dios. Y por eso, así tampoco actúa Jesús. Nos quiere suyos ya, ahora. Pero para que seamos definitivamente suyos en la eternidad. El llanto de Jesús no es un llanto paralizante. Es un llanto insistente, que quiere que reaccionemos, que nos quiere junto a Él, que nos quiere activos con Él. Ilusionados con esa obra de amor en la que quiere que nos integremos y que disfrutemos pues es para nosotros. Al fin y al cabo Él no se beneficia, pues ya posee todos los beneficios posibles al ser Dios que se ha hecho hombre. El beneficio es para nosotros. Para nadie más. Y por eso llora cuando lo rechazamos tontamente.

Pero el fin no puede ser distinto que el del beneficio definitivo que se nos quiere dar. Dios es el infinitamente generoso. El rechazo del hombre jamás podrá ser suficiente para hacerlo desistir de su empeño de amor. Su amor por nosotros es infinito, eterno y jamás desaparecerá. Cuando los hombres lloramos podemos llegar a sentir desilusión y deseos de dejarlo todo. Dios jamás lo vivirá así. Jesús llora, sí. Y se duele, también. Pero en esas mismas lágrimas se confirma su empeño de amor. El llanto de Jesús lo hace amar más, pues sabe perfectamente el bien que acarrea a quienes ama. Incluso a aquellos que lo rechazan en su momento por su tonta obstinación absurda. El empeño del hombre se basa sobre todo en el deseo de mantener una situación que él mismo a veces se percata que no es suficiente para motivarlo a vivir mejor. Las pocas ganancias no solo materiales que pueda tener, serán siempre menores a las que le ofrece el amor. Basta que se dé el paso adelante para descubrir dónde está lo mejor. Jesús llora con la esperanza de que el mismo hombre reaccione, cuando descubra lo inmensamente mejor de lo que se le está ofreciendo: "Yo, Juan, vi en la mano derecha del que está sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, y sellado con siete sellos. Y vi a un ángel poderoso, que pregonaba en alta voz: '¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?' Y nadie, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro ni mirarlo. Yo lloraba mucho, porque no se había encontrado a nadie digno de abrir el libro y de mirarlo. Pero uno de los ancianos me dijo: 'Deja de llorar; pues ha vencido el león de la tribu de Judá, el retoño de David, y es capaz de abrir el libro y sus siete sellos'. Y vi en medio del trono y de los cuatro vivientes, y en medio de los ancianos, a un Cordero de pie, como degollado; tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados a toda la tierra. Se acercó para recibir el libro de la mano derecha del que está sentado en el trono. Cuando recibió el libro, los cuatro vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante el Cordero; tenían cítaras y copas de oro llenas de perfume, que son las oraciones de los santos. Y cantan un cántico nuevo: 'Eres digno de recibir el libro y de abrir sus sellos, porque fuiste degollado, y con tu sangre has adquirido para Dios hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios un reino de sacerdotes, y reinarán sobre la tierra". Es el fin hacia la plenitud. Es a lo que estamos llamados. Ciertamente llegará ese momento de definición total, en el que gracias a que nos dejemos conquistar, dejando a un lado reticencias personales, valorando lo que realmente hay que valorar, entenderemos que esa es nuestra finalidad y nuestra plenitud. Por supuesto nos sigue correspondiendo hacer nuestra parte, desechando muchas cosas que aún podemos estar valorando erradamente. Dentro de todo ese plan maravilloso de Dios sobre nosotros, seguirá estando también siempre la humanidad que poseemos con sus virtudes y sus carencias, con la posibilidad de nuestra falta y de nuestro error. Pero mirando a quien se entrega por nosotros, y sabiendo que jamás quedará nada malo, y mucho más, que solo quiere nuestro bien, podremos lograr que esas lágrimas suyas por nosotros, que somos su Jerusalén, devengan finalmente en el gozo de percatarse de que lo aceptamos todo desde el amor y que esa será nuestra salvación y nuestra plenitud.

8 comentarios:

  1. Señor, ayúdanos a evitar todo lo q nos ofende y agradarte con amor en nuestro comportamiento cada día😔

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  2. Buenas tardes Monseñor:

    Necesitamos tener información y un aliento del Espíritu Santo, cuando buscamos a Jesús y/o tenemos noticias de su existencia por causa fortuita y de bendición, para que luego, cuando tengamos oportunidad de acceder a reflexiones como estas, nos decidamos efectivamente a ser soldados de Cristo porque el el mensajensaje que nos llega, no es cualquiera, sino que realmente Dios está con nosotros y nos está invitándonos a ser sus discípulos, amén 🙏.

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  3. Correcciones: mensaje sabe: mensaje e invitándonos: invitando.

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  4. El beneficio de Jesús, de lo que vino a hacer por nosotros, era que obtuviesemos un gozo eterno y una alegría plena,nos quiere libres para que seamos definitivamente suyos en la eternidad.

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  5. El beneficio de Jesús, de lo que vino a hacer por nosotros, era que obtuviesemos un gozo eterno y una alegría plena,nos quiere libres para que seamos definitivamente suyos en la eternidad.

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  6. El beneficio de Jesús, de lo que vino a hacer por nosotros, era que obtuviesemos un gozo eterno y una alegría plena,nos quiere libres para que seamos definitivamente suyos en la eternidad.

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  7. Cómo duelen tus lágrimas Señor! En ese capítulo del Evangelio te vemos tan frágil como cualquiera de nosotros, cuando lloras por nuestras infidelidades..."El rechazo del hombre jamás podrá ser suficiente para hacerlo desistir de su empeño de amor". Danos tu mismo la fuerza, la fe y el anhelo de ser tus discípulos, de hacer tu voluntad, para que si vuelven a aflorar lágrimas en tus ojos, sean de gozo. Amen , amen y amen

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