viernes, 6 de noviembre de 2020

Jesús quiere que seamos sabios ante el mal, no ingenuos

 Los hijos de este mundo son más astutos (…) que los hijos de la luz | Hijas  de María Auxiliadora – Salesianas Antillas

Hay evangelios que sin duda llaman mucho la atención. En cada una de las enseñanzas que Jesús quiere trasmitir busca que cada discípulo suyo tenga un entendimiento claro de lo que quiere enseñar y que debe ser aceptado y asumido para vivir esa novedad que Él ha venido a traer y que quiere que sea la marca de la nueva vida de los que vayan a ser los suyos. De allí que la intención primera es la de presentar la aceptación de su voluntad como punto esencial, que está sobre todo marcada por su amor. No se trata de una imposición forzada o simplemente autoritaria de quien tiene el poder, sino que está basada sobre todo en la búsqueda del disfrute de la bondad, de lo mejor, pues en su infinita sabiduría, nadie más que Él sabe mejor lo que enriquece de verdad al hombre y lo que será mejor para él. No hay que entender, por lo tanto, la indicación que hace Dios simplemente como el empeño de confirmar su poder sobre el hombre, sino como el movimiento natural de su amor, que no solo se ha ocupado de crearlo, de sostenerlo y de poner en sus manos todo lo necesario para facilitar su vida terrena, sino que ha asumido como parte de su tarea creadora y sustentadora la presentación del mejor camino, la iluminación a su experiencia de vida, para que ella sea en sí misma no un simple vivir, sino un vivir mucho mejor cada vez. El compromiso de Dios no se acaba con la creación y la sustentación, sino que, como buen Padre, procura para sus hijos una vida mejor cada vez, que apunte a su progreso humano, que logre que el mundo sea mejor para todos por su obra comprometida, y que se aplica también a la procura de lo eterno como meta final deseable y plenificante para él y para todos. No es una tarea sencilla, por cuanto el empeño de creación de Dios ha pasado antes por la donación de las capacidades humanas, surgidas de sus propias capacidades divinas, que correrán siempre el riesgo de ser utilizadas equivocadamente, por lo cual Él sale al paso iluminando los caminos para que el hombre no desbarre en ellos. El amor de Dios es arriesgado, pero Él está siempre bien dispuesto a correr el riesgo, por cuanto ese amor se sobrepone a todo, y tiene más interés en servir a su criatura que en impedir su desarrollo. La meta final para todos es la llegada al disfrute en plenitud de esos regalos de amor, asumiendo que todo nos ha sido donado para desarrollar nuestra vida de acuerdo a las capacidades amorosas que nos han sido concedidas, pero con el objeto de que ellas nos hagan crecer en perfección humana y cristiana y nos hagan dirigirnos con pisada firme a nuestra plenitud y nunca a nuestra destrucción.

En ese caminar, Jesús insiste en lo que debe siempre servirnos bien para caminar de acuerdo a su intención de amor. Particularmente llamativa es su invitación a huir de la inconsciencia en la que se asume todo como solo un absurdo de falta de atención y de vigilancia ante el mal. El mal sigue actuando incluso por encima de ese bien que Él quiere sembrar y seguir haciendo llegar a los hombres. Nos llama Jesús a la vigilancia continua y a la ausencia de confianza inconsciente. Es emblemática su invitación a vivir en la doble vertiente de la humildad y la astucia: "Sean, pues, astutos como serpientes y sencillos como palomas". No se puede desdeñar la sabiduría del mal viviendo inconscientemente como si nunca nos alcanzará. La astucia, entendida de esa manera, es parte de la vida cristiana, pues nos invita a la vigilancia ante el mal, a la defensa de nosotros mismos y de los nuestros, a la adquisición de la fuerza necesaria, que al fin y al cabo es la fuerza divina que siempre nos respalda sólidamente. Por eso es muy interesante lo que nos enseña Jesús, al invitarnos a abandonar la excesiva inconsciente inocencia y la ingenuidad, pues podrían ser luego causa de daños indeseables que pudieron haber sido evitados: "Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: '¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando'. El administrador se puso a decir para sí: '¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa'. Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: '¿Cuánto debes a mi amo?' Este respondió: 'Cien barriles de aceite'. Él le dijo: 'Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta'.  Luego dijo a otro: 'Y tú, ¿cuánto debes? Él dijo: 'Cien fanegas de trigo'. Le dice: 'Toma tu recibo y escribe ochenta'. Y el amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz". La añoranza de Jesús es que todos seamos buenos. No alaba la injusticia del mal y la actuación fraudulenta del injusto. Alaba la actuación astuta que evita el daño propio. La finalidad es una buena defensa ante el mal y ante la injusticia y la defensa del bien propio y el de los demás. El bien debe ser procurado por todos los medios justos para nuestros hermanos. Y en eso debemos poner el máximo empeño.

En ese línea de la búsqueda del bien por encima de todo, en la defensa ante el mal que pretende hacer daño no solo al individuo, sino a la comunidad, debe activarse en nosotros esa astucia cristiana que nos invita a la vigilancia. La ingenuidad y la inocencia cristiana deben ser bien entendidas. Es también una invitación firme de Dios y de Jesús para todos el que adquiramos cada vez más firmemente la bondad como nuestra marca de fábrica, pues el cristiano es el hombre del bien y del amor. Cuando Jesús nos invita a la astucia y a la actuación sagaz como la de los hijos de las tinieblas, no nos está llamando a abandonar esa bondad que debe ser nuestra marca. Nos está llamando a la astucia propia de la fe, que apunta también a no desdeñar la vigilancia necesaria, dejando a un lado la ingenuidad absurda propia de los inconscientes. Ni siquiera los mártires vivieron en esa inconsciencia cuando eran perseguidos para ser asesinados. Asumieron la muerte por Cristo como un momento final de bendición y de testimonio póstumo de su amor a Él, pero no buscaron la muerte irresponsablemente. Por ello la insistencia de San Pablo tiene sentido cuando nos llama a vivir la plenitud de la fe, radicándonos esencialmente en nuestro cambio de vida por el amor a Jesús: "Hermanos, sean imitadores míos y fíjense en los que andan según el modelo que tienen en nosotros. Porque —como les decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos— hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas; solo aspiran a cosas terrenas. Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo. Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manténganse así, en el Señor, queridos". Para San Pablo está más que claro que la vida cristiana tiene una novedad radical que la llena de sentido pleno. Es la definitiva entrega a Jesús en la radicalidad, que hace que todas las cosas sean nuevas y buenas. Esa novedad de vida en Jesús llena todo de solidez y de entrega y no desdeña nada de lo que ofrece. Hay en Él esa nueva vida que aplica a todo, a lo cotidiano y a lo eterno, a la búsqueda de que todos conozcan a Jesús y se conviertan en sus seguidores, al anuncio de la salvación y del amor a cada hombre de la historia, a la aceptación de la novedad de vida que lo llenará todo y dará una nueva perspectiva de vida que hará todo nuevo. Incluso a la asunción de esa vida que se presenta como altamente atractiva pues no nos desconecta de la vida cotidiana sino que nos incrusta con más fuerza en ella, haciéndonos fuertes en su seguimiento y astutos en la búsqueda del bien, huyendo con premura de todo lo que nos puede hacer daño y destruir en nuestro empeño de llegar a la plenitud.

4 comentarios:

  1. Si, realmente si nos aferramos a las enseñanzas de Jesús, como lo podemos apreciar en su evangelio, el mal será vencido cada vez que se nos presente para desorientarnos y no se burle de nosotros. Además vencerlo con el ejemplo y la prédica bien sólida y clara, que no nos siembre la menor duda, si fuera así, hay que aclararla en congregación, para que la respuesta sea para tod@s desde la orientación del Espíritu Santo. Amén.

    ResponderBorrar
  2. Pidamosle a Dios como usar nuestra inteligencia, oportunidades, tiempo..etc, para el servicio de los demás y nuestro propio crecimiento

    ResponderBorrar
  3. En esta lectura Jesús nos llama a ser vigilantes del bien y del mal, a ser cristianos de fe, manejando la bondad en nuestros corazones para la construcción de un mundo mas acorde a la voluntad de Dios.

    ResponderBorrar
  4. En esta lectura Jesús nos llama a ser vigilantes del bien y del mal, a ser cristianos de fe, manejando la bondad en nuestros corazones para la construcción de un mundo mas acorde a la voluntad de Dios.

    ResponderBorrar