lunes, 2 de noviembre de 2020

Quien nos creó para sí no dejará que se pierda ni uno solo de los suyos

 Las moradas del Padre

Una de las cosas que más inquietan al hombre es el pensamiento sobre su futuro inmediato después de la muerte. El supuesto desconocimiento de ese futuro, a muchos les crea angustia y desasosiego. Los más jóvenes viven en una condición algo distinta por cuanto esa inquietud la perciben aún muy lejana. Todavía no es el tiempo de asumir esas preocupaciones. Ya llegará el tiempo de pensar en ellas. Mientras que en los que han avanzado en edad y empiezan a plantearse la posibilidad de ese futuro que se hace cada vez más posible, la inquietud empieza a hacerse presente y a crear alguna incomodidad, aunque sea mínima. En muchas ocasiones, nuestra experiencia humana, marcada por el día a día, nos ha ido introduciendo en una mentalidad inmediatista que poco se ocupa de lo que viene en el futuro, haciéndonos asumir casi inconscientemente que toda la realidad se reduce a lo que vivimos aquí y ahora, en el día a día de lo cotidiano, sin que haya otra realidad de la que se debe el hombre preocupar. Es muy variada, por tanto, la reacción de los hombres ante una realidad que es totalmente cierta para todos. Unos, no se ocupan de ella, por cuanto ven eso aún muy lejano. O son jóvenes a los que la vida les sonría con sus regalos, por lo cual no tiene sentido dañar el momento que se vive con preocupaciones absurdas para las que ya llegará el momento. Otros, consideran la vida solo como una ocasión de disfrute, sin que exista nada más que lo que se puede vivir y disfrutar mientras tanto. No hay más allá, sino solo el más acá en el que se viva hoy, por lo cual es absurdo disponer la mente y el corazón en realidades distintas a las que se ofrecen aquí y ahora. No hay que crearse inquietudes por cosas de las que no tenemos ninguna certeza y plantean el desarrollo de una vida distinta a la del disfrute. Y existen también quienes al acercarse al ocaso de sus vidas comienzan a plantearse con seriedad una posibilidad distinta, un futuro real, una presencia en una realidad posterior a la vivida hasta ahora, Quizás han sido personas que sí han asumido esa posibilidad desde el principio y la han contemplado siempre como parte del desarrollo de la vida, viéndola incluso de manera natural y hasta con esperanza, pero que al llegar la cercanía de ese momento comienzan a sentir la inquietud de cómo será esa vida futura en la eternidad, cuestionándose sobre si han llevado bien lo que le correspondía para procurar que ese futuro eterno fuera bueno, y llegan a sentir incluso un temor doloroso que los carcome ante lo que les puede esperar.

La muerte, en sí misma, será siempre una realidad sobrecogedora. No hay duda de que lo desconocido siempre impone respeto. Los cristianos tenemos una manera de verla de modo constructivo. No es para nosotros una realidad totalmente desconocida, por cuanto en las enseñanzas de Jesús y de los apóstoles siempre aparecen luces para comprender cómo será esa realidad futura. San Pablo nos enseña la verdad definitiva de lo que será nuestra vida futura: "Si nuestra existencia está unida a Él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya. Comprendamos que nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores y nosotros libres de la esclavitud al pecado, porque el que muere ha quedado absuelto del pecado. Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él, pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre Él". Nuestra vida futura está inscrita en la vida de Jesús. No tiene sentido por lo tanto, vivir en el desasosiego de quien no conoce su futuro, pues para nosotros está muy claro: El futuro del hombre está en Jesús. Y así como Él se encargó de rescatarnos de la muerte eterna al vencer nuestro pecado, lleva a plenitud su obra para que ganemos no solo la vida que nos procura con su muerte, sino también la de la victoria final que nos coloca en su propia plenitud. Jesús ha muerto por nosotros y ha resucitado para nosotros. Su resurrección es la nuestra y siendo vida en eternidad que no se acaba, será nuestra misma suerte. Por ello, al ser este nuestro camino futuro y nuestra meta, ya no hay temor. Lo único que puede haber es ilusión y esperanza en el Dios que nos ama infinitamente: "Apenas me acuerdo de ti, me lleno de esperanza. La misericordia del Señor nunca termina y nunca se acaba su compasión; al contrario, cada mañana se renuevan. ¡Qué grande es el Señor! Yo me digo: 'El Señor es la parte que me ha tocado en herencia', y en el Señor pongo mi esperanza. El Señor es bueno con aquellos que en Él esperan, con aquellos que los buscan. Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor". Esa esperanza no dejará de existir jamás, pues el Señor es bueno ahora y siempre. Y lo será con todos, principalmente, por supuesto, con los que dirigen sus pasos para ese final llenos de ilusión.

El Dios que nos ha creado por amor, para que fuéramos suyos, por lo cual jamás dejará de desear nuestra presencia delante de Él, nos marca con su amor y nos coloca en ese camino que nos conduce a la plenitud. Quien habiendo sido fiel a Dios, viviendo la expectativa de la plenitud total en la eternidad, mal puede crearse expectativas absurdas de hundimiento o de rechazo del amor. Los temores de quien sabe que su vida terrena llega a su meta no tienen absolutamente ningún fundamento, pues la única realidad futura es la de apertura de las puertas de esa eternidad gloriosa. No serán suficientes para destruir la esperanza ni siquiera las debilidades y las fallas que se pudieron haber cometido en algún momento de la propia vida, pues Jesús conoce perfectamente quienes somos y sabe que vivimos en la tendencia del pecado, pero que también sabemos de arrepentimiento y de confianza en la misericordia. Quien nos ama de modo eterno e infinito no nos lanzará a la perdición, pues les hemos costado muy caro. Él mismo nos lo asegura, haciéndonos llenar de ilusión y de esperanza en su amor: "No pierdan la calma: crean en Dios y crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias, y me voy a prepararles sitio. Cuando vaya y les prepare sitio, volveré y los llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estén también ustedes. Y adonde yo voy, ustedes ya saben el camino. Tomás le dice: - Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino? Jesús le responde: - Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí". Es la esperanza más firme y hermosa que podemos tener. Jesús no nos dejará a nuestra suerte. Nuestra suerte es la de Él, que venció y ganó para nosotros, y que nos regala su victoria para que la vivamos por toda la eternidad. No somos seres para la muerte, sino para la vida. Millones ya disfrutan de esa condición de gozo eterna. La inmensa mayoría son héroes anónimos que ya están disfrutando del gozo eterno. Algunos han sido reconocidos formalmente por la Iglesia. Pero la mayoría son anónimos que gozan de Dios para siempre. De ellos podemos llegar a formar parte nosotros. Y lo seremos. No estaremos excluidos de ese futuro. Nuestra vida se mueve en la esperanza del amor, y jamás seremos excluidos por el Dios que nos ama infinitamente y que quiere hacerlo eternamente.

5 comentarios:

  1. Como dice la 1ra lectura de hoy: Lm3,17-26: ...Pero hay algo que traigo a la memoria y me da esperanza: Que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión, antes bien se renuevan cada mañana. ¡Qué grande es tu fidelidad!
    SEÑOR danos esa confianza de abandonarnos a ti, enamorados, felices, ilusionados, para merecernos esa habitación que nos tienes reservada en la Mansión eterna en el cielo. Que nunca olvidemos que eres un Dios fiel, y eres el Camino , la Verdad y la vida, Amen, amen y amen!

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  2. Amado Padre, haz que esta oración habra nuestro entendimiento para poder alimentar nuestro espíritu ☺️

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  3. Para quienes seguimos a Jesucristo la muerte es solo el final de una existencia y la entrada a una nueva Condicion de vida eterna y definitiva que nos une a Dios.

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  4. Para quienes seguimos a Jesucristo la muerte es solo el final de una existencia y la entrada a una nueva Condicion de vida eterna y definitiva que nos une a Dios.

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  5. Para quienes seguimos a Jesucristo la muerte es solo el final de una existencia y la entrada a una nueva Condicion de vida eterna y definitiva que nos une a Dios.

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