martes, 24 de noviembre de 2020

El fin de todo es la plenitud de la alegría

 Misioneros Redentoristas de España | Domingo 33 del Tiempo Ordinario

Algo que perturba mucho la mente de los cristianos y que los inquieta no solo a ellos sino a todos, es la perspectiva del final de los tiempos. En las Sagradas Escrituras esto generalmente se nos presenta como el fin de la historia, y es ubicada como un tiempo en el que luego de toda la experiencia hermosa de la vida que Dios nos ha regalado a todos y en el que nos ha introducido como elementos integrantes fundamentales de su diseño de amor por el hombre y por el mundo, para lo cual nos ha capacitado a ser piezas activas a fin de lograr el bien para nosotros, para los hermanos y para el mundo, en un deseo divino de hacer que todas las cosas sean en bien para nosotros, esa misma historia en la que el Señor nos ha ubicado, tendrá una culminación asombrosa, no por inesperada sino por cumplida rigurosa y perfectamente. Lógicamente Dios, habiendo diseñado todo su plan, hará que éste se cumpla escrupulosamente. Los hombres en aquel final del tiempo habremos tratado de cumplir lo que nos correspondía, no simplemente por llevar adelante una obediencia a quien es el dueño de todo, lo que evidentemente será una motivación que se espera, sino porque en nuestra vida diaria habremos querido responder afirmativamente en primer lugar a ese amor que hemos recibido y que nos ha llenado del gozo mayor que podemos experimentar al sabernos de Dios y amados infinitamente por Él, y en segundo lugar a esa tarea hermosa y satisfactoria de ser parte de aquellos a quienes Él mismo haya confiado la posibilidad de impulsar ese mundo mejor ideal que Él ha planteado para todos. No es tarea superficial, pues nuestra felicidad futura en la plenitud estará íntimamente conectada con la felicidad que hayamos ido alcanzando y procurando para todos en nuestro día a día. Aún así, en aquella perspectiva de eternidad que es segura, pues en el plan de Dios nada podrá faltar, mucho menos esa llegada a la plenitud que nos tiene reservada, no solo se trata de vivir en la esperanza de aquella alegría suprema, sino de asumir que por ser desconocida, futura, intangible, nos llama a una expectativa activa, que no debe darse necesaria ni exclusivamente con connotaciones negativas o aterradoras, sino que hay que procurar que se inscriban en una perspectiva de bondad que en Dios jamás puede faltar. No es coherente con lo que conocemos de Dios el que luego de hacerlo todo para el bien del hombre, transforme su actuación para aplicar solo dolor y sufrimiento a quienes ama infinitamente. Es un Dios de amor y de bondad. Y lo es eternamente.

En nuestra condición humana, de la cual no podremos deslastrarnos jamás pues es el diseño de Dios, y de la que tampoco ni siquiera Él lo hará, pues nos quiere hombres para Él y no seres distintos a los que nos ha creado, es muy natural que nuestra naturaleza busque respuestas, sea acuciosa, quiera aclaraciones. Al fin y al cabo es la prerrogativa que Dios mismo nos ha dado. Nos creó inteligentes y con voluntad. No quiere "cosas" que actúen sin criterio, sin argumentos, sin inteligencia, sin voluntad. Si así lo hubiera querido ya lo hubiera planificado así. Por eso, en cierto modo es nuestro derecho querer profundizar incluso en las mismas cosas de Dios, comprenderlo lo mejor posible. Pero con ese mismo derecho que Él mismo nos concede, también nos invita a la confianza, a la seguridad en su amor, a concientizarnos de que en su plan nada falla y que al final siempre todo resultará en el beneficio nuestro, pues ese es el fin que quiere para todos. Muchos podrán recibir esta verdad y hacerla propia, logrando para sí mismos la serenidad deseada. Pero otros, en el uso de ese mismo derecho divino, percibirán que ese camino de comprensión es más duro y no tan sencillo de alcanzar. Por eso, lamentablemente, dejarán que reine el desasosiego y hasta la desesperación. Ciertamente, las imágenes que ofrece la Escritura sobre el anuncio de aquel final se presentan incluso en ocasiones tenebrosas. Los anuncios de destrucción, de muerte, de sufrimiento jamás podrán ser presentada como atractivas. Y los hombres, llamados a la felicidad absoluta, podremos llegar a no acepta pasivamente que las cosas puedan terminar de esa manera, después de los anuncios de felicidad plena que nos han sido dados. Basta con dejarse llevar por lo que se conoce desde el inicio sobre ese Dios que es puro amor. Por ello, se necesita que en lo más íntimo de nuestro corazón y de nuestras mentes podamos dejar entrar lo que nos puede llenar de sosiego. Si Dios es un Dios de amor, nos ha creado para la felicidad, quiere todo lo bueno para nosotros, no es coherente que esa condición deje de existir para nosotros. El anuncio del final tendrá, sí, que ver con las respuestas que demos desde aquí. Por eso, debe entenderse ya como una condición no dependiente solo del amor de Dios, sino también de la recepción que haya dado el mismo hombre a ella. Todos somos llamados a ser de Dios, pero muchos se habrán negado a serlo. No es Dios el que los rechazará, sino que serán ellos los que habrán dado ese primer paso de rechazo, dejando frustrado en el mismo Dios el mayor anhelo que es el de tenerlos a todos con Él. No será gratuito el rechazo a Dios y a los hermanos. Quien haya asumido esa respuesta deberá hacerse responsable de su final.

Llegará el tiempo de la vendimia. Es un fin seguro para todos. No sabemos cuándo, aunque en toda la historia haya habido quienes se hayan querido aventurar en adelantarla. En todos los tiempos ha habido dificultades, grandes y pequeñas. Y en todos ha habido la tentación de los anuncios apocalípticos. A nosotros nos corresponde en todo caso, acercarnos a Dios con la confianza de hijos amados y de asumir nuestro compromiso en el mundo con nosotros mismos y con los hermanos. Esa es nuestra tarea. El tiempo es de Dios, y el mismo Jesús nos dice que ni siquiera Él conoce el final: "Yo, Juan, miré, y apareció una nube blanca; y sentado sobre la nube alguien como un Hijo de hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro y en su mano una hoz afilada. Salió otro ángel del santuario clamando con gran voz al que estaba sentado sobre la nube: 'Mete tu hoz y siega; ha llegado la hora de la siega, pues ya está seca la mies de la tierra'. El que estaba sentado encima de la nube metió su hoz sobre la tierra y la tierra quedó segada. Otro ángel salió del santuario del cielo, llevando él también una hoz afilada. Y del altar salió otro ángel, el que tiene poder sobre el fuego, y gritó con gran voz al que tenía la hoz afilada, diciendo: 'Mete tu hoz afilada y vendimia los racimos de la viña de la tierra, porque los racimos están maduros'. El ángel metió su hoz en la tierra y vendimió la viña de la tierra y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios". Al fin y al cabo, nuestra esperanza está no si en Dios nos dará su regalo de amor, pues es lo más cierto que tenemos, sino en lo que hayamos hecho nosotros mismos para hacernos merecedores de vivir esa plenitud añorada por la que hemos suspirado. Y nunca desfallecer en el deseo de que todos los hermanos avancen esas mismas rutas, aunque muchos se nieguen torpemente procurando su propio daño. Nuestro deseo no debe desconectarnos jamás de ellos, pues es a los primeros que debemos seguir intentando atraer para Dios. Definitivamente, los anuncios de destrucción terrible por supuesto que serán reales. Pero Jesús nos dice que no debemos temer: "Miren que nadie los engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: 'Yo soy', o bien: 'Está llegando el tiempo'; no vayan tras ellos. Cuando oigan noticias de guerras y de revoluciones, no tengan pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida'. Entonces les decía: 'Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo". Esos anuncios hay que escucharlos y hay que hacerles caso. El mal se yerguirá, pero será el bien el que triunfará. Si de algo podemos estar seguros es del amor y del poder de Dios. Absolutamente ningún poder está por encima del de Dios. Esa perspectiva negativa de lo desconocido que viene, solo tendrá sentido si no somos capaces de guardar la verdadera esperanza del Dios del amor. Toda la realidad estará en su presencia. Y nosotros, los que triunfemos, estaremos con Él. Y será nuestra paz definitiva, pues será la compensación del bien que hayamos vivido y procurado para todos, habiendo sido fieles a nuestro Dios creador de amor infinito y eterno.

6 comentarios:

  1. Padre Amado, concédenos la Gracia de afianzar nuestra vida en ti, para poder ser testigo y misioneros de tu Amor☺️

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  2. Esta reflexión nos enseña el origen de la a afirmación que expresa: A"Dios le sea dado, todo el honor, el poder y la Gloria por siempre. Amén 🙏.

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  3. DURO, MUY DURO ES VIVIR MOMENTOS QUE LA VIDA NOS PRESENTA EN LOS CUALES NOS SENTIMOS DESESPERANZADOS. TODOS AQUELLOS ACONTECIMIENTOS QUE NO QUISIERAMOS VIVIR, PERO QUE SE NOS PRESENTAN Y HAY QUE ACEPTARLOS Y SOBRELLEVARLOS. PERO EL VER A UN JESUS EN LA CRUZ, EN LA CUAL GRATUITAMENTE NOS DIO LA POSIBILIDAD DE SALVARNOS, CRUZ QUE ACEPTO COMO UN MANSO CORDERO PERO QUE SABIA QUE AL FINAL VENDRIA LA GLORIA DE LA RESURRECCION, NOS DEBE MOVER EL CORAZON DE QUE NOSOTROS TRIUNFAREMOS CON EL, Y QUE NO HAY NADA NI NADIE COMO DICE SAN PABLO QUE NOS HAGA OLVIDARNOS DE SU AMOR. TE PIDO UN POQUITO MAS SEÑOR Y PERDONAME LO PIDIGÛEÑA, REGALAME UN POQUITO MAS DE FE PARA VERTE CON OJOS DE ESPERANZA. NO DEJES QUE SE ME DESAPAREZCA LA SONRISA QUE REFLEJE TU AMOR EN MI Y MIS HERMANOS. ANDA SEÑOR. TU ERES UN DIOS FIEL A PESAR DE MIS INFIDELILDADES. CONFIO EN TI Y CREO EN TI. GRACIAS POR AMARME TAL CUAL SOY, PERO CADA MINUTO NECESITO MAS DE TI. TE AMO SEÑOR!

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  4. En esta reflexión nos recuerdan, que la vida del ser humano no debe estar centrada en la vida terrena por muy hermosa que sea. Nuestro destino es el Cielo.

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  5. En esta reflexión nos recuerdan, que la vida del ser humano no debe estar centrada en la vida terrena por muy hermosa que sea. Nuestro destino es el Cielo.

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  6. En esta reflexión nos recuerdan, que la vida del ser humano no debe estar centrada en la vida terrena por muy hermosa que sea. Nuestro destino es el Cielo.

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