sábado, 14 de noviembre de 2020

A todos debemos nuestro auxilio de amor y salvación

 Archidiócesis de Granada :: - “Dios hará justicia a sus elegidos que vienen  ante él”

Las formas del amor de Dios están marcadas por su delicadeza extrema a nuestro favor. Se nos ha querido vender en muchas ocasiones la actuación de un dios que es rabioso, vengativo, malencarado. Esa presentación de Dios no es real, pero además es injusta, pues se ha podido presentar solo en las ocasiones en las que Dios mismo necesitaba de una convicción profunda al salir en favor de un pueblo que era humillado, de unas personas que requerían directamente de su defensa y no tenía otra manera de demostrar su inocencia o de afrontar su debilidad. Fue la actuación de Dios cuando expulsó a Adán y Eva del Jardín del Edén al atreverse a enfrentarse a su amor y a su voluntad, o la que usó cuando se percató de aquel pueblo que estaba perdiéndose las maravillas de su amor por encerrarse en sí mismo en el hedonismo y en los placeres y utilizó su poder a través de Noé para hacer que el pueblo se encaminara de nuevo y volviera a vivir en esa belleza de la vida y del amor que Él les había regalado para su gozo, o cuando salió poderoso a defender a Israel que había sido hecho esclavo en Egipto y tuvo que convencer al faraón y a su pueblo de que no existía sobre todo el mundo un Dios más grande, poderoso y favorecedor de su pueblo que Él. Fueron todas actuaciones razonables y justificadas, pues la mente del hombre en ellas aún no terminaba de dejarse conquistar claramente por ese amor inextinguible de Dios que no quiere otra cosa para los suyos que la felicidad y la serenidad en Él. Esas actuaciones se inscriben en la dinámica del amor que no solo quiere cortejar, sino que quiere hacer vivir, que quiere que sea vida propia, echa vida en todos, que limpie de toda carga negativa cualquier posible experiencia que venga a dañar el amor puro y real que Dios nos tiene. Si Dios ha actuado de manera radical en alguna ocasión, lo ha hecho para hacer radical y total la realidad de su amor, incluso buscando no solo que sea su pueblo el que lo experimente, sino que también todos aquellos que lleguen a ser testigos de esas actuaciones, lleguen a ese convencimiento de que esa es la única y verdadera verdad que vale la pena seguir. Dios es un Dios de amor. Y ese amor hará lo que sea necesario para que sea de todos. En ocasiones tendrá que actuar decidida y firmemente para convencer. En todo caso, por ser su amor su esencia natural nos corresponde a nosotros, con docilidad y con la convicción de que ese Dios nos ama y nos quiere para bien, y que hará siempre todo en favor nuestro, procurando nuestra felicidad, descubrir con valentía y alegría su manera de actuar.

A menos que nos encerremos en nosotros mismos, quedándonos solo en la contemplación únicamente de lo propio, centrándonos en nuestro egoísmo, buscando solo nuestra propia satisfacción, considerando como final de la vida lo que vivimos hoy y aquí, los que perderemos esta perspectiva totalmente enriquecedora que nos propone nuestro Padre para nosotros en lo cotidiano y para toda nuestra experiencia futura y eterna. Lo final no será ni mucho menos similar a lo que ha tenido que enseñarnos Dios como lo haría un padre con su hijito que necesita aprender incluso con admoniciones. El final es el de la luz total, el de la alegría sin par, y que tendrá ya un preludio en la experiencia personal que tengamos cuando ya lo hagamos una realidad en la experiencia solidaria y fraterna con todos los demás hermanos con los que convivimos ahora y con los que conviviremos en aquella eternidad de alegría y gozo sin par. Por ello, en la línea del avance en la perfección que debemos ir adquiriendo ya y que nos debe ir marcando y en cierto modo preparándonos para un futuro definitivo, se insiste en no quedarnos solo en una vivencia individual, sino que nos abra la perspectiva de una situación infinitamente superior y compensadora. Así, incluso, se debe hacer apertura de corazón y de espíritu no solo a lo evidente o a lo cercano, sino que debe caminar hacia una superioridad que está abierta a lo trascendente. "Querido Gayo: Te portas con plena lealtad en todo lo que haces por los hermanos, y eso que para ti son extraños. Ellos han hablado de tu caridad ante la Iglesia. Por favor, provéelos para el viaje como Dios se merece; ellos se pusieron en camino para trabajar por el Nombre, sin aceptar nada de los paganos. Por eso debemos sostener nosotros a hombres como estos, para hacernos colaboradores de la verdad". Nuestra vida de respuesta al amor de Dios, al que nos provee y al que nos invita a vivir aquí y ahora no está reducido solo a lo evidente y a lo que podemos disfrutar nosotros mismos. El amor nos invita a trascender de nosotros mismos y a elevarnos a lo que es el deseo divino de vivir por encima de las simples expectativas humanas. Ciertamente esta vida que tenemos es la razón primera de nuestra existencia en Dios, pero la verdadera razón última y definitiva, la que debe llenar la expectativa final, pues llegará a ser ya esa explosión no destructiva sino completamente constructiva de la vida final con pleno sentido, la tendremos que ir asumiendo ya para hacerla plena realidad en la eternidad. Por eso no se puede reducir solo a lo que vivamos ahora, sino a lo que podemos proveer para todos desde este momento.

Es Jesús el que nos pone en la perspectiva positiva de esa espera, superando solo lo actual. No es la simple convivencia mutua, en el cumplimiento de las obligaciones personales, o apuntando solo a lo actual y pasajero, en el disfrute de lo que ella depara, con todo lo bello y atractivo que nos ha regalado Dios, lo que hace que terriblemente todo se vaya a encaminar hacia un final absurdo. En Dios y en su amor eso no tiene ningún sentido. Es la experiencia del amor en primer lugar a Dios, que nos llena de gozo y nos da todo lo necesario para vivir, y la experiencia de vida en la cercanía con todos los demás, sabiendo que el Señor nos ha colocado en nuestras manos una responsabilidad que debemos cumplir en favor de ellos, incluso sin llegar a tener que conocerlos, los que nos indican una plenitud que no tendremos jamás si nos quedamos solo en la contemplación de la realidad actual. Nuestra realidad es mucho más grande de lo que vivimos. Nuestra plenitud no es mínima. No puede ser. Nuestra plenitud es la máxima que Dios quiere que tengamos y hacia ella es a la que nos quiere encaminar. Todas las acciones que Dios realiza, aun cuando podamos entender que en algún momento sean muy radicales y exigentes, buscan que nos percatemos de la necesidad de no quedarnos en una perspectiva minimalista, sino absolutamente maximalista: "En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer. 'Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle: 'Hazme justicia frente a mi adversario'. Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo: 'Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme'. Y el Señor añadió: 'Fíjense en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Les digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?'" Es a esto a lo que debemos apuntar. Dios no espera de nosotros experiencias inmensamente maravillosas. Simplemente espera que hagamos nuestra parte, aquella que nos pide vivir con intensidad nuestro día a día en el amor a Él y a los demás, apoyando no solo a los que puedan ser favorecidos por nuestra cercanía, sino a todos los que tengan derecho a recibir de Dios todos los regalos, de los cuales somos poseedores nosotros, y que por vivirlos con certeza y convivencia clara, nos pertenecen a todos y no podemos negarlos a nadie. Somos hijos del mismo Dios, recibimos su mismo amor, a todos nos invita a su misma eternidad y todos somos elementos importantes para que a todo el que lo necesite le llegue esa llamada de amor y de salvación de eternidad feliz junto al Padre.

4 comentarios:

  1. Si Dios tarda pero nunca olvida .
    El es misericordioso y nos da a conocer que siempre estará para todos en en la oración constante,en el amor que brindamos ,en nuestra amor y fe que le tenemos y seguiremos perseverando en nuestras oraciones que el Señor nos bendiga a cada uno de sus hijos , Amén!!!🙏🙏

    ResponderBorrar
  2. Señor, escuchamos nuevamente tu palabra, nos ofréces esperanza para perseverar en la oración😊

    ResponderBorrar
  3. Debemos orar en cualquier circunstancia nos dijo el Señor, la oración es la respiración de la fe, también es cuando sintonizamos nuestro corazón con el de Dios.

    ResponderBorrar
  4. Debemos orar en cualquier circunstancia nos dijo el Señor, la oración es la respiración de la fe, también es cuando sintonizamos nuestro corazón con el de Dios.

    ResponderBorrar