martes, 17 de noviembre de 2020

Saber descubrir el amor y dejarse cortejar por Dios en todo. Por encima de todo

 Zaqueo, figura de la reconciliación - La Croix en español

De entre las experiencias más entrañables que podemos tener los hombres delante de Dios está la de ser cortejados por Él. Se asemeja a la experiencia del jovencito que empieza a descubrir el amor en una linda niña que le atrae mucho, pero que añorando un encuentro con ella no atina a dar definitivamente con la manera justa ni para acercarse a ella ni de hacerle entender su deseo de relación. Dios es un Dios enamorado, que nos ha regalado la vida precisamente dejando que ese amor surgiera sin razón lógica, sino solo la de hacer suyo, la de tener a su lado, la de conceder los mayores beneficios, la de finalmente dejar surgir un amor eterno e infinito que solo es algo que se extiende en la bondad total. No hay otra motivación diferente, pues en la realidad total de su esencia eterna, Él no necesita de nada más, sino solo de sí mismo. Ese movimiento de amor solo se explica desde un amor que, en términos humanos, ha enloquecido por nosotros. Ese amor es primigenio, original, nunca ausente. Y como es todo amor, añora al amado, haciéndolo entender no solo que quiere lo mejor para él, sino que incluso en lo que aquel por torpeza pueda llegar a entender de manera errada, todo lo realizará en función del beneficio que quiere procurarle. Por ello, en nuestras categorías humanas muchas veces se podrá presentar como incomprensible, en el sentido de que siendo un beneficio final que quiere ser concedido, se podrá caer en el equívoco de la incomprensión. También el amor maduro, no solo el juvenil, avanza y se hace más consciente. La inconsciencia original del amor va dando espacio a la consciencia madura y serena de entender que en la vida humana, dado el crecimiento que naturalmente se debe ir dando, deben ir dándose también correctivos, luces, propuestas, que a veces por sí mismo el hombre llega a no tener bien claros y va necesitando de iluminación, e incluso de corrección a veces dolorosa. Lo interesante es no quedarse solo en la incomprensión de ese amor, sino en el esfuerzo continuo de tratar de entender de que así está motivado también el amor, pues hasta en lo mismo humanamente natural los hombres nos comportamos de la misma manera. Callar ante el error del otro no es favorecer. En lo más profundo es también amar. El padre corrige al hijo porque lo ama. El cónyuge corrige al otro porque lo ama. El jefe corrige al empleado porque lo ama. La vida entera es un cúmulo de amores y correcciones que nos hace a todos mejores. Nadie debe entender que porque se atrevan a hacernos alguna corrección se nos odia o se nos quiere mal. Dios nos ama infinitamente y por ello nos corrige desde esa motivación última del amor. Y esa dinámica se inscribe también incluso en el respeto de permitir hasta que lleguemos a equivocarnos con la esperanza puesta de que nosotros mismos caigamos en cuenta del error por nuestras fuerzas, de modo que pongamos inmediatamente el remedio, haciéndonos sentir que es también un logro propio el avance logrado.

Ese cortejo de Dios es maravilloso, pues nos hace tener la perspectiva de que no nos encontramos nunca solos. Pensar que nos pueden suceder cosas negativas y hasta dolorosas, que seguramente a veces percibimos como demasiadas y muy dañinas, no excluyen de nuestra vida la presencia de Dios. Son muchas las ocasiones en las que nos viene la tentación de pensar que Dios nos ha dejado solos y nos ha dejado a nuestro arbitrio en medio de la debacle. Pensemos siempre, en estas ocasiones, en que ese Dios de amor siempre está, a pesar de muchas circunstancias que nos quieran convencer de lo contrario, que jamás deja de estar a nuestro lado. En los peores momentos de Adán y Eva, de Sodoma y Gomorra, de Egipto, de las batallas contra los grandes pueblos poderosos, Dios nunca estuvo ausente. Ni siquiera en el peor momento vivido por el mismo Hijo de Dios, quien tuvo incluso la sensación de haber sido abandonado por el amor del Padre en la Cruz, jamás estuvo abandonado. Todos, en el momento crucial, abrieron su corazón plenamente para percibir ese amor que nunca dejó de estar. Es cierto que en ese momento del sufrimiento no se percibe con claridad, pues domina el dolor y hasta el resentimiento, pero se dará la luz inmarcesible que brillará del todo y nos dará la plenitud de la seguridad de su amor que es la noticia más extraordinaria y feliz que se puede percibir. Hay que dar tiempo al tiempo. Dios es el Señor de la historia y esa historia está en sus manos. Nuestro corazón pequeño y adolorido solo debe dar paso con humildad y sencillez a esa realidad que no tiene de ninguna manera negación. No somos nosotros los que nos daremos las mismas respuestas de tranquilidad. Nos corresponde solo asegurarnos de que ese amor eterno es nuestro y será siempre para nosotros, a pesar de todo. Dar este paso es fundamental, no simplemente por conveniencia sino por la certeza de estar en las manos de nuestro Dios que quiere lo mejor para cada uno. Quedarse encerrados solo en la lamentación muchas veces es apetecible pues no se percibe una salida. Pero es altamente destructivo si no nos esforzamos en el amor para dar ese paso que nos enaltece y le da sentido a todo. Si no, todo queda en debacle y en muerte. Ese cortejo de Dios no es solo, por lo tanto, un romanticismo superficial, sino una empeño divino en el que nos percatemos de la bondad absoluta que hay en Él en favor nuestro y que nunca dejará de estar a nuestro lado.

Los primeros cristianos vivieron ese cortejo, también en medio de sus problemas. Las primeras iglesias no se vieron excluidas de las tentaciones de alejarse del amor y servir a otras realidades, incluso percibiendo las persecuciones que los animaban a seguir otros caminos. A veces lo hacían incluso habiendo probado ya la bondad sabrosa del amor de Dios: "Sé vigilante y reanima lo que te queda y que estaba a punto de morir, pues no he encontrado tus obras perfectas delante de mi Dios. Acuérdate de cómo has recibido y escuchado mi palabra, y guárdala y conviértete. Si no vigilas, vendré como ladrón y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. Pero tienes en Sardes unas cuantas personas que no han manchado sus vestiduras, y pasearán conmigo en blancas vestiduras, porque son dignos. El vencedor será vestido de blancas vestiduras, no borraré su nombre del libro de la vida y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles. El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias (...) Esto dice el Amén, el testigo fiel y veraz, el principio de la creación de Dios. Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero porque eres tibio, ni frío ni caliente, estoy a punto de vomitarte de mi boca. Porque dices: ‘Yo soy rico, me he enriquecido, y no tengo necesidad de nada’; y no sabes que tú eres desgraciado, digno de lástima, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas; y vestiduras blancas para que te vistas y no aparezca la vergüenza de tu desnudez; y colirio para untarte los ojos a fin de que veas. Yo, a cuantos amo, reprendo y corrijo; ten, pues, celo y conviértete". Es el amor el que convence definitivamente. No existe otra realidad. Lo que vivimos hoy es parte de toda la donación de amor que nos da el Señor, pero no se equipara de ninguna manera a lo que se recibirá también ahora, cuando vivamos ese amor pleno, ni mucho menos a lo que recibiremos en un futuro que se nos presenta seguro pero desconocido, en el que solo habrá plenitud y gozo. Lo vivió Zaqueo, cuando entusiasmado por la figura de aquel Jesús Salvador que él quería conocer, se quedó no solo en la solución de sus problemas actuales de riquezas o relaciones personales, sino que apuntó a lo máximo, y se dejó cortejar por Jesús, por encima de cualquier convención humana, pues su interés desde ese momento fue dejarse cortejar y conquistar por ese amor salvador y totalmente plenificador, desde ese momento y para toda su vida. Ya nada lo pudo apartar de ello. Y se hizo ese hijo cortejado que se dejó llevar por el amor por encima de todo.

5 comentarios:

  1. Señor, míranos con el amor que miraste a zaqueo, has que venga tu salvación a nuestra alma😊

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  2. Dios nos ama infinitamente y por eso nos corrigue, desde la motivación de su amor.

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  3. Dios nos ama infinitamente y por eso nos corrigue, desde la motivación de su amor.

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  4. Dios nos ama infinitamente y por eso nos corrigue, desde la motivación de su amor.

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