jueves, 5 de noviembre de 2020

Hemos sido hechos capaces por Dios y para Dios

 ROMPAMOS LAS MEDIDAS: domingo 24C - Juan Carlos de la Riva - Revista de  Pastoral Juvenil

Cuando los hombres nos enorgullecemos tontamente de nuestros logros personales, atribuyéndonos a nosotros mismos los méritos de lo que vamos alcanzando, sin colocar nuestro orgullo en la razón verdadera que va haciendo posible que se den, de alguna manera estamos robando esa razón a quien de verdad la tiene toda. Ciertamente los hombres somos capaces de inmensas realizaciones. Lo asegura incluso nuestro mismo origen, que está en el amor divino, del cual hemos surgido portentosamente, y que nos ha colocado en ese primer lugar que nada nos arrebatará, y que nos ha hecho similares a quien es la causa de nuestra existencia, llenándonos de sus mismos atributos de inteligencia y voluntad, de libertad, de poder y de amor. Somos capaces de inmensos logros, nuestra inteligencia y nuestra voluntad son capaces de extraordinarias metas y de infinitos logros. Lo ha demostrado el hombre desde el inicio de su existencia, en la cual ha hecho avanzar al mundo, lo ha hecho más habitable para todos, ha hecho que los avances científicos y tecnológicos sean cada vez más llamativos, los ha colocado a la mano de los que los necesiten. Sin duda, esos avances han demostrado y han dejado claro que el hombre ha sido hecho y ha sido colocado por Dios para avanzar cada vez más. Y lo ha hecho con creces, haciendo que esa intención divina llegara a estar bien cumplida. Pero en muchas ocasiones el hombre ha llegado a considerarse el único artífice de tanta bondad, atribuyéndose a sí mismo todo el mérito, perdiendo la perspectiva de ser receptor de los beneficios, por el amor inmenso que el Dios Creador ha derramado sobre él. Si el hombre ha logrado tantas realizaciones lo ha hecho sin duda por la capacidad que tiene, pero no debe perder la perspectiva de que todo es una donación de Dios que lo ha hecho capaz de ello. Todos estamos llamados a superarnos, dando al mundo lo que le debemos, pero nunca debemos asumir que nuestra propia fuerza sea suficiente, sin dar a quien lo posibilita, que es Dios y su amor, el reconocimiento de hacerlo posible. La creación es un canto de amor de Dios, en la cual ha colocado su mejor empeño, procurando que ese universo sea mejor, haciendo del hombre su primer socio, y en manos del cual ha destinado el avance de los logros que harán a ese mundo mejor y más hermoso, y procurándose a sí mismo los mayores beneficios, para su propio disfrute y el de todos los hombres.

Es por ello que en el camino de nuestra fe es necesario hacerse cada vez más consciente de la justa asunción de las propias capacidades, siendo capaces de dar a quien corresponde realmente el reconocimiento, asumiendo que todas las bondades que poseemos y que somos capaces de originar, siendo prerrogativas humanas por la capacidad que nos ha sido regalada, no tienen un origen distinto que el del mismo Dios que nos ha bendecido con ellas. En ese camino duro de conversión que vivió San Pablo, entre esas durezas que tuvo que vivir y asumir, estuvo el hacerse consciente de su periplo humano, incluso de la fe en la cual se había desarrollado, que tuvo que asumir, no en una gloria que debía darse a sí mismo, sino entendiendo que todo le venía incluso como donación divina, en la que tuvo que entender que esa gloria, incluso la religiosa de la que se jactaba, no valían de nada, si no daba el reconocimiento real a quien era el que estaba convocándolo a ser suyo: "Los circuncisos somos nosotros, los que damos culto en el Espíritu de Dios y ponemos nuestra gloria en Cristo Jesús, sin confiar en la carne. Aunque también yo tendría motivos para confiar en ella. Y si alguno piensa que puede hacerlo, yo mucho más: circuncidado a los ocho días, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo hijo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la Iglesia; en cuanto a la justicia de la ley, irreprochable". San Pablo, en su experiencia personal de fe, tenía sobrados motivos para sentir el orgullo humano, pues su camino llegó a realizarlo llenándose de la satisfacción, incluso justificada sobradamente, de ser supuestamente fiel y servidor del Dios Yhavé. Pero Dios, apuntando a lo que estaba llamado a ser en el futuro, como apóstol de Jesús en aquella Iglesia naciente y figura principal de la Iglesia no solo de ese tiempo primero sino para la que vendría luego en toda la historia, le hizo asumir de manera más que clara dónde debía colocar su orgullo y hacia dónde debía apuntar el deseo de ser verdaderamente fiel y servidor de todos, vaciándose totalmente del orgullo egoísta que destruía toda su convocatoria apostólica: "Sin embargo, todo eso que para mí era ganancia, lo consideré pérdida a causa de Cristo. Más aún: todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor". Teniendo extraordinarias dotes humanas, que finalmente puso al servicio de la Iglesia y de cada cristiano, lo colocó todo en la justa perspectiva. Todo lo que poseía era para Dios y para el servicio a la Iglesia. Y sabiendo que había sido enriquecido con dotes extraordinarias, las reconoció como dones divinos que debían ser puestas al servicio de todos.

Al fin y al cabo es el mismo reconocimiento que nos invita a hacer Jesús, cuando nos reconocemos solo de Él. Nosotros somos como aquella oveja que se pierde o aquella moneda que no se encuentra. En el reconocimiento de la necesidad de estar en las manos de Jesús estará nuestra posibilidad de ser recuperado por su amor. Cuando nos colocamos en el exclusivo reconocimiento de nuestro valor, que al fin y al cabo es fruto de un orgullo absurdo e inexistente, nos hacemos como aquella oveja que se pierde, lo que nos coloca en la necesidad de esa acción divina que nos buscará para colocarnos de nuevo en el sitio que corresponde a quienes dan el reconocimiento al mismo Creador. Jesús es el artífice de los que se ponen delante de Dios y hacen su reconocimiento del valor propio de lo que han recibido, pero que son muy conscientes de que sin la donación amorosa de parte de Dios de las propias capacidades, son absolutamente nada. El gozo de Dios está no solo en hacernos capaces de sí, con las cualidades con las que nos ha enriquecido, sino en el reconocimiento que hagamos de Él como nuestro artífice al, que debemos dar todo nuestro reconocimiento, pues su regalo es el que hace posible nuestras realizaciones. La oveja perdida que se ha recuperado y la moneda que se ha encontrado, somos los cristianos que nos sabemos favorecidos por Dios, que asumimos nuestra tarea en el mundo con gozo y alegría, que sabemos que el mundo será mejor con nuestra responsabilidad, y que todo lo hacemos en la conciencia clara de que todo es beneficio de Dios que nos ha hecho sus socios y nos ha puesto la misión de llevar adelante toda la obra de bien y de amor que Él ha previsto para todos. "¿Quién de ustedes que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice: '¡Alégrense conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido'. Les digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. O ¿qué mujer que tiene diez monedas, si se le pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas y les dice: 'Alégrense conmigo!, he encontrado la moneda que se me había perdido'. Les digo que la misma alegría tendrán los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta". Ese reconocimiento es el que debemos hacer cada uno de nosotros. Somos la oveja recuperada y la moneda encontrada. Reconocemos a nuestro Dios como el artífice de nuestras capacidades. No nos damos a nosotros el reconocimiento. Nos sabemos capaces de hacer un mundo mejor, pero conscientes de que es el mismo Dios quien nos ha hecho capaces.

3 comentarios:

  1. Todos estamos llamados a superarnos, dando reconocimiento a Dios que es, quien lo hace posible tanto q llevo a su hijo a morir en la cruz.Este esfuerzo le costo la vida por nuestra salvación. Agradezcamos su amor.

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  2. Amén 🙏.

    Es así desde el principio de los tiempos.

    Dios dió al hombre a la mujer, desde su propia naturaleza, cuando la necesitó.

    El Señor es quien se da cuenta de nuestras necesidades y nos utiliza oportunamente, como que somos sus manos y sus mediadores, como lo demostró enviando a su hijo al mundo, en lograr esa necesidad a tiempo.

    Sin Dios, no somos nada y si lo ignoramos, nos autodestruiremos!!!.

    Amén 🙏.

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  3. Dios nuestro, Gracias por cuidar de nosotros porque me conoces y te preocupas por mí😉

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