jueves, 27 de agosto de 2020

Nos debatimos entre el hoy de siembra y la eternidad de cosecha

 Parroquia del Corazón de María de Oviedo: Estad preparados, porque ...

Los cristianos vivimos en una realidad de tensión entre el presente y el futuro. Es lo que técnicamente se llama "tensión escatológica", en la que se da una mentalidad casi dicotómica que nos afinca en nuestra experiencia cotidiana pero nos hace vivir en el deseo de lo que vendrá en la eternidad. La temporalidad será, de ese modo, una realidad no absoluta sino relativa, no en cuanto que tenga menor valor o sea menos importante, sino en cuanto que no es la realidad definitiva y permanente que vivirá la humanidad. Si no comprendemos bien esta dualidad que tiene la experiencia del tiempo para nosotros, podemos equivocarnos dándole mayor importancia o a nuestra temporalidad terrenal presente o a nuestra eternidad celestial futura, con el consecuente desprecio a una de las dos, por lo cual seríamos tildados de presentistas o de futuristas. Los presentistas serían los que desprecian la realidad futura de eternidad a la que está llamado todo lo creado, o porque no creen en Dios o porque piensan que lo único que tiene sentido es el vivir el aquí y el ahora como si todo se agotara en ello. Son los que piensan que por agotarse toda la realidad en lo que se vive actualmente, hay que desvivirse por lograr una vida ostentosa, dándose los mayores gustos, acumulando la mayor cantidad de bienes, procurándose los mayores placeres, pues "a esta vida se ha venido a gozar" y "esta vida es una sola y hay que gozarla". Los futuristas serían, en cambio, los que caminan en el sentido contrario, despreciando todo lo que los circunda y dando valor solo a lo que se vivirá en el futuro, por lo cual no tiene sentido hacer ningún esfuerzo por perseguir el bien de lo temporal ya que toda la realidad actual desaparecerá en la nada. No tendría sentido esforzarse denodadamente por el progreso de la humanidad, ni procurar ser mejores en lo propio. Tampoco luchar por una mejor calidad de vida ni para sí ni para los demás. Simplemente basta con elevar la mirada hacia el cielo, en una añoranza continua de aquel tiempo en el que sí se logrará ser feliz, con lo cual habría una total desvinculación de lo que se vive en lo cotidiano, pues eso no tiene ningún valor ni persistirá más allá del tiempo actual. Ambas posiciones son tremendamente dañinas y han perjudicado enormemente la historia de la humanidad. Si se coloca el corazón en una de las dos posiciones no se está logrando absolutamente ningún beneficio para el mundo, pues ambas acentúan de manera desmedida el egoísmo y el desentenderse de los demás como compañeros de camino con los cuales hay que contar y a los cuales hay que buscar siempre beneficiar.

La posición correcta y más sana es la de la conjunción equilibrada de ambas posturas extremas. San Pablo, en sus enseñanzas a las comunidades, presentaba esta doble realidad como una necesidad, por cuanto los cristianos somos viandantes en el mundo, pisando firmemente en la realidad que nos corresponde vivir a cada uno, pero con la mirada y la añoranza puestas en aquella eternidad prometida en la que viviremos la plenitud de la felicidad y del amor en Dios: "Doy gracias a mi Dios continuamente por ustedes, por la gracia de Dios que se les ha dado en Cristo Jesús; pues en Él han sido enriquecidos en todo: en toda palabra y en toda ciencia; porque en ustedes se ha probado el testimonio de Cristo, de modo que ustedes no carecen de ningún don gratuito, mientras aguardan la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él los mantendrá firmes hasta el final, para que sean irreprensibles el día de nuestro Señor Jesucristo". Aun cuando hay una realidad final futura a la que estamos llamados todos, existe también la realidad temporal en la que todos estamos inmersos, y que nos compromete a mantenernos "firmes hasta el final", pues en esta realidad donde desarrollaremos toda nuestra vida terrena, en la que haremos la siembra de la semilla que será cosechada en la eternidad. Es lo que los escrituristas han dado en llamar el "ya pero todavía no", típico de San Pablo. Ya estamos salvados, pero aún no gozamos de todos los bienes con los que nos enriquece la salvación. Ya hemos sido redimidos por Jesús, pero aún esa realidad de la redención se debate con la realidad del pecado en la que aún estamos inmersos los hombres. Ya están abiertas las puertas del cielo para todos, pero aún tenemos que transitar por nuestra realidad temporal que nos exige ponernos a favor de hacer presente el Reino de los cielos en nuestro mundo. Ya hemos sido hechos de nuevo hijos de Dios y hemos recuperado nuestro ser imagen y semejanza del Padre Dios, pero esta filiación adoptiva debe consolidarse cada vez más en las demostraciones que vayamos dando en nuestro día a día. Ya hemos sido hechos todos hermanos entre nosotros, pero nuestra fraternidad debe solidificarse en la lucha cotidiana por hacer un mundo mejor para todos.

Por eso Jesús en su deseo de que todos vivamos en esa tensión entre cumplimiento y espera, disponiendo bien nuestro ser de modo que ni despreciemos nuestra realidad actual ni la coloquemos como fin único y último, nos llama la atención concienzudamente: "Estén en vela, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Comprendan que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa. Por eso, estén también ustedes preparados, porque a la hora que menos piensen viene el Hijo del hombre". Estar preparados significa que no se está de brazos cruzados, sino haciendo todo lo que sea necesario para disponer bien el corazón y el ser entero para la entrada en el Reino futuro. No se trata de estar contemplando pasivamente y expectantes la futura llegada de la realidad eterna y definitiva, sino que se está sembrando en la realidad actual todo lo que sea necesario para adelantar esa llegada. El hombre ha sido colocado en medio del mundo para procurar que sea mejor. Habiendo sido hecho todo "muy bueno" por nuestro Dios, ha confiado en nuestras manos la tarea concreta de hacerlo todo mejor, dominando la tierra y sometiéndola, de modo que la hagamos a ella misma más digna de ser lugar en el que se implante el Reino de Dios. En ese empeño estaremos demostrando nuestro interés de entrar triunfantes en el futuro de eternidad y de plenitud en la presencia de Dios. Se trata de asumir el compromiso real de hacerlo todo mejor, digno de la presencia de Dios. Solo si demostramos este empeño, estaremos demostrando nuestro verdadero deseo de entrar en ese gozo eterno. Si no, estaremos confirmando nuestro poco interés por la realidad inmutable. Ni viviendo como si lo único que existiera fuera solo nuestro tiempo pasajero ni como si nada de lo que vivimos hoy tiene importancia sino solo el futuro eterno, lograremos hacer que haya una expectativa real del gozo que viviremos. Así lo confirma Jesús: "¿Quién es el criado fiel y prudente, a quien el señor encarga de dar a la servidumbre la comida a sus horas? Bienaventurado ese criado, si el señor, al llegar, lo encuentra portándose así. En verdad les digo que le confiará la administración de todos sus bienes. Pero si dijere aquel mal siervo para sus adentros: 'Mi señor tarda en llegar', y empieza a pegar a sus compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que menos se lo espera, llegará el amo y lo castigará con rigor y le hará compartir la suerte de los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes". La clave está, entonces, en vivir nuestra realidad actual con la máxima intensidad, sembrando en ella las semillas de amor, de fraternidad, de paz y de justicia, demostrando con ello que queremos que nuestro mundo sea digno de ser considerado estancia ideal para la llegada del Reino definitivo, en el que entraremos nosotros para disfrutar ya eternamente de la cosecha que den las semillas que hayamos sembrado.

4 comentarios:

  1. Excelente reflexión. Primera vez que lo leo, Padre Viloria. Muchas gracias, Dios lo bendiga.

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  2. Efectivamente, qué difícil es ser equilibrado y es en el equilibrio donde está el verdadero amor.

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  3. Mons. Ramón, muy bueno todo el enfoque de esta realidad que usted nos presenta como mucha exactitud de la vida real, del hoy, vivido. A su vez, la reflexión apoya en en el evangelio muestra un excelente mensaje, para evaluar nuestra vida, y como debemos enfrentar esa realidad humana. Gracias Mons. Que el Espíritu Santo lo siga iluminando.

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  4. Excelente explicación, así nos pide Jesús que le esperemos, haciendo el bien,viviendo nuestra vocación de hijos amados por Dios. Pedimos que nos ayude a seguir preparándonos con fe,alegría y buenas obras.

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