martes, 25 de agosto de 2020

Lo tradicional nunca desprecia la novedad del amor

 Mateo 23, 13-22: ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas ...

La mente de los hombres es siempre muy atraída por lo novedoso, por lo snob, por lo transgresor de lo tradicional. Basta que algo sea estrambótico para que les llame la atención y vayan curiosos a entregarse a ello en cuerpo y alma. Y casi en la misma intensidad, se da una reacción contraria en la acera de enfrente, la de los que llamamos conservadores o tradicionalistas, que se enfrentan a eso novedoso como contra una fuerza diabólica con la que hay que luchar para evitar la debacle. No obstante, debemos afirmar que la virtud no está en ninguna de las posiciones extremas sino en lo sano de la conservación de un lugar equidistante entre ambas. A menos que sea un enfrentamiento definitivo contra el mal o el pecado, en el cual la posición sí debe estar claramente definida a favor o en contra, en la vida humana no todo será siempre blanco o negro, oscuro o claro, sino que habrá que saberse mover entre los diversos matices que puede asumir la realidad. No todo lo nuevo es malo, como tampoco todo lo tradicional es siempre bueno. Incluso en nuestra fe, en la que evidentemente hay un sustrato inamovible e inmutable, donde hay verdades que jamás cambiarán, es necesario buscar siempre la manera de presentarlas de modo más claro y comprensible para el hombre actual, lo que en algunas ocasiones, manteniendo la verdad, exigirá un cambio de desarrollo y hasta de presentación. En todo caso, aprovechándose de estas circunstancias presentes en todo hombre de la historia, hay quienes no desaprovechan la ocasión para sacar ventajas de su propia posición. Lo vivió Jesús en su momento, cuando se percataba de la mala intención de los escribas y fariseos, por lo que se daban sus más crudos enfrentamientos contra cualquiera de los personajes que encontró en su labor pública: "Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidan lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello! ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro y así quedará limpia también por fuera".

La posición de los tradicionalistas escribas y fariseos contra la novedad que representaba el seguimiento de Jesús, que era cada vez más atractiva para los judíos, se endurecía cada vez más, no por una sana preocupación de conservar el bien que representaba la ley judía, sino porque veían cómo su ascendiente sobre el pueblo que se quería mantener fiel al Dios de la Alianza iba esfumándose paulatinamente. Jesús representaba para ellos un personaje peligroso porque los ponía en evidencia delante de aquellos que por ingenuidad e inocencia los habían aceptado casi sin un discernimiento razonable como sus guías espirituales. Para Jesús no hay cosa peor que aprovecharse de la posición de ventaja para lograr beneficios y reconocimientos. Y más aún cuando para ello se instrumentaliza a los más humildes y sencillos, como era ese pueblo fiel que Él había venido a liberar. Esta posición era realmente despreciable, pues no buscaba el bien de nadie sino solo el de ellos. La lucha por conservar lo tradicional no era movida por una preocupación sana o lícita en favor del seguimiento fiel del Dios de la Ley, sino por sostener, con esa excusa "razonable", la propia posición de ventaja y de dominio sobre los débiles. Era la lucha de Jesús, pues Él había venido a liberar a los hombres de cualquier pretensión de esclavitud física o espiritual de alguien. En todo caso, en la mente de Jesús estaba el deseo de proponer una novedad absoluta, que no era otra que la del amor misericordioso de Dios, que estaba por encima del simple sometimiento de los demás. Esto pasaba por la presentación de lo que era la verdadera libertad, la que deseaba Dios para sus criaturas, que pasaba por dejarse amar y por amar hasta el extremo. La motivación final de los escribas y fariseos estaba muy lejos del verdadero amor, si no era solo el amor enfermizo y narcisista a sí mismos. Aquí la lucha entre lo tradicional y lo novedoso pasaba no por lo bueno o lo malo que se podía recibir, sino por la calidad del amor que moviera y que persiguieran ambos bandos que defendían las dos posturas. Y estaba claro de parte de quién estaba esa bondad. Quedaba claro, de esa manera, que no todo lo tradicional era malo, sino que lo que estaba mal era la intención que movía a defenderlo.

En esa misma línea, así como la defensa de lo tradicional tiene una razón que puede ser objetivamente buena, también la presentación de lo novedoso debe ser discernido con detenimiento, de modo que se tenga conciencia clara de lo que puede tener de bueno o de dañino. La novedad del amor, y del nuevo mandamiento que Jesús viene a traer, en cuanto representa una nueva manera de vivir en el amor de Dios y en el amor de respuesta a Él y entre los hombres, ciertamente tiene toda la carga de bondad posible. Vivir en la conciencia del amor de Dios hacia nosotros y responder desde el propio corazón con el mismo amor hacia Dios, viviendo también el amor entre nosotros mismos como hermanos, es la gran novedad que nos trae Jesús. Y esa novedad trae, además, la mayor carga de bondad que podemos vivir cada uno de los hombres. No hay mayor bien que el que logremos al alcanzarr la plenitud y la felicidad verdadera. Y esa se logrará solo con la experiencia personal del amor. Las ansias de bien en la novedad que sostiene como meta añorada el hombre en su vida, se conseguirán saciar solo si pasan por la búsqueda de la experiencia del amor. Pero hay quienes se aprovechan de estas ansias de bien para hacer que el hombre camine por rutas erradas, presentándole espejismos que por no ser reales son engañosos y nunca lograrán llevarlo a la felicidad, pero sí lograrán conquistarlo y esclavizarlo. San Pablo puso sobre aviso ante estos mercaderes de la novedad: "Les rogamos, hermanos, a propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, que no pierdan fácilmente la cabeza ni se alarmen por alguna revelación, rumor o supuesta carta nuestra, como si el día del Señor estuviera encima. Que nadie en modo alguno los engañe". Lo que nos debe motivar y debe servir como criterio sólido de discernimiento de lo nuevo, es el seguimiento de Jesús y de su amor: "Manténgase firmes y conserven las tradiciones que han aprendido de nosotros, de viva voz o por carta. Que el mismo Señor nuestro, Jesucristo, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado y nos ha regalado un consuelo eterno y una esperanza dichosa, consuele sus corazones y les dé fuerza para toda clase de palabras y obras buenas". Esa es la novedad sólida que nos vino a regalar Jesús, que no destruye todo lo bueno que hay en lo tradicional. Más bien la asume en cuanto de bondad hay en la tradición y la suma a todo el conjunto del bien que podemos perseguir y luchar por lograr. Ni lo novedoso del amor destruye lo tradicional, ni la tradición pretende eliminar al amor. Ningún extremo es bueno. En Dios, lo mejor es lo tradicional que siempre nos ha regalado desde su amor y lo novedoso que nos invita a vivir en el ámbito del amor hacia Él y hacia los hermanos.

2 comentarios:

  1. El Señor nos enseña a cumplir la ley dentro de la caridad y la misericordia, a ser coherentes con nosotros mismos, nos desea sinceros,fieles y verdaderos.

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  2. El Señor nos enseña a cumplir la ley dentro de la caridad y la misericordia, a ser coherentes con nosotros mismos, nos desea sinceros,fieles y verdaderos.

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