miércoles, 6 de noviembre de 2013

Una deuda que se paga solo con amor

Hoy en día, muchos hablan de crisis. Porque existe de verdad. En muchos de nuestros países se está viviendo una situación que raya en el dramatismo... Millones de desempleados, deudas exorbitantes, expulsión de las propias casas por falta de pago, reducción de presupuestos, devaluación de la moneda, control de cambio de divisas, inflación galopante, escasez de productos y de servicios públicos, quiebras de empresas, fallas en la atención de salud, escasez de medicinas, carencia de viviendas, expropiaciones, persecución a la inversión privada, corrupción, inseguridad, violencia social, huelgas, protestas, deudas externas astronómicas... Los entendidos dan muchos nombres técnicos a todo lo que está faltando: estanflación, default, quiebra técnica, explosión social, paternalismo del gobierno... Se dan estas situaciones en nuestras sociedades, algunas o todas, y se ve afectada la vida social, la convivencia, la armonía, pues las poblaciones deben centrar su atención en la búsqueda de soluciones para su situación personal... Paradójicamente, en algunos otros países se vive una bonanza que contrasta frontalmente con la de los que viven la crisis...

Esto significa que estamos en un mundo de contrastes, en los que según la política que se aplique, según la ideología que impere, se privilegiarán unos aspectos sobre otros... Para unas ideologías, el centro es el mercado, apuntar a la ganancia crematística, y que ésta sea cada vez mayor para el empresario... Apuntan al bienestar en cuanto sea rentable, pues no es tan importante el que esté bien la gente, sino el que ofrece el producto y tenga cada vez mayores beneficios. Los bienes son ofrecidos para ser comprados y producir renta... El hombre no es una persona importante en sí misma, sino en cuanto consume, compra y paga... Es un billete andante...

Para otras ideologías el hombre se pierde en el conglomerado social, al cual se le quiere controlar al extremo mediante la inyección de una idea social exacerbada, poniendo el centralismo del poder por encima de todo... Esta vertiente busca que la persona dependa cada vez más del poder central, quien sería el que pone los productos a consumir en las manos de la población o quien pondría el dinero en sus manos para que se pueda acceder a esos productos. No interesa en absoluto que la persona progrese, sino que cada vez vaya teniendo menos poder de decisión sobre sus acciones, que no tenga la posibilidad de escoger entre diversas opciones, que se centre sólo en la búsqueda de dádivas para acallar sus necesidades básicas. Revestida de una promoción social o de procurar el bienestar de todos por igual, el hombre pasa a ser simplemente un número, ya no consumidor, sino receptor, al cual se le controla mediante este mecanismo paternalista... Si en esta sociedad así diseñada a alguien se le ocurriera tener la idea de progresar, y de dar algunos pasos en esa dirección, se le frustra totalmente y se le impide el avance, en aras de una supuesta igualdad social, en la que los menos iguales son los mismos que gobiernan. Lo expresó magistralmente el Card. Bergoglio en Buenos Aires, antes de ser elegido Papa: "Obligan a todos a recibir el pescado; y si a alguno se le ocurre aprender a pescar, le quitan la caña y lo que ha pescado, para que tenga que seguir recibiendo el pescado desde el poder"...

En la base de ambas ideologías está la perversidad... Una sirve al capital y la otra al poder... Al final ambas se escudan en un disfraz de lo que realmente son. En la primera, se da la supuesta defensa de la libertad absoluta del hombre, con lo cual se justificaría la explotación de los más débiles, se echaría sobre los hombres de los más humildes la "culpa" de no poder acceder a los bienes por su pereza al no procurar su propio progreso. Y se relevaría a los últimos responsables de un justo y deseado compromiso social... Y en la segunda, se da una supuesta preocupación social en la que se buscaría la igualdad esencial de todos, lo cual se justificaría pasando la rasante por debajo, haciéndolos a todos igualmente pobres, no igualmente ricos, en una supuesta distribución más justa de la riqueza. Y en este proceso, los que gobiernan se hacen más poderosos mediante el dominio crematístico de la población, y se hacen más ricos por los ardides que ofrece la posibilidad de manejar absolutamente todos los bienes...

Es la realidad que se vive en nuestras sociedades... En ambas corrientes se pretendería exaltar la figura del hombre, pero lamentablemente esa figura ha quedado sólo como una bandera muy atractiva que embelesa a millones, pero que es traicionada en aras del capital o del poder. El hombre se ha convertido simplemente en el sostén de ambas, sin importar lo que de verdad lo beneficia. Es el más puro maquiavelismo que ha desvirtuado y pervertido totalmente lo que deberían ser sus más puras preocupaciones...

El Beato Papa Juan Pablo II, en su Encíclica Redemptor Hominis, afirmó lo que ha sido la verdad fundamental de la preocupación social de la Iglesia: "El hombre es el camino de la Iglesia". En el centro de todas las preocupaciones de la Iglesia debe estar siempre el hombre, su ser personal, su ser comunitario, sus gozos y sus esperanzas, sus temores y sus preocupaciones. Si esto no es así, se estaría traicionando al mismísimo Dios, que colocó al hombre en el centro de todo lo creado y lo puso todo a su servicio, para que él dominara todo lo creado... Así mismo, en cualquier ideología, en cualquier corriente de pensamiento, por ser el hombre el que da sentido a todo, debe estar igualmente el hombre. No existe absolutamente nada más que le dé el verdadero sentido a todo lo que existe. Incluso las corrientes ecologistas deben centrar su mirada en el hombre, para el cual existe la naturaleza.. Al final, todos los beneficios y los perjuicios se miden en cuanto ayudan o afectan al hombre...

Por eso, estando en el centro de todo, la medida del máximo bien que debe vivir el hombre, a lo cual tiene derecho absoluto, pues ha sido creado por Dios para que sea así, es el amor. El amor real al hombre es lo que debe estar siempre en el centro. De esta manera, cualquiera que sea la ideología que impere, si está en la base de todo el amor al hombre como criatura predilecta de Dios, colocada en el centro por Él mismo, hágase lo que se haga, en la búsqueda del bien personal conjugado con el bien comunitario, todo estará bien encaminado... Es el amor el que impulsa y anima a la búsqueda del mayor bien del hombre. En el amor está la fuente de toda preocupación personal y social, la vivencia de la armonía, de la concordia y de la paz de todos, la experiencia más sublime de la solidaridad humana particularmente con los más pequeños, con los más humildes, con los más necesitados, con los más pobres... Cuando hay amor no hay exclusión, no hay división, no hay soberbia, no hay sospechas... Cuando hay amor real hay bien. En él en sí mismo está el mayor bien, y se apunta siempre a la búsqueda de ese bien... Por eso, para San Pablo estuvo tan clara la idea: "Amar es cumplir la ley entera"... Y lo expresó tan claramente también San Agustín: "Ama y haz lo que quieras". Cuando se ama, la única ideología que importa, la única meta que domina, es procurar el bien para el amado... No importa más nada.

Por eso, en la vida social debemos procurar siempre sobreponernos a cualquier crisis colocando al hombre en el centro del cual jamás debió haber salido. La mayor deuda que tenemos todos, gobierno, empresarios, gente de a pie, es la del amor... Podremos tener deudas de cualquier tipo, e incluso estar en la crisis social y económica. Pero procuremos jamás tener la deuda del amor hacia los demás. Más aún, en la búsqueda de la cancelación de esa deuda de amor al hombre, estoy seguro que está la solución a cualquiera de las crisis, tenga el signo que tenga...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario