lunes, 18 de noviembre de 2013

¿Cambiar a Dios? ¡Qué tontería!

La vida los mártires es un verdadero testimonio de fidelidad, particularmente en sus momentos finales... Sin duda, el martirio es también una vocación, pues es imposible ofrecer la vida por ser fieles a Dios, si no es la misma gracia de quien lo llena a uno y le da la fuerza para confesarlo valientemente, la que lo hace posible... Ser mártires es el extremo de la donación por amor a Dios. Y es la compensación plena de la entrega que Él mismo ha hecho por nosotros. Sólo tiene sentido cuando se ha colocado lo que es superior por encima de la propia vida... En las argumentaciones puramente humanas, el martirio sería, claramente, un absurdo mayor. ¡Dar la vida por algo de lo que no se tiene absoluytamente ninguna seguridad, ninguna prueba fehaciente, ninguna demostración evidente ni científicamente comprobable?

Jesús mismo nos dice: "El que pierde su vida por mí y por mi causa, la ganará..." Si la convicción profunda del mártir no está fundada en la confianza plena de que estas palabras se cumplirán, la verdad es que su gesto de entrega se convertiría en un total absurdo... Su vida entraría en la vaciedad absoluta de lo que es un túnel negro sin salida ni luz que sugiera su final... Pero la experiencia de los que lo han hecho nos dice que en ellos había una motivación totalmente alta, de compensación infinitamente superior a la de seguir viviendo a costa de renegar de eso superior, aun en medio de posibles comodidades extremas, prometidas por lisonjeras voces que procuraban por cualquier medio atraerlos a la molicie... Los casos se conocen... Hubo en la historia quienes se sintieron temerosos de los sufrimientos, y se echaron atrás en su fidelidad a Dios. Y recibieron, por contraprestación, inmensas compensaciones materiales. Pero, en su conciencia quedó el haber traicionado a quien jamás han debido traicionar, lo que hizo que su felicidad se transformara sólo en una resaca moral impresionante que los carcomía por dentro. Algunos, después de su traición, no pudiendo cargar con el peso moral que ella representaba, se echaron atrás, y regresaron ante los torturadores a entregarse y a morir en la fidelidad a Dios...

El mártir, sin duda, sufre las peores de las atrocidades. Muchos, antes de ser asesinados, son torturados terriblemente. Son impresionantes muchos de los relatos que nos traen las historias de los mártires. Ni siquiera es provocativo traerlos aquí, pues son tan atroces que lo que producen es repulsión total. Basta con que sepamos que la fortaleza de los mártires hasta el fin no pudo haber sido una simple fuerza de voluntad humana que los sostenía, sino que era el mismo Dios al que quisieron mantenerse fieles, el que los llenaba de esa fuerza necesaria y de esa consolación en medio de los tormentos que sufrían... No es posible otra explicación... Si nos alejamos de esto, caemos en el precipicio del sinsentido...

En efecto, es interesante comprobar que esta fortaleza no se ha dado sólo en la historia del cristianismo. El pueblo de Israel prácticamente en toda su historia, sufrió también los embates de quienes los quisieron apartar de la fidelidad al Dios de la Alianza. Muchísimos fueron los enemigos que se empeñaron en hacer que fueran traidores a su fe y a la Alianza con Yahvé.Y también son muchísimos los testimonios de heroicidad en la confesión de la fe que hacían ellos... Miles fueron los israelitas que murieron a manos de sus torturadores, en una cruenta manera de torcer el brazo de la unidad que sostenía sólidamente al pueblo, alrededor de la única fe en el único Dios. Era necesario que eso que los conglomeraba tan sólidamente fuera destruido... El "Resto de Israel" fue ese número pequeño de judíos que se mantuvon firme y sólido en la confesión de su fe.

Con todo, siendo tremendamente admirable el testimonio final de los mártires entregando su vida por fidelidad al Dios del Amor y de la Misericordia, es un testimonio que exige el decir Sí a ese Dios en los momentos de dolor, que al fin y al cabo, con ser inmensos, son breves... El mártir asegura su entrada a la eternidad feliz con sólo mirar al cielo mientras sufre, con sobreponerse al dolor pensando en el gozo que le depara ese mismo sufrimiento y que estará viviendo con toda seguridad instantes después de esos terribles minutos... Es, por así decirlo, hasta "sencillo" -si cabe esa palabra-, por la infinita compensación inmediata que se está seguro que se recibirá...

Hay otro martirio, el continuo, el cotidiano, que también exige mucho... Y cuidado si no más. Es el del que quiere mantenerse fiel a Dios en medio de los avatares cotidianos, en medio de los ataques, de los desprecios, de las indiferencias, de las burlas de los que está alrededor, a veces, incluso de los más cercanos... Duele sentirse solo en el deseo de ser fieles a Dios en medio de un mundo que valora muchísimo más su traición, y te invita a hacerlo tú también con inmensas lisonjas, poniéndote como un bobo cuando no te dejas llevar por la corriente. Un mundo que te invita a ser infiel, que te dice que no puedes ser más tonto que los demás, que te dice que si te puedes enriquecer de cualquier manera lo debes hacer sin mirar a los lados, que te dice que no te dejes colocar a nadie por encima pues tú no tienes porqué soportarlo, que te insiste en que es bueno todo lo que es gustoso y que no debes pararte en consideraciones morales bobaliconas.... Esta fidelidad en un mundo así es también un martirio. Y más fuerte, pues es hoy, mañana, pasado mañana... siempre... Y hay que estar muy sólido interiormente para poder soportarlo con alegría, poniendo también siempre por delante el valor superior, que es amor de Dios y el ser fieles a Él... El mártir debe decir que sí en el momento del sufrimiento y de la muerte.... El mártir cotidiano debe decir siempre sí, a cada instante, a cada día, a cada mes... Y así, ambos se salvarán... Viéndolo bien, se salva más fácilmente el que sufre el martirio cruento, que el que sufre el martirio lento, cotidiano...

Algunos tendrán la gracia del martirio cruento. Derramarán su sangre por amor en el momento crucial de sus vidas... Otros tendrán la gracia del martirio lento... Cada latido de su corazón será un derramamiento de sangre que probará su fidelidad a Dios y a su amor... Pidamos a Dios ue seamos fieles en cualquier circunstancia. Él, en ninguno de los casos nos fallará. Desde nosotros mismos estará dándonos la fuerza que necesitamos para ser fieles siempre...

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