martes, 26 de noviembre de 2013

Las apariencias no te hacen más hombre

Una de las cosas en las que Jesús fue siempre contundente fue en la necesidad de fundar la vida sobre realidades sólidas, concretas, estables... Tanto dentro de uno mismo como hacia fuera. Basta recordar las diatribas contra los fariseos, a los que echaba en cara su falsedad, su hipocresía, su "doble cara". Estos querían aparentar algo que en realidad no eran. Se querían presentar como los "perfectos", cuando en realidad por dentro no eran más que mentiras y más mentiras, al punto que Jesús los llamó "sepulcros blanqueados", es decir, sólo belleza exterior pero podredumbre interior. Si algo molestaba a Jesús era ese empeño en querer aparentar lo que no se era, tratando de engañar a los cautivos, principalmente a los más sencillos, con el objetivo de mantener sobre ellos un "dominio espiritual", el más detestable que existe, por cuanto apunta a la manipulación de lo más entrañable del hombre, como es su relación con Dios. Lo peor de esto es que lo hacían con pleno conocimiento de causa, pues eran perfectos conocedores de la doctrina, del celo de Yahvé sobre su pueblo fiel, del rechazo de Dios a los que pretendan subyugar a los suyos... Y aún así, el poder los había embriagado de tal manera, que por servirse de él, habían hipotecado hasta su propia salvación...

Pero Jesús, después de dejar clara su posición frente a esta falsedad interior del hombre, ante la cual se necesita siempre estar muy vigilantes, apunta a otra que también hace mucho daño y alimenta esa primera, por cuanto significa de "caricias" para el ego humano, llenándolo de soberbia y haciéndolo creerse insuperable: La de la admiración exagerada de los logros conseguidos por el genio humano... Es el pensar que es el hombre la fuente de todo lo que logra, sin dar el crédito al Dios que lo ha enriquecido con su inteligencia y con su voluntad, siendo en realidad Él quien debe llevarse el último reconocimiento. Es cierto que Dios, además de esos dones, le ha dado al hombre también la libertad y la capacidad de "perfeccionar" la creación. Cuando Dios vio que todo "era muy bueno", al haber colocado al hombre en medio de todo lo creado, y haber puesto en sus manos el dominio de lo que existía, sin duda, le dio la libertad para que hiciera con ello lo que necesitara a fin de alcanzar un mejor nivel de vida, transformando, construyendo, haciendo mejor... Y aun cuando la capacidad del hombre no es infinita, si es "imagen y semejanza" de la capacidad divina, por cuanto a través de su genio inventivo puede alcanzar cada vez metas más insospechadas.. Por ello, no es extraño que el hombre alcance cada vez mayores alturas en sus avances.

Sin embargo, el "vio que todo era muy bueno" no se refiere sólo al hombre en medio de todo lo creado y su capacidad infinita de ingenio, sino también, y principalmente, a la sociedad que pretendía establecer Dios con el hombre para hacer que el mundo se dirigiera cada vez más hacia Él. La tarea del hombre no es sólo la de mejorar, transformar, perfeccionar, sino de hacerlo con la finalidad de encaminarlo todo hacia el mismo que es su origen. Todo lo creado, surgiendo de Dios y manteniéndose en Él, debe dirigirse hacia Él, pues sólo esa será su plenitud. La perfección del mundo no será jamás tal si no es en Dios mismo... Por eso, la observación que hace Jesús a los que admiraban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y de los exvotos, apuntaba a que se pusiera el acento en lo que de verdad es duradero. Esa belleza no es tal si se queda en sí misma. La admiración debe darse legítimamente en cuanto esa belleza sea una referencia a la belleza eterna, la que verdaderamente queda, la absolutamente estable...Es absurdo quedarse, por lo tanto, en la admiración de lo pasajero, de lo que desaparecerá, si eso no hace que el espíritu se eleve y apunte a lo que es absoluto.

La belleza de lo pasajero la describe Jesús trágicamente: "Esto que contemplan ustedes, llegará un día que no quedará piedra sobre piedra... Todo será destruido"... Si es así, ¿dónde se debe colocar, entonces, el fundamento de todo? ¿No estamos los hombres de hoy cometiendo el mismo absurdo, quedándonos en la admiración de los avances tecnológicos y científicos, sin dar el crédito a quien verdaderamente lo tiene? ¿Es lícito admirar esos avances, pretendiendo que allí termina todo, siendo una supuesta demostración del lugar primario del hombre, de su inteligencia y voluntad, sin que haya referencia a nada superior a él? Al parecer, la misma admiración que tuvieron aquellos que veían el templo, la tienen hoy quienes se rinden ante los avances que ha logrado el hombre en el campo de las comunicaciones, de la medicina, de la investigación, de la navegación del espacio exterior... Se cree el hombre que porque cada vez obtiene mayores y mejores triunfos en esos campos, es cada vez más autosuficiente y hace cada vez menos necesario a Dios...

La misma soberbia, que fue la tentación en la que hizo caer el enemigo a Adán y Eva en el origen, es la que domina a este hombre de hoy. Ella hace caer al hombre en el abismo de su deshumanización, pues sacando a Dios de su propia existencia, se hace cada vez menos hombre. Si algo asegura la humanización cada vez más alta del mismo hombre, es la presencia de Dios en su vida... Nunca el hombre es más hombre que cuando está esencialmente unido a su origen, a Dios. Y nunca se humaniza más que cuando apunta su caminar a la meta que le da la plenitud, que es la participación de la naturaleza divina que Dios le regala. Si el hombre se queda en la adoración de sí mismo, se queda en eso, en sólo hombre. En cambio, si el hombre se admira de lo que alcanza y da el crédito a quien lo ha hecho posible con los dones con los que lo ha enriquecido, apunta a su destino mejor: Un hombre pleno que, además de su humanidad, se enriquecerá con la participación en la naturaleza divina que será una realidad en la plenitud de los tiempos...

No está mal que el hombre avance más. Eso lo quiere Dios. Está mal que avanzando, se aleje de quien hace posible ese avance y se crea todopoderoso. Para evitarlo, el hombre debe avanzar también en su conciencia de ser socio de Dios en el perfeccionamiento de lo creado, poniéndolo todo a su servicio, haciendo que el mundo avance hacia Él y dándole el crédito a quien ha puesto en él todas las capacidades y sin el cual no sería nada... A Dios...

2 comentarios:

  1. Buena reflexión que nos baja de pedestales de arena que nosotros mismos nos creamos

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  2. Así es... A veces somos así de absurdos, David... Saludos a tu familia. Dios te bendiga

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