lunes, 11 de noviembre de 2013

Si quieres ser libre, perdona

Un tema que es casi tabú entre los cristianos es el del perdón que debemos dar. Nos encanta hablar y saber conscientemente del perdón que Dios nos da, y que está siempre dispuesto a dar. Y estamos conscientes de que la sensación que se vive al recibir el perdón de Dios es insuperable. Es la demostración más íntima de amor que Dios puede darnos, pues sin méritos de nuestra parte, sólo el del arrepentimiento, Dios se derrama enteramente en amor y perdón sobre nosotros. Después de haberlo ofendido, de habernos alejado de Él por nuestra soberbia y nuestro odio, basta que nos acerquemos humildemente a Él, con el arrepentimiento como base, que nos hace añorar estar de nuevo en la casa de Dios, para que Él, sin chistar ni dudarlo un segundo, nos perdone y nos acoja de nuevo en su regazo. Jamás se negará a hacerlo, pues es un Dios de amor y de misericordia. San Bernardo llegó a afirmar que al terminar la creación, Dios "vio que todo era muy bueno" porque al fin tenía a quién perdonar... Es impresionante esta afirmación, pues sugiere que Dios no nos hizo existir sólo para amarnos en lo bueno, sino para amarnos también en lo malo, en lo que nos aleja de Él, en el pecado y, de esa manera, poder manifestar con claridad irrefutable, su amor en la prueba más dura que debe pasar, que es la del perdón...

Por eso, por ser una prueba tan dura al amor, cuando hablamos del perdón que debemos dar los hombres, empezamos a recular... Lo queremos hacer tan racional, que puede llegar a perder el sentido del amor. Para muchos el perdón es casi una operación matemática en la que los resultados deben ser absolutamente racionales y, más aún, siempre a favor nuestro... Si llegáramos a sentir que en algún momento salimos perdiendo en la operación aritmética del perdón, nos lo pensamos dos y tres veces a ver si nos conviene, y normalmente terminamos por decidirnos a no perdonar hasta que no aseguremos esa ganancia...

Por eso Pedro se atrevió a preguntarle a Jesús hasta cuántas veces tenía que perdonar. "¿Hasta siete veces?", le pregunta él a Jesús, como poniendo un límite heroico al perdón... Me imagino a Pedro esperando de Jesús una respuesta absolutamente racional. Según la lógica de Pedro, Jesús ha debido aplaudirlo por estar dispuesto a perdonar ¡hasta siete veces! Quizás Pedro esperaba que Jesús le dijera: "En verdad, en verdad, te digo... Es correcto. Hasta siete veces. Después de la séptima, da rienda suelta a la venganza, y le das su porrazo al ofensor..." Es la respuesta que quisiéramos escuchar todos. No lo neguemos. Está muy lejos nuestra lógica de la de Jesús. Si Cristo hubiera aplicado esta misma lógica nuestra a su perdón, ni siquiera se hubiera planteado subir al cadalso de la Cruz. En ella, Jesús está perdonando una, siete, cien, mil veces, mis pecados, sin negarse jamás... ¡Cuántas veces nos acercamos a la confesión con la frase: "Padre, lo mismo de la otra vez, y de la otra, y de la otra..."! Y lo cierto es que Jesús en la Cruz es el hombre más libre de toda la historia. La Cruz, lejos de ser sólo un ara de sacrificio, fue para Él una plataforma de libertad. Tanto, que Jesús fue capaz de decir desde ella, muriendo en manos de sus asesinos: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". ¡Hace falta ser muy libre para llegar a ese extremo en el perdón! Imagínemonos a Cristo amargado en la Cruz, lamentándose de su suerte y echando pestes contra los que lo estaban matando... La verdad es que la obra redentora no hubiera llegado a su plenitud así...

Por eso, el perdón libera. No existe sensación más placentera que sentirse libre de odios, de rencores, de deseos de venganza, de suspicacias. No los tuvo Cristo en la Cruz. Y así fue el hombre más libre. La libertad no es nada más la ausencia de cadenas físicas. Hay muchos que no tienen cadenas físicas, pero que están encadenados por cadenas espirituales. ¡Cuántos no viven pendientes de encontrarse con quien los ha ofendido para echarles en cara su falta! ¡Cuántos no están "esperando en la bajadita" a quien le ha hecho algún daño, y se gastan la vida en amargarse imaginándose "lo dulce que será la venganza"! ¡Cuántos no están llenos de resquemores, de recuerdos amargos, de heridas que no sanan, de vueltas y vueltas a las ofensas sufridas! Mientras no se liberen de eso, seguirán viviendo en la amargura, seguirán encadenados y como consecuencia jamás serán libres así...

El perdón no sólo hace bien al ofensor... Por supuesto que representa un bien para quien ha ofendido, pues se le quita de sus espaldas un peso que por amor no queremos que cargue más... Evidentemente, será completo el perdón cuando se resarza el daño que se ha procurado. El perdón no está reñido con la justicia. En Dios, "la misericordia vence sobre el juicio", porque en su tribunal los hombres siempre somos ganadores... Pero entre los hombres una ofensa puede haber sido, además, un delito. Para el perdón sacramental se debe cumplir también con la sanción debida por el delito... Pero debe haber perdón siempre... Y, como decíamos, más que un bien al ofensor, el perdón favorece absolutamente al ofendido. Lo libera del peso de la amargura, del recuerdo dañoso, del pensamiento que roe la paz interior. Cuando se perdona, se está poniendo por encima la propia paz interior, más valiosa que el oro fino. Y lo mejor, se está dejando que se exprese el amor que se vive. Poniéndolo a prueba con el perdón debido, lo hacemos acrisolarse haciéndose puro y limpio, sin añadidos desagradables ni escoria que lo empobrezca...

Porque se ama, se perdona. Es el movimiento natural en Dios... Si ponemos el tema del perdón que debemos dar entre los temas "tabú", quizás debamos pensar que nos está faltando amor. La vivencia del verdadero amor hace más fácil el perdón. Amar implica perdonar. Quien no ama de verdad, siempre lo tendrá difícil cuando tenga que perdonar... Siempre estará sacando cuentas antes de perdonar. ¡Qué libertad tan grande saber que perdonas sin cuentas! ¡Qué libertad tan grande cuando sabes que porque perdonas sin pensarlo, tus cuentas de amor se enriquecen y te dan los mejores dividendos! No dejemos que nuestras cuentas se empobrezcan sólo con lo conveniente. Hagámoslas engordar con lo loco del perdón por amor, y seamos plenamente libres en ese amor convertido en perdón...

2 comentarios:

  1. Definitivamente el perdón vence al Egoísmo y esto nos libera... Gracias, siempre trabajando arduamente por el camino de la reconciliación y salvación...

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    1. De eso no tengo ninguna duda... Y por eso no desecho un segundo en tratar de dar siempre este mensaje de paz, de justicia, de libertad y de amor a todos... Gracias por tu comentario...Saludos a tu familia. Dios te bendiga

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