martes, 19 de noviembre de 2013

Montado en mi árbol...

Entre los personajes simpáticos del Evangelio siempre he incluido a Zaqueo... No por su vida, pues para los mismos judíos era un traidor, sino por el gesto que nos relata San Lucas. No se detuvo Zaqueo en consideraciones. No pensó en el ridículo que probablemente iba a hacer delante de todos, montándose en un árbol. Para él, en ese momento, lo más importante era ver pasar a Jesús... Y eso valía cualquier gesto, aunque fuera absurdo...

Los publicanos entre los judíos eran considerados grandes pecadores. En una sociedad en la que lo religioso y lo político estaban íntimamente imbricados, quien faltara a cualquiera de los dos campos era un tremendo transgresor... Un publicano era un judío que se había "vendido" al Imperio romano, pues cobraba impuestos para él, traicionando el único servicio que se debía a Yahvé y a su pueblo elegido... Quien se atreviera a ponerse en contra del pueblo de Israel, se ponía simultáneamente en contra de Dios. Y este pecado era peor si se pertenecía al mismo pueblo judío, pues traicionaba a los suyos, se traicionaba a sí mismo, a su gloria, a su dignidad. Por ello, los publicanos eran tan aborrecidos y rechazados por el pueblo sencillo y por las autoridades religiosas de Israel. Por eso, los fariseos y los escribas hipócritas se horrorizaban de que Jesús entrara en casa de publicanos, y no tuviera ningún empacho hasta en sentarse a la mesa a comer con ellos. Era el caso de Zaqueo... Y entre ellos, entre los publicanos, se daba lo que con frecuencia se da entre quienes cobran impuestos, con honrosas excepciones... Se enriquecían a costa de meter la mano en la bolsa para sacar de lo que no les pertenecía, o abultaban las exigencias para engordar sus propios bolsillos. No estaban con muchos miramientos morales, pues el "dios dinero" los había amarrado fatalmente...

Zaqueo, además de ser publicano, era "jefe de publicanos y rico", lo cual lo hacía estar un escalón más alto en el desprecio de los judíos. Si ya era aborrecible ser publicano, se podrán imaginar cuánto más lo era quien era como el "gerente", el "encargado", el que dirigía las "batallas", contra el pueblo sencillo de Israel... No tenía que ser muy atractivo estar en los zapatos de Zaqueo, a no ser que se haga la consideración sólo desde el punto de vista crematístico, en donde aventajaba con mucho a los demás, pues, como dice Lucas "era rico"... Está claro que para Zaqueo no era una situación ideal... Probablemente estaba llegando a aborrecer lo que hacía, no quería sentirse el centro de los desprecios de todos, no quería sentirse más un pecador traicionando al Dios de Israel... Es muy probable que en Zaqueo ya Dios estuviera haciendo una labor de "aflojamiento" que tuvo su culminación en la estocada que le va a dar Jesús. Por eso, al enterarse de que "ese Jesús", del cual seguramente había escuchado ya mucho, demasiado quizá, iba a pasar cerca de su lugar de trabajo, teniendo el gusanillo de la insatisfacción carcomiéndolo por dentro desde hacía tiempo, no dudó en acercarse para "verlo pasar". Es tremendo... Zaqueo se contentaba simplemente con "ver pasar" a Jesús delante de sus ojos. Esa era su única intención. Ninguna más...

Por eso se acercó a la calle donde estaba previsto que pasaría "ese Jesús", para ser testigo de su paso... Pero Zaqueo era muy pequeño. Y ya la aglomeración era tan grande que no le permitía divisar la calle por la que pasaría y así se perdería la oportunidad que quería... Ni corto ni perezoso, hace lo impensable... "Si quieren entrar en el Reino de los Cielos, háganse como niños". Nunca mejor dicho... Zaqueo "se hizo como niño" y, seguramente recordando sus años de infancia, se montó en el árbol que encontró más a la mano. Y allí esperó el tiempo necesario para "ver a Jesús". Me imagino las burlas, las risas socarronas, los comentarios a bajo volumen mientras esperaban... ¡Zaqueo, el jefe de publicanos, montado en un árbol, haciendo el ridículo delante de los ojos de todos!. Y él, tranquilo... Estaba a punto de lograr lo que quería... "Ver a Jesús"...

Cuando llega el momento, la sorpresa de Zaqueo es mayúscula. Él, que se contentaba simplemente con ver pasar a Jesús, atrae la mirada del Redentor. Él había salido a ver a Cristo, ¡y es Cristo el que lo ve a él! La mirada de Jesús descubre lo más íntimo, las más grandes interrogantes, las expectativas crecientes, las insatisfacciones que ya se van haciendo monstruosas... Y quiere repararlas todas... Ve a Zaqueo y descubre sus añoranzas de algo más, de algo distinto, de algo superior... Y Jesús se ofrece, pues ha venido para eso. Jesús quiere ser para Zaqueo, ¡para todos!, el que dé la plenitud, el que satisfaga completamente, el que colme todas las expectativas... "Aquí estoy. Y estoy para ti. Para llenarte, para darte la satisfacción plena, para que no busques más". "Zaqueo, baja del árbol, que hoy quiero hospedarme en tu casa". Palabras impresionantes. Jesús se "autoinvita" a la casa de Zaqueo. Es lo que hace con todos. Quiere estar en la casa de todos. Quiere convivir con todos...

Zaqueo baja entusiasmado. Feliz por la sorpresa inesperada, prepara un banquete en su casa. Me imagino la locura de los de su casa. Su mujer atareada para preparar lo mejor pasa "ese Jesús". Todos queriendo que "ese Jesús" la pase lo mejor posible en casa... En medio de las críticas de los escribas y fariseos, era feliz. Jesús se había dignado no sólo dejarse ver pasar, sino que lo había visto a él, había ido a su casa, estaba comiendo con él... ¡Qué más podía pedir! Sus esperanzas estaban colmadas... Por eso, con el entusiasmo propio del momento, se pone en pie y dice: "Señor, doy la mitad de mis bienes a los pobres; y si a alguno le he robado, le devuelvo cuatro veces lo que le robé". Zaqueo había experimentado la locura del amor de Jesús. Y él se había vuelto loco por Jesús. Sólo un loco, siendo publicano, puede decir lo que él acaba de decir... No hay duda... Está loco... Y esa locura, produce la locura de respuesta de Jesús: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa"... ¡Ya quisiéramos muchos escuchar de los labios de Cristo esta sentencia...! ¡La salvación, la locura de amor de Dios, por la locura de Zaqueo! ¡Qué buen negocio!

Jesús... Yo quiero ser como Zaqueo... Me monto en el árbol de mis expectativas, de mis añoranzas, para poder verte pasar... Me contento con saber que estás allí, en mi vida, pasando constantemente, para que yo te pueda ver y tener la seguridad de tu compañía, de tu amor, de tu mano firme que me sostiene... Pero, Señor, quisiera que me sorprendieras como a Zaqueo. Autoinvítate a mi casa. Dame la alegría de querer estar conmigo, en mi mesa, bajo mi propio techo... Yo me adelanto, ofreciéndotelo todo. Toma mi ser, mi corazón, mi inteligencia, mi voluntad, mi casa, mi familia. Me doy yo mismo por entero, con tal de escuchar de ti lo que le dijiste a Zaqueo: "Hoy ha llegado la salvación a tu casa, a ti y a los tuyos". No me dejes montado en el árbol. Invítame a bajar para ponerme en tus brazos, que es el sitio más seguro en el que puedo estar...

2 comentarios:

  1. Excelente reflexión..."Yo quiero ser como Zaqueo..."

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  2. ¡Gracias Carlucho! Sin duda, ojalá todos fuéramos como Zaqueo, para que Jesús nos mire y nos conquiste como lo conquistó a él... Saludos a los viejos. Un abrazo. Dios te bendiga

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