lunes, 23 de junio de 2014

No es malo tener un Superior: ¡Es Dios!

La clave de la felicidad es el reconocimiento de Dios como Creador, como Redentor y como Santificador del hombre. En la medida en que el hombre reconozca a Dios como su superior, por encima del cual no hay nada más, ni siquiera él mismo, en esa misma medida vivirá en armonía. Es la armonía deseada para sentir la paz espiritual que es la base de la felicidad. Fuera de esto, es imposible lograrlo. El empeño del demonio es convencer al hombre de que puede ser feliz sin Dios, haciéndose un dios para sí y para los demás, queriendo "enmendar la plana a Dios", o construyéndose dioses a la medida propia, de modo de tener la aprobación a todas sus barbaridades y desafueros... O, muy frecuente también, asumiendo dioses de otros que se presentan como atractivos, pues son permisivos, adaptables y se hacen la vista gorda ante situaciones conflictivas moralmente... Nuestra sociedad sufre mucho por esto. Cree que en la promulgación absoluta de la libertad para elegir el propio dios está una de las claves de su autonomía y que la satisfacción plena irá por allí...

Los hombres han logrado, de esa manera, excluir a Dios de sus vidas. En un grito aparentemente reivindicador de los derechos y de las libertades, han acallado la voz del verdadero Dios, lo han excluido de sus vidas, lo han confinado al rincón oscuro del encuentro privado, pues nadie tendría absolutamente ningún derecho a querer "imponer" a Dios a ninguna de las personas, pues éstas son libres y ellas deciden por sí mismas... En la base de la argumentación podría concederse una razón objetiva y válida. Los hombres somos libres y debemos tener la capacidad de la elección. Es un derecho que nos ha otorgado el mismo Dios al crearnos con inteligencia y voluntad, es decir, con capacidad de elección. Pero, en este revestimiento de cordero se esconde un lobo que destruye al hombre, pues le quita, en esa misma reivindicación, la posibilidad de conocer al Dios por el cual se puede decidir... No hablar de Dios, eliminar todo signo de su presencia en la vida, esconderlo y confinarlo a lo oscuro del cuarto de los trastes, es, en definitiva, decirle a la gente que no existe, que es absurdo elegir una entelequia. Se elimina a Dios, pero se abarrota a la gente de otros dioses, de los ídolos, de soberbia haciéndole considerarse ídolo a sí mismo, pero se le impide conocer al Amor, al Creador, al Redentor, al Santificador...

Es muy cómodo no tener a un superior. Es muy cómodo hacerse unas normas a la medida de las propias conveniencias. Para el asesino es muy cómodo hacerse una ley en la que el asesinato esté permitido. Para el violador es muy cómodo hacerse una ley en la que se permita alcanzar el placer a cualquier costo, incluso con la violencia y el sometimiento de otros. Para el drogadicto es muy cómodo tener una ley que despenalice las drogas, y que por lo tanto deje de ser delito su distribución y su consumo... Para el abortista es muy cómodo hacerse una ley en la que no se reconozca la entidad humana del óvulo fecundado o del feto avanzado en gestación, por lo cual prescindir de él es absolutamente inocuo... No tener un superior que haga que la bondad o la maldad de los actos sea, no una opción de conveniencia, sino una determinación totalmente objetiva, es realmente el paraíso del libertinaje, de la idolatría, del caprichismo. De esa manera la bondad no es algo inamovible e inmutable, sino algo que depende del aire que pegue en el momento...

Israel vivió esta tensión. Se balanceó entre la fidelidad extrema a Dios o entregarse a los ídolos de los pueblos vecinos e invasores... "Sirviendo a otros dioses, los israelitas habían pecado contra el Señor, su Dios, que los había sacado de Egipto, del poder del Faraón, rey de Egipto; procedieron según las costumbres de las naciones que el Señor había expulsado ante ellos y que introdujeron los reyes nombrados por ellos mismos". Mientras Israel fue fiel a Dios obtuvo de Él todas las bendiciones y fue objeto de su fidelidad, de su defensa, de su fortaleza... Cuando decidió ponerse de espaldas a Él y servir a otros dioses, Dios retiró su favor y vinieron al pueblo todas las calamidades... "Rechazaron sus mandatos y el pacto que había hecho el Señor con sus padres, y las advertencias que les hizo. El Señor se irritó tanto contra Israel que los arrojó de su presencia. Sólo quedó la tribu de Judá". Dios, siendo amor y fidelidad extrema, no es tonto. Cuando no lo quieren ni lo aceptan, Él respeta la libertad de la elección, pero deja que corran las consecuencias de la opción que se toma. Retira su favor y se pierden así todas las ventajas de ser de Él. Se queda al arbitrio y bajo el dominio del mal, de las desgracias, de las tragedias que significan estar lejos de Dios... Es lo que vive nuestro mundo hoy. Nunca antes se había vivido una esclavitud mayor, nunca se había vivido un egoísmo superior, nunca hubo tanto daño a la humanidad en aras de una libertad mal entendida, nunca se aprovechó el hombre de su hermano como ahora, nunca la carrera armamentista fue tan agresiva, nunca hubo tanta hambre en el mundo, nunca se sufrió tanta sed, nunca hubo una persecución religiosa tan marcada, nunca hubo tantos asesinatos, abortos, ancianos abandonados...

Pero en medio de todo esto, surge siempre la esperanza. Hay que ver la viga en el ojo propio para poder percibir la curación del que tiene una paja en el suyo... Es la consideración del otro como hermano... Curiosamente Jesús, cuando invita a ver la viga en el ojo propio, lo hace considerando al otro como hermano... "Sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano". La clave es considerar a Dios como Padre y en consecuencia, al otro como hermano. No somos islas. Somos hermanos, miembros todos de una misma familia que avanza al encuentro de Dios. Así es como debemos avanzar. Y es así como lograremos que el mundo cambie. En el logro de la fraternidad está la clave. No dejemos que el egoísmo nos consuma. Si seguimos ese camino, nuestro fin será nuestra destrucción...

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