sábado, 28 de junio de 2014

El Corazón de María late en el pecho de Jesús

Hace unos años, cuando yo era Asesor del equipo de los Cursillos de Cristiandad de Terrazas del Ávila, en Caracas, cuando visité la Capilla de la Urbanización, regida por los Padres Eudistas, me percaté del nombre de la Capilla: "Amantísimo Corazón de Jesús y María". Me quedé en silencio, pues la cosa no me cuadraba bien. Se escuchaba extraño, pues no había concordancia en el número... Pensaba que en vez de "Amantísimo Corazón de Jesús y María", lo correcto debía ser "Amantísimos Corazones de Jesús y María"... Lo comenté en voz alta, como queriendo dejar bien claro que había una equivocación en la formulación del título de la Capilla. Y dije que me parecía que había que corregirlo, para que la cosa no dejara en evidencia, por lo mínimo, una falta de atención... (evidentemente, yo creía que se debía a un desconocimiento total de las reglas de la más elemental gramática)... La respuesta  me dio duro en mi soberbia, pues dejaba clara mi poca altura espiritual en la consideración de esta devoción cristiana... "El Corazón de Jesús es el mismo que el de María. San Juan Eudes lo consideraba así, pues estuvo seguro que el Corazón de Jesús era como era, porque era el mismo Corazón de María..."

Jamás lo había pensado así. Lo veneraba, ciertamente, pues tengo a María siempre como mi Madre, el don hermoso, póstumo y entrañable, que nos dejó Jesús desde la Cruz, con lo cual nos regaló lo más hermoso que había tenido. En la Cruz, no hay duda, Jesús nos dejó el tesoro de su amor, pues la imagen del Dios hecho hombre que moría por nosotros, en vez de nosotros, nos descubre al Cristo que se atraviesa en medio para que nosotros quedemos indemnes y asumir Él todo el dolor y el sufrimiento que nos correspondía a los culpables...Es la perfecta Redención, por cuanto hasta llegar a la muerte, esa suerte nos correspondía a los hombres, que fuimos los que pecamos. Él no tenía ninguna culpa. La asumió para ofrecerse como satisfacción al Padre. "Por sus llagas hemos sido curados. Asumió sobre sus hombros la culpa de todos..." Pero Jesús nos amó tanto que se desprendió no sólo de su vida, sino que llegó al extremo de desprenderse también de lo que había hecho su vida la más feliz, la más entrañable, la más tierna... Se desprende de su Madre, de María, y la pone como Madre nuestra, como nuestra protectora, como nuestra intercesora, como nuestra guía y modelo... María es el regalo más tierno que nos da Jesús. Nos devolvió la Gracia con el perdón de los pecados, la posibilidad de entrar en el cielo para vivir felices en la eternidad junto al Padre. Pero hizo esa vida nuestra más bonita, con una realidad de ternura siempre presente, cuando nos regala a su propia Madre, nuestra Madre, María, la mujer hermosa y fiel, la Madre del Amor Hermoso...

Al dejarnos a María como Madre, nos asegura que su amor seguirá presente en Ella. Un genetista dirá que todos los genes de Jesús son genes de María, pues al ser engendrado no hubo concurso de varón. Todo lo que biológicamente, corporalmente, materialmente, hay en Jesús, viene de María. Alguien diría que Jesús es un "clon" de María. En esa misma argumentación, se dirá que el Corazón de Jesús es el mismo Corazón de María. Realmente, no me importa que materialmente sea o no así... Pienso que eso es lo menos importante en el ser de Jesús. Evidentemente, en los rasgos físicos, como en los de cualquier hijo de su madre, Jesús tenía que parecerse mucho a María. Y probablemente Jesús no sólo se parecía físicamente a Ella, sino que era idéntico... Pero lo que realmente importa es la impronta espiritual que deja María en el hombre que es Dios, en Jesús... En lo humano, Jesús fue la esponja de María y de José. El infinito amor a Dios que se vivía en esa casa era el que Jesús aprendía. El amor a los demás, a los más necesitados y humildes, que se vivía en la casa de Nazaret, lo aprendió en lo humano Jesús. "Jesús crecía en estatura y en gracia", a la sombra de lo que le enseñaban sus padres en la tierra...

Lo que me dijeron en Terrazas del Ávila era absolutamente real. No pueden ser dos corazones distintos el de Jesús y el de María. El Sagrado Corazón de Jesús es el mismo Inmaculado Corazón de María. Los dos laten con la misma fuerza por el amor de Dios. Los dos van al unísono en el amor y en el servicio a los hermanos. Los dos dejan correr la sangre para seguir amando hasta el infinito. Los dos derraman su sangre por amor a los hombres... Jesús la derrama en su Pasión, al ser traspasado por la lanza del soldado. María la derrama cuando la espada de dolor atraviesa su alma... El Corazón de María es inmaculado, como lo es toda Ella, pues ha sido preservada de cualquier mancha para ser la digna morada del Dios que viene a visitarnos. Es su Hijo. La Madre no sólo da su vientre para que sea la morada del que viene a redimir, sino que da todo su ser. "Aquí está la esclava del Señor. Que se haga en mí según tu palabra". Es decir: "Toda yo soy de Dios. Que disponga de mí como mejor le parezca. Para eso vivo y para eso siempre viviré: para ser de Dios"... Y Dios le tomó la palabra. No sólo tomó su vientre, sino que la tomó toda. Hasta tomó su corazón para colocarlo en el pecho de su Hijo...

Aprendí así, a pensar en Jesús y en María como un todo único. Cada uno reservado en su intimidad personal, pero siendo los dos una cosa en sentimientos, en entrega, en servicio, en amor... Teniendo los dos un mismo Corazón, pues entre ellos se aman infinitamente, y todo corazón que ama a otro se hace uno con él. Son los dos, un solo Corazón amantísimo... Bajé mi cabeza humildemente y me postré en adoración al Corazón de Jesús, implorando que se derrame sobre mí siempre, que me dé siempre su amor, que me haga amar como Él, que me haga seguir con fidelidad sus pasos, hasta la entrega final, si fuera necesario... Tal como lo hizo su mismo Corazón latiendo en el pecho de María...

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