miércoles, 25 de junio de 2014

Eres bueno y Dios te hace santo

En el Derecho universal existe una máxima: "El desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento". Evidentemente esto se refiere a las leyes justas que, inculpablemente, son desconocidas por alguien. Tiene sentido cuando la ley está sustentada en el derecho natural, que siempre apunta a la búsqueda del bien, por las vías de la naturaleza humana. La ley será siempre cumplida, aun cuando no se conozca, porque sería lo que exige la naturaleza que es buena en el hombre. Otra cosa es declararse en rebeldía ante una ley injusta. En ese caso, los hombres tenemos siempre el derecho inalienable a desacatarla, por cuanto iría precisamente en contra de la ley natural, de la bondad natural de los actos humanos... Por ejemplo, a un médico jamás se le podrá obligar a ir en contra de su conciencia, obligándolo a practicar un aborto, cuando está plenamente convencido de que es un asesinato vil, "un crimen abominable", como lo llamó el Vaticano II. Pero, en lo que se refiere a las cosas que rigen la vida comunitaria, al cumplimiento de los deberes, al respeto a los derechos de los demás, no se puede alegar jamás el desconocimiento de lo que lo regula, es decir, de la ley civil... Quien va en contra de esto, está yendo en contra de la ley, aunque no la conozca. Y amerita un castigo ejemplar...

No es éste el caso de la ley de la Iglesia. En el Derecho Canónico jamás aparece esta máxima. La Iglesia es, ante todo, Madre. Y como Madre no podría imputar un delito cuando se desconoce la ley que lo prescribe. Sin embargo, se tiene que aplicar el mismo razonamiento anterior. La ley natural, que es la ley divina escrita en el corazón de los hombres, dicta la bondad o la maldad naturales de los actos humanos, y particularmente de aquellos que se refieren a la relación con Dios y con los demás, en los planos de la filiación y de la fraternidad. En todo caso, el detalle de la ley sería necesario tenerlo a la mano para saber a qué se obliga, bajo qué condiciones se está sometido, qué castigo amerita un delito o pecado... Por ejemplo, el pecado de aborto será excomunión sólo para quien sabe que éste es el castigo merecido. Quien no lo sabe está sometido a la pena que corresponde al pecado de asesinato, que sigue siendo pecado mortal, pero no con la pena mayor de la excomunión... En este caso, el desconocimiento es de la pena por el delito, no del delito en sí mismo. Y también de ella se está eximido. Pero, ¿se puede decir la máxima contraria, es decir, se podría afirmar que en la Iglesia, "el desconocimiento de la ley sí exime de su cumplimiento"? De ninguna manera. Ya hemos dicho que la ley natural, ley divina que yace en el corazón y en la conciencia de los hombres, dicta perfectamente la bondad o la maldad de los actos... El Papa Francisco ha afirmado que aun el ateo, cuando vaya en contra de su conciencia, pecaría... Esto significa que aun cuando la máxima de la ley civil no se aplica del todo, tampoco se puede afirmar que desaparece totalmente... El hombre está siempre sometido a su conciencia, que es templo íntimo e inviolable desde donde se rigen su pensamiento y su conducta moral...

En Israel hubo un tiempo en el que se desconoció la Alianza con Yahvé. Algunos reyes "la archivaron" y en generaciones posteriores fue totalmente desconocida. En un momento de su historia, fueron descubiertos y leídos los libros de la ley, e Israel entendió que por mucho tiempo habían sido infieles a lo que anteriormente vivían naturalmente. Por eso, se decidieron a retomar el conocimiento de la ley y suscribieron un nuevo pacto con Dios... "El rey les leyó el libro de la alianza encontrado en el templo. Después, en pie sobre el estrado, selló ante el Señor la alianza, comprometiéndose a seguirle y cumplir sus preceptos, normas y mandatos, con todo el corazón y con toda el alma, cumpliendo las cláusulas de la alianza escritas en aquel libro. El pueblo entero suscribió la alianza". Los reyes anteriores habían sido objeto de la ira de Dios, pues se habían comportado contrario a lo que les pedía la Alianza con Yahvé, pero este nuevo rey no era culpable, por cuanto desconocía lo que en ella se contenía. Remedió el entuerto dando a conocer a todos la ley y haciendo que todos se comprometieran a cumplir con la ley de Yahvé... Fue una conducta loable, por cuanto retoma el camino de la fidelidad a lo que Dios pedía. Quiere decir que lo movía la buena voluntad, la buena intención, la buena conciencia, aun cuando no conociera la ley de Dios y su Alianza...

Es la bondad natural de los hombres, que está siempre subyacente en su ser. Nadie puede alegar ser totalmente malo. Como tampoco nadie puede aducir que es totalmente bueno. Todos tenemos en el corazón la línea que divide el bien del mal, como dijo Pablo VI. San Agustín hablaba de "las semillas del Verbo" que hay en todo hombre, que son esas realidades esenciales y fundamentales, básicas, de la fe, que se viven naturalmente, y que hacen al hombre tener siempre la posibilidad de tender hacia el bien...Al ser naturales, aseguran la bondad natural. Si se llegan a cultivar, conducen a la santidad, pues se estaría siempre en el camino de dar buenos frutos, que son los que surgen espontáneamente de la bondad natural y se acrecientan con la bondad adquirida al conocer la ley y ser fieles a la alianza con Dios... Jesús nos enseña que "los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos..." Si los hombres somos naturalmente árboles buenos, podremos dar siempre buenos frutos. Y si aumentamos nuestra bondad siendo fieles a Dios, nuestros frutos serán mucho mejores... Procuremos siempre dar frutos buenos, de acuerdo a nuestra naturaleza, elevados por la gracia con la que Dios nos enriquece...

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