domingo, 8 de diciembre de 2013

Redimida antes de tiempo

El Año Litúrgico está estructurado alrededor de la figura de Jesús, el Redentor. Cada uno de sus momentos nos hacen recorrer los misterios centrales de nuestra fe. Se articula alrededor de la Pascua de Cristo, que es el núcleo de lo que hizo Jesús por nosotros y sobre lo cual se fundamenta todo lo que creemos y vivimos. La Pascua -Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo-, es el fundamento de todo lo que podemos creer los cristianos. Si esto no está en la base, absolutamente todo el edificio de la fe se viene abajo... Los tiempos que vamos avanzando durante el año litúrgico harán siempre referencia a este acontecimiento central y básico... El tiempo pascual es el tiempo del gozo, pues le estamos dando vueltas continuamente al logro de Jesús: su entrega y su sufrimiento por amor a los hombres, su muerte como ofrenda última y definitiva, y su triunfo glorioso, resurgiendo victorioso sobre la oscuridad del sepulcro y de la muerte... Y en seguimiento de importancia, tenemos el tiempo de Navidad, en el que recordamos la primera venida de Jesús, hace ya más de dos mil años, en la ternura de un Niño recién nacido, que nos dice ya claramente de lo entrañable que es el amor de Dios, que quiere demostrarlo prácticamente, haciéndose un ser totalmente desvalido y dependiente de su Madre...

Esta Madre, María, es el personaje humano más importante de esta historia sabrosa de salvación de la humanidad... Seguir a María, desde su anuncio primario, hasta su presencia entre los Apóstoles el día de Pentecostés, es hacer un seguimiento perfecto de lo que es la Historia de la Salvación. No es Ella causa de salvación, pero sí es un personaje imprescindible en el proceso que el mismo Dios escogió para realizarla. Desde el mismo inicio de la historia de la salvación, aparece el anuncio de aquella Mujer con la cual Dios pone enemistad con la serpiente: "Pongo enemistad entre ti y la mujer"... Pero queda también establecido perfectamente que la hostilidad contra el demonio se resolverá a través de las estirpe de la mujer, a través de su descendencia. No será Ella la que vencerá al demonio, sino que será un descendiente de ella: "Un descendiente de la Mujer te pisará la cabeza, mientras tu le muerdes el talón"...

María es anunciada repetidamente en el Antiguo Testamento. Ella es "la Virgen que está encinta y dará a luz un hijo al que pondrán por nombre Enmanuel". Ella es "el orgullo de nuestra raza", de lo que se jactaba Israel tan bellamente. Ella es la figura cumplida de aquella "Arca de la Alianza" en la que se guardaba la Palabra que Dios dirigía a los hombres. Así, María está presente en la Historia de la Salvación. Y si quisiéramos hacer una verdadera historia de lo que Dios ha hecho por los hombres, podremos establecerla a través de hacerle un seguimiento de María, de su prefiguración en el Antiguo Testamento, de su cumplimiento en el Nuevo Testamento, de su entrega, de su fidelidad, de su disponibilidad total a la voluntad del Padre... Por eso, el Dogma de la Inmaculada Concepción está totalmente en línea de lo que Ella es, de lo que Ella representa para los hombres en esa hermosa historia de relación de Dios con los hombres...

No es imposible para Dios lo que propone el Dogma... El mismo Ángel Gabriel se lo dice a la Virgen: "No hay nada imposible para Dios". No es "repugnante" a la mente del cristiano que se sabe amado infinitamente por Dios el que, para poder dar al Verbo la mejor entrada a la historia humana, lo hiciera a través de la Puerta Limpia de la Virgen Inmaculada. Ella es la representación fiel de aquella Arca de la Alianza que fue inviolada por nadie en el tiempo de Israel, que fue defendida y resguardada absolutamente, que mantuvo siempre su pureza extrema y fue consagrada como sitio en el cual sólo la Palabra de Dios habitaba...

Para Dios, para el cual todo el tiempo es un eterno presente, el momento de la Redención de Jesús en la Cruz sucedía simultáneamente con el pecado del hombre en Adán y Eva, sucedía en el mismo instante en que Israel era liberado de la esclavitud en Egipto, sucedía en el mismo instante en que Israel entraba triunfante en la Tierra prometida... Y sucedía en el mismo momento en que los padres de María, Joaquín y Ana, estaban concibiendo a su hija... Lo que, en ese eterno presente de Dios estaba sucediendo, es decir, la Redención de la humanidad, Dios mismo lo trajo al momento de la Concepción de María, y aplicó para ella esa Redención misericordiosa, previamente, para que el vientre de esa mujer fuera un sitio absolutamente puro, limpio, inviolado, sin mancha alguna... Como decía los antiguos tan acertadamente: "¿Pudo y no quiso? No es Hijo... ¿Quiso y no pudo? No es Dios... ¡Digan, pues, que quiso y pudo!" Dios le hizo este regalo maravilloso a la Mujer que sería la Puerta del Cielo, y se hizo a sí mismo ese regalo maravilloso para estar en un sitio absolutamente puro e inmaculado...

María es la que se nos adelanta en la historia de lo que vamos a vivir todos. La Inmaculada nos dice lo que va a vivir la Iglesia. Ella es la mejor figura de lo que es la Iglesia. Su itinerario es el que seguiremos todos, miembros de la Iglesia de Cristo. La Pura nos dice de la pureza de la Iglesia. La disponible nos dice de la disponibilidad de la Iglesia. La Madre de los hombres nos dice de la maternidad de la Iglesia. La Asunta a los cielos nos dice de la presencia de la Iglesia eternamente ante Dios. La Historia de la Virgen es la historia de la Iglesia. Con Ella estaremos todos en la presencia del Hijo y del Padre, en la alegría infinita del Espíritu, viviendo en el amor eterno del Dios del Amor. Ella nos lo grita: "Lo que yo vivo, lo vivirán todos ustedes"... Y le creemos, pues ya Ella se nos adelantó y nos abrió el camino...

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