jueves, 12 de diciembre de 2013

Mi Madre Latinoamericana

Tan temprano en nuestra historia de evangelización como en el año 1531, la Virgen María se vino a América. Y se presentó a uno de los más sencillos del pueblo que apenas estaba conociendo el Evangelio. Eran los primeros pasos de la fe en nuestras tierras, y María se vino de la mano del misionero para darse a conocer en persona como Madre... El Indio Juan Diego, San Juan Diego, con su fe sencilla, sin aspavientos, pero sólido en sus convicciones y en sus vivencias, recibe la visita de la que es la Madre de todos los cristianos, como el mismo Jesús lo expresó como deseo y como orden: "Ahí tienes a tu Madre", le dijo a Juan, en el que estábamos representados todos los hombres y mujeres. Y se presentó como Guadalupe...

María ha entendido muy bien su papel en la historia de la salvación. No es como absurdamente nos acusan algunos agresivos hermanos que no están en plena comunión con la Iglesia Católica. Ni la adoramos ni creemos que Ella sea causa de salvación. La adoración, estamos muy claros, es un culto que se debe sólo a Dios. La "latría", en todo caso, la han ejercido otros que se han puesto al servicio de sí mismos, de las cosas, de los honores o del prestigio, de sentimientos negativos... Dejando a un lado el amor, el servicio, la entrega, la adoración al único Dios, han colocado realidades absolutamente pasajeras, que desaparecerán, en el lugar que sólo a Él le corresponde... Los cristianos vemos en María a un personaje ilustre, esencial en nuestra historia de salvación, reconocida por el mismo Arcángel Gabriel y por su prima Isabel, como la mujer y el personaje más ilustre de toda la humanidad.

Las palabras del Arcángel: "Dios te salve, María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo", no han sido inventadas por ningún hombre. Fueron las mismas palabras con las que ese enviado de Dios a dar el anuncio más feliz de toda la historia, saluda a María. Según algunos entendidos, cuando el Ángel llama a María "Llena de Gracia", la expresión correcta es "llena con toda plenitud", es decir que en María existía toda la plenitud de la Gracia que podía haber en cualquier ser humano... Es un saludo que reconoce el asiento de la plenitud de la santidad que existía en aquella mujer que había sido preservada del pecado original en atención a los méritos que haría su Hijo en el futuro. Para el Dios del Eterno Presente, el futuro se hizo realidad en María anticipadamente...

Pero es también su prima Isabel la que luego reconoce esa primacía de María entre los seres humanos: "Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre"... Llamar "Bendita entre todas las mujeres" a María, su prima, no puede ser hecho sino bajo el influjo de un conocimiento de lo maravilloso que había sucedido en Ella. Para Isabel está claro que la persona de María destaca por encima de la de todas las demás. No debe haber sido un simple saludo, sino la afirmación de una convicción que se tiene previamente, sea por vía natural o sea por vía sobrenatural. Y esto se confirma por lo que luego dice: "Bendito sea el fruto de tu vientre", en el reconocimiento expreso de que el ser que se desarrolla en el vientre de María no es un hombre cualquiera... Ella misma lo dice cuando responde al saludo de María: "¿Cómo es posible que venga a mí la Madre de mi Señor?" El título de "Señor" es título divino, mesiánico... Sólo Dios es el Señor. Isabel está reconociendo la divinidad de Aquél que está en el vientre de María. Se equivocan quienes tildan de absurdo el título que legítimamente se le da a María al llamarla "Madre de Dios". Es un título que le da la misma Biblia y que está clarísimo en el Evangelio, en las palabras de Isabel. La "Madre de mi Señor" es la "Madre de Dios". Y aquí no es posible una interpretación diversa...

Pues bien, esa que es la "Llena de Gracia" y la "Madre de Dios", la que fue regalada a los hombres por el mismísimo Jesús como Madre, es la que recordamos en este día. Es la Madre que recibió el anuncio del Ángel, la que fue despreciada y luego recibida en su casa por José, la que dio a luz en Belén en un pesebre, la que recorrió los caminos de Nazaret... La misma que siguió con fidelidad durante toda su vida a su Hijo, quizás habiéndole enseñado la manera "humana" de amar con corazón dulce y tierno... Es la que invita a todos los hombres a "hacer lo que Él les diga", pues sabe muy bien que su tarea no es la de ponerse en el centro del mensaje, sino que está bien consciente de que es su Hijo el Redentor, el Dios al que hay que servir... Ella misma reconoce que las obras maravillosas que suceden a su alrededor en nada tienen que ver con Ella o con su voluntad, sino que son obras del Dios del amor: "El Señor ha hecho obras grandes por mí", afirma claramente. No es Ella la autora de las obras, sino Dios... Pero también, con la humildad natural de quien se sabe nada delante de Dios, proclama que será "llamada bienaventurada por todas las generaciones". Sólo los mezquinos no lo harán, pensando que con eso le hacen algún daño, sin percatarse de que los primeros perjudicados son ellos, pues se niegan a recibir todo el amor maternal que Ella está bien dispuesta a dar...

Hace muchos años, cuando el Evangelio empezaba a recorrer nuestras tierras latinoamericanas, la Virgen vino a nosotros en la advocación de Guadalupe. En Juan Diego siguió diciéndonos a cada uno "Hagan lo que Él les diga". Se convirtió en la principal intercesora de nuestras necesidades, como lo hizo con aquellos jóvenes esposos en Caná: "Se les acabó el vino", le dice a Jesús, de quien Ella sabía que podía salir el favor que necesitaban estos esposos. Es la intercesora natural delante de Jesús. Ya lo hizo aquella vez y lo seguirá haciendo siempre. No dejará de estar a nuestro favor. Y desde 1531 lo sigue haciendo amorosamente en América Latina, tal como Jesús se lo encomendó.

Tenemos una Madre que se ocupa de nosotros. Que nos sigue indicando el camino para caminar hacia su Hijo, el Redentor, que está pendiente de nuestras necesidades y que está colocándolas delante de su Hijo, que sigue llevándonos de su mano con dulzura para encontrarnos con Dios... Es una mano suave, tierna, amorosa, maternal, como no existe ni ha existido ninguna otra más sobre la tierra... Guadalupe,la Emperatriz de América, es la misma María que se ha hecho presente en el Pilar, en Coromoto, en Lourdes, en Fátima..., para seguirnos diciendo con voz suave y tierna: "Hagan lo que Él les dice"...

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