lunes, 2 de diciembre de 2013

Hagamos de los fusiles, pinceles

Una de las características más resaltantes de la situación futura, cuando todo esté restablecido definitivamente en Dios, será la de la armonía de todo lo creado. Será una situación igual que la que existía en el origen, antes del alejamiento del hombre de Dios... El pecado cometido rompió una armonía que existía como estilo normal de vida... El hombre rompió consigo mismo, con Dios y con los demás, produciendo una situación de anarquía y de desorden que destruía completamente el orden existente previamente... Adán y Eva, cuando pecaron, se descubrieron rotos interiormente. Empezaron a esconderse de Dios, pues sentían vergüenza de su desnudez, que ya no les era tan cómoda estar ante Él como antes... El esconderse de Dios los alejó de aquella sabrosa intimidad en la que vivían ordinariamente con Él, en la que, según nos relata el Libro del Génesis, al atardecer se encontraban para dar paseos por el Jardín del Edén, como queriendo decir que existía una verdadera confianza extrema entre ellos. La relación entre el hombre y Dios era tan natural, que se puede considerar de una amistad sincera. El Creador no se consideraba lejano por ser superior, sino que se hacía mínimo para poder entrar en contacto con aquél al que había creado por amor...

Y entre el hombre y la mujer existía una vinculación esencial. El hombre se sentía orgulloso, pues la mujer era "carne de mi carne y hueso de mis huesos"... Se sabían ambos salidos de las manos de alfarero del Creador de todas las cosas, y colocados en el centro de todo para dominarlo razonablemente... En el mantenimiento de esa solidaridad común, conscientes de su origen elevado en el amor de Dios, y sabiéndose dominadores de todo lo que fue creado, estaba la consecución y la estabilidad de toda la armonía... Esa triple armonía, consigo mismos, con Dios y con los demás, era la situación ideal, en la que no se esperaba que existiera absolutamente ningún problema de separación, de odio, de rencor, de retaliación, más aún, ni siquiera existía en la idea algo similar... Era la situación idílica propia de la armonía que se logra cuando todas las cosas están en su justo lugar, empezando por el mismo Dios como primera prioridad de todo...

De tal manera era esa armonía que en el espíritu humano ella sigue surgiendo siempre no sólo como un recuerdo lejano de algo que ya pasó, sino que se erige como uno de los sueños más añorados de los hombres de todos los tiempos... Cuando Dios está en el lugar que le corresponde, todo vuelve también al lugar propio... Y cuando Dios falta, falta todo. Al haber dado la espalda a Dios, empezó a faltar el vínculo esencial entre los hombres. Empezaron a verse entre ellos con suspicacias, con rencores, con odios, con sentido de competencia desleal... La que era "carne de mi carne y hueso de mis huesos" pasó a ser "aquella que me diste por compañera"... Los hermanos empezaron a desconocerse y a levantar la mano contra el otro: "¿Qué tengo yo que ver con mi hermano?" Todo perdió su norte. Al faltar Dios, faltó el amor, la solidaridad, la fraternidad. Ya el hombre empezó a considerar al otro como un estorbo para los propios intereses... Y empezó a pensar en la necesidad de quitarlo de en medio para que no fuera un obstáculo. Y el hombre, lobo del hombre, inició así una carrera indetenible, una espiral de violencia, haciendo gala de su ingenio para pensar en las mejores armas que apoyen su locura de eliminar al hermano...

La carrera armamentista se ha convertido, de esta manera, en una de las más rentables entre las industrias mundiales. Basta con crear las mejores armas para asegurarse un éxito rotundo en lo económico... Los réditos son tan altos que a nadie se le ocurrirá oponerse a la creación de una fábrica de armas, pues da muchísimas ganancias, tanto al empresario como al gobierno que la acoge... Mientras mejor se mate, más ganancias se aseguran... Es impresionante al punto al que hemos llegado los hombres... "¿Qué tengo yo que ver con mi hermano?", dice cada uno de estos empresarios... Mientras yo tenga llenos mis bolsillos, no me importa para nada cuantas vidas se pierdan. No me interesan cuántos inocentes mueren, cuántos niños son víctimas de las balas que produzco, cuántos huérfanos dejo sobre el mundo de los cuales quizá nadie se ocupará... No me importa cuántos hombres caen víctimas de mis bombas, de mis granadas, de mis balas... ¿Hasta cuándo los hombres sostendremos unas actitudes tan inhumanas? ¿Hasta dónde seremos capaces de hacernos cada vez más animales?

La gran añoranza de los altos espíritus es que la situación de la armonía original se restablezca... Mientras no dejemos vencer al amor, seguiremos sirviéndonos a nosotros mismos, sirviendo al odio, al rencor, a la violencia, a la venganza... Seguiremos pendientes de mantener un poder absurdo que esclavice y que subyugue a los demás... Seguiremos pendientes de mantener una hegemonía sobre algún grupo, aquel que no es el mío, considerando a los demás no como hermanos, sino como enemigos a los que es necesario hacer desaparecer... La venida de Jesús en el fin de los tiempos será el restablecimiento de aquella armonía originaria. Será la desaparición de las pretensiones de superioridad sobre otros. Será la rasante igualitaria para todos, en la que seremos verdaderos hermanos y viviremos en la paz y la concordia que será signo absoluto del reinado de Paz que trae Jesús...

Pero no podemos esperar que esto se dé sólo al final de los tiempos... Nuestra tarea es hacer que ese Reino ya se vaya haciendo presente entre nosotros. El esfuerzo, que ya algunos hacen heroicamente, es el de imponer entre todos una fraternidad que nos caracterice, que nos diga que no somos los animales que buscan establecer superioridad sobre nadie, que busca la no-violencia como signo identificador, que reclama las injusticias sin cometer otras injusticias, que siembra el amor en el reclamo de los intereses de todos, de la mayoría que quiere la paz... Que todos seamos capaces de sentirnos orgullosos diciendo del hermano que tenemos al lado "¡Este es carne de mi carne y hueso de mis huesos!" Que seamos capaces de unirnos a la añoranza de los pacíficos, que "de las espadas forjarán arados, y de las lanzas, podaderas", que harán que las armas se truequen en instrumentos de construcción. Que hagan de sus fusiles pinceles que pinten un mundo bello, hermoso, regalo de Dios para todos, en el que la fraternidad y la solidaridad brillen con la luz esplendente que será definitiva al final de los tiempos...

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