domingo, 22 de diciembre de 2013

"Dios-con-nosotros" para hacernos "Nosotros-con-Dios"

Los hombres nos cansamos con nuestras cosas a nosotros mismos... Es terrible percatarse de cuántas cosas hacemos que denotan nuestro interés de cansar, de hacer daño, de pasar por encima de los otros. Es una historia que se repite una y otra vez... Guerras, divisiones, esclavitud, ofensas, exclusiones, pretensiones de superioridad, hostigamientos, heridas, muertes... Aquellos que debían ser hermanos y apoyo mutuo, pues fuimos creados los unos para los otros, como "ayuda adecuada" para el hermano, hemos devenido, como lo han afirmado acertadamente algunos, en "lobos del hombre"...

Pero esta historia no tiene sólo un lado oscuro. Existe en ella también un lado luminoso que es verdaderamente esplendoroso. En lo que se refiere a los mismos hombres, encontramos gestos de heroísmo, de verdadera fraternidad, de buenas intenciones y logros en favor de los más necesitados. Podemos verlos en la inmensa cantidad de organizaciones altruistas que, sin hacer aún referencia a lo religioso, hacen de su ayuda a los demás su tarea más relevante... Organizaciones como la Cruz Roja, como Médicos Sin Fronteras, como Human Rights Watch, como los que existen para la ayuda de niños víctimas de diversos agravios..., nos descubren una parte compasiva que está siempre ahí en el hombre. Y si vamos más a organizaciones religiosas, dependientes de la Iglesia, ya el altruismo se colorea con las tonalidades del amor, de la caridad, que lo hacen elevarse infinitamente, pues colocan la ayuda que se preste a los niveles de ayuda al prójimo en los que los quiere el mismo Jesús, cuando dice: "Cada vez que lo hicieron con uno de estos pequeños míos, a mí me lo hicieron"... Es la visión divina que tienen organizaciones como Caritas, Adveniat, Ayuda a la Iglesia Necesitada, y miles más..., que hacen cantar a los corazones el amor que se le tiene a los más humildes y sencillos, a los más desposeídos, a los más oprimidos...

Pero en este lado luminoso encontramos también una Luz que es la más maravillosa de todas, la del mismísimo Dios. Es el Dios que dice a Acaz: "El Señor, por su cuenta, les dará una señal: Miren: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros". Aunque los hombres pretendan cansar a sus hermanos, y hasta al mismísimo Dios, Él mantiene su intencionalidad de amor con los hombres... Dios no puede jamás cambiar, y por eso, aunque el hombre pretenda cansarlo con su infidelidad continua y con su cansancio a los hermanos, Él no se cansará nunca de seguirle favoreciendo, pues el amor, sencillamente, no cambia jamás... Lo único que puede hacer el amor es seguir amanado. Y no porque Dios no pueda hacer otra cosa, pues Él es el infinitamente libre, sino porque desde el amor la decisión que se toma es la de seguir amando. Y punto. El amor busca los caminos necesarios, y en esa creatividad, lo único que lo motiva es procurar el bien a toda costa, a pesar de una tozudez en el mal de parte del amado...

El paso que da Dios es paso de fidelidad. Si el del hombre es el de infidelidad con los hermanos y con Dios, el de Dios no será distinto al de su movimiento natural. San Pablo dice: "Si somos infieles, Dios se mantendrá siempre fiel, pues no puede Él negarse a sí mismo". La "infidelidad" de Dios significaría para nosotros nuestra desaparición total. Si Dios aplicara la justicia que corresponde, lo único que habría en nuestro futuro sería la nada absoluta y absurda... Y eso no es lo que Dios quiere para el hombre. Ese no tiene nada que ver con el bien que quiere procurarle... Si Dios dejara de pensar amorosamente en el hombre un solo segundo, todo lo que conocemos desaparecería, y nosotros mismos también desapareceríamos, pues su amor es providente y es el que nos da todo lo que necesitamos para vivir...

Y el amor de Dios, infinito por definición, procura para los hombres el mayor bien que pueden imaginarse. Y ese es Dios mismo... No se le ocurrió a Dios otro camino mejor para lograr el reencuentro con el hombre, que colocarse Él mismo de Camino. "Yo soy el Camino", dice Jesús. El Verbo hecho carne se hace el puente perfecto entre los hombres y Dios, y abre la ruta más expedita para ese reencuentro... El Ángel le dice a José, en su diálogo para convencerlo de no rechazar a María: "No tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados". La criatura en el vientre de María es Jesús, "el Dios que salva", el que cumple la profecía de Isaías a Acaz, pues ese "Dios-que-salva" es el "Dios-con-nosotros"... Es el gesto de la más infinita fidelidad de Dios con los hombres... Por encima de la infidelidad del hombre está el amor misericordioso de Dios que se acerca para demostrar fehacientemente su amor, llegando a extremos inimaginables. La encarnación, haciéndose nada en un rebajamiento extremo, y su entrega al sufrimiento y a la muerte en cruz, demuestran que efectivamente para Dios somos valiosos, y que no cejará en su empeño ni dejará nada por hacer, con tal de rescatarnos para Él mismo...

Pues bien, ese "Dios-con-nosotros" se ha hecho Camino para que nosotros nos convirtamos en "Nosotros-con-Dios". El Camino que es Jesús está ahí para ser recorrido, no para ser simplemente contemplado. Si es el Dios con nosotros, es porque quiere que seamos Nosotros con Dios, es decir, que tomemos esa ruta que Él abre para llegar a ese encuentro con el amor y la misericordia de ese Dios fiel... Sería inacabado el empeño de Dios si se quedara sólo en el esfuerzo infinito que Él hace, con todo y lo infinito que es. Es necesario que ese ciclo "se cierre", con el hombre tomando esa ruta de encuentro. El "Dios-con-nosotros" habrá logrado perfectamente su tarea sólo cuando seamos "Nosotros-con-Dios", y disfrutemos de los inmensos beneficios que nos quiere dar su amor. Se trata de ponerse a tiro de ese amor, de deslastrarnos de todo lo que lo impide en nosotros y nos dejemos abrumar por la luz brillante que Él quiere derramar en nosotros. Que hagamos esa parte de la historia luminosa que nos corresponde...

Y para hacer la cosa plena, que nos hagamos conscientes de que Dios nos quiere también instrumentos eficaces en la labor de iluminación del mundo.. Así lo comprendió San Pablo: "Por él hemos recibido este don y esta misión: hacer que todos los gentiles respondan a la fe, para gloria de su nombre", es decir, que entendamos que nuestra tarea, luego de haber sido iluminados, es hacernos luces de Dios para llegar a todos los que no le conocen... Que hagamos que, por el "Dios-con-nosotros", cada uno se decida a formar parte de los "Nosotros-con-Dios"... Será el culmen de la obra que Dios realiza en favor de todos, y que Jesús lleva a la plenitud en el mundo con su encarnación...

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