viernes, 11 de diciembre de 2020

Que nada sea capaz de destruir nuestra alegría

 Navidad | De la mano de María | Page 3

Estamos corriendo el riesgo de llegar a ser una sociedad cansada. Aun cuando nuestra existencia ha surgido de un Dios que nos ama infinitamente, cuya única motivación para nuestra existencia la basó en salir de sí para vivir ese amor de intimidad pura también hacia fuera, donándonos absolutamente todos los beneficios que necesitamos para ser felices, en el corazón del hombre siempre queda un resquicio para permitirse la licencia del desasosiego, de la tristeza, del dolor. Forma parte también esto, aunque no lo terminemos de comprender muy bien, de la misma libertad que Dios nos concedió. Así nos creó y así es su deseo de que sigamos. Él nunca se impondrá, pudiendo hacerlo porque es el Dios todopoderoso, y nos dejará siempre a nuestro libre albedrío. Esa capacidad de Dios se basa en el amor que nos tiene y en el respeto que Él mismo tiene a su propia creación. En la historia de la salvación ha habido infinidad de ocasiones en las que Dios ha podido intervenir, pero no lo ha hecho, en cumplimiento de su propia voluntad. El pueblo de Israel ha pasado durante todas su historia divina por tremendos desastres. Muchos de ellos, en realidad todos, sucedidos por su propia responsabilidad. Y han sucedido precisamente cuando en el uso errado de esa libertad donada ha querido oponerse a Dios y le ha plantado cara como si fuera un rival al que hay que quitar de encima para que no siga controlando la vida del pueblo.

Es cierto que en esa historia no han faltado razones para que al menos la sorpresa de los israelitas se hiciera presente. Y prácticamente ha sido la misma historia que ha seguido repitiéndose una y otra vez. Lamentablemente los hombres somos poco creativos y tendemos siempre a repetir nuestras conductas, aun cuando sabemos que estamos errando el camino. Son muchísimos los ejemplos que podemos encontrar aunque no tengamos que escudriñar mucho. Basta con que miremos atrás y descubramos la infinita cantidad de hombres y mujeres que sufren algún mal procurado por sus hermanos. Solo por el afán de poder, por obtener prestigio, por enriquecer las propias arcas, por contar con vidas cómodas aunque sea pisoteando la dignidad de muchos, se han cometido grandes injusticias. Asistimos así al peor ataque que la humanidad hace contra sí misma. Esto, evidentemente, influye directamente en la vida de todos. En la de los que lo sufren, pues son los perjudicados a los que Dios quiere defender, y en la de los que lo procuran, pues con ello, aunque no sean conscientes de ello, se rebajan en su propia dignidad de miembros de una humanidad que Dios quiere que sea digna. Lo necesario, entonces es que se dé en todos una toma de conciencia sobre cuál debe ser el camino para retomar la ruta de la verdadera dignidad. No está en la autopromoción complaciente en la que surja un egoísmo destructivo que hunda más a los hermanos. Está en el asumir que solo hay un camino para emprender la dignificación: "Yo, el Señor, tu Dios, te instruyo por tu bien, te marco el camino a seguir. Si hubieras atendido a mis mandatos, tu bienestar sería como un río, tu justicia como las olas del mar, tu descendencia como la arena, como sus granos, el fruto de tus entrañas; tu nombre no habría sido aniquilado, ni eliminado de mi presencia".

En efecto, Jesús nos invita a abandonar esa tendencia al cansancio y a la tristeza. Las razones para la alegría son infinitamente más que las de la angustia. La humanidad no puede cansarse de recibir tantas señales de amor. Se presentan una tras otra, continuamente. Y Dios nunca dejará de hacérnoslas llegar. Es cierto que en esa especie de carrera planteada entre el bien el mal, lo que nos haga daño estará siempre allí presente. La misma dinámica de la vida humana lo asegura. El mal siempre querrá imponerse y luchará por lograr su triunfo. Incluso habrá quienes siendo buenos lleguen a tener la tentación de hacerse malos, para no sufrir tanto. Cometerían el error más grave de sus vidas, pues quien es naturalmente bueno nunca estará satisfecho cuando haga algún mal. Para quien se oponga al bien con su vida de mal, eso será natural. Para quien vive en la bondad será la violación de su propia dignidad. No hay parangón entre quien vive para el bien y el que vive para el mal. Por eso Jesús nos llama la atención a todos. No nos hagamos presa del pesimismo, del cansancio, de la tristeza, de la indiferencia. Hagamos nuestra parte, infundiendo en nosotros la ilusión de ser buenos, de ser de Dios, de cumplir su voluntad, de vivir como verdaderos hermanos entre nosotros. Que no nos sea indiferente seguir con fidelidad al amor. Que entendamos que en ese camino es que encontramos la felicidad, pues para andar por él fue que fuimos colocados en el mundo: "¿A quién compararé esta generación? Se asemeja a unos niños sentados en la plaza, que gritan diciendo: 'Hemos tocado la flauta, y no han bailado; hemos entonado lamentaciones, y no han llorado'. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: 'Tiene un demonio'. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: 'Ahí tienen a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores'. Pero la sabiduría se ha acreditado por sus obras". Hagamos caso a Jesús, que nos invita a mantener la expectativa creciente en su amor y en su promesa. Nada hay más seguro de que tendremos la oportunidad de vivir la alegría plena del encuentro final con su amor. Por ello, que nada nos quite la alegría...

5 comentarios:

  1. Buenos días: En está reflexión no hay mucho que comentar. El poder humano está hablando a través de la evidencia que tenemos en la pandemia, pero la Gracia de Dios que es el verdadero poder en este mundo y en el universo pondrá el orden que se necesita finalmente, el enemigo será vencido y se impondrá como siempre el bien contra el mal. Es un ciclo que el tiempo nos muestra y que lamentablemente hay parte de la humanidad que no cree en la futuro glorioso que nos ofrece el Señor, pero la mayoría, vemos con gozo el premio que nos dan las bienaventuranzas. Amén 🙏.

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  2. Dulce Jesús nuestro, ayúdanos a madurar nuestra Fe, nuestro Amor y nuestra Entrega, para semejarnos a Ti☺️

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  3. Que grandes y maravillosas reflexiones pidamos a nuestro señor asemejarnos a él que es amor y solo el amor no salvará amen gracias muchas gracias bendiciones

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  4. Ojalá! viéramos en Juan y en Jesús la mano firme y amorosa de Dios Padre. El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida.

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