jueves, 3 de diciembre de 2020

Construyamos siempre sobre Jesús como cimiento

 El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica, se parece a un hombre  prudente, que edificó su casa sobre roca» – Reporte Católico Laico

Es muy hermoso como, cuando vamos descubriendo con detalle las enseñanzas de Jesús a los discípulos, nos vamos percatando de que va dándonos elementos fundamentales para comprender realmente ese empeño amoroso de que tengamos a la mano una perspectiva completa de lo que puede ser una vida futura vivida en Él y en su amor. No son cosas que se quedan en la contemplación de lo solo posible. Son realidades que formarán parte de la misma vida de los hombres y que de ninguna manera son extrañas para él. Las situaciones que plantea el Señor para convertirse en el Maestro, no necesita inventarlas. Él sabe muy bien lo que vive cada uno y de esas mismas vivencias va extrayendo lo que quiere dejar claro. Es tan palmario esto, que se funda nada más y nada menos que en su propia experiencia de vida. Jesús no habla de memoria. Desde que se hizo hombre, asumió absolutamente todas las cualidades humanas y vivió como uno más de nosotros. Jesús vivió nuestra humanidad no como vía instrumental desde el cual realizaría su obra de salvación, sino que fue su realidad profunda esencialmente. Él es el Hombre que es Dios. Por eso no solo es capaz de hacer obras maravillosas en favor de todos, sino que, conociendo a cada hombre en su intimidad más profunda, conoce también sus intereses, sus intenciones, sus dolores, sus añoranzas.

En esa acción de salvación que el Señor desarrolla, en la que derrama su amor y su poder sobre cada hombre y sobre el mundo, la perspectiva que se nos presenta es la de la total armonía final. El anuncio de la existencia de aquella ciudad futura que vendrá nos pone a la vista la realidad más gozosa que se podrá vivir jamás. La esperanza de que se cumpla es cierta, pues surge de los labios de Aquel que sin ser culpable asume la culpa en vez de nosotros. Ciertamente requerirá de que cada uno asuma también su parte en la reconstrucción. Pero también igualmente la promesa se mantiene firme, pues el amor no puede fallar jamás. Cuando se percibe desde el horizonte de la promesa aquello que está anunciado como realidad futura total no puede producirse en el hombre sino solo gozo. No es que pierda sentido la realidad, pues ella sigue estando allí, esencialmente, feliz o dura, gozosa o cruel. Pero sí tiene el añadido que nunca debe faltar, que es el de la confianza de corazón en la promesa divina: "Aquel día, se cantará este canto en la tierra de Judá: 'Tenemos una ciudad fuerte, ha puesto para salvarla murallas y baluartes. Abran las puertas para que entre un pueblo justo, que observa la lealtad; su ánimo está firme y mantiene la paz, porque confía en ti. Confíen siempre en el Señor, porque el Señor es la Roca perpetua. Doblegó a los habitantes de la altura, a la ciudad elevada; la abatirá, la abatirá hasta el suelo, hasta tocar el polvo. La pisarán los pies, los pies del oprimido, los pasos de los pobres". Es la presencia que tendremos todos en las maravillas que se cumplirán.

Jesús nos pone sobre aviso acerca de las actitudes que podremos asumir ante esta realidad absolutamente cierta. La clave para Él es que cada uno se mantenga vigilante ante lo que viene. Podemos perder la perspectiva y poner nuestros acentos en realidades que nada tienen que ver con una buena disposición para vivir aquella apoteosis final. Podemos ser superficiales o profundos. No se trata de que dejemos de vivir con naturalidad nuestra realidad diaria, sino de saberla vivir introduciendo en ella la riqueza que representa vivir no solo en horizontal, sino con el añadido vertical que la enriquece. Construir la propia morada con solidez, tratando siempre de dejar a un lado lo que destruye los cimientos y hace caer la construcción de nuestra vida: "En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 'No todo el que me dice 'Señor, Señor' entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande". Nuestra tarea será siempre, entonces, verificar sobre qué realidades hemos estado construyendo el edificio de nuestra vida. Y si asumimos que no hemos puesto buenos cimientos, hacer lo que corresponda para no llegar a ser destruidos por el agua destructiva del pecado. Jesús nos quiere con Él y nos lanza siempre el mejor cimiento, que es Él mismo.

3 comentarios:

  1. Construir nuestro edificio sobre roca fuerte. Que tu Señor seas la piedra angular, el verdadero cimiento. Dame mas fe, dame tu paz. Dame la certeza de que estas allí, tan cerca como el aire que respiro. Ven pronto Señor!

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  2. Señor, que nuestra fe nos haga verdaderamente libres!

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  3. Señor, que nuestra fe nos haga verdaderamente libres!

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