miércoles, 30 de diciembre de 2020

Con la alegría de la Profetisa Ana anunciemos la llegada de la salvación de Dios en Jesús

 Ana: Una Mujer con Propósito – Morning Light Ministries International

La "presentación en sociedad" de Jesús, Dios hecho Niño, pasaba por el apego total a las normas sociales que regían la vida comunitaria de los israelitas. Una de ellas imponía a toda familia hebrea la presentación del hijo primogénito en el templo para solicitar de Dios su "rescate" mediante la entrega de dones específicos y muy bien regulados, según fuera el estatus social de cada familia. José y María, los padres de aquel Niño alrededor del cual se iban ya tejiendo una cantidad de maravillas, fieles y obedientes a Dios, se acercan al templo como cualquier matrimonio hebreo para cumplir con el ritual del rescate de Jesús. Y mientras lo hacen, vuelven a tener esa experiencia divina, quedan de nuevo envueltos en el misterio total, que no es oscuro, sino que por el contrario echa más luz sobre el portento que está sucediendo a su vista. Ese Niño pequeño y tierno es el Emmanuel, el Dios con nosotros. A pesar de que sus padres han vivido todo el desarrollo humano del recién nacido hasta ese momento, siguen maravillándose de todo lo que van viviendo y que han vivido desde el anuncio de su venida, hasta todo lo que han experimentado desde el nacimiento en la sencillez y la humildad de quien viene a dar un vuelco total a la historia de la humanidad. Son ya demasiados portentos los que han sucedido a sus ojos. Y así seguirá siendo pues, aun cuando es el Dios que se ha humanado en el Niño Jesús, no deja de ser Dios y su naturaleza divina, lejos de ser negada, pugna por no expresarse naturalmente como debería. En el estilo pedagógico de Jesús, esa presentación divina del Redentor debe ir dándose paso a paso, por lo que sus padres aceptan no sin sorpresa las maravillas que siguen siendo tejidas a su alrededor...

De entre esas maravillas que nos encontramos en la vida naciente del Redentor, nos topamos con esta de la presentación en el templo y la presencia de los dos ancianos a los cuales se les había anunciado que no morirían sin ver al Salvador del mundo. La alegría de ambos es suprema, por cuanto comprueban que Dios, como siempre, cumple su Palabra. Y que siempre la cumplirá. Con ellos y con todos. Dios cumple su promesa y nunca deja de honrar sus compromisos. Simeón y Ana han recibido de Dios el regalo prometido y saben muy bien que es un regalo que además de ser para el disfrute de ellos, es para toda la humanidad. El beneficio que reciben ellos lo recibe cada uno de los hombres. Y Ana, anciana que había dedicado su vida de viudez a la alabanza continua del Señor en el Templo, recibe también ella su merecida recompensa: "En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del Niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, Jesús y sus padres volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El Niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con Él." Ana no solo esperaba poder ser agraciada con la visión del Redentor del mundo que ya se hacía presente, sino que buscaba, al igual que Juan Bautista, que todos prepararan su corazón para recibir al Dios que venía a traer la plenitud...

Está claro que esta alegría que invade a todos los que están alrededor de todos estos acontecimientos es la alegría natural que siente quien está convencido de que el Dios del amor es leal en su promesa de salvación. Es el Dios que cumple su Palabra en Jesús. Y el objetivo de esos que se alegran es vivir el gozo personal, por supuesto, pero conscientes de que la plenitud nunca será tal si no lo asume en comunión con todos. La alegría de la fe no es una alegría egoísta, que se agota en una experiencia de encuentro intimista con Jesús. Esa alegría tendrá sentido total solo en la medida en que es compartida. La alegría cristiana es difusiva por sí misma. Es imposible detener su efusividad delante de los demás. Quien está feliz por su salvación jamás podrá callarlo y, por el contrario, buscará siempre que otros vivan la misma emoción acercándose a esa misma salvación que es para todos. Para las primeras comunidades de fe de aquella Iglesia naciente, las expresiones solidarias en la vivencia de la fe debían salir naturalmente. Ellos eran los salvados y tenían el compromiso de ser signos de salvación para los demás: "Les escribo, hijos míos, porque se les han perdonado sus pecados por su nombre. Les escribo, padres, porque conocen al que es desde el principio. Les escribo, jóvenes, porque han vencido al Maligno. Les he escrito, hijos, porque conocen al Padre. Les he escrito, padres, porque ya conocen al que existía desde el principio. Les he escrito, jóvenes, porque son fuertes y que la palabra de Dios permanece en ustedes, y han vencido al Maligno. No amen al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en él el amor del Padre. Porque lo que hay en el mundo —la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la arrogancia del dinero—, eso no procede del Padre, sino que procede del mundo. Y el mundo pasa, y su concupiscencia. Pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre." Son los signos que muestran los que viven el gozo de la salvación y están conscientes de que la oferta que viene con la salvación es mucho mejor que lo que ofrece el mundo. Nada se puede equiparar a lo que ofrece Dios en Jesús, cuando eso es surgido de su amor infinito y de su deseo de que la salvación sea nuestra realidad final y eterna.

2 comentarios:

  1. Pongamos todas nuestras intenciónes en manos de nuestro Señor, y siguiendo el ejemplo de Mria Santisima logrémos fortalecer nuestra Familia☺️

    ResponderBorrar
  2. Ésta reflexión nos enseña que Dios siempre cumple su promesa y honrra
    sus compromisos, es por eso ,el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

    ResponderBorrar