sábado, 26 de diciembre de 2020

Como Esteban, confesar el amor de Jesús para tener la Vida eterna

 San Esteban, diácono y protomártir. - ReL

Es muy sugerente que la fiesta de la Vida, el nacimiento del Niño Dios que viene a salvarnos, en obediencia al designio salvífico del Dios del amor, la Navidad, donde vemos a la ternura del Dios humanado que irrumpe en el mundo por la obediencia de nuestra Madre María, sea inmediatamente seguida en la liturgia de la Iglesia por la celebración de un martirio. Nos encontramos con la muerte de Esteban, quien incordiado por los miembros de la sinagoga, quedaban sobrecogidos por las afirmaciones contundentes de la fe que él expresaba. Esteban pertenecía a aquel grupo de siete diáconos que habían sido elegidos para la atención de aquellos conversos provenientes del paganismo griego, cada vez más numerosos, a los cuales se hacía cada vez más difícil atender idóneamente. Al haber sido elegidos por los mismos miembros de esta comunidad de conversos, fueron presentados a los apóstoles, reconocidos como las auténticas autoridades de la Iglesia naciente de Cristo, y éstos les impusieron las manos y los oficializaron con diáconos, que significa "servidores". Esteban era un servidor. Siendo diácono sabía muy bien que debía ponerse al servicio de los suyos, principalmente de los más necesitados, como lo eran las viudas y los huérfanos, y para el servicio en las mesas, es decir, para distribuir el pan de la caridad que todos querían compartir con los menos favorecidos. Podríamos decir que Esteban es martirizado por hacer el bien, lo cual, de manera clara había sido anunciado por el mismo Jesús a sus discípulos. En un mundo en el que impera el egoísmo, el ventajismo, el empeño en la total autonomía, el deseo de echar a un lado a Dios, pues es incómodo al pretender imponer normas y criterios distintos a los que el hombre piensa para sí mismos, tratar de mantenerse fieles al Dios del amor es una lucha cotidiana. Aquellos no solo buscan "matar" a Dios, sino ganar cada vez más adeptos para sentirse mejor apoyados. Es el camino de la perdición, que es el que Dios quiere que esté cada vez más lejos de su criatura amada. Aún así, ambas fiestas, Navidad y Martirio de Esteban, se inscriben en el mismo ámbito de la Vida.

La primera, la Navidad es la explosión de la vida. Desde la llegada del Salvador se ha posesionado del mundo y de la historia la vida humana del Dios que lo ha creado todo. No es posible para los hombres recibir más Vida, pues toda la que tenía reservada Dios la ha entregado. El símbolo claro de esa entrega es el del Redentor, Dios hecho hombre, que pende inerme, muerto, clavado en la Cruz, y que luego es colocado ya sin vida humana en la soledad oscura y fría del sepulcro. El Dios de la Vida que se había hecho hombre había rendido tributo a la vida donando su ser a Dios: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Esa entrega fue el preludio del triunfo estruendoso que vendría luego. No podía ser Dios vencido: "La muerte no tiene poder sobre Él". Por eso, el paso final de la sinfonía divina total es la de la victoria de la Vida. El Dios de la Vida nunca podrá ser vencido por la muerte, aunque los signos exteriores digan que sí. Esta experiencia será la misma que tendrá cada discípulo de Jesús que haya experimentado de alguna manera la muerte: Dolores, persecuciones, burlas, exclusiones, enfrentamientos verbales, e incluso daños físicos dolorosos que pueden llegar hasta el martirio, la muerte cruenta por mantenerse fieles. Fue lo que vivió San Esteban en su momento, cuya muerte muestra paralelismos asombrosos con la muerte de Jesús: Encuentro frontal con la presencia de Jesús acompañándolo en estos momentos de encuentro con la muerte, confianza radical en que los momentos malos serán totalmente compensados por el amor que lo envuelve y no lo deja nunca solo, la buena disposición incluso para perdonar a quienes lo estaban asesinando, la esperanza cierta de que el final no es el del sufrimiento sino todo lo contrario, la plenitud del gozo de que al pasar de este mundo al cielo solo resta vivir en la esperanza cumplida de la eternidad de amor en la presencia del Padre: "En aquellos días, Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo. Unos cuantos de la sinagoga llamada de los libertos, oriundos de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba. Oyendo sus palabras se recomían en sus corazones y rechinaban los dientes de rabia. Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijando la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios, y dijo: 'Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios'. Dando un grito estentóreo, se taparon los oídos; y, como un solo hombre, se abalanzaron sobre él, lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo. Los testigos dejaron sus capas a los pies de un joven llamado Saulo y se pusieron a apedrear a Esteban, que repetía esta invocación: 'Señor Jesús, recibe mi espíritu'". Para Esteban, fiel y entregado a su misión, estaba claro cuál iba a ser su fin. Solo amor, gozo y alegría eternos, pagando como tributo el sufrimiento momentáneo.

En este sentido, Jesús, que es no solo el Salvador del mundo, sino que además es la transparencia divina, el que nos trae la lucidez de la Verdad, ya nos había puesto sobreaviso acerca de esta experiencia de persecución que sufriremos todos los que queramos ser buenos discípulos suyos. Él ni nos ha engañado, ni nos engaña, ni nos engañará jamás. No puede mentir el que es la Verdad: "Yo soy el Camino, y la Verdad y la Vida". Si nos vaticina algo, eso se cumplirá. Es un anuncio que ha salido de su boca y jamás cambiará... Por eso, en la conciencia de Esteban estaba la convicción de que todo terminaría bien, pues así lo había dicho Jesús. Y esa misma convicción debe estar en las mentes y en los corazones de quienes queramos mantenernos fieles a Jesús. No podemos dudar nunca de que lo que Jesús nos diga se cumplirá: "En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 'Cuidado con la gente!, porque los entregarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas y los harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando los entreguen, no se preocupen de lo que van a decir o de cómo lo dirán: en aquel momento se les sugerirá lo que tienen que decir, porque no serán ustedes los que hablen, sino que el Espíritu de su Padre hablará por ustedes. El hermano entregará al hermano a la muerte, el padre al hijo; se rebelarán los hijos contra sus padres y los matarán. Y serán odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, se salvará". Jesús es muy honesto con nosotros. No niega que sufriremos y la pasaremos muy mal. Pero también afirma que todo eso pasará pues su paso por la historia es para el establecimiento del Reino de Dios en el mundo, que será un Reino de Justicia, de Paz, de Santidad, de Gracia, de Amor y de Paz. Y llegará esa estabilidad de la plenitud del gozo de la eternidad al que todos estamos destinados por el amor. También nosotros tendremos que pagar nuestro tributo en el dolor y el sufrimiento, en la persecución y hasta quizá en la muerte. Pero atendiendo a ese aviso de Jesús, sabiendo que el mal buscará imperar siempre, estamos seguros que el final es el del gozo. No dejará sin la recompensa de nuestra eternidad nuestros deseos de ser fieles. De esa manera se entiende que el martirio de San Esteban no se puede contemplar solo desde la óptica de la muerte, sino que debemos inscribirlo en la gran fiesta de la Vida que inaugura Jesús con su Pascua, que es el salto del sufrimiento y de la muerte, a la estruendosa victoria de la Vida.

1 comentario:

  1. Señor Jesús, que el haberte recibido esta Navidad, podamos tener un corazón dispuesto a dar testimonio de tú presencia, concédenos sentirte vivo en esta vida☺️

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