viernes, 25 de diciembre de 2020

La Palabra de Dios, que es Jesús, pronuncia su amor sobre nosotros salvándonos

 El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros | InfoVaticana

Hay dos noches en la historia de la humanidad que la han marcado y la han enriquecido asombrosamente. En las dos la acción de Dios es fundamental, enmarcada en ese marco entrañable e infaltable del amor de Dios por todo lo que ha surgido de sus manos todopoderosas. Una de ellas es iluminada por la otra. El misterio del nacimiento de Jesús es iluminado por el misterio de su entrega y de su sacrificio por amor por cada uno de los hombres de esa historia, los que han pasado, los que están y los que vendrán. Nadie deja de estar implicado en una historia de amor que Dios ha querido que viva cada uno. Por ello, siendo la noche de la Pascua de Cristo la de más peso salvífico en la vida de los hombres por Jesús, ella le da sentido a esa primera noche de la existencia del Verbo Eterno de Dios, quien ha tomado carne de la Virgen Madre, elegida desde el principio para ser la puerta de entrada del cielo a la tierra. La contemplación de esa imagen del Niño Jesús, Dios que se ha hecho hombre, es la imagen más tierna que nos podemos imaginar. Por ello, el autor de la Carta a los Hebreos asiste muchos años después, con corazón arrebatado a la contemplación de ese momento glorioso de esa historia sublime de salvación: "En muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas. En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado los siglos. Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de la Majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado". La Palabra, el Verbo, ese Dios que estaba junto al Padre eternamente, se ha encarnado para traernos ese amor humano de Dios. Ya no es simplemente una Palabra pronunciada, creadora, activa, que hace realidades maravillosas, sino que ahora es una Palabra concreta, física, presente en un cuerpo, y esa acción que lleva adelante nos hace a cada uno testigos de primera línea al recibir en cada instante de nuestras vidas, acciones de amor que, como siempre lo hace, busca que sean solo beneficiosas para todos. Nadie queda excluido de esa acción universal de salvación y de amor.

Es una acción que quiere envolver a cada hombre de la historia. La Palabra de Dios no se ha quedado confinada en los cielos, junto a Dios y siendo Dios. Así como el Padre ha tenido una acción fundamental en la Creación de todas las cosas, esa Palabra, también Ella Creadora y activa, amorosa con todo lo que ha surgido de esas manos divinas, se hace carne para decirnos que todos somos importantes y que nadie quedará fuera de las manifestaciones más claras de ese amor. En el Antiguo Testamento Dios no desdeñó momentos para dejar claro a cada hombre el amor que les tiene. Ahora, con la presencia de la Palabra que se ha hecho carne, actuando directamente Ella en la historia de la humanidad, recibimos sin intermediarios esa acción salvadora. Y es significativo que en esas acciones quiere dejar muy claro que es una acción que no excluye a nadie, pues el amor es para todos, venga de donde venga, esté donde esté, haya hecho lo que haya hecho...: "¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que proclama la paz, que anuncia la buena noticia, que pregona la justicia, que dice a Sión: '¡Tu Dios reina!' Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión. Rompan a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, porque el Señor ha consolado a su pueblo, ha rescatado a Jerusalén. Ha descubierto el Señor su santo brazo a los ojos de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la salvación de nuestro Dios". Dios no está con miramientos a la hora de salvar, pues su añoranza es que todos los hombres lleguen a estar con Él, como es su designio amoroso desde el inicio.

Por ello, desde la reflexión concienzuda que ha hecho la Iglesia sobre la obra salvífica que emprendió la Palabra de Dios que se hizo carne para nosotros, no tiene cabida otra explicación, no simplemente teológica y riquísima, quizás la más elevada de todas las Sagradas Escrituras sobre el mismo Dios, sino la que más implicación tiene sobre nosotros y la que más nos enriquece a cada uno. La Palabra de Dios se ha encarnado en el seno de aquella bella Mujer, María, quien se ha prestado con humildad y obediencia a ser instrumento en esta historia de amor de Dios con la humanidad, pero con ello nos ha traído en concreto un amor del que se había hablado suficientemente y que se había demostrado real siempre, pero esta vez ya no era un amor solo oído o vivido en esas acciones favorables, sino que era un amor presente, real, tangible, a la mano, que entraba en nuestra vida para entronizarse definitivamente en ella...: "En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: 'Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo'. Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer." Es el Dios que nos hace visible a Dios. Y hoy lo vemos en la figura entrañable del recién nacido. La más entrañable que podemos tener en nuestras retinas. Y es nuestro. Se ha hecho hombre para salvarnos. Para cumplir la promesa de la felicidad que nos ha hecho el Padre. Él es el encargado de hacer siempre buena la Palabra del Dios de amor. Podemos estar felices, pues Dios ha cumplido su Palabra.

2 comentarios:

  1. Te damos gracias Señor por esta Navidad, creemos que te hiciste niño para redimirnos y demostrarnos el Amor de Dios Padre, danos tu gracia para ir a tu encuentro☺️

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  2. Con la presencia de la palabra hecha carne en el cuerpo de María, damos gracias a todo lo regalado por Dios, y en abundancia, podemos derramar misericordia hacia nuestros hermanos con una Feliz Navidad cristiana..

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