domingo, 6 de diciembre de 2020

Juan Bautista, la Voz que nos urge a convertirnos

 Una voz grita en el desierto: preparen el camino...

El tiempo de la espera de la llegada del Mesías prometido fue como en ascenso durante todos los años anteriores de Jesús. En medio de todos los avatares que vivía a su alrededor el pueblo de Israel, nunca hubo de parte de Dios un descuido en el anuncio de la llegada de aquel tiempo idílico que se avecinaba en el futuro en el cual sería rescatado el hombre del oprobio y el caos en el que él mismo se había incrustado. El hombre, en su soberbia, en vez de someterse y vivir según la voluntad divina, que quería solo su bien, se dejó arrebatar el corazón por la tortuosidad del pecado y del mal. Pero Dios es un Dios fiel, responsable, y sobre todo profundamente amante de su criatura. Siendo el autor de todo, habiendo dotado al hombre de los mayores beneficios, y habiéndose comprometido no por obligación sino por amor, no deja de ser el actor principal del camino del rescate. Él es el responsable del hombre. Así se siente. Y a pesar del mismo hombre, sigue a su vera acompañándolo con su amor de Padre. De todas maneras, esa compañía no implica injerencia en la vida de cada hombre. Esa injerencia la tendrá solo cuando el mismo hombre la permita y se convenza de que los caminos que Dios ofrece casi indefectiblemente serán mejores que los que él mismo pueda diseñar para sí. Es una estrategia sublime, pues Dios no quiere imponer, sino conquistar y subyugar desde el amor. El hombre, en medio de ese caminar tortuoso deberá, también por amor, llegar a la conclusión lógica: Solo en Dios se puede ser plenamente feliz.

En esos intentos de convencer al hombre, durante toda la historia de la salvación, Dios se ha cuidado muy bien de que surjan para el pueblo hombres y mujeres que se conviertan como en atalayas que fueran indicando el camino mejor. Con la suavidad de su amor, fue colocando a la vista de todos personajes que se convertían en maestros, en guías, en iluminación para todos. Por supuesto que hubo entre el pueblo quienes lo comprendían y entendían que era el bien que Dios quería seguir procurando. Otros se empecinaban en su dureza de corazón. El profeta Isaías nos anuncia para el futuro la presencia de aquel personaje que se convertirá en el adalid del Mesías. Será la voz que clama en el desierto, preparando el camino del Señor: "Una voz grita: 'En el desierto prepárenle un camino al Señor; allanen en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos juntos -ha hablado la boca del Señor-". Un personaje que hará el puente entre lo antiguo y lo nuevo, pues pasa de ser el último de los profetas de Dios a ser en cierto modo el protoapóstol que ya va insistiendo en la necesidad de abrir el corazón a ese amor que ya pronto estará derramándose sobre el corazón de cada hombre, con la gloriosa obra de Redención de Jesús a quien anuncia. Es una llamada imperiosa a la conversión, a dejar el camino errado, pues es la llegada de la salvación a la que hay que prepararse, como lo afirma San Pedro: "No olviden una cosa, queridos míos, que para el Señor un día es como mil años y mil años como un día. El Señor no retrasa su promesa, como piensan algunos, sino que tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie se pierda sino que todos accedan a la conversión". El objetivo es la salvación de todos. Y por eso envía, al final de este periodo, la voz potente del Bautista.

Para el Evangelista San Marcos es tan emblemática la figura de Juan Bautista que incluso antes de hablar de Jesús, habla de él. Siendo Jesús el centro del mensaje, el Hijo de Dios: "Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios", es hacia Juan hacia quien quiere atraer la atención de sus lectores. Ese gozne que representa Juan Bautista entre el Antiguo y el Nuevo Testamento es fundamental para que se vayan todos percatando de la llegada de los tiempos nuevos. Juan es la espada valiente que quiere llamar la atención de todos hacia aquel que está viniendo a regalar la plenitud. Sin importarle más nada sino solo la misión para la que el Señor lo ha elegido. "Como está escrito en el profeta Isaías: 'Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino; voz del que grita en el desierto: 'Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos". Y él lo asumió, como era natural, pues había sido llamado desde el vientre materno, cumpliendo a rajatabla lo que se la había encomendado: "Se presentó Juan en el desierto bautizando y predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Acudía a él toda la región de Judea y toda la gente de Jerusalén. Él los bautizaba en el río Jordán y confesaban sus pecados. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: 'Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado con agua, pero él los bautizará con Espíritu Santo". Siendo el gran Juan Bautista, no buscó sino solo ser pequeño. Jamás se arrogó importancia mayor. La Voz que clama en el desierto preparando el camino de Jesús a los hombres, quiso ser siempre eso, simplemente la voz que Dios usaba como instrumento para llegar al corazón de los hombres. Sin más. La humildad y la valentía fueron sus mejores armas. Seamos capaces de seguir escuchando su voz. Y de asumir nuestra responsabilidad procurando abrir el camino de Jesús hacia el corazón de cada uno de nuestros hermanos.

2 comentarios:

  1. Señor, concédenos enderezar nuestros pensamientos, nuestras palabras y obras hacia ti. Llénanos de ti!

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  2. Buena la explicación de motivos de la llegada anterior de Juan Bautista, para abrirle el camino a Jesús en la llegada de Dios a nuestra historia.

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