miércoles, 23 de diciembre de 2020

Agradeciendo a Dios sus beneficios nos llenamos cada vez más de ellos

 LA MADRE DE MI SEÑOR QUIÉN SOY YO PARA QUE ME VISITE

No existe en nuestra historia humana, en la que Dios ha ido escribiendo y en la que cada uno de nosotros va haciendo sus propios añadidos, habiendo comprendido que en ella Dios es el protagonista principal y que podrá también llevar adelante sus propias acciones, o quizás sin comprenderlo ni aceptarlo, pero que debe sucumbir ante la infinidad de evidencias que, al menos por inexplicables, existe una fuerza superior que jamás podrá ser dominada y controlada, y que se moverá siempre bajo su libérrimo arbitrio y que necesariamente debe ser atribuido a lo sobrenatural, que es la fuerza del Dios que actúa, que ha actuado siempre y que jamás dejará de actuar, decíamos, en esta historia de amor que Él mismo ha diseñado. No hay un solo segundo en el que Dios deje de actuar. Una de sus esencias es la de la movilidad, pues es Él el que hace que todo entre en movimiento, sin ser Él mismo quien se mueve. Él es el famoso "motor inmóvil" de los antiguos filósofos griegos. Por ello, los hombres podemos esperar siempre el que ese Dios de amor esté siempre dispuesto a colmarnos de bendiciones. De Él saldrá siempre todo beneficio para nosotros, y jamás dejará de ser así, por cuanto Él es la fuente inagotable del amor por nosotros. Si algo podremos estar esperando respecto de la actuación del Creador en referencia a nosotros, es la del derramamiento de beneficios, y siendo Él quien es, sabemos que es una fuente inagotable. Siempre tendremos a nuestro favor los beneficios, las bendiciones, las promesas y las esperanzas de eternidad.

Y como en toda historia, existen en ésta dos protagonistas que deben cumplir su parte. El primero es ese Dios generoso, dadivoso, misericordioso, que ejerce su paternidad con la más sutil de las delicadezas, atrayente con su amor, que convoca a estar con Él, esperando del hombre la plena convicción y la certeza de un amor que no puede ser más evidente, pues todas sus acciones lo ponen a la vista del hombre, con tal de que tenga los ojos de la carne, de la mente y del corazón bien dispuestos para poder descubrirlo continuamente. Y, por supuesto, un segundo actor, que es el mismo hombre, que debe tener bien dispuesto su ser para vivir siempre en la continua sorpresa de la experiencia del amor de Dios y de la recepción de la inmensa cantidad de beneficios que recibirá sin parar. En este hombre, lo natural debe ser que surja, ante la cantidad de evidencias de ese amor preferente de Dios, un sentido de agradecimiento natural. Se debe asumir que, aun cuando son los regalos del amor eterno de Dios, no se tiene "derecho" al bien. Lo recibimos por un gesto libre de amor de Dios por nosotros. Él es la fuente y ha querido que nosotros seamos los primeros beneficiarios. Cuando tenemos plena conciencia de esto, seremos siempre capaces de reconocer la fuente de todos los beneficios y sabremos muy bien agradecerle. Así lo hizo la madre del gran Sansón, vencedor de los filisteos: "En aquellos días, una vez que Ana hubo destetado a Samuel, lo subió consigo, junto con un novillo de tres años, unos cuarenta y cinco kilos de harina y un odre de vino. Lo llevó a la casa del Señor a Siló y el niño se quedó como siervo. Inmolaron el novillo, y presentaron el niño a Elí. Ella le dijo: 'Perdón, por tu vida, mi Señor, yo soy aquella mujer que estuvo aquí en pie ante ti, implorando al Señor. Imploré este niño y el Señor me concedió cuanto le había pedido. Yo, a mi vez, lo cedo al Señor. Quede, pues, cedido al Señor de por vida'. Y se postraron allí ante el Señor". El reconocimiento que hace no es a una acción propia, sino a la acción directa de Dios que logró el portento de borrar la iniquidad terrible de la esterilidad materna. Fue su alegría total. Y fue tan grande que en el reconocimiento de la fuente del bien, no hace otra cosa que devolver el mismo beneficio al Dios de su amor. Va en el mismo espíritu con el que la Iglesia entera en la liturgia ofrece los dones al Señor: "Te ofrecemos, de los mismos bienes que nos has dado". Así, ella, delante del sacerdote ofrece el fruto de su vientre.

También nuestra Madre María, asume esta actitud de agradecimiento. Es imposible que no lo haga quien es la suma humana de las virtudes divinas. En Ella se da el compendio de todas las actitudes deseables que debemos asumir delante de Dios los hombres, principalmente quienes nos consideramos sus hijos, y sabemos que nos ama con ese amor materno y divino, y que se convierte inmediatamente en nuestro modelo. Ella, la humilde, la sencilla, la obediente, la disponible, la solidaria, va marcando el camino por el que todo hijo suyo debe avanzar: "Hagan lo que Él les diga". Jesús nos señala cuál es el camino, pero en María tenemos a la humana más grandiosa y amorosa que no solo sigue con fidelidad a su Hijo Jesús, sino que habiendo asumido con la máxima responsabilidad su tarea de Madre y Maestra, nos va iluminando el camino que ya Ella ha recorrido y que debemos recorrer, con la máxima confianza, pues Ella ha experimentado ya en sí la plenitud de la felicidad y el máximo de gozo de la eternidad ya cumplida. Y su deseo es que todos seamos también fieles y vayamos tras Ella para alcanzar esa misma felicidad que ya Ella vive: "En aquel tiempo, María dijo: 'Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava'. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí: 'su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación'. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, 'derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia' —como lo había prometido a 'nuestros padres'— en favor de Abrahán y su descendencia por siempre'. María se quedó con Isabel unos tres meses y volvió a su casa". El agradecimiento de María es un agradecimiento genuino, profundo, limpio, puro. Ella es la receptora de los mayores beneficios del Señor. Ha sido elegida para ser la Madre del Redentor, para hacerse solidaria con su prima Isabel en el momento de crisis del embarazo de su prima anciana, para estar disponible a todos los gestos infinitos de amor que Dios derramaría mediante Jesús sobre el mundo, para ser testimonio de humildad y obediencia para todos los hombres, para asumirnos a cada uno como hijo suyo desde la Cruz de su Hijo, y para ser durante todo la historia futura nuestra Madre de amor que nunca dejará de cumplir su tarea de guía, de modelo, de Madre amorosa. Ella es nuestra Madre y la tenemos siempre a nuestro lado. Basta que abramos nuestros corazones con docilidad para saber claramente hacia dónde debemos dirigir nuestros pasos para nunca equivocar el camino. Nuestra Madre es el mejor seguro que podemos tener para avanzar seguros en nuestro caminar y saber que llegaremos a la meta de la eternidad feliz que nos promete Jesús. Con Ella jamás andaremos errantes.

2 comentarios:

  1. Dios nuestro, ilumina nuestra meditación para prepararnos y recibirte en nuestro pobre y debil corazón, acrecienta nuestra Fe para escucharte en el silencio de nuestra oración😌

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  2. Te ofrecemos de los mismos bienes que nos has dado.Juan significa, "Dios es misericordioso" Quiera Dios hacernos testigos y servidores de la misericordia en nuestro mundo.

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