jueves, 24 de diciembre de 2020

Jesús nunca dejará de estar a nuestro favor

 Palabra de Dios diaria.: LECTURAS DEL LUNES IV DE ADVIENTO 23 DE DICIEMBRE

De entre las grandes certezas, sólidas y firmes que podemos tener los cristianos, una de ellas es la de la actuación de Dios en nuestras vidas. El Creador amoroso no solo nos ha traído a la existencia, con todo lo que ella comporta de beneficios y dones ordinarios y extraordinarios para hacernos felices, y no solo se ocupa de invitarnos continuamente a hacernos conscientes de la necesidad de asumir esta vida en la plenitud de su sentido, asumiendo que nos ha sido dada para que la vivamos en la fraternidad más enriquecedora posible con todos los hermanos que tenemos alrededor, lo cual la coloca en la ruta de la mejor comprensión del por qué estamos aquí y ahora en el mundo, sino que nos anima a apuntar a poder descubrir con gozo humano su continua actuación divina por amor a sus criaturas. Dios no nos ha "lanzado" al mundo sin más, sino que quiere, particularmente en nuestros días, aquí y ahora, que seamos capaces de percibir sin dudas su actuación en nuestras vidas. Él quiere que no seamos conscientes solo de haber salido portentosamente de sus manos, que estemos convencidos de que nuestra existencia ha sido posible solo por ese decreto original de su amor divino que nos ha sacado de la nada, que nos ha colmado de todos los beneficios que tenemos gracias a ese amor creador y sustentador, que lo ha dispuesto todo de modo que no tengamos absolutamente ninguna necesidad dejando cada uno de lado sus caprichos personales, que entendamos que nuestra vida tiene sentido solo cuando la vivimos en unión fraterna con los hermanos, que asumamos que ellos están allí como un regalo de ese amor que quiere que nos comportemos de la misma manera que lo hace Él con cada uno, que nuestra felicidad no es un fin que debemos procurar solo para nosotros, que tenemos derecho a esa felicidad por cuanto es su decreto al traernos por amor a la existencia desde la nada que éramos, que nuestra felicidad estará siempre supeditada a que el hermano también se encamine hacia ella junto a nosotros y gracias a nuestra solidaridad con ellos, que nuestra felicidad solo será tal si logramos avanzar todos juntos hacia la meta de la plenitud. Es en todo ese ámbito en el que nuestra convicción más profunda debe confirmarnos de que no hay un solo instante en nuestras vidas en que el Dios del amor no esté incansablemente actuando en favor de nuestro bienestar, de modo que, haciendo cada uno su parte, con amor, con fidelidad y esperanza, avance hacia la meta de aquella felicidad prometida desde el amor, y añore encontrarse en esa situación de idilio total e inmutable delante de Dios.

En este itinerario de convencimiento que emprende Dios para que Israel, en su momento, y cada hombre de la historia de hoy y de siempre, comprendan perfectamente esta verdad irrefutable presente perennemente, Dios no escatima ni escatimará nunca su parte. Su interés se basa en que cada hombre de la historia se percate y sea testigo presencial y privilegiado de la acción amorosa de Dios en favor suyo. Y que se da en cada uno de los hombres de la historia, ayer, aquí y ahora. De que no hay un solo segundo en que la mano de Dios no está actuando en favor de cada uno. De que esta actuación está siempre presente. Y de que si esa actuación de Dios dejara de existir, sería la debacle del mundo pues es esa actuación la que lo hace seguir existiendo y estar donde está. Si Dios dejara de actuar, instantáneamente todo lo que existe y todo lo que conocemos, desaparecería. Porque Dios sigue actuando hoy y siempre, y porque sigue pensando en cada hombre y en el mundo, seguimos existiendo: "Esto dice el Señor Dios: 'Voy a enviar a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí. De repente llegará a su santuario el Señor a quien ustedes andan buscando; y el mensajero de la alianza en quien se regocijan, miren que está llegando, dice el Señor del universo. ¿Quién resistirá el día de su llegada? ¿Quién se mantendrá en pie ante su mirada? Pues es como el fuego de fundidor, como lejía de lavandero. Se sentará como fundidor que refina la plata; refinará a los levitas y los acrisolará como oro y plata, y el Señor recibirá ofrenda y oblación justas. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en tiempos pasados, como antaño. Miren, les envío al profeta Elías, antes de que venga el Día del Señor, día grande y terrible. Él convertirá el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, para que no tenga que venir a castigar y destruir la tierra". El enviado del Señor no sólo trae su amor, sino que nos trae esa certeza de que Él sigue actuando a favor del hombre, incluso por encima de sus infidelidades y dudas.

Ante esa necesidad imperiosa de Israel, y con él, de todo hombre de la historia, Dios sale presuroso con su respuesta de amor. No hay certeza mayor de su actuación. Sea de manera portentosa, sea de manera ordinaria, para Dios, en Jesús al que envía como el anunciador de su acción continua de amor, Dios quiere que quede claro que nunca dejará de actuar desde su amor. Nos ha creado el Señor, desde la libertad más absoluta que existe que es la suya, pues es la del Dios que nunca está atado a nada. En medio de cualquiera de las circunstancias más variadas que nos podemos imaginar, esa acción es cierta. Porque es el Dios todopoderoso lo veremos siempre actuando desde el amor. Y lo estará haciendo siempre buscando siempre el mismo fin, que es para el que nos ha creado: Nuestra felicidad plena, a la espera de nuestra respuesta de fidelidad y de entrega, dejándonos salvar confiadamente, teniendo la certeza de que llegar a ese estado es llegar al estado de plenitud que nos dona con su generosidad amorosa, por encima de que seamos o no merecedores de él. Y lo hará siempre, sea de manera ordinaria o extraordinaria, tal como vemos su actuación con los ancianos Zacarías e Isabel, los primos de nuestra Madre amorosa, María: "A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y se alegraban con ella. A los ocho días vinieron a circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre intervino diciendo: '¡No! Se va a llamar Juan'. Y le dijeron: 'Ninguno de tus parientes se llama así'. Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: 'Juan es su nombre'. Y todos se quedaron maravillados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y se comentaban todos estos hechos por toda la montaña de Judea. Y todos los que los oían reflexionaban diciendo: 'Pues ¿qué será este niño? Porque la mano del Señor estaba con él". Esa actuación de Dios será siempre portentosa. Hoy asistimos al portento del nacimiento milagroso de Juan Bautista, con similitudes notables al de Jesús. Pero, sea en la humildad de este ámbito, sin que por ello deje de ser portentoso, sea en la humildad de nuestras vidas, nuestra certeza es que Dios nunca dejará de actuar pues Él siempre hará la que sea necesario para hacernos sentir la fuerza de su amor poderoso que hará lo que sea necesario para convencernos de su amor y de que solo quiere nuestro beneficio. Porque nos ama infinitamente nunca dejará de hacerlo y de buscar las maneras más sutiles y claras de hacernos sentir su amor por nosotros, procurándonos siempre el bien, para que lo vivamos con la mayor intensidad posible. Así y solo así puede actuar el Dios que nos ama infinitamente.

1 comentario:

  1. Es la noche del testimonio de la palabra y hay que dar respuesta, Dios viene a dar su Palabra viene a entregarse él mismo, en un niño recostado en un pesebre.

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