jueves, 10 de diciembre de 2020

Juan Bautista, firmeza y ternura de Dios

 Juan el Bautista. Un testigo de la luz - Vatican News

Juan Bautista es un personaje emblemático de la historia de la salvación. En el Adviento se convierte en referencia directa, pues en aquella primera venida del Redentor, incluso la historia de su generación y crecimiento está íntimamente entreverada con la de su primo Jesús. Incluso su concepción llega a ser referencia principal para Gabriel, demostrando a María que "para Dios no hay nada imposible". Y luego su historia posterior es un portento de maravillas en las que nos demuestra lo ajustada que fue la elección de Dios sobre él, a quien responsabiliza de atraer a los judíos al camino de conversión en el que se abran los corazones a Aquel que viene detrás de él. Su voz resuena estruendosa en el desierto clamando a los judíos para que abran sus corazones para recibir al Salvador. Y todo lo hace en medio de una entereza muy sólida, en medio de sus discípulos, aquellos que sentían la añoranza de los tiempos nuevos que tendrán que venir y que ya han sido prometidos tantas y tantas veces. La espera mesiánica del pueblo de Israel estaba ya en su punto más álgido. Y en medio del pueblo se daba ya una especie de seguridad de que efectivamente faltaba muy poco para que todo ya se fuera dando y empezara a cumplirse la promesa de plenitud. Nos podemos imaginar a los oyentes del Bautista no solo escuchando esa palabra firme y convencida, sino ya además sabiéndola inminente.

En medio de la dureza que nos puede causar como sensación el estilo que use Juan, al que nos imaginamos un tipo rudo, muy firme, duro en sus expresiones, él sigue siendo la voz de quien es el amor y la dulzura. Por ello no podemos desdeñar esas expresiones de ternura y cercanía que utiliza Dios al manifestar su intención de atraer a los hombres a su corazón: "No temas, yo mismo te auxilio. No temas, gusanillo de Jacob, oruga de Israel, yo mismo te auxilio -oráculo del Señor-, tu libertador es el Santo de Israel. Mira, te convierto en trillo nuevo, aguzado, de doble filo: trillarás los montes hasta molerlos; reducirás a paja las colinas; los aventarás y el viento se los llevará, el vendaval los dispersará. Pero tú te alegrarás en el Señor, te gloriarás en el Santo de Israel. Los pobres y los indigentes buscan agua, y no la encuentran; su lengua está reseca por la sed. Yo, el Señor, les responderé; yo, el Dios de Israel, no los abandonaré. Haré brotar ríos en cumbres desoladas, en medio de los valles, manantiales; transformaré el desierto en marisma y el yermo en fuentes de agua". Dios puede utilizar palabras firmes y exigentes, como las de Juan Bautista, pero su corazón siendo siendo un corazón de miel para los que quiere que sean suyos. Su amor va mucho más allá del rechazo del hombre. Y su intención siempre será la de hacer sentir al hombre como el ser más amado y añorado para que habite en su corazón. La palabra dulce del amor de Dios atrae más que las gotas de la miel.

Es por ello, porque en Juan Bautista se conjugan tan magistralmente la firmeza de la Voz que clama en el desierto y la ternura del Dios que nos quiere tener consigo que esa figura se convierte en central para aquel inicio sencillo y humilde del anuncio de la venida del Redentor. Un anuncio que debería ser estruendoso por el personaje anunciado, pero que el mismo Jesús ha considerado que tiene su mejor desarrollo en la humildad. La de Él mismo y la del Bautista. Ambos son centrales en este momento, pero todo lo hacen desde la sencillez y la humildad. Así quiere Jesús que se cumplan los primeros pasos. Sin aspavientos, sin ruidos desagradables. Solo dando testimonio con su bautismo de que su obra debe surgir de esa humildad. De allí que Jesús no tiene otra opción que reconocer ese gran mérito de Juan: "En verdad les digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan. Los Profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenía que venir, con tal que queráis admitirlo. El que tenga oídos, que oiga". Nadie nacido de mujer es más grande que Juan Bautista. Se entregó a su misión y la cumplió hasta el extremo. Y es nuestro modelo. Todos somos Juan Bautista. Todos somos Voz que clama en el desierto. Y por ello todos debemos ser instrumentos de ese amor tierno de Dios. Y de esa ternura de Dios para los hermanos no somos los dueños. Por ello no se lo podemos negar a nadie.

3 comentarios:

  1. Señor! Haznos fuertes en la lucha con la tenacidad y ternura de Juan Bautista.Amen!

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  2. Monseñor, mil gracias por sus enseñanzas,me esforzaré por tratar de imitar al B

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  3. Monseñor,mil gracias por sus continuas enseñanzas.Me esforzaré para imitar algo a San Juan Bautita.

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