martes, 26 de noviembre de 2019

Y su reino no tendrá fin...

Resultado de imagen de habrá grandes terremotos

Hay quienes juegan con los sentimientos y las expectativas humanas. Pareciera que se regodean con ello, incluso en cuanto se refiere a las experiencias religiosas. Disfrutan cuando ponen bajo amenaza toda la existencia de la humanidad, colocándola bajo el yugo terrible de un futuro de destrucción, de debacle, de fenómenos meteorológicos terminales. Con ese signo surgen las sectas milenaristas para las cuales todo lo que viene es trágico y a los hombres no les espera otro futuro distinto que el del sufrimiento y el del dolor. La oscuridad, la debacle final, la desaparición es lo que está más seguro para los hombres. Este comportamiento se enardece cuando en el mundo comienzan a sucederse fenómenos naturales, guerras, divisiones, que parecería que vienen a apoyar los argumentos que esgrimen. En el transcurrir de la vida, podemos llegar a pensar que tienen razón, pues los signos que se suceden van confirmando sus vaticinios. Nuestro mundo actual está presentando estos signos. Están sucediendo terremotos, desastres naturales por fenómenos incontrolables destructivos, enfrentamientos entre hermanos, guerras ideológicas, pisoteo de los derechos humanos fundamentales, heridas contra la vida más indefensa y débil, desaparición de sectores de la población por razones religiosas, étnicas, económicas, ideológicas, sometimiento de personas bajo yugos inhumanos. La naturaleza hace su parte. Y los hombres sumamos la nuestra.

En lo que corresponde a sí mismo, el hombre va convirtiéndose realmente en el lobo de la misma humanidad. Fundándose en un poder casi omnímodo va reclamando para sí todas las prerrogativas. La lógica del poder se impone y va dando base a un dominio hegemónico sobre los otros. Quien no se somete, simplemente es echado a un lado o hecho desaparecer. No se permite tomar distancia, manteniendo una cierta autonomía. O se alinea, o no existe. El yugo no es solo físico, sino que busca ser total. El sometimiento debe llegar a ser radical. Y así, van reclamando una superioridad moral que se atreve a establecer la bondad de las cosas, de los pensamientos y comportamientos, según los criterios que sustentan el sistema a imponer. Imponiendo un estilo de vida que va siendo "normal", van logrando que los hombres vayan cambiando incluso su manera de pensar. "Quien no vive como piensa, termina pensando como vive", es casi su grito de guerra. Por eso hay que imponer conductas que cambien el pensamiento de todos. Una humanidad así subyugada va siendo víctima de sí misma, por cuanto comete un gravísimo error: el de creer que con ella termina todo, que no hay una realidad posterior y trascendente que perdure en el tiempo. Colocan todas las expectativas en el hoy y en el aquí, sin elevar la mira más allá de sí misma. El regodeo es una autosatisfacción por lo logrado, apostando a que después de ello, no hay nada más. "Después de mí, la nada". La autoreferencialidad llega a ser para sí misma la peor de las esclavitudes y la razón más poderosa de su propia destrucción.

En la misma historia encontramos los argumentos que sustentan el absurdo de esta conducta. Absolutamente todos los imperios que se han sucedido, habiendo seguido un itinerario idéntico, han terminado por sucumbir. Algunos más estrepitosamente que otros. El único imperio que ha mantenido su actualidad, imponiéndose por encima de poderes de todo signo y color, resurgiendo una y otra vez tras la infinidad de esfuerzos por hacerlo desaparecer, es el imperio de Dios. Todos los demás han siempre tenido pies de barro que no los han logrado sustentar ante el poder infinito del amor. "El Dios del cielo suscitará un reino que nunca será destruido ni su dominio pasará a otro, sino que destruirá y acabará con todos los demás reinos, pero él durará por siempre". El amor de Dios ha triunfado siempre. Y quienes se han alineado con él, entregando su vida a causas superiores, son los que verdaderamente han marcado pautas en la historia de la humanidad. Fundados en Dios, en su amor, en su misericordia, en su providencia, han hecho subsistir un sistema de servicio y de entrega que jamás podrá ser sustituido por algo mejor. Son los que han hecho historia, por encima de las sombras y los dolores que otros le han infligido al hombre. "El poder del infierno no prevalecerá", estableció Jesús. Y así será. Dios estará siempre presente en esta historia nuestra. Nunca nos abandonará. Y hará surgir siempre corazones que lo amen y se entreguen a Él y a los hermanos, sirviendo siempre desde el amor que le da sentido a esa entrega. "Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo". Después de la purificación, vendrá el tiempo definitivo de Dios: "Cuando oigan noticias de guerras y de revoluciones, no tengan pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida". El final es el futuro que nunca terminará. Tendrá su inicio cuando todo sea puesto como escabel de los pies de Jesús, Rey del Universo. Y nunca tendrá fin. Será el imperio definitivo del amor, de la paz, de la justicia. Será el reino de la santidad y de la gracia divinas, en el que Dios será la norma, la forma, el fin de todo. Y por eso será la bondad infinita e inmutable.

1 comentario:

  1. Interesante texto....muy importante sobre todo para la humanidad y la espiritualidad

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