martes, 15 de abril de 2014

Una Pasión física y también espiritual

La Pasión de Jesús fue tremendamente cruenta. El castigo infligido por los romanos a quien cometía su delito de "rebelión" era ya terrible. Pero los judíos, ensañándose con quien "pretendía hacerse Dios", le agregaron también el que ellos consideraban... Por eso a Jesús lo azotan y, además, lo crucifican. En los juicios, el castigo normalmente era uno de los dos. El reo o era azotado o era crucificado. Pero ambos castigos no era común que se le infligieran a un mismo reo... Por otro lado, el número de azotes era estipulado en un mínimo, para que el reo no muriera mientras se los daban... Con Jesús, aparentemente, esto no fue respetado... Así, tenemos que el sufrimiento físico de Jesús fue extremo. Sometido a dos castigos diversos por su delito, y además, en una medida absolutamente desproporcionada... Jesús asumió en plenitud el papel del "Siervo sufriente" que profetizó Isaías años atrás, hasta que se pudo afirmar de Él, al verlo, que "no tenía aspecto humano"... Ciertamente, podemos decir sin temor a equivocarnos que "por sus llagas hemos sido curados"...

Pero la Pasión de Cristo no fue sólo una pasión física. No se puede negar que el sufrimiento físico fue extremo, terrible, terminal. Ningún hombre en toda la historia ha sufrido más que lo que ha sufrido Jesús. Mas, a ese dolor físico debemos añadir el otro, el espiritual, que lo abatió también interiormente... El Siervo sufriente, así lo profetizó también Isaías, fue "abandonado por todos". La carga de dolor fue también del alma. No fue sólo su cuerpo el que sufrió, sino que a eso se añadió un dolor peor: el de la incomprensión, la burla, el abandono, la soledad. Sin duda, ese dolor era ya inmenso, pues "cargó sobre sus espaldas el pecado de todos". Eso, en sí mismo, tuvo que haber sido un peso enorme que se erguía como abominación sobre Él. Hay que pensar sólo en todos los pecados que estaban sobre las espaldas de Jesús. Y en los peores: el del violador, el del asesino, el del torturador, el del ladrón, el del esclavista, el del estafador... Todos y cada uno, y todos los peores. Todos... Eso aseguraba el sufrimiento espiritual extremo del Redentor... Pero a eso añadamos ahora uno que tuvo que haber dolido mucho: el del abandono y la soledad en que lo dejan los más cercanos, los más queridos, aquellos con los cuales convivió diariamente, que fueron testigos de sus portentos, que escucharon todas y cada una de sus palabras, que fueron beneficiarios de ese cariño que se tuvo que haber vivido en la intimidad de las conversaciones nocturnas, de las explicaciones de las parábolas, de la enseñanza sobre cómo orar, de la "rendición de cuentas" sobre las andanzas apostólicas en las que todos se sorprendían de cómo Dios actuaba a través de ellos... Delante de Pilato, de Herodes, de los fariseos, Jesús se encontró absolutamente solo, abandonado. Quizá buscaba alguna cara amiga, pero no la conseguía. Sólo veía caras desencajadas que pedían su muerte, como hienas que se cebaban ante su víctima...

Dos de sus más íntimos, quizás los principales del grupo de los apóstoles, son advertidos por Jesús de la traición que cometerán. De Judas dice: "'Les aseguro que uno de ustedes me va a entregar... Aquél a quien yo le dé este trozo de pan untado'. Y untando el pan se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote... Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche"... Luego le dice a Pedro: "¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces"... Pedro, el primero de todos, aquél sobre el que "edificará la Iglesia", nombrado siempre en el primer lugar en todas las listas de los apóstoles, será uno de los traidores... Y Judas, el tesorero del grupo, el que llevaba todos los dineros, sobre el cual había, por lo tanto, una confianza de base, será el otro... Esos dos serán los primeros traidores de Jesús... Ambos cumplirán a la perfección las acciones que Jesús les vaticina... Y dejarán a Jesús en una soledad aplastante... Veremos al final de la vida de Jesús, cómo sus únicos acompañantes serán su Madre María, la Magdalena y Juan. Nadie más. Tenía que ser terrible que Aquél al que aclamaban tantos, que era seguido por tantos, que fue reconocido por las maravillas que realizaba en medio del pueblo, se encontrara ahora tan solo, tan desprotegido, tan débil...

Ya conocemos bien el fin de ambos... Judas quedó para siempre como el traidor. Más aún, se ha convertido en prototipo de todos los traidores. A todo traidor se le llama "Judas". Terrible manera de pasar a la posteridad. Pero Pedro, por el contrario, cumplió con creces, luego de su arrepentimiento y de haber recibido la fuerza renovadora y radical del Espíritu Santo en Pentecostés, lo que había prometido a Jesús: "Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti". Jesús recibió de Pedro la ofrenda de su vida. Hizo con él el gesto de delicadeza extrema haciendo, después de la Resurrección, que por tres veces confesara su amor para borrar la triple negación que torpemente había hecho en la Pasión... Y hoy es sinónimo de entrega, de apostolado. Es el primer Papa de la historia...

La traición de los suyos no fue suficiente para apartar a Jesús de la tarea que Dios le había encomendado. Ya Dios había dicho cuál sería el fin y cómo llevaría adelante su misión: "Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba... 'Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel: te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra'". Jesús era el Redentor, y su labor pasaba por todo lo que estaba anunciado. La Redención era cruenta física y espiritualmente. El sacrificio debía servir para borrar todo lo que debía ser cancelado. Debía servir para que todos, en Jesús, satisficiéramos al Padre y obtuviéramos la justificación. Nuestro Hermano Mayor lo hizo por nosotros, y eso se nos puso a favor en nuestra cuenta... Sufrió y murió en vez de nosotros. Nos ahorró todo ese sufrimiento que nos correspondía... Es el perfecto pagador, aunque no era el deudor... "Por sus llagas hemos sido curados"...

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