jueves, 24 de abril de 2014

Para que la alegría sea completa

Las experiencias de los discípulos de Cristo, apenas vivida la gloriosa Resurrección, fueron verdaderamente apabullantes. No era para menos, pues significaban, cada una de ellas, la vivencia de una novedad absoluta que no se había vivido jamás antes. Jesús había sufrido el máximo dolor que ser alguno podía vivir, había cargado heroicamente con culpas que no eran suyas, sus espaldas fueron fuertes para llevar el peso impresionante de los pecados de toda la humanidad, pasada, presente y futura, había pasado por una pasión espeluznante en la que las multitudes se habían ensañado contra Él e incluso habían mostrado sus preferencias por un delincuente de baja ralea, había sufrido la muerte ignominiosa en la Cruz en medio de dos ladrones... Había sido ocultado en el sepulcro, en esa soledad ruinosa que significaba el abandono total... Él ya lo había manifestado al Padre: "En tus manos, encomiendo mi espíritu"... Era el haberse puesto completamente a la disposición de lo que el Padre designara... La obediencia fue su marca. "Aprendió, sufriendo, a obedecer", dice San Pablo, con lo cual cumplió perfectamente lo que había dicho al Padre: "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad"... Los discípulos habían vivido todo esto como absolutas novedades...

Aun cuando esto había sido profetizado en la figura del Siervo de Yahvé del que habla Isaías, el haberlo vivido era una cosa diferente. ¿Cómo podía imaginarse nadie que la Redención le costaría tanto al mismo Dios? ¿Cómo pensar que el Mesías, el Enviado de Dios, el Esperado de todas las Naciones, por quien suspiraban todos los miembros de Israel, iba a experimentar realmente todas y cada una de las cosas que allí se decían? Se suponía que era una manera poética de presentar lo que Dios haría por intermedio de su Hijo. Jamás se le hubiera ocurrido a nadie pensar que el Padre iba a permitir que su Hijo fuera sometido a tales escarnios... "No tenía apariencia humana... Prestó su rostro a golpes y salivazos... Sus heridas nos han curado..." Es tremendo...

Y la cosa iba más allá... Ese que había sufrido por los pecados de todos, que había muerto en la Cruz de dolor, que había sido colocado inerme en la oscuridad del sepulcro, había cumplido también lo que había sido anunciado... ¡había resucitado! ¡Había resurgido triunfante de la muerte y de la penumbra sombría del sepulcro y se había convertido en Luz esplendorosa que estaba iluminando la vida de todos los redimidos... Para muchos, si la muerte era inaceptable y totalmente desilusionante, la Resurrección era igual o mayormente sorprendente... Había que vivir lo que estaban viviendo los discípulos de Cristo para asumir la sorpresa tras sorpresa que se tenía que vivir... Eran tiempos de dolor y de gloria. No eran tiempos para vivir lo normal, sino lo extraordinario. No se podía uno contentar con lo ordinario. Había que tener el espíritu muy bien dispuesto para poder acoplarse lo que exigía la experiencia de la Resurrección del Redentor...

Por eso Jesús al aparecerse a los discípulos, asumiendo que vivían las sorpresas más extraordinarias que jamás nadie podía vivir, los invita a elevar el espíritu: "¿Por qué se alarman?, ¿por qué surgen dudas en su interior? Miren mis manos y mis pies: soy yo en persona. Pálpenme y dense cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como ven que yo tengo"... Es impresionante la voz de mando del Resucitado. No se pueden quedar los discípulos con la idea de la crucifixión y de la muerte... Habiendo sido necesaria, fue un paso previo para la gloria que había que vivir para alcanzar la Redención de la humanidad... Jesús había cumplido. Y el Padre también había cumplido... Ahora son los discípulos los que tienen que cumplir... Cada uno, en la obra de la Redención tiene una parte que cumplir... Ya el Padre y el Hijo la hicieron. Ahora los hombres tienen que hacer la suya, que es la más sencilla. Es la de la fe, la de la confianza, la de la alegría, la de compartir y dar a conocer la misma alegría vivida a todos...

Jesús es inmensamente detallista. Para convencer a los apóstoles se hace uno más, como en el momento de la encarnación. Así como la gloria de Dios había invadido a la Virgen al tomar carne de su vientre, hoy quiere seguir invadiendo, después de resucitado, a la humanidad con todas sus prerrogativas. De esa manera convencerá a los discípulos de la realidad... "Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: "¿Tienen ahí algo de comer?" Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos". ¡Qué hermoso detalle el de Jesús! Como cuerpo glorioso no necesitaba comer, pero lo hace para convencerlos de su propia realidad... Dios se rebaja de nuevo, como cuando empezó la historia en el ya lejano Belén...

Todo era el cumplimiento de lo que había sido anunciado. Los discípulos lo sabían, aunque les costara convencerse de ello... "Esto es lo que les decía mientras estaba con ustedes: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse." Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.Ustedes son testigos de esto". ¡Qué tiempo tan feliz se inauguraba en la historia de la humanidad! Era el tiempo de la Redención, el de la Novedad absoluta en el amor, el de la Re-creación de todo... Es el tiempo del amor, de su reinado en los corazones de todos... Es el tiempo de la Resurrección, en el que todos los hombres deben vivir como el Resucitado, dejándose llenar de las cualidades que Jesús quiere darles a cada uno...

Y es el tiempo del anuncio... No es una alegría que se deba vivir individualmente. No tiene sentido una alegría egoísta, hacia sólo el interior de sí mismo. La alegría es tal precisamente para compartirla, Y a medida que se comparta, será mayor... Sólo compartiendo la razón de la alegría, ésta será completa... No se podrá ser plenamente feliz si nos quedamos con la noticia en nuestro corazón únicamente. Hay que tenerla ahí, bien guardada y bien vivida, pero sólo para compartirla. Hacerla cada vez más propia, pero sólo para hacerla cada vez más de todos. Así será más propia... Paradójicamente, seré más redimido en la medida en que ayude a redimir a los hermanos. Seré más feliz compartiendo la alegría. Viviré más el amor en la medida en que ame más a mis hermanos... Por eso Jesús dice: "Ustedes son testigos de esto". El testigo es el que da testimonio, el que comparte su experiencia. Y con más autoridad cuando más lo ha vivido intensamente. A eso estamos llamados... No hay que temer nada. Sólo hay que temer a no hacer lo que tenemos que hacer...

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