viernes, 11 de abril de 2014

El justo siempre ganará

El Señor siempre estará a favor del justo. No existe, quizá, frase que, de esta o de otras maneras, se repita más en las Sagradas Escrituras. Dios ama la Justicia, y por ello jamás estará a favor de quien promueva la injusticia. Cuando hablamos de justicia no estamos hablando sólo de la justicia civil, sino del concepto bíblico, que se refiere principalmente al justo, es decir, al hombre santo, al bueno, al que sigue con fidelidad la voluntad de Dios, al que ama a Dios por encima de todas las cosas y al prójimo como a él mismo. Es el concepto que le da pie al concepto civil, por cuanto la justicia bíblica se refiere a dar a Dios lo que le corresponde, es decir, todo. Si Él es el Creador, el Sustentador, el Todopoderoso y el Todoamoroso, a Él corresponde, como respuesta justa, lo mismo. Ciertamente el hombre lo hará en la medida de sus capacidades, pues infinito sólo es Dios... El primer movimiento de Dios, y por eso es el origen de todo lo creado, es un movimiento de amor. A Él hay que referir la causa de la existencia de todo. Por eso, en línea chardiniana, a Él confluirá todo de nuevo. De Él surge, y hacia Él va...

De esta manera podemos entender que la ruta es también de Dios. No sólo los puntos inicial y final son de Él, sino todo el desarrollo de la historia. Es justicia reconocer que Dios es el actor fundamental en todo el entramado de la historia humana. En esa ruta, que es nuestra historia, entramos también los hombres como actores. Y hacemos nuestra parte bien, si nos colocamos en la línea de secundar la intención originaria del Creador, cuando respetamos que todo está hecho para ser colocado a sus pies; que la fidelidad a Él y a su Palabra son las razones últimas de nuestra felicidad, pues hemos sido hechos para Él y jamás lo seremos si estamos lejos de Él; que el camino correcto para construir un mundo nuevo y mejor es el que Él propone reconociendo en el mismo movimiento que nadie sabe mejor eso que el mismo del cual surgió todo; que la instauración de la fraternidad humana es el logro final de ese ser imagen de Dios que estuvo en la intención primerísima de la creación del hombre, y que nunca lograremos hacer reinar a Dios mientras no seamos capaces de ser hermanos verdaderos entre nosotros... Pero hacemos nuestra parte mal cuando no reconocemos a Dios como al primer invitado que tenemos que tener en nuestras vidas; cuando lo tenemos tan lejos que parece un extraño las veces que es nombrado; cuando no tenemos siempre a la vista su voluntad y su palabra para cumplirla como requisito para la plenitud; cuando pretendemos poner para la construcción del mundo deseado, unas bases tan endebles como nosotros mismos, como las criaturas, como lo pasajero; cuando no nos entendemos como hermanos, y pretendemos construir nuestras relaciones sobre consideraciones de dominio, de explotación, de esclavitud, lejos de la fraternidad que es la clave para la convivencia pacífica y justa...

Cuando se elige este segundo camino, estemos seguros de ello, Dios interviene. A pesar de que Él es reverencialmente respetuoso de nuestra libertad, también desea nuestro bien. Y cuando percibe que la injusticia se yergue como norma, y en ese itinerario desplaza totalmente a los hermanos, los humilla, los pisotea, los utiliza como productos o como números, Él actúa para tratar de restablecer el orden correcto. No es indiferente al desarrollo de la historia, aun cuando no haya sido invitado. Y actúa con mayor determinación si el afligido es débil, humilde, sencillo, justo... Cuando este débil ya no tiene quien lo defienda, el poder infinito de Dios sale a su favor... No está solo. Puede ser humillado por la injusticia, "pero -dice el débil- el Señor está conmigo, como fuerte soldado; mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo. Se avergonzarán de su fracaso con sonrojo eterno que no se olvidará. Señor de los ejércitos, que examinas al justo y sondeas lo íntimo del corazón, que yo vea la venganza que tomas de ellos, porque a ti encomendé mi causa. Cantad al Señor, alabad al Señor, que libró la vida del pobre de manos de los impíos".

Es el canto victorioso de quien se sabe asistido por la mano poderosa y amorosa del Dios que estará siempre a favor del despreciado y del humillado, del débil y del justo. No hay certeza más firme que ésta: Dios auxilia a sus hijos más débiles. Quien se coloca en actitud continua de ofensa hacia los débiles de Dios, no tiene ni idea de lo que está haciendo y contra quién, en realidad, está actuando. No hay poder que valga cuando es Dios quien se presta para defender como peña inexpugnable a quien se ha confiado en su debilidad a Él. Al no haber ya defensor a la mano, queda Dios. Y el ofensor será completamente humillado. De eso no puede haber ninguna duda...

No se trata de que no existan los intentos de los poderosos. Existirán. Y serán quizás cada vez más crueles, pues deben esconder su debilidad extrema en la violencia. Pero en medio de los mayores sufrimientos, los débiles deben tener la certeza de que ellos serán los que obtendrán la victoria, por haberse confiado radicalmente en Dios... Ya lo demostró Jesús cuando se opuso a la peor plaga que ha habido contra el hombre, la del demonio. El diablo se creyó todopoderoso porque logró llegar a humillar al máximo al hombre, pero quedó en el ridículo mayor cuando fue vencido en la Cruz por el amor de Jesús... Su victoria fue tejida desde la voluntad salvífica del Padre al cual Él sirvió totalmente. Es la obra del Padre la que vino a realizar, pues Dios no podía permitir que sus hijos fueran arrebatados por el poder del mal que pretendía humillarlo y esclavizarlo. Los débiles fuimos todos. Y a favor de todos salió Jesús: "Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre".

Aunque veamos un panorama oscuro, no perdamos jamás la esperanza, pues Dios no nos engaña. Si dice que sale a favor del justo, lo hace. Quienes luchan por la justicia y por instaurar un reino de paz y de convivencia armónica, nunca quedarán defraudados.Dios mismo sale a su encuentro como apoyo, como inspiración, como fortalecedor. Más, cuando exista el empeño de los poderosos de hacer todo lo contrario. Aunque tengan la fuerza de las armas o de la humillación a los hermanos, la fuerza de Dios es infinitamente más poderosa, y hará vencer, somo siempre, al justo...

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