miércoles, 16 de abril de 2014

La Cruz no es derrota... ¡Es Victoria...!

La Redención es una obra de matices impresionantes. No sólo por lo que representa de poder y de misericordia en cuanto recupera para el hombre su condición original de gracia y de filiación divina, abriéndole así de nuevo la posibilidad de su entrada en la felicidad eterna en el cielo, sino por la aparente contradicción interna que en sí misma presenta... Quizá no haya existido sobre la tierra acción de mayor humillación hacia una persona en particular, como la pasión de Jesús. Recordemos todo lo que pasó: los fariseos deciden entregar a Jesús a los romanos porque ya está siendo excesivamente incómodo con sus denuncias y con sus obras que llaman tanto la atención contra ellos y contra el poder en general, contra la hipocresía de presentarse como los inmaculados cuando en realidad son "sepulcros blanqueados" que llevan sólo muerte y pudrición, contra la pretensión de mantener dominado y subyugado al pueblo sencillo y humilde de Israel bajo un terrorismo espiritual que mostraba la manipulación más indigna de la realidad religiosa del hombre... Llegan incluso a querer quitar de en medio a Lázaro, pues había sido resucitado por Jesús y le estaba dando "demasiada publicidad" poniéndolos a ellos aún más en evidencia... Las buenas obras de Jesús debían ser desaparecidas...

Jesús es vendido con el precio de un esclavo. "¿Qué están dispuestos a darme si se lo entrego? Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo". Es la repetición de lo que sucedió con José en el desierto, vendido como esclavo por sus mismos hermanos. José, con su vida, anuncia lo que sucederá con el Mesías Redentor. Paradójicamente, esa venta fue la salvación de Israel que se moría de hambre en el desierto. El pecado de los hermanos resultó convertido, por la infinita misericordia de Dios, en una acción providencial de amor y de salvación. Porque José era el segundo del Faraón en Egipto, Israel fue salvado de morir. El que fue vendido como esclavo, haciéndose esclavo sin haberlo sido originalmente, sino asumiéndolo por la obra que cumpliría posteriormente, es el liberador, el que rescata de la muerte. Es exactamente lo que sucede con Jesús. La humillación de haber sido vendido como esclavo, fue lo que sirvió para que desde la Cruz liberara a toda la humanidad de morir cruelmente bajo las garras del pecado...

Cada paso de la Pasión de Jesús es de humillación: golpes, burlas, escupitajos, desnudez... Incluso es preferido un delincuente notorio como Barrabás por encima de Él, que no había cometido ni un solo delito. El ensañamiento contra Jesús, el único Justo, es impresionante. No hay nada que hable de la bondad de los hombres en esta gesta, sino que todo deja desnudo el espíritu de la malignidad, el odio, la devastación que se pretende hacer contra el que es inocente de todo lo que se le acusa... Los pasos de la humillación son parte de esa Pasión que pronto será horriblemente cruenta por el sufrimiento físico que representará... No le basta a la maldad humana el ver humillado hasta el fondo al hombre, sino que quieren verlo sucumbir también en los más horribles sufrimientos, hasta quedar exhausto e inerme pendiendo de una Cruz de muerte. Realmente, más que ver desnudo al Salvador en la Cruz, se ve desnudo el hombre, que deja entrever el horror de la maldad de la que está enferma su alma...

Pero, contrariamente a lo que se puede pensar, a pesar de que la maldad se ceba con este espectáculo de sombras y penumbras, en él se está gestando la victoria más contundente de todas... Los caminos de la providencia vuelven a brillar esplendorosos y sabrán convertir lo que es un espectáculo bochornoso en la obra de Redención que descubre la más hermosa intención de amor y de misericordia de parte de Dios: "A pesar de que me humilles, de que me trates tan mal, de que te burles de mí, de que me desnudes y me vejes, Yo te sigo amando infinitamente. Y mi amor es todopoderoso. Unos golpes, unas burlas, una humillación, nunca lo harán desaparecer. Te amo, y siempre será así... Esto que estoy pasando por ti y por amarte tanto, será, aunque te sorprenda, tu salvación... La humillación a la que me sometes, te salva, porque así lo quiero Yo..."

Es lo que dice Isaías: "Ofrecí la espalda a los que golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos... Mi Señor me ayudaba, por eso no me quedaba confundido, por eso ofrecí el rostro como pedernal, y sé que no quedaré avergonzado". Jesús asume, como lo profetiza Isaías, todo ese sufrimiento, pues sabe que es la obra redentora que debe emprender. Es el itinerario de la satisfacción que debe realizar, que pasa por la extrema humillación. No es sólo la malignidad del hombre la que lo hace posible. Jesús lo hubiera podido hacer de otra manera menos cruenta, pero sólo Él, al asumirlo, hizo posible que así fuera. Siendo Dios hubiera podido haber escogido otro camino. Pero quiso ese, pues es el que deja más claro su amor redentor, el que asume sufrir en vez de los que sí deberían haber sufrido...

Y así, es su victoria... "Tengo cerca a mi abogado, ¿quién pleiteará contra mí? Vamos a enfrentarnos: ¿Quién es mi rival? Que se acerque. Mirad, mi Señor me ayuda: ¿quién probará que soy culpable?" La conciencia clarísima del Redentor es la de estar cumpliendo perfectamente la obra de rescate que le había mandado a realizar el Padre. No hay ninguna sombra de duda en Él. Esto que hace es la salvación del hombre. Asumir el sufrimiento y la muerte no es, de ninguna manera, agradable. Pero sí es la forma de rescatar al hombre del abismo en que se encontraba. Aparentemente es derrota ignominiosa, pero realmente es victoria contundente, por cuanto se cumple la meta: sacar al hombre de la muerte y llevarlo a la vida. Y eso era lo que venía a hacer... Por eso, al final, cuando ya va a entregar su espíritu al Padre, Jesús se siente con todo derecho a decir: "Todo está cumplido", es decir, "Ya he realizado todo lo que vine a hacer. Esta muerte mía es tu victoria, Padre, sobre la muerte, sobre el pecado, sobre el demonio. Es la victoria que damos al hombre para que sea él el vencedor, a pesar de que ha sido él el que me ha clavado en esta Cruz, que lejos de ser signo de muerte o de derrota, es de vida y de victoria...Sólo me falta refrendar esta victoria con la Resurrección, para demostrar que ni la muerte ni el sepulcro son más poderosos que Tú y que Yo. Vamos hacia la Gloria... Misión cumplida..."

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