sábado, 26 de abril de 2014

Que nadie pretenda callarnos...

Una cosa es que seamos libres y otra muy distinta es que en el uso de nuestra libertad siempre acertemos. Podríamos decir que la sensación del mandato misionero de Jesús a todos los bautizados es la de su condición imperante: "Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio a toda la creación"... Jesús no propone. Jesús ordena La sensación que deja en el alma es la de que hay que cumplir. Y punto... Los apóstoles lo entendieron así. Y por eso convirtieron a un mundo entero que estaba a la espera de la noticia de la salvación. Poco tiempo después, en un escrito muy temprano de los primeros cristianos, éstos se atrevieron a decir: "Somos de ayer y lo llenamos todo..." La comprensión de la responsabilidad personal y grupal de la comunidad apostólica fue perfecta. No dejaron nada al acaso...

La decisión de seguir el mandato de Jesús fue absolutamente libre. Sabían ellos muy bien que así lograrían la salvación suya y la de los demás. Más aún, que su propia salvación dependía de cuánto hicieran por salvar a los hermanos. "Sepan que quien salva a un hermano está procurando su propia salvación", sentenció Santiago, comprendiendo acertadamente la dinámica de la conversión propia y la de los demás... La salvación es una cuestión de compromiso con el hermano. No es una cuestión individual. Aunque sea personal, depende principalmente del ser testigos, de arrastrar a otros, de dar a conocer a los hermanos el amor que Jesús les tiene... No ha entendido bien el mensaje cristiano quien se encierra en sí mismo, en una experiencia egoísta e individualista de la fe, sin proyección comunitaria.

En efecto, la salvación toca a todo el hombre y a todo lo que tiene que ver con el hombre. La fórmula del mandato de Jesús no deja lugar a la confusión. El anuncio del Evangelio debe ser hecho "a toda la creación". Hubiera sido más concreto Jesús si hubiera dicho "a todo hombre". Pero no. Dijo "a toda la creación", es decir a todo el hombre y a todo el ámbito en el que el hombre desarrolla su vida. Es el mundo entero el que debe escuchar la noticia de la Redención. "La creación entera gime a la espera de la Redención", dice San Pablo. El hombre, con su pecado, ha arrastrado a todo lo creado. Es necesario también rescatarlo de las garras del abismo y de la penumbra... Por eso, es imposible que quien se convierta en apóstol de Cristo se desentienda del mundo. Hay quienes quisieran que el mensaje evangélico no fuera tan incómodo. Sobre todo aquellos que creen que la vida del hombre se divide en compartimientos estancos que nada tienen que ver unos con otros... Preferirían que los cristianos se mantuvieran dentro de los límites de las paredes de los templos y dejaran todo lo del mundo fuera de su ámbito. Si se cometen injusticias sociales, que callen. Que recen y no se metan en lo que no les corresponde... Muchos hemos sido víctimas de estos poderosos que creen que el mensaje de salvación nada tiene que ver con las condiciones sociales en que los hombres desarrollan su vida... El inminente San Juan Pablo II habló acertadamente de la "ecología humana", haciendo referencia no sólo a lo "verde" del mundo, sino a las condiciones externas y sociales en las que el hombre debería desarrollar su existencia para poder ser verdaderamente feliz...

Muchas veces los poderosos caen en la misma tentación que los judíos de la época apostólica... "Los llamaron y les prohibieron en absoluto predicar y enseñar en nombre de Jesús"... Creen que tienen el poder también para acallar la voz de la denuncia evangélica. Se erigen ellos en censuradores de lo que es la mismísima Palabra de Cristo y en entorpecedores de oficio de lo que los discípulos de Cristo pueden hacer en el mundo... Una pretensión grandísimamente absurda... Nadie puede estar por encima de la voluntad divina. Si Dios mismo ordena anunciar el Evangelio, nadie legítimamente puede prohibirlo. No se han escapado los hombres que rigen al mundo de esta tentación. ¡Cuántos en la historia han pretendido acallar la voz de Jesús que grita desde los labios de los que entienden el mandato misionero! ¡Cuántos mártires han pretendido ser silenciados, y a quienes lo pretendían les ha sido empresa imposible! Ya lo dijo Tertuliano en una oportunidad: "La sangre de los mártires es semilla de cristianos". Contrariamente a lo que piensan los poderosos la sangre que corre es multiplicadora de las voces de Jesús....

Y es que quien entiende su compromiso cristiano, asumido en su bautismo y escuchado de los mismos labios de Cristo, sabe muy bien que no hay fuerza humana, ni legítima ni ilegítima, que pueda ordenar lo contrario. Y si llegara a ordenarlo, no es legítimo escucharla. Se lo dijeron los apóstoles a los judíos: "¿Puede aprobar Dios que los obedezcamos a ustedes en vez de a él? Júzguenlo ustedes. Nosotros no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído". Mayor claridad no podían tener. No es lícito desatender el mandato de Cristo, colocando por encima el mandato de los hombres. Es un absurdo inmenso...

Que nadie entienda su vida de fe limitada sólo al entorno de la intimidad. Es el mundo entero el que espera el anuncio del Evangelio. Y que nadie espere que los cristianos se queden dentro de las sacristías, escondiendo la salvación que quiere Jesús para todo lo creado. Ninguna de las dos cosas son lícitas. El mensaje de Jesús engloba toda la realidad. Y todo el ámbito de la creación debe escucharlo. Todo debe ser salvado. En ello radica la propia salvación para quien debe ser anunciador del Evangelio...

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