lunes, 21 de octubre de 2013

Tesoros que empobrecen...

Las religiosas son realmente muy creativas en cuanto a liturgia se refiere. No hay como encargarles a ellas una celebración para tener novedades maravillosas que la enriquecen. Celebré una vez una Misa a un grupo de superioras de las diversas partes del mundo de una congregación que estaba reunido, y en el momento de las ofrendas nos repartieron a todos los presentes, ellas y yo, un conglomerado de plastilina de diversos colores. Cada uno de nosotros debía hacer una figura, de lo que se nos viniera en mente -flores, frutos, objetos...- con él... La sorpresa que nos llevamos todos es que el conglomerado -¡cada uno!- tenía escondido en su interior, una piedrita de plástico de colores, de las que se usan en los acuarios, que, según dijo la organizadora, era signo del tesoro escondido que debíamos tener todos para poder llevarlo a los demás... La creatividad se desbordó. Cada una hizo algo distinto: frutos, flores, vasijas, continentes, jardines... Y cada una tenía que explicar lo que había hecho y colocarlo como ofrenda...

Cuando me tocó presentar lo mío, dije que tenía más de 45 años que no "jugaba" con plastilina, lo cual quedaba en evidencia por la torpeza de lo que había hecho... Construí un hombre-mujer multicolor, muy sencillo... Lo único que hice fue modelar muy burdamente su cabeza, sus brazos y sus piernas. Y traté de distinguir de un lado a un hombre y del otro, una mujer... Pero no sabía qué hacer con la piedrita... Lo que se me ocurrió decir fue: "El tesoro lo dejo en mis manos, para poder tenerlo siempre disponible para darlo a los demás..."

Y eso me sirvió de una reflexión personal muy provechosa. ¿Qué tesoro es el que tengo? ¿Qué es lo que puedo llevarle a los demás? ¿Es verdadera riqueza o es más bien una terrible pobreza la que estoy distribuyendo?

Esa piedrita se convierte, para muchos en lo que vulgarmente llamamos "una piedrita en el zapato", porque en verdad muchos nos ocupamos en exceso de lo que no vale tanto la pena y descuidamos el verdadero tesoro que debemos tener para enriquecer a los demás...

Dios nos ha enriquecido, ciertamente, con nuestra inteligencia y voluntad para que podamos planificar mejor nuestra vida, para que hagamos programas de vida asequibles, reales, en los cuales las metas dirijan los esfuerzos que realizamos para alcanzarlos. Son los ideales que nos trazamos para dar sentido a nuestra vida. No quiere Dios que tengamos penurias de ningún tipo, tampoco materiales. No está mal querer forjarse una vida en la que se tenga lo esencial para que sea de buena calidad. Más aún, en sus acciones el mismo Cristo llegó a realizar milagros para poder dar a los hombres el mínimo sustento necesario. Y fustigó fuertemente a los que impiden a los demás poder llevar una vida digna. Jesús no bendice, de ninguna manera, la miseria, la indigencia. Ellas son profundamente injustas y antievangélicas. Y por eso nos compromete a todos a poner nuestro mejor esfuerzo para luchar contra ellas y para facilitar la vida de los hermanos. Jesús, sí, bendice a los pobres, y los coloca como aquellos a los que debemos siempre servir, llegando al extremo de decirnos a todos que todo lo que  hagamos con uno de ellos, a su favor, a Él mismo se lo estamos haciendo. Por el contrario, cuando no lo hacemos, a Él dejamos de hacérselo.¡Él está en los pobres, en los necesitados, en los desposeídos injustamente, en los humillados, en los desheredados de siempre, en los oprimidos! Ciertamente todo lo que hagamos en su favor no es, jamás lo será en cristiano, un simple trabajo sociológico, aun cuando no por eso se le resta méritos a quien lo haga. Para el cristiano, este trabajo en favor de los hombres tiene una implicación inmensamente espiritual. Quien lo realiza con la mentalidad del amor a Jesús y al prójimo, le está dando el sentido que el mismo Cristo ha querido darle...

Por ello, cuando nos centramos sólo en la acumulación de riquezas, de honores, de "cosas", que al final, son relativas, no nos diferenciamos en nada de aquel que agrandó sus graneros para acumular, pero que al final murió sin haber atesorado nada para esa vida futura... Es conveniente siempre preguntarse, ¿qué tesoro estoy acumulando? ¡Cuidado con caer en la tentación de decir que la ayuda a los pobres es simplemente política, marxismo, ideología! Para muchos ha sido excesivamente conveniente la "lucha" contra la Teología de la Liberación, ciertamente en algunas tendencias, politizada e ideologizada, con el peligro incluso de vaciar totalmente de contenido espiritual el trabajo en favor de los pobres. Muchos cayeron en la tentación que casi los llevó incluso al ateísmo práctico... Ese peligro siempre hay que evitarlo. Pero, también lamentablemente, muchos se fueron al extremo opuesto... Escudándose en esa "lucha" del Magisterio de la Iglesia, tildaron a todo el que se pone a favor de los pobres, del trabajo en contra de la miseria y la indigencia, de "extremistas"... Y escudándose en eso, se lavaron las manos, considerando que eso no era prioritario como trabajo de la Iglesia... Los Obispos en Puebla nos echan en cara la realidad absoluta de la misióin universal de la Iglesia. Entre las opciones preferenciales, colocaron la de los pobres. Parafraseando al Beato Juan Pablo II, que afirmó que "El hombre es el camino de la Iglesia", podríamos afirmar, sin temor a equivocarnos que "El pobre es el camino de la Iglesia". Si la Iglesia no se ocupa de ellos, no está haciendo lo que debe hacer...

Revisemos siempre qué estamos haciendo... No sea que creyendo que estamos haciendo de nuestra vida una maravilla, lo que estemos haciendo sea colocarle lastres que nos impidan alzar el vuelo a la eternidad. Sería realmente triste. Usemos nuestra inteligencia y nuestra voluntad, sí, para programar nuestra vida y hacerla lo mejor posible. Pero no nos paremos allí. Que sembremos lo que es el verdadero tesoro: El de la siembra de eternidad, del amor por los demás, del auxilio necesario al Cristo que está en el hermano, particularmente en el más necesitado... Que nuestra piedrita de colores sea lo que más nos aligera el vuelo a la presencia eterna feliz junto al Padre: La de la solidaridad, la del servicio, la de la fraternidad, la del amor a los más pobres y sencillos del mundo...

4 comentarios:

  1. Yo creo que esa es la principal gracia del buen cristiano: transmitir con nuestras obras y testimonio diario lo inmensamente maravilloso que es el tesoro que hemos conseguido!!!

    ResponderBorrar
  2. Así es, Gerson... Y así, reversando las leyes del mercado, nuestro tesoro crece... Mientras más lo demos, más lo tenemos y en abundancia... Saludos a Helenita y a los chamos. Un abrazo. Dios te bendiga

    ResponderBorrar
  3. Si llevamos al hermano necesitado bienes materiales que alivian su subsistencia, y nos olvidamos de compartir La Palabra de Dios, no estaremos realizando obras altruistas y filantrópicas. Me hace pensar este hecho ¿donde está mi servicio evangelizador?

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. La motivación, en ese caso, Ma. Auxiliadora, es muy loable y muy buena. Es atender al que pasa necesidad y querer ayudarlo a resolver su indigencia. Pero para los cristianos esa sola motivación, con ser muy buena, sería insuficiente, pues nos debe mover el Jesús que sufre en ellos y con ellos. Ni siquiera se trata aún de llevarles el Evangelio. Ese sería un paso posterior. Es hacerles "sentir" el amor de Jesús, que es el mejor Evangelio que le podemos llevar. Así lo entendió perfectamente la Madre Teresa de Calcuta, cuando decía que le bastaba ver al Jesús que clamaba en ellos para atenderlos, y ni siquiera buscaba su conversión al cristianismo... Solo que sintieran su amor... Dale mis saludos afectuosos a tu familia. Dios te bendiga

      Borrar