miércoles, 23 de octubre de 2013

Libres en el amor

La transformación de San Pablo es una de las cosas más llamativas de las historias del Nuevo Testamento. Según él mismo nos lo dice, su formación religiosa fue en el más estricto fariseísmo, la secta de los "legalistas" judíos... "Yo soy fariseo, hijo de fariseo", "en cuanto a la ley, soy fariseo", decía en sus discursos cuando se enfrentaba a los judíos más recalcitrantes. Con ello, quería poner en evidencia la superioridad del amor, de la gracia, de la fe, sobre el simple cumplimiento de la ley... Para él estaba más que claro que la obra de Jesucristo fue una obra de liberación plena, principalmente de la obligación del cumplimiento de formalismos que no implicaban el corazón del hombre, con el fin de "aparentar" una bondad que en realidad no estaba en el corazón...

El encuentro de Pablo en el camino de Damasco con Jesús, un encuentro que más que físico fue intuitivo, en cuanto que no se dio a través de los sentidos materiales que nos ponen en contacto con el mundo exterior, fue un encuentro íntimo, profundo, de corazón. Seguramente, más que una voz que escuchó fue una intuición que Jesús colocó en su corazón para que lo sintiera. En ese momento se dio el encuentro de dos corazones que se hablaron con el lenguaje intuitivo del amor. En ese encuentro, Pablo percibió la identificación de la Iglesia y de cada uno de los que la conformaban, con Cristo. ¡Cristo ES cada perseguido por Pablo! "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?". Esa intuición de Pablo fue totalmente esclarecedora para él, pues le abrió una perspectiva distinta bajo la cual debía comprender la obra que realizó Aquél al que quería borrar del mapa...

La obra que Jesús vino a realizar, quedó claro para Pablo, no fue una simple rebelión contra el judaísmo o contra el poder romano. Nada tenía que ver con un levantamiento ante ataduras políticas o religiosas. Tenía que ver, sí, con liberación, con emancipación, con elevación del hombre de su postración por el pecado. Tuvo una consecuencia importante en contra del legalismo absurdo en el que se afincaba la exigencia farisea, y eso lo entendieron como levantamiento ante lo religioso, que fue lo que motivó la persecución de Pablo y de los más "celosos" de entre los fariseos. Pero aquel encuentro de Pablo con Jesús le llenó de luz la mente y el corazón y se hizo claro para él el sentido de la obra realizada por el Salvador...

Jesús ha venido "a dar la vista a los ciegos, la libertad a los oprimidos, a anunciar la Buena Nueva de la salvación y el año de gracia del Señor, a proclamar la llegada del Reino de Dios". Es un cambio de perspectiva total al de la simple rebelión. Es la búsqueda de la libertad plena, absoluta, insuperable, que da el estar en Dios, en vivir en su amor, en dejarse conducir por su voluntad amorosa. No es quedarse en la simple exterioridad de la apariencia de bondad, sino en la búsqueda sincera de serlo de verdad, de vivirlo en medio de la realidad diaria, de anunciar esa novedad de vida delante de todos con lo que se hace cotidianamente.

Por eso, al quedar claro para Pablo que lo esencial está dentro y no fuera, que no es el recubrimiento que se coloca lo importante sino lo verdaderamente bello que sea el interior de la persona, que haya una experiencia real de libertad en la vivencia más persuadida de la gracia de Dios y de su amor, se convirtió sin dudarlo un instante, en el más sólido proclamador de la libertad que da Dios. Su doctrina es tremendamente revolucionaria, por cuanto coloca intrínsecamente unidas las realidades de la ley y del pecado. Quien peca es el que está sometido a la ley, pues la ley está continuamente acusando y poniendo en evidencia. ¡Totalmente distinto a los razonamientos que lo motivaban antes, cuando era un recalcitrante legalista fariseo! ¡Con ello quedaba él mismo desencajado y desencajaba a todo el que creía que por cumplir fiel y escrupulosamente la ley se estaba salvando! ¡Hoy mismo muchísimos piensan así! ¡Y Pablo les quita su fundamento endeble!

Y no es que Pablo invite a la anarquía. Muy lejos de él tal pretensión. Porque Pablo, en el lugar que ocupa la ley, coloca al amor. Coloca la voluntad de Dios, su Gracia, su vida. Y no hay cosa más ordenadora que el amor. No existe sobre el mundo fuerza que ponga más orden que la fuerza del amor. Quien está lleno del amor y lo vive con la mayor intensidad jamás promoverá ni vivirá el desorden, el mal, el odio... Lo entendió muy bien San Agustín cuando dijo: "Ama... ¡Y haz lo que quieras!" Es la lógica contundente del amor. Quien ama es el hombre más libre: Ama a Dios y se encamina hacia Él. Todo lo pone en función de vivir en el amor, y eso significa inmediatamente, vivir en Dios. Jamás se aparta de Él. Quien ama, vive el amor al hermano. Jamás se dejará vencer por odios y rencores, por suspicacias y exclusiones, pues esas son obras contrarias al amor. Y entiende que esas obras le roban la libertad y lo colocan en la más terrible de las situaciones: La de la esclavitud... Quien ama de verdad jamás será esclavo. Vivirá en la más plena libertad. Por eso, el hermosísimo Himno a la Caridad de Pablo no es sino la proclama más bella que se puede hacer de la Libertad: El amor es paciente, bondadoso, sin envidia, sin orgullo, sin jactancia, no es grosero, no es egoísta, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra con la injusticia sino con la verdad... El amor es servicial, perdona siempre, aguanta siempre, cree siempre, espera siempre... ¡Es realmente liberador amar, pues se libera uno de las cosas que lo amargan, y lo llenan de los mismos sentimientos de Dios, que es el culmen y el prototipo de la libertad!

La ley, para un fariseo como Pablo, quedó resumida en una sola cosa: En el amor... ¡Que un fariseo llegue a esa conclusión es una verdadera conversión, cuando los fariseos habían llegado al extremo de hacer una lista de miles de "mandamientos" de Dios que había que cumplir "para ser bueno"...! Lo dijo él mismo claramente: "Amar es cumplir la ley entera". Para el que ama, no importan las leyes, pues sea cual sea la ley, si es justa y busca el bien, ya está incluida en el amor. Y el que ama jamás irá contra el bien y la justicia. Jesús mismo resumió la ley en el amor a Dios y al prójimo...

¿Qué más decir? Sólo recordar lo que nos dice Pablo: "Ya no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia". La obra de Cristo es obra de liberación, para romper nuestras cadenas y hacernos levantar vuelo. Es obra para que no nos quedemos simplemente en el cumplimiento de unos cuantos preceptos. El amor es más comprometedor, pues implica el corazón, la mente, todo el ser. Pero es lo más compensador, pues en el dejarnos llevar por el amor está nuestra esencia. Esa es nuestra plenitud. Cuando no estamos en el amor, no somos lo que debemos ser. Hemos sido creados por el amor, en el amor, para el amor. Fuera de él, somos nada...

4 comentarios:

  1. Casi nada: el Amor de Dios como lo sintió y lo transmitió el mismo San Pablo, patrono del MCC!!. Qué difícil es vivir en su infinita sencillez, como citaste a San Agustín, ama, y haz lo que quieras. Le pido a diario al Señor que merezca ser colmado de su amor para poder así transmitirlo al mundo!!!

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    1. Así es... Pero sólo es difícil el primer paso... Los restantes van cayendo solos, pues son muy compensadores... Un abrazo grande. Saludos a Helenita y los chamos. Dios te bendiga

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  2. Por eso me gusta San Pablo. Por su simpleza, su sinceridad, su fuerza, su vivencia en el amor. Quisiera parecerme un poquito a el para estar muy cerca del amor verdadero y llavarlo en todo momento a los que me rodean.

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    1. Exacto Carlucho... Para eso la Iglesia nos pone a los santos como Patronos... Para que nos protejan, para que intercedan por nosotros y para que nos sirvan de modelo... El estilo de Pablo es muy cercano y actual, para los hombres de nuestros días... Saludos a Raquel y las "niñas". Un abrazo. Dios te bendiga

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