martes, 1 de octubre de 2013

Hemos oído que Dios está con ustedes...

El Profeta Zacarías pertenece al tiempo posterior a la deportación y desarrolla su labor de anuncio durante la restauración de la Ciudad Santa, Jerusalén. Su voz es, por tanto, voz de consolación y de ánimos, voz de invitación al gozo por sentir la presencia de Dios en la historia de Israel, quien lo ha conducido por sendas quizás tortuosas, pero que tienen como meta la posesión de nuevo de aquella tierra prometida desde la elección de Abraham...

En la profecía de Zacarías, que significa "Dios se acuerda", hay una constante referencia a esa preferencia de Dios por su pueblo elegido, una intención muy clara de anunciar un futuro de paz absoluta, el anuncio de aquel personaje futuro que logrará la restauración definitiva de la condición de primacía de Israel sobre todos los demás pueblos. No se ahorra nada Zacarías para anunciar un futuro de felicidad, de bienestar total, de alcance del favor de Dios...Tanto, que ese buen tiempo que vivirá Israel será un reclamo para todos los demás pueblos que rodean a Israel para querer acercarse al Dios poderoso que ha favorecido tanto a su pueblo... "En aquellos días, diez hombres de cada lengua extranjera agarrarán a un judío por la orla del manto y le dirán: "Vamos con ustedes, pues hemos oído que Dios está con ustedes." Llamará tanto la atención de los demás el favor que ha alcanzado Israel de su Dios, que otros querrán seguir su vida, acompañarlos en el mismo camino, recorrer las mismas sendas, recibir las mismas consolaciones del Dios de Israel...

En definitiva, Israel se convierte, así, en pueblo que demuestra a todos que Dios es poderoso, que los conduce con mano firme y amorosa, que estará siempre a su lado para defenderlo de los embates de los enemigos, que incluso en las más duras condiciones de la deportación, es capaz de tocar el corazón de los "esclavistas extranjeros" para permitirles la reconstrucción de su templo, con lo cual se reafirma la presencia de Dios en medio de su pueblo y su amor en favor de Israel en cualquiera de las condiciones en las que viva... Israel es el mejor testimonio para convencer a los pueblos que lo rodean de que Dios es el único Dios, el que verdaderamente ama y favorece a su pueblo, que es más poderoso que todos los demás ídolos a los que rinden culto los vecinos... El Dios de Israel hace que la obra que realiza en medio del pueblo sea el grito más estruendoso de su realidad, de su amor, de su poder, de su unicidad...

Los miembros del pueblo con su conducta al dejarse reconstituir como pueblo, al ser dóciles a la voluntad de restauración de su Dios, al vivir con gozo extremo la realidad de la posesión renovada de la Ciudad Santa, al agradecer a Dios que aun en medio de las penurias, de la deportación, del castigo por las infidelidades, los mantuviera bien resguardados bajo sus alas, son para los demás la demostración clara de quién es Dios, de cuánto es su amor y su poder, de que jamás apartará de su providencia amorosa al pueblo que Él mismo se había elegido... Por eso, sin ninguna duda, dicen a Israel: "Vamos con ustedes, pues hemos oído que Dios está con ustedes." El testimonio que Israel dio sobre la presencia de Dios en medio de ellos, arrastró a los demás pueblos vecinos...

Esa es la verdad de Dios siempre. Y esa debe ser la verdad de sus elegidos siempre. La vida de cada hombre y de cada mujer debe ser un grito a todos los que están a su alrededor de la presencia de Dios en ella. Porque esa es la verdad. No hay una sola ocasión, buena o mala, en la que los hombres no podamos tener la seguridad de la presencia providente y consoladora del Dios del amor. Por eso, como la vida de Israel, la vida de cada cristiano debe ser un grito al mundo que le diga: "¡Dios está aquí, con nosotros, conduciéndonos, llevándonos adelante, sosteniéndonos en el dolor y en las tristezas, procurándonos todas las alegrías, sustentando nuestra vida incluso en lo material!" Porque es la verdad. Porque Dios es un Dios que jamás nos abandona, que siempre está cuidando de nosotros, más que a las aves del cielo y a las flores del campo, pues somos sus criaturas predilectas...

Estamos llamados a dar testimonio del amor de Dios en nuestras vidas; de la entrega de Jesús por nosotros, con lo cual nos arrancó de las manos de las tinieblas y nos condujo a la luz admirable del amor; del servicio más importante que prestó Jesús a la humanidad cuando alcanzó de Dios el perdón de todos los pecados que la condenaban y le cerraba las puertas del cielo; de esa fraternidad a la que nos llama Jesús como distintivo de nuestra pertenencia al grupo de sus seguidores y que será signo de que somos creíbles ante los demás... Nuestro testimonio es fundamental para que los que está a nuestro lado crean en el Dios del amor, crean que Él es el único Dios, el que procura el bienestar de todos porque los ama, el que pide un compromiso de amor por respuesta y nos dice que debemos ser todos uno como Él y el Padre lo son...

No podemos ocultar ante los demás lo que es evidente. No nos empeñemos en no dar el testimonio que nos corresponde. Tenemos un compromiso por el bien del mundo, pues ellos conocerán a Dios a través de nosotros. Muchos de nuestros hermanos no tendrán otra noticia del amor de Dios que la que leen en nuestras vidas. No podemos ser tan indiferentes que no les permitamos que lean esa noticia... Pero aún más, no vivamos como si lo que somos, lo que tenemos, de lo que nos orgullecemos, no viniera del amor providente de nuestro Dios. No pensemos que son solo nuestras propias fuerzas o nuestra única iniciativa las que han alcanzado para nosotros la situación en la que nos encontramos. Reconozcamos que todo nos viene de Dios, que Él cuenta con nosotros para que lo alcancemos, pero que son su bondad y su misericordia las principales responsables de nuestros logros...

Que, al ver en nuestras vidas el testimonio claro de la presencia de Dios que todo lo alcanza para nosotros, que todo lo da, que se da a sí mismo para que tengamos lo mejor, otros quieran seguir con nosotros en el camino que llevamos. Que sean cada vez más hermanos los que nos digan: "Queremos ir contigo, porque vemos que realmente Dios está contigo". Que nuestra vida sea una invitación a los que están a nuestro alrededor a seguir a Dios, a seguir a Jesús, a caminar nuestras mismas rutas hacia el encuentro amoroso con el Señor. ¡Qué hermoso que podamos ser instrumentos del amor! ¡Que hermoso que podamos decirle al mundo con el grito de nuestras vidas, que Dios está con nosotros, que nos sentimos muy felices de su presencia en nosotros, que nuestra alegría será completa solo en la medida en que ellos vengan con nosotros a disfrutar de ese mismo Dios, de ese mismo amor, de esa misma providencia! No nos neguemos a nosotros mismos esa máxima dicha...

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