jueves, 10 de octubre de 2013

Hay que fastidiar a Dios

Según el mismo Jesús, la oración ante el Padre debe ser insistente. Él nos invita a no desfallecer ni a desconfiar de su escucha... El ejemplo que coloca del amigo inoportuno es excelente para ilustrar lo que nos quiere decir. Y por eso concluye con la ya muy conocida invitación a ser insistentes: "Pidan y se les dará. Busquen y hallarán. Llamen y se les abrirá. Pues quien pide recibe, quien busca halla y al que llama se le abre"... La figura del Padre está muy lejos de ser similar a la del vecino que no quiere abrir al amigo inoportuno, alegando que es tarde y que ya él y sus hijos están acostados... Pero, en todo caso, sirve para ilustrar muy bien la respuesta del Padre ante la insistencia, aunque sea inoportuna...

Dios es un Dios bueno, amoroso y providente. Nos ha prometido que jamas nos faltará lo necesario para que nuestra vida se desarrolle bien, en términos de normalidad. No se trata de pensar que Dios va a cumplir con concedernos caprichos innecesarios, sino que, por Él mismo o a través de otros, nos dará siempre lo que necesitemos... En otro pasaje, Jesús nos pone el ejemplo de las aves del cielo y de las flores del campo, a las que no les falta nada porque el Padre providente y amoroso se encarga de que tengan comida y vestido... Jesús mismo nos dice: "Si mi Padre del cielo se ocupa así de ellas, ¿cómo no se va a ocupar de ustedes, que son sus criaturas predilectas?" El hombre, está claro, es mucho más que un ave o que una flor. Ha sido creado en el culmen de la obra creadora. Dios mismo, al terminar la creación, afirmó que "todo era muy bueno", pues ya existía el hombre, el rey de todo lo creado, para quien fue creado todo lo que existe... Antes del hombre, al terminar cada día de la creación, Dios veía que "todo era bueno". Al haber creado al hombre, todo pasó a ser "muy bueno". Es un superlativo que tiene inmensa importancia, pues sugiere que todo alcanzó su plenitud con la presencia del hombre, para quien fue creado todo...

De esta manera, los hombres debemos alimentar en nosotros una confianza extrema en el Dios Creador y Providente, que nos ha traído de la nada por amor, no para lanzarnos a una existencia de continua necesidad o indigencia, sino a una en la que brille siempre su amor por nosotros. Y no quiere decir esto que no vaya a haber necesidad del concurso del hombre para su propio bienestar. En absoluto. Dios no quiere robots que tengan sólo las bocas, las manos y los brazos abiertos para recibir, sino que ha querido que el hombre sea también protagonista de su propia existencia. Para ello nos enriqueció con nuestra inteligencia y nuestra voluntad, para que seamos capaces de planificar, de organizar, de programar acciones, de ponerlas por obra luego de sopesar los pro y los contra de cada una, de manera que sintamos la satisfacción del logro de las metas propias, sin perder de vista que todo ha sido posible por el Dios que nos ha surtido de lo necesario para alcanzarla...

Pero, sabiéndonos limitados, pues nuestras posibilidades siempre tendrán un techo, no se ha querido desentender de nuestras tareas. Dios nos lanza al ruedo de la vida, pero se queda siempre a la mano para estar presto a darnos su ayuda cuando lo requerimos. Por eso Jesús insiste en la idea del Padre providente que está atento a escuchar al hombre en su necesidad. Si nos colocamos a las puertas de la estancia del Padre y tocamos su puerta insistentemente, Dios responderá presto.No porque seamos inoportunos, sino porque nos ama. El vecino en un primer momento se negó porque ya estaban sus hijos y él acostados para dormir. Pero tenía en casa lo que le pedía el amigo. No se negaba por no tenerlo, sino por lo inoportuno del momento... Dios es muy distinto. Dios siempre tendrá en sus manos lo que le pedimos. Y si en algún momento niega o retarda la respuesta, no es porque seamos inoportunos o lo molestemos, sino porque nadie mejor que Él sabe qué y cuándo nos conviene mejor todo...

Es interesante lo que esto significa... Dios nos ha provisto de lo que necesitemos para subsistir. Pero no de todo. De manera que tengamos necesidad de recurrir a Él para pedir lo que nos haga falta. Así, el hombre jamás será realmente autosuficiente y podrá rechazar la tentación de ensoberbecerse, creyéndose un dios... Lamentablemente no todos hemos podido evitar caer en esa tentación. Los avances humanos han hecho creer a muchos que ya Dios no es necesario. Que la "idea" de Dios era necesaria cuando el hombre estaba en el oscurantismo, pues le hacía falta para justificar sus carencias o para culparlo de sus faltas... Que hoy ya no es necesario, pues el hombre ha demostrado que no tiene fronteras para sus posibilidades... Pero la realidad es que el hombre es un ser que sigue siendo necesitado, contingente, que necesita tocar humildemente a las puertas de la estancia divina para implorar de Dios su providencia infinita... Hay un "hasta aquí" en el que el hombre debe bajar su cabeza y colocarse humildemente delante de Dios con las manos extendidas para recibir de Dios la añadidura...

Esto requiere del hombre tres cosas: Amor, Humildad y Confianza. Amor, para estar siempre unido al Dios que lo ha creado y que no lo dejará jamás solo en el camino. Amor con el que se asegure el hombre de que Aquél que lo lanzó al mundo jamás lo abandonará a su suerte, pues es un Dios fiel, que se compromete con su criatura predilecta, porque quiere lo mejor para ella. Amor que es respuesta de compromiso ante los dones con los cuales Dios lo ha enriquecido, para usarlos al máximo con la mayor responsabilidad, procurando para sí y para los hermanos el mayor bienestar posible que él pueda planificar y poner en práctica.

Humildad para saber que jamás se puede deslindar de ese Dios que ha dejado en su corazón una huella de profunda añoranza de Él mismo; que lo convenza de que por sí mismo puede lograr maravillas, pero que existe un umbral en el que tendrá que reconocer que no puede avanzar más sin la ayuda de Dios; que lo haga reconocer la verdad de sus capacidades casi ilimitadas, pero que, con todo, no es un dios que pueda desechar al verdadero Dios que es Dueño y Señor de todo lo que existe. Es una humildad, además, que lo debe convencer de que en el mundo no está solo, que su paso por él es simplemente una estación para ponerse al servicio de los demás, que todo lo que haga es para beneficio de los hermanos, a los que debe servir con el mayor amor y con la mejor de las ilusiones...

Confianza que se abandona inocentemente en las manos del Dios Providente. Que deja a Dios ser Dios. Que no le "exige", sino que le suplica que sea verdadero Padre, pero que sabe que, por ser Dios, nadie mejor conoce el momento oportuno y la realidad de lo que necesitamos. Que sabe que misteriosamente estamos cubiertos por un amor que siempre ha estado a nuestro lado, desde el primer momento de nuestra existencia y que jamás nos ha fallado. Que en el misterio del desarrollo de ese amor puede entender que a veces, lo que aparentemente es un mal se convertirá en un bien; que el mejor momento no es el que nosotros creemos, pues puede convertirse más bien en el momento más trágico para recibirlo, sino que sabe que en la mente de Dios todo está perfectamente cuadrado, pues Él es Dios, y es bueno, y nos ama...

Total, que nuestra oración debe ser insistente... Debemos "fastidiar" a Dios, como un niño que no sabe esperar; pero saber que esa oración debe enriquecerse con amor, humildad y confianza, dejando a Dios ser Dios, pues Él sabe serlo muy bien. Con toda seguridad, lo sabe mucho mejor que nosotros...

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